¡Y se armó la discusión! La Presidenta discutió que no hay «modelo económico» sino «proyecto político» en curso. Les hablaba a los empresarios reunidos en Tecnópolis el día de la industria, el 3 de septiembre pasado, y también al país en cadena nacional. En la alocución aludió críticamente al titular del grupo transnacional de origen […]
¡Y se armó la discusión! La Presidenta discutió que no hay «modelo económico» sino «proyecto político» en curso. Les hablaba a los empresarios reunidos en Tecnópolis el día de la industria, el 3 de septiembre pasado, y también al país en cadena nacional. En la alocución aludió críticamente al titular del grupo transnacional de origen local: Techint. Antes, Paolo Rocca, en la asociación de ingenieros había brindado su versión sobre la evolución económica del país y realizado una crítica a la política del gobierno.
Ya circulan, oficialmente difundidas por decisión del Poder Ejecutivo, las cartas del titular de la empresa número uno del mundo en la venta de caños sin costura para la producción petrolera mundial, y la respuesta presidencial. En ambas parece haber acuerdo sobre cuestiones esenciales del desarrollo productivo industrial y diferencias sobre el rumbo general, coincidiendo en responsabilizar a un tercero por ir más allá de los dichos del empresario, el diario Clarín, otro de los grandes del poder económico local.
Más allá del cuidadoso y atento intercambio epistolar, la discusión que subyace a los dichos y escritos de Rocca y de Cristina Fernández, remiten al sujeto que sustenta cualquier proyecto político. Al comienzo de la década, cuando se vivía el final del régimen convertible, la discusión era más dolarización ó devaluación de la moneda.
Especulación o producción
La primera variante la sustentaban acreedores externos, bancos transnacionales y empresas privatizadas de servicios públicos. El sector productor y exportador, del campo y la ciudad empujaban la devaluación de la moneda local para ganar competitividad (algo que vuelve a demandar el grupo Techint).
Estos últimos fueron los ganadores de la pulseada y se habilitó un relato favorable al establecimiento de un «modelo productivo», que suponía una cosmovisión opuesta al «modelo especulativo». Fueron los tiempos de Duhalde, sustentado en Economía por Remes Lenicov al comienzo, y finalmente por Roberto Lavagna, asociado intelectual y profesionalmente a los Rocca. Vale adicionar, que el default previo de Rodríguez Saá liberó buena cantidad de recursos fiscales para pago de deuda pública por unos cuantos años, lo que benefició destinos alternativos del gasto público para promocionar el «nuevo modelo o proyecto».
El «modelo» en los inicios de la pos-convertibilidad se sustentaba en mayor competitividad para la producción local y un Estado predispuesto a reorientar sus recursos fiscales, por lo cual congeló tarifas de servicios públicos privatizados y subsidió crecientemente a esos empresarios transnacionales que iniciaron una nueva etapa de sus negocios, empujando pleitos en el seno del CIADI (ámbito del Banco Mundial); buscando retirarse del negocio (caso de Aguas, por ejemplo); o discutiendo aumentos de los subsidios, algo que creció hasta el presente. El anuncio por achicar o finalizar con los subsidios, luego de octubre del 2011, pasó a cuarto intermedio, sin fehaciente definición por su disminución o eliminación.
El resultado de negociaciones y situaciones con las privatizadas ha sido diverso, y salvo el caso de YPF, todas las empresas que fueron re-estatizadas eran emprendimientos deficitarios. Ahora se genera la opción estatal por un cuarto de la actividad en la telefonía celular, un sector de alta rentabilidad que requiere importantes inversiones. En el resto de los sujetos beneficiarios del régimen convertible, la situación fue normalizándose. A los bancos se los sostuvo con bonos que permitieron salir del corralito y del corralón, comprometiendo finanzas públicas y facilitando reencontrar al sector bancario la rentabilidad que les permite ser beneficiarios de las mayores ganancias en la coyuntura. Los acreedores externos, pese a gestiones judiciales de cobro en tribunales del exterior, vía desendeudamiento están normalizando la situación.
