Parecería una fantasía de la imaginación, pero el grado de engaño y de mistificación con el que la burguesía relata el funcionamiento de la economía es monumental. Con el tema de la devaluación, las mistificaciones son impresionantes. El gran capital concentrado posee la gran propiedad agraria, las grandes exportadoras de cereales, los grandes bancos privados […]
Parecería una fantasía de la imaginación, pero el grado de engaño y de mistificación con el que la burguesía relata el funcionamiento de la economía es monumental.
Con el tema de la devaluación, las mistificaciones son impresionantes.
El gran capital concentrado posee la gran propiedad agraria, las grandes exportadoras de cereales, los grandes bancos privados (después de haber eliminado del mercado a todos los bancos chicos y medianos) y los dólares. Además poseen la mayoría absoluta de los medios de comunicación (diarios, radios, televisión, revistas, etc.).
Es un mito que los dólares los tenga el gobierno, el Banco Central. Los dólares los tienen los grandes empresarios privados. En el exterior hay 400.000 millones de dólares cuyo 90% pertenece a estos grandes empresarios. Y el Banco Central a fines del gobierno kirchnerista tenía alrededor de 27.000 millones de dólares. Pero los grandes productores agropecuarios tenían en silos bolsa gran parte de la cosecha por un valor estimado de u$s 13.000 millones.
Los únicos dólares genuinos provienen de las exportaciones. La diferencia entre exportaciones e importaciones constituye la balanza comercial. Es superavitaria, obviamente, si son mayores las exportaciones que las importaciones. Pero las exportaciones son privadas. Las realizan empresas privadas. Y la mayor parte pertenecen a grandes exportadores.
Por ley los exportadores deben ingresar al país la totalidad de los dólares que reciben por sus exportaciones, y el Banco Central les suministra el equivalente en pesos al cambio oficial.
Los exportadores acostumbran históricamente a declarar menos dólares por sus ventas al exterior, es decir, sus exportaciones, que los que verdaderamente reciben. El procedimiento es sencillo. Acuerda con su comprador del exterior facturar por un importe menor, que es el que presentan en los bancos y la aduana al exportar. El comprador del exterior le acredita al exportador la mayor parte de los dólares en una cuenta corriente bancaria en el extranjero y envía al país el remanente.
De esa manera los dólares de exportación que corresponden a toda la población del país quedan en su mayor proporción en manos del exportador en una cuenta propia en un banco del exterior.
Todo este procedimiento bancario se realiza a la luz del día, sin ningún secreto. Cualquier empleado bancario que realiza los asientos contables lo conoce perfectamente. Obviamente, por lo tanto, todos los empresarios, los políticos, los economistas, los abogados, los contadores, etc. y los funcionarios gubernamentales de los distintos gobiernos también lo saben.
El problema es que si un gobierno, excepcionalmente, quiere controlar estas operaciones, aunque técnicamente es posible en gran medida, deberá soportar las campañas destituyentes más feroces, cuando no un golpe de estado, blando, duro o sui generis.
La solución de fondo es estatizar la gran propiedad agraria, las grandes compañías exportadoras, las empresas que subfacturan las exportaciones, y las que sobrefacturan importaciones, los bancos privados y los medios de comunicación oligopólicos. Obviamente que esto será aún mucho más difícil de lograr por cualquier gobierno.
La devaluación la quieren los que tienen dólares, para obtener más pesos por esos dólares. y estos son mayoritariamente los grandes empresarios.
El procedimiento que desarrollan es sencillo porque tienen el oligopolio de todo el circuito económico. Tienen los medios de comunicación, que es la verdadera cadena nacional, la que es considerada por la mayor parte de la población como «los diarios», «la radio», «la televisión». En base a ese dominio de la información difunden el concepto de que «el tipo de cambio está atrasado», aunque la población en general desconoce lo que significa y en realidad es un concepto muy discutible, en gran medida fabricado artificialmente.
El tipo de cambio en nuestro país consiste en los pesos que se consiguen por cada dólar, o, lo que es lo mismo, cuántos pesos cuesta conseguir un dólar. Que esté atrasado significaría que el dólar vale más pesos que los que se establecen en el cambio oficial. Si éste estaba a 9 pesos, debería supuestamente estar a 14 o 15 pesos, su «valor real». Que realmente exista un «valor real», un «tipo de cambio real», es materia de discusión. Y más concretamente que su valor real sea hoy, en la Argentina, 14 o 15 pesos, es un mito construido por los grandes poseedores de dólares.
A través de los oligopolios de los medios de comunicación los grandes empresarios, grandes tenedores de dólares, difunden el mito de que el tipo de cambio está atrasado, que no hay más remedio que devaluar (que se consigan más pesos por cada dólar), retienen la venta de gran parte de la cosecha, eluden ingresar la mayor parte de los dólares de sus exportaciones, que son gran parte del total, y asustan al pequeño inversor en dólares para que presione al gobierno por esa devaluación.
También estos grandes empresarios (a través de los bancos principalmente) fabrican y suben el dolar «blue». Tienen suficiente cantidad de pesos como para inundar las cuevas con pedidos de dólares y asimismo, tienen suficiente cantidad de dólares (ilegales) como para abastecer a las cuevas para que puedan vender. Con la sola presión de los pequeños compradores de dólares no alcanzaría para subir el precio del «blue» ni tampoco las cuevas obtendrían de ellos los dólares necesarios para vender.
A todo esto se agrega que los grandes empresarios fugan dólares al exterior a través de los bancos, depositan pesos y estas entidades bancarias giran los dólares a algún banco del exterior.
Los bancos locales a su vez realizan un canje similar y equivalente con el Banco Central, el que ve de esa manera disminuidas sus reservas cada vez que una gran empresa radicada en el país (argentina o extranjera) realiza esta operación con bancos del país.
Los bancos locales sólo hacen de intermediarios entre los empresarios que fugan dólares y el Banco Central. No aportan ni un sólo dólar propio.
Y para mayor complicación, en una economía oligopolizada y extranjerizada como la Argentina, las filiales de compañías extranjeras exigen enviar a sus casas matrices la mayor parte de sus ganancias, transformando los pesos obtenidos en el país en dólares, utilizando para ello los dólares del Banco Central, lo que provoca una disminución de las reservas, reservas que ya estaban disminuidas por la subfacturación de exportaciones, la sobrefacturación de importaciones, la no liquidación de parte de la cosecha, y por la fuga de divisas, entre otras causas.
Resumiendo las grandes empresas agropecuarias o industriales que exportan se quedan con la mayor parte de los dólares de exportación. Reclaman a través de los medios oligopólicos de comunicación una devaluación para de esa manera, obtener más pesos por cada dólar. Gran parte de la opinión pública lo cree y presiona al gobierno por una devaluación.
Como los grandes empresarios tienen los dólares, porque o no los ingresan, o los mantienen en silos bolsa, y como son dueños de los bancos, que cambian pesos de sus clientes top por dolares que los obtienen del banco central, el circuito se cierra: han obtenido ganancias extraordinarias porque pueden fabricar el mito del tipo de cambio atrasado y la necesidad de devaluación.
Hay dos formas en que un gobierno como el anterior en un país como la Argentina con muchos dólares generados por las exportaciones pueda gobernar sin mayores sobresaltos con el dólar: controlar efectivamente todas estas operaciones con la moneda norteamericana, o estatizar las empresas que las realizan. Las dos cosas son muy difíciles, porque habría que enfrentar ofensivas feroces de desestabilizacion, o golpes de estado «blandos» o «duros» o «sui generis» como en alguna medida se puede considerar el actual, aunque haya surgido de una victoria electoral.
Lo menos que se necesita es que la mayoría del pueblo eleve su conciencia hasta un nivel de comprensión completo y exhaustivo de esta situación, y se movilice y organice para que, o bien se realicen controles efectivos o bien se estaticen las empresas involucradas, como se hizo con Aerolíneas e YPF, que fue la única manera de evitar su vaciamiento total y definitivo.
Muy difícil, pero no hay otro camino.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.