En un contexto inédito, la preocupación ha ganado la calle. El problema ya no es sólo que la velocidad a la que crece el valor de la canasta básica va más rápido que el nivel general de precios. En rigor, el fenómeno que genera impacto es que la velocidad a la que crece el valor de la canasta básica también resulta muy superior al ritmo de los salarios registrados, arrojando lo que se denomina un mayor número de “trabajadores formales pobres”.
La pobreza alcanza a cuatro de cada diez habitantes y la indigencia a uno de cada diez. En ese escenario, el INDEC dio a conocer la valorización de la Canasta Básica Total (CBT) para el mes de abril. Calculada para una familia de cuatro integrantes (compuesta por un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un niño de 6 años y una niña de 8 años) necesitó $62.958 para no ser considerada pobre, una cifra que equivale a casi tres salarios mínimos.
La CBT incluye los bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades mínimas de alimento, vestimenta, vivienda, transporte y esparcimiento. Paralelamente, la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que mide la línea de indigencia, ascendió un 3,9% desde los $8.312 hasta los $8.633. De esta manera, una familia “tipo” necesitó $26.677 para no ser considerada indigente.
Ahora bien. Al derrotero crítico que significó la crisis económica y social del mandato macrista, hubo que sumarle la pandemia. En paralelo, el aumento de la pobreza e indigencia y una inflación que se mantiene en niveles muy elevados, arrimaron un fenómeno sumamente preocupante. Como se dijo, la pérdida del poder adquisitivo del salario trajo aparejado un fenómeno complejo cuyo volumen se fue haciendo cada vez más importante en los últimos años: asalariados cuyos ingresos no permiten superar la línea de pobreza, es decir, trabajadores con recibo de sueldo que, aunque mantienen un empleo formal, éste no les permite afrontar el costo de la vida.
Ya en 2020, los salarios registrados treparon 31,6% al tiempo que la inflación marcó 36,1%. Según datos del INDEC, 7 de cada 10 asalariados recibió ingresos de hasta $40.000, lo que suponía una cifra menor a la canasta básica de $47.000 para el mismo periodo. En los primeros meses de este año, los sindicatos buscaron impulsar algún ajuste alcista en los salarios vía paritarias, pero la velocidad a la que treparon los alimentos, energía y transporte fue muy superior. Ergo, entramos en una nueva etapa social en nuestro país donde la pobreza ya no afecta solamente a aquellos hogares de adultos desempleados o que no tienen ingresos formales. En muchos sectores de la economía local y formal, los salarios que se ubican en las categorías iniciales (bajo convenio colectivo y con aportes) han ido quedando por debajo de lo que precisa una familia tipo para no ser considerada pobre. De nuevo, suponiendo que la remuneración de la persona asalariada formal tuviese como único ingreso en el hogar su salario, éste no llega a cubrir el costo de una canasta, es decir, se enfrenta a una situación de pobreza medida por ingreso.
Sectores como el de la construcción, industria metalúrgica, los trabajadores públicos, entre muchos otros, registran categorías que se ubican por debajo de la línea de pobreza. Además, también van quedando en el olvido las condiciones necesarias para que esa situación cambie inmediatamente, ya que al no aumentar la demanda agregada de empleo y, por otro lado, afrontar un escenario magro por parte de las muchas pymes (que son mayoritariamente las que crean los puestos de trabajo), entonces se pierden dos factores que podrían contribuir a una mejor situación.
En definitiva, el valor real del salario de los trabajadores registrados (que evidenció un fuerte descenso desde mediados 2017, se anuda con los aumentos de precios, pero sobre todo de la canasta alimentaria, lo que arroja una inflación que se reproduce más rápido que las remuneraciones. Peor escenario aún para aquellos que trabajan en la informalidad. La aparición de la pandemia generó que el problema se volviese más relevante aún. De mantenerse esta situación, cada vez habrá trabajadores más pobres, porque las condiciones actuales garantizan que los segmentos bajos y medios bajos de ingreso vayan perdiendo la carrera contra el costo de vida.