La estrategia de desarrollo nacional del Siglo XXI: La compra de material ferroviario a China
Luego del proceso de desindustrialización ejercitado en la Argentina a fines de los años setenta con la culminación del régimen de sustitución de importaciones, así como después, en la década del noventa, la instrumentación local a rajatabla de los señalamientos de política macroeconómica gestados por los iluminados ortodoxos del «Consenso de Washington», el país vive hoy, luego de 10 años de crecimiento en continuado, no sólo una parálisis en materia de reconstrucción de sus principales industrias -naval, aeronáutico, ferroviario- quebradas por el vendaval neoliberal, sino también la profundización de aquellas medidas que anclan los destinos de la Nación a la eterna reproducción sistémica de connotación claramente neocolonial.
El anuncio de la Presidenta Cristina Fernández sobre los acuerdos firmados con el Primer Ministro chino para la compra de 2200 vagones y 50 locomotoras destinados a ser corridos en el ramal Belgrano Cargas adquiere una profunda significación en cuanto al trazo grueso de la política ferroviaria a seguir de aquí en adelante, inmerso en un contexto social que reclama por todos los costados cambios rotundos para el sector.
La crisis global sin precedentes que viven hoy los países industrializados ha determinado en el Gobierno Nacional una decisión firme y clara: adoptar a la República Popular China como «el socio estratégico». Prueba de ello lo constituye la cantidad de capitales asiáticos que no han cesado de desembarcar en el país en la última década, fundamentalmente haciendo pie en todas actividades extractivas: minería, petróleo y agricultura.
A la luz de la ejecución de estas políticas cabe preguntarle al gobierno argentino qué clase de negocio representa para el país la compra llave en mano de productos industriales ferroviarios chinos, sin ningún tipo de transferencia tecnológica y que a su vez sea a cambio de la venta de materias primas -granos- que no dejan un peso en desarrollo local de manera genuina ¿Acaso no estamos ante la misma historia de los ferrocarriles ingleses del siglo XIX? Por otro lado, ¿qué servicio ferroviario se pretende brindar al dejar manejar, de acuerdo a los nuevos intereses imperiales, el funcionamiento del principal corredor guiado de más de 10.000 km de extensión? El mismo Belgrano Cargas se concibió originalmente por parte del Estado Nacional como ferrocarril de fomento, capaz de comunicar las provincias menos desarrolladas en el oeste, en el norte y en el centro del país para viabilizar económicamente sus producciones. Muy poco le servirá a las economías regionales no contar con una prestación de carga difusa del transporte ferroviario capaz de distribuir sus mercancías a puntos intermedios.
Al igual que el caso de la compra de aerogeneradores a Dinamarca para el parque eólico de Rawson existiendo tecnología que pudiese producirlo localmente, como el mismo énfasis de la Presidente por atraer a las empresas mineras por la extracción misma de los minerales, sin evaluar externalidades negativas y sin planificación de eslabonamiento productivo alguno, la compra del material chino constituye una medida categóricamente execrable. El financiamiento del trabajo chino a expensas de miles de trabajadores e ingenieros argentinos capaces de torcer esta historia es sencillamente una acción política tan perversa como injusta.
Sin la recuperación de nuestra industria base, de los saberes acumulados por tantas generaciones de técnicos y profesionales despojados del deseo de su actividad motora, sin la visión acerca de qué perfil de país queremos ser ante el reacomodamiento del sistema hegemónico mundial, sin una política de fomento inteligente, de visión integral del transporte y de lo que implica el direccionamiento político del ferrocarril como instrumento estratégico para el resurgimiento de derechos y capacidades en nuestro pueblo, jamás podremos dar completamente vuelta la página de la dependencia estructural de nuestra economía y del quiebre moral que representa sabernos a doscientos años de nuestro primer grito como nación un país ahogado en su propia impotencia.
Damián Solanas es asesor Comisión de Transporte
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