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El papel de los periódicos

Fuentes: Rebelión

Desde que la democracia se instaló en este país -en la medida que esto sea democracia-, enseguida empecé a desconfiar de los medios de comunicación.  E incluso a detestarlos. En primer lugar, porque al posicionarse a favor de uno de los dos partidos únicos exclusivamente y en contra del adversario, ignoran otras ideas y opciones […]

Desde que la democracia se instaló en este país -en la medida que esto sea democracia-, enseguida empecé a desconfiar de los medios de comunicación. 

E incluso a detestarlos. En primer lugar, porque al posicionarse a favor de uno de los dos partidos únicos exclusivamente y en contra del adversario, ignoran otras ideas y opciones en función de la razón mayoritaria y no de la razón a secas. Y quienes amamos por encima de todo el logos, la equidad y la justicia distributiva no podemos aceptar fácilmente que no sean estos sino la razón práctica (siempre por norma de parte del poder fáctico y establecido), quienes reinen y gobiernen; razón por la cual la democracia burguesa nos parece no el menos malo de los sistemas posibles, sino el peor por la injusticia estructural en que se funda: concentración del poder constituido en la concentración del dinero en pocas manos, sostenido a su vez por policías y ejércitos a su servicio, por un lado, subsistiendo a sus expensas el resto con mayor o menor docilidad, por otro. Y como los capitalistas son los principales enemigos del sistema sin saberlo, lo que a nosotros nos incumbe es, no ya contradecirles -que eso nunca ha dado resultado- sino, como en las artes marciales, ayudarles a caer…

Por otro lado, lo que llaman usualmente «corrientes de opinión», no son más que la opinión que generan los medios según su poderío o influencia. «La opinión» predominante no es si no el efecto buscado por el medio predominante y el impacto conseguido. Y el resultado de cada sondeo sólo depende de la penetración de «la opinión» del medio. En segundo lugar, porque aparte de su inclinación al sensacionalismo, es muy difícil no seguir la treta de resaltar lo irrelevante y silenciar lo grave aunque sólo sea por interés de llevarse bien con el poder, el establecido o por establecer.

Por ambos motivos hago a los medios responsables y culpables de la suerte de la política, de las malandanzas de los políticos y del descalabro del país… (Mis carpetas están plagadas de escritos críticos hacia los medios por lo expuesto).

Pero he de vivir y convivir con lo que toca a mi biografía. Y he de abandonar la lucha contra los molinos de viento en espera de mejores tiempos, pues la principal virtud del revolucionario, como dice Mao Ze Dong, es la paciencia. Por consiguiente y mientras tanto, debo analizar la realidad política y social desde la lógica, las formulaciones y las contradicciones típicas decididas por el propio sistema. Por eso, de un tiempo a esta parte y quizá por una serie de concausas que van desde la pérdida de crédito de los círculos mediáticos desplazados por los medios alternativos de Internet, hasta una severa merma de la venta de ejemplares por la misma razón, los medios oficialistas principales se han propuesto redimirse a nuestros ojos, a los ojos del pueblo.

El periodismo es un instituto que, efectivamente, se debe a la investigación como nominal cuarto poder. Y los rotativos de tirada nacional que vienen dedicándose a ella, es lo mejor de toda esta última parte de la historia de un país tan necesitado de vengar la podredumbre que lo asfixia; podredumbre de los políticos de los dos partidos principales, podredumbre de banqueros y directivos bancarios, y podredumbre de los trapaceros de la monarquía.

En todo caso resulta mucho más convincente ahora la actitud del periodismo respecto a la marea del expolio mantenido durante al menos dos décadas, que lo que podamos esperar de la justicia constituida por los órganos colegiados que habrán de juzgar (o no) a estos monipodios y a esta canalla, y que a buen seguro resolveràn con arreglo a derecho pero con toda la contaminación política que cabe imaginar pese al riesgo creciente de estallido social…

Yo creo que en este país nunca se va a situar la volonté general que configura la democracia de Montesquieu al nivel de otros países de la Europa Vieja. Es demasiado el retraso histórico en la interpretación de la democracia respecto a ellos; no sólo no participamos de una guerra mundial que hubo de producir efectos concomitantes entre los que intervinieron en ella, y para colmo este país la canjeó por una guerra civil cuyo estigma aún perdura… Pero las posibilidades de acercarse a la mentalidad de los países de raigambre democrática pasan por exponer a la vergüenza pública las lacras, engaños, estafas y rapiñas de quienes, fingiéndose administradores sociales, son politicastros o simples ladrones de guante blanco. Y la eficacia de esa misión depende mucho más de la valentía de los medios que de la justicia y de las policías a su vez controladas por el poder político y la plutocracia.

Sigan los medios por este camino, pues la única esperanza de regeneración en este país ya sólo puede venir de que sean ellos quienes pongan bajo los focos de la vergūenza a los ladrones públicos y en su sitio el deseable equilibrio de la sociedad en todos los aspectos.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.