A la búsqueda de la burguesía nacional y el pacto social
El proyecto político de Menem tenía su sujeto en los impulsores de la dolarización de la economía. El proyecto productivo buscó el sujeto social de su sostén en dos momentos. Uno remite a Duhalde y Lavagna, que también acompañó la primera parte de la gestión Kirchner, hasta la materialización del canje de deuda en el 2005, para empezar a normalizar la relación con el sistema financiero mundial. Allí comienza otro momento, que incluye la segunda mitad de la gestión Kirchner y las dos administraciones de Cristina Fernández. Los ocupantes del ministerio perdieron peso específico en la formulación y difusión del proyecto, que pasó a concentrarse en el titular del gobierno, primero Kirchner y luego Fernández.
El tema central en la definición del sujeto pasó por la constitución de una «burguesía nacional», en el supuesto general de que la tarea apuntaba a reconstruir el capitalismo nacional. Tarea discutible en tiempos de transnacionalización de la economía mundial, máxime cuando las transnacionales son hegemónicas y crecientemente mayoritarias en la cúpula empresarial local. El proyecto incluía el pacto social entre empresarios y trabajadores, algo que no pudo formalizarse, más allá de las fotos y acuerdos en los Consejo del Salario, especialmente en la última versión, con representación sindical cuestionada.
La apuesta por empresarios y grupos locales del capital tuvo varias etapas que no prosperaron y cedieron el lugar al Estado, una opción que ya fuera definida por el peronismo en los tempranos años 70. En efecto, si la apuesta fue al inicio la asociación con Techint; luego se habilitó al Grupo Eskenazi y la «argentinización» de YPF, un fallido que trajo al multimillonario Carlos Slim como destacado accionista de la empresa petrolera parcialmente expropiada por el Estado. No podemos olvidar la presencia de Urquía, el empresario sojero proveniente de Córdoba, incluso legislador del partido de gobierno. Las apuestas pasaron por el banquero Britos, titular de uno de los bancos locales de mayor desarrollo, e incluso por Cristóbal López, titular de empresas de juego y que ahora incursiona en el petróleo.
Esas apuestas a empresarios o grupos se completaron con intentos de alianzas sociales con los trabajadores, especialmente con la CGT, situación conflictiva por cierto con el proceso de fracturas en el movimiento sindical, incluida la CTA. En estas horas, la CTA desafió con un encuentro de más de 2.000 delegados del sector privado para constituir un modelo sindical alternativo, también entre los privados de la economía, donde se concentra el grueso de los trabajadores. No solo el proyecto político del gobierno busca sujeto, sino que también es una tarea de cualquier proyecto político, asumido como desafío entre los trabajadores adheridos a la CTA. Ese sujeto es también un intento de la derecha tradicional y las clases dominantes, algo que parecía constituirse en la crisis del 2008.
La construcción del sujeto social de sustento del proyecto político gubernamental se presenta como una estrategia con límites, más allá del 54% de los votos en octubre del 2011, no solo por el carácter transnacional de la economía contemporánea, sino porque el objetivo del capital de origen local es también la ganancia, más allá de un proyecto «nacional de desarrollo», y por que el pacto social se dificulta ante la crisis del modelo sindical tradicional y la búsqueda de nuevas representaciones de los trabajadores, proceso especialmente intentado por la CTA.
El Estado como sujeto. ¿Para qué, cómo y con qué alianzas?
Fue Pedro Paz, entre otros, quien en los 70 y desde el peronismo sostenía que el Estado era el sujeto para construir la independencia económica ante la ausencia de una burguesía nacional.
Ahora vuelve a tener sentido aquella discusión ante el cambio epistolar entre el más grande consorcio industrial local y la presidente, que debe adicionar el debate sobre los para qué del Estado; cual debe ser el sentido de su intervención, cuáles las alianzas sociales para constituir sujeto de sustentación.
Es una discusión que nos lleva a analizar la posibilidad del desarrollo autónomo, independiente del capitalismo en la actualidad. Es un debate que transita la experiencia de nuestramérica, entre la búsqueda del reconocimiento del sistema mundial, objetivo que supone la consideración de «país emergente»; o la perspectiva autónoma que reconoce la necesaria integración regional para superar los límites y condicionamientos que impone el capitalismo. Se trata de discutir el propio modelo productivo en curso, sus beneficiarios y la estrategia de desarrollo.
El centro de la cuestión es el sujeto social de la política hegemónica. Desde otro ángulo, puede sostenerse que la cuestión pasa por la constitución del sujeto consciente para la transformación de la sociedad en la perspectiva emancipatoria para superar al capitalismo en este tiempo histórico.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.