Hubo, hace casi un siglo atrás, un debate crucial para la cultura comunista latinoamericana. La discusión se realizó a la otra orilla del Río de la Plata, en un Montevideo que recibió a delegados de los nacientes partidos comunista de la América del Sur, convocados por el Secretariado de la Internacional Comunista, que tenía su […]
Hubo, hace casi un siglo atrás, un debate crucial para la cultura comunista latinoamericana. La discusión se realizó a la otra orilla del Río de la Plata, en un Montevideo que recibió a delegados de los nacientes partidos comunista de la América del Sur, convocados por el Secretariado de la Internacional Comunista, que tenía su asiento en Moscú, pero que envío al evento a un suizo, Humbert Drosz, en su primer viaje a la región. El suizo presentó una tesis, inspirada en los debates chinos acerca de la construcción de un frente único anticolonialista, que propiciaba la identificación de la lejana Asia con el sur de Latino América y por ello él hablaba de una «burguesía nacional» con existencia real y aún más, con capacidades de confrontación con la burguesía trasnacional, colonialista, imperialista, en procura de la creación de un mercado nacional; y por ello, plausible de incorporación a un «frente democrático nacional».
La ponencia fue triunfante y así los partidos comunistas de la región, con sus más y sus menos, pasaron a esperar la «maduración» de una burguesía nacional que alguna vez debería comprender su rol histórico, unirse a la clase obrera y así emprender un camino de liberación nacional que nos diera un «verdadero y serio» capitalismo latinoamericano, tras cuya desarrollo, se podría -al fin- convocar a la lucha por la revolución socialista. Como se sabe, los partidos comunistas de la región se pasaron décadas «esperando» que ocurriera su vaticinio y algunos, ni siquiera pudieron ver el carácter revolucionario de la lucha contra la dictadura de Batista en Cuba y hablaban de la «excepcionalidad» de dicha revolución socialista de liberación nacional, como años después la caracterizaron los mejores pensadores de la Revolución Cubana, empezando por Fernando Martínez Heredia o el inolvidable revolucionario salvadoreño Shafick Jorge Handal en un libro que tuvo gran impacto en la Argentina de los 80: «Los caminos de la unidad»; acaso porque el dogmatismo burocrático e inquisidor prohibió su lectura a los militantes de la Juventud y el Partido Comunista, transformándolo en un verdadero objeto del deseo militante.
Pero hay que decir que en aquellos debates de 1929 hubo otra postura, la de José Carlos Mariátegui, quien en sus Tesis Antimperialistas propiciaba otra lectura de la historia de la Conquista, la Colonia y el Capitalismo latinoamericano. En América Latina no hay burguesía nacional, porque han nacido, como clase, en una posición subalterna al Imperio, que los lleva a unir su destino con el de los dominadores y no con los dominados; por lo que no hay etapas previas para la lucha por el socialismo.
En palabras de Mariátegui: «nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera»…y concluye con una síntesis brillante «…somos antimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa». Y sobre las ilusiones en la burguesía nacional: «las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional y que por ello no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia» [1]. La historia real del «desarrollismo», los Planes de la «Alianza para el Progreso», la actitud hacia el terrorismo de Estado y el neoliberalismo de los noventa, dieron razón al peruano y dejaron en ridículo al suizo y sus adeptos.
En la Argentina, la combinación de confusiones sobre la estructura económica social -capitalista desde finales del siglo XIX- y no «atrasada por el predominio del latifundio y la dependencia al Imperialismo» como afirmaba el marxismo dogmático- articulada a la incomprensión del sentido profundo del ciclo de golpes de estado (secuencia de gobiernos militares, gobiernos civiles de modo tal que la debilidad de los gobiernos militares era resuelta con un llamado a las elecciones y las «claudicaciones» de los gobiernos civiles -concesiones, reformas sociales arrancadas por la lucha popular- con un nuevo golpe militar) como modo específico de dominación del bloque de poder argentino, alimentó el gran mito de la «burguesía nacional», supuestamente virtuosa, comprometida con la ampliación del mercado interno y las libertades democráticas.
Es de esa confusión teórica, y no de claudicaciones éticas, que nace la recurrente posición del Partido Comunista Argentino de «apoyar lo positivo y combatir lo negativo» de los gobiernos civiles y de poner la derrota de las dictaduras militares por encima de cualquier otra consideración estratégica, lo que lo llevó a ser furgón de cola de los partidos de la «burguesía nacional» «democráticos y antimperialistas», como supuestamente eran la Unión Cívica Radical y el Peronismo. Es que el horizonte era el capitalismo «normal». En 1942 se afirma «Nosotros, comunistas, estamos dispuestos a no plantear ninguna demanda política o social que trabe o impida el desarrollo libre y progresista del capitalismo. Por desarrollo progresista entendemos un desarrollo que impulse y vivifique los recursos naturales del país y que tome en consideración sus intereses y, en particular los de su población laboriosa» en palabras de su secretario Gerónimo Arnedo Álvarez [2].
Tuvo esa política, momentos trágicos como el llamado a la «convergencia cívico militar» frente a la dictadura del 76 o la convocatoria a votar a Luder del 83; errores que cruzaron todo límite y fueron la causa inicial de los debates hacia el XVI Congreso que comenzaron discutiendo errores puntuales para ir al cuestionamiento de una estrategia mantenida desde 1928 y aún más, sobre un modo de leer el marxismo que nos había apartado de Mariátegui, Gramsci y aún del Che Guevara. El reencuentro de los comunistas argentinos con esta tradición revolucionaria, dialéctica, ajena a los determinismos maniqueos, fue fructífera y nos permitió comprender el sentido profundo del gobierno de Alfonsín, el abandono de la autoproclamación de vanguardia y la necesidad de la unidad de las izquierdas, el comienzo de la construcción de un frente de liberación nacional y social con norte en la revolución socialista que tuvo en el Frente del Pueblo, el Frente Va y los dos tiempos de Izquierda Unida, antecedentes valiosos que seguramente recuperarán aquellos que prosigan la histórica tarea de crear fuerza antimperialista consecuente entre nosotros. También pudimos entender lo que nos había pasado como clase y como pueblo en el periodo del Terrorismo de estado; y lo que le pasó al sujeto burgués que despliega sus negocios en la Argentina. Los años del Terrorismo de Estado y del neoliberalismo, que lo «realizó» plenamente -siguiendo el concepto marxista de que los fenómenos tienen un momento de fundación y otro de desarrollo pleno de sus potencialidades- produjeron cambios muy profundos en el sujeto burgués: ocasionaron un cambio de relación de fuerzas al interior del bloque de poder, dándole preeminencia al sector más subordinado o directamente parte del capital trasnacional que privilegió a su vez el negocio financiero primero y el extractivista después; la anomía que introdujo la dictadura y la impunidad dura que garantizaron Alfonsín, Menem y De la Rúa han potenciado el costado mafioso de la burguesía que no tuvo reparos en rapiñar todo lo que pudo con las privatizaciones y que también se introdujo plenamente en el negocio de la droga, la prostitución y el trafico de seres humanos.
Durante los últimos años se hicieron populares en la literatura comunista conceptos «político didácticos» tales como «burguesía mafiosa» o «lumpen burguesía», buscando dar cuentas del fenómeno real y señalando el «error conceptual» de base de quienes hablan de un «capitalismo serio», con centralidad en la «burguesía nacional», ayer Lilita Carrió, hoy Cristina Fernández.
En un articulo, «Quién está matando a los militantes populares en la Argentina?», publicado por Nuestra Propuesta [3] intenté dar cuentas de este proceso del siguiente modo: «Y desde el golpe de Estado del 76 y el gobierno de Carlos Menem, domina de un modo más totalizador y no solo domina, también ha producido cambios estructurales en las clases propietarias de modo tal que mutó fuertemente la burguesía local. Durante años se sostuvo el mito de la existencia de una supuesta «burguesía nacional» (emparentada con el mercado interno y con relativa autonomía de los grandes grupos trasnacionales), ya en los 30 José Carlos Mariátegui demostraba que la burguesía local latinoamericana nació y creció subordinada al imperialismo (inglés primero y yanqui después) pero para finales de los ochenta ni rastros había de aquel supuesto; en su lugar había aparecido una nueva burguesía local, mafiosa, corrupta, enlazada y subordinada por mil caminos con el Imperio, al que algunos prefieren llamar lumpen burguesía [4]. Una burguesía que ha colocado el negocio ilegal ya no en los márgenes del modo de producción, como fue en los periodos del llamado «capitalismo distributivo» (que de distributivo tenía poco y que -conviene no olvidar- era contra el que luchaban los treinta mil desaparecidos y la generación del Cordobazo), sino en el centro mismo de su modelo de valorización del capital, de su ciclo de negocios. En los noventa esta lumpen burguesía se apoderó del patrimonio histórico de los argentinos por medio de la deuda externa y las privatizaciones; y cuándo ese mecanismo se fue agotando, luego de robarse los ahorros de millones de argentinos en el 2001 (transformó los dólares depositados en un tercio a pagar en cómodas cuotas) viró a la producción de la soja transgénica y la minería a cielo abierto, haciendo de la comercialización de los comodotties, producidos a bajo precio por los bajos salarios pagados en pesos argentinos que se exportan y cobran en divisas fuertes, el modo de enriquecimiento. Es esta lumpen burguesía la que mata en Ledesma. Y mata de un modo directo puesto que el Jefe de Seguridad de la empresa encabezó el accionar de las fuerzas policiales jujeñas en el campito en disputa. Cuatro muertos. Es