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El reformismo neoliberal y las luchas sociales

Fuentes: Rebelión

La desaceleración de la economía mexicana que, según estimaciones oficiales y empresariales, fluctuará entre 1% y 2% durante 2013, desvanece el excesivo optimismo mostrado al principio de su mandato por el Presidente de la República que, enfático, aseguraba que en su gobierno dicho crecimiento sería exponencial, por lo menos, superior al doble de ese porcentaje. […]

La desaceleración de la economía mexicana que, según estimaciones oficiales y empresariales, fluctuará entre 1% y 2% durante 2013, desvanece el excesivo optimismo mostrado al principio de su mandato por el Presidente de la República que, enfático, aseguraba que en su gobierno dicho crecimiento sería exponencial, por lo menos, superior al doble de ese porcentaje. Por el contrario, la realidad es rebelde y muestra palmariamente que, con reformas o sin ellas -que por cierto las ha habido- el capitalismo dependiente mexicano, en su actual fase neoliberal, es incapaz de generar históricamente tasas de crecimiento promedio económico superiores a 4%. Al respecto, recuérdese que, si comparamos el período anterior al neoliberalismo (1950 y 1982), la tasa promedio de crecimiento económico del país fue de 6.6%, contra 2.03% que arrojó en el período neoliberal (1982-2012).

Evidentemente que la autoridad neoliberal nunca va reconocer esta realidad, incluso, cuando la economía está al borde de ingresar en una nueva recesión. Más bien dirá que, efectivamente, se experimentan problemas, pero que éstos quedarán «solventados» y «superados» una vez que entren en funcionamiento las famosas reformas estructurales. Al respecto, el Secretario de Hacienda del gobierno priísta, frente a estas dificultades, declaró que: «La economía mexicana está creciendo, pero está creciendo menos de lo que puede y debe crecer, por eso debemos acelerar el paso en materia de reformas… la reforma en materia de competencia económica, la reforma financiera, por supuesto la reforma energética y la que habrá de presentarse en los próximos días a la Cámara de Diputados, que es la reforma hacendaria. Son sin duda alguna, nuestro mejor elemento para asegurar el crecimiento económico no solamente para el próximo trimestre o el próximo año, sino de manera sostenida para los próximos años y las próximas décadas» («Economía no está en recesión, pero crece a ritmo muy lento: Videgaray», Excélsior, http://www.excelsior.com.mx/nacional/2013/08/29/916129, 29 de agosto de 2013).

Hablando de décadas, le recordamos al secretario de Hacienda que desde 1982, cuando México ingresó formalmente y de manera sistemática al neoliberalismo salvaje, desde entonces se realizaron infinidad de reformas estructurales, como él las llama, y el país se sumergió en varias crisis recurrentes como las de 1982, 1994-1995 y 2008-2009, más la que ahora se avecina, y no se superó nunca ni la raquítica tasa de crecimiento económico, ni los problemas estructurales en materia social tales como pobreza, miseria, reducción de los salarios y de los ingresos reales de la población, ni se corrigieron los problemas agudos de la balanza de pagos y comercial que históricamente ha sido sistemáticamente deficitaria, ni se redujo la deuda externa, ni el desempleo boyante, ni mucho menos la informalidad que actualmente cubre un espectro poblacional de alrededor de 30 millones de personas que constituyen el 60% de la población económicamente activa del país.

Simplemente, también le recordamos que entre 1982 y 2010 se remataron y vendieron al capital privado nacional y extranjero, pero predominantemente a este último, más de 1000 empresas públicas de la nación y nunca se salió de la crisis o se obtuvieron los recursos de allí derivados para invertirlos de forma productiva en el desarrollo nacional, por ejemplo, en infraestructura, en creación de empleos o en el presupuesto destinado al bienestar social, en la educación o en la salud. Por el contrario, la economía mexicana se ha precipitado en un deterioro mayor en conjunción con la aplicación de las políticas neoliberales y con efectos perniciosos y lacerantes en las condiciones generales de vida y de trabajo de la gran mayoría de la población. Lo curioso es que ya se trate de una época de crecimiento económico o de crisis y recesión, el gobierno neoliberal siempre encuentra pretextos para ensalzar y justificar su reformismo: en el primer caso, dicen sus voceros y representantes, son necesarias las reformas para preservarlo, pero también lo son para «superar» las dificultades, en el segundo. En síntesis, construyen de este modo la racionalidad suficiente para imponer y preservar el modelo neoliberal dependiente de acumulación de capital con su correspondiente régimen político y de dominación.

Lo anterior revela que, de manera estructural y sistémica, el capitalismo mexicano opera con características de cuasiestancamiento productivo que incide de manera importante en el comportamiento de su tasa de crecimiento y de las principales variables de la acumulación de capital. Esto viene a colación, en virtud de que los principales voceros empresariales y las autoridades gubernamentales, comenzando por el presidente de la República, han insistido frenéticamente y rayando en el fanatismo en que, si no se aprueban y entran en funcionamiento las reformas llamadas «estructurales», el país no crecerá y, más bien, se mantendrá en un «equilibrio inestable» y con un crecimiento mediocre o, aun, regresivo. De aquí deducen, dogmática y metafísicamente, por consiguiente, que dichas reformas, quien sabe por qué azares del destino, constituyen la panacea del crecimiento y del desarrollo, traducido en la creación de miles y miles de empleos, en aumentos de la productividad, en un crecimiento importante de la economía nacional, baja inflación, tasas crecientes de ahorro interno y, por último, en el supuesto beneficio para la población. Obviamente, si lo anterior no ocurre, es decir, si no se concretan las reformas estructurales, lo contrario a estos fenómenos será la realidad que prevalezca en el futuro.

Pero tan pronto y leemos entre líneas los contenidos de las reformas impulsadas por el gobierno neoliberal descubrimos que existe un núcleo duro que de ninguna manera obedece a la santísima divinidad sino, básicamente, a la inversión privada -de manera predominante a la sacrosanta inversión extranjera directa- la cual, en la ideología neoliberal de las autoridades y de los lumpen empresarios está llamada a superar las dificultades económicas y sociales del país. La «burguesía» mexicana confirma, de este modo, su status de burguesía dependiente y subordinada al ciclo del capital que imponen las economías industrializadas y sus empresas trasnacionales, las cuales son-como lo han sido históricamente- las verdaderas beneficiarias de las reformas estructurales y de las políticas económicas que diseña el gobierno mexicano.

Hasta ahora el peñismo, en línea de continuidad con su antecesor, el calderonismo, ha implementado, entre otras, dos reformas (laboral y educativa) que han causado enorme descontento entre la población, destacando las recientes movilizaciones del magisterio nacional en lucha encabezado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que exige la derogación de dichas reformas por su carácter privatizante y lesivo a sus intereses profesionales y laborales.

La respuesta del sistema hasta ahora ha sido obvia por parte del gobierno y de los partidos políticos: la sordera, la arrogancia y la amenaza de represión de autoridades, empresarios, partidos políticos y medios de comunicación frente a las movilizaciones y demandas de los profesores acompañada de una campaña xenofóbica -que a veces raya en el racismo y el odio exacerbados- orquestada por la derecha y los principales medios de comunicación e información (de manera destacada a través de la programación del duopolio televisivo: TELEVISA y TV Azteca y de otros menores como Milenio) para exigir la represión abierta de quienes se oponen a las reformas neoliberales que se han impuesto y las que están aún en vías de imposición como son la reforma energética (electricidad e hidrocarburos) y hacendaria que impulsa el aumento generalizado de los impuestos y, en particular, el impuesto al valor agregado ahora incluyendo a los productos básicos como alimentos y medicinas que evidentemente redundarán en un incremento de la exclusión social, de la pobreza en sus diversas modalidades: «normal» y extrema y de la informalidad.

La consigna esgrimida por estos medios y fuerzas se sintetiza en el mensaje ideológico dirigido a convencer a la población en el sentido de que estas movilizaciones, que incluyen una variedad de modalidades que van desde bloqueos de avenidas, carreteras, transportes y toma de edificios públicos, hasta la instalación de campamentos, demostraciones frente a embajadas y otras medidas de lucha, «están encaminadas», aseveran, a impedir ser «evaluados» y a «bloquear» la posibilidad de «elevar» la «calidad» de la educación, como plantean las reformas a la educación en los artículos modificados y en sus «leyes secundarias» que constituyen un verdadero Caballito de Troya para colar la privatización de la educación, el eficientismo y la imposición del modelo neoliberal de educación básica exigido por el FMI-BM y otros organismos extranjeros como la OCDE que se adjudica el derecho de «recomendar» el tipo de economía y sociedad que debe prevalecer en nuestro país.

Se puede sintetizar este obsesivo y aguerrido reformismo neoliberal del régimen priísta y de los partidos políticos a él articulados a través del llamado Pacto por México (PpM) -que es una especie de supraparlamento sobrepuesto a los poderes legalmente constituidos del Estado mexicano, en particular, al poder legislativo, el cual simplemente acata los mandatos y decisiones de los líderes de la partidocracia mexicana- como un proceso de ajuste estructural y de actualización del capitalismo dependiente mexicano a las condiciones de informalidad, precariedad laboral, bajos salarios y competitividad desenfrenada que reclama una economía mundial privada y de mercado sumergida en la crisis y en la devastación de los recursos naturales y energéticos del planeta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.