A muy pocos meses de la próxima elección nacional llaman la atención la falta de propuestas y el vacío discursivo de los candidatos de los dos partidos tradicionales en todas sus variantes (Duhalde, Alfonsín, Macri, De Narváez, Rodríguez Saa, Sanz). Todos ellos pertenecen al llamado bipartidismo, que gobierna la Argentina desde 1983. El gobierno afirma […]
A muy pocos meses de la próxima elección nacional llaman la atención la falta de propuestas y el vacío discursivo de los candidatos de los dos partidos tradicionales en todas sus variantes (Duhalde, Alfonsín, Macri, De Narváez, Rodríguez Saa, Sanz). Todos ellos pertenecen al llamado bipartidismo, que gobierna la Argentina desde 1983.
El gobierno afirma que es necesaria la continuidad de la actual gestión para «profundizar el modelo». Ante la falta de definición oficial sobre el contenido de este modelo (más allá de políticas coyunturales y en algunos casos populares, pero que no modifican la estructura macro económica) se hace necesario tratar de comprender qué significa y en qué consiste el «modelo» en la actual etapa económica.
Históricamente se pueden plantear tres etapas económicas fundamentales en la Argentina: la agro exportadora hasta 1930, la de sustitución de importaciones a raíz de la crisis financiera internacional de la década del 30, con impulso del mercado interno desde 1945 hasta 1975. Puede decirse, sin temor a equivocarnos, que esos treinta años fueron los de mayor bienestar de las capas medias y populares, con posibilidad de movilidad social ascendente.
Por último, la etapa neoliberal o rentística financiera abarca desde el año 1975 hasta el día de hoy.
Esta última, comenzada durante el llamado «Rodrigazo», fue consolidada por Martínez de Hoz, continuada durante el gobierno de Raúl Alfonsín, profundizada por Menem y continuada nuevamente por De La Rúa.
La rebelión popular del 2001 intentó poner fin a esta nefasta estructura, exigiendo a gritos «que se vayan todos». La rebelión, llamada hoy al olvido por el bipartidismo, terminó con la asunción de Eduardo Duhalde, quien aplicó la más grande devaluación que recuerda la historia universal. Los costos sociales de esa medida recayeron en las clases más desprotegidas, pero produjo una nueva sustitución de importaciones que reactivó, en parte, la industria liviana y cierto poder adquisitivo. El descontento popular por la represión en el puente Avellaneda, todavía impregnado del espíritu rebelde del 2001, forzó el adelantamiento de las elecciones nacionales, dando paso así al llamado modelo kirchnerista. Aquí volvemos entonces al punto de partida ¿en qué consiste el modelo?
Las medidas de signo popular, como la Asignación Universal por hijo, la ley de medios, la restitución de la ANSES, ley de tierras y otras, no llegan a alterar la estructura del orden económico previamente establecido. Por consiguiente, podemos analizar el actual modelo teniendo en cuenta sus pilares estructurales fundamentales vigentes: saqueo de recursos financieros a través del pago sin auditoría de una deuda externa ilegítima, aumento de la deuda interestatal a límites insostenibles (según la actual Presidente del Banco Central), vigencia de la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz, fuga de capitales, entrega de recursos naturales como el petróleo y minerales sin control estatal y a simple declaración jurada en los puertos de destino (cabe destacar que la minería contaminante a cielo abierto tuvo un gran impulso durante la actual gestión, la Presidente llegó incluso a vetar la ley de Protección de los Glaciares, aprobada unánimemente por el Congreso Nacional), medios fundamentales de transporte destruidos (ferrocarriles, flota mercante y aérea), extranjerización de los servicios públicos, sistema impositivo totalmente regresivo con el IVA a la canasta familiar más alto del mundo, modelo sojero con la consiguiente destrucción de suelos y bosques para beneficio de grandes terratenientes y multinacionales como Monsanto, Cargill y Globocopatel, extranjerización de la tierra y despojo a los pueblos originarios.
Considerando el vacío de contenido en las propuestas electorales de la oposición bipartidista, es de suponer que quien gobierne en el próximo período seguirá manteniendo la misma estructura perversa; pueden haber diferentes matices: mayor o menor represión a las protestas sociales, mayor o menos énfasis en planes sociales, discurso «progre» o de derecha, pero nada de todo esto modificará la etapa comenzada en 1975 y la banca privada continuará siendo el sector de mayor rentabilidad en la República Argentina.
Ante esta realidad es legítimo plantearse si el modelo debe ser «profundizado» o si por el contrario es necesario que sea modificado y superado para comenzar a transitar una cuarta etapa económica que, recuperando nuestros recursos naturales y financieros, ponga énfasis en la producción y en la distribución de la riqueza. Mientras esto no suceda, tendremos índices semejantes de exclusión social, de desnutrición infantil, de pobreza y de inseguridad.
Carlos Mario Martínez es integrante del proyecto de comunicación alternativa»Al Dorso»
Fuente original: www.aldorso.com.ar
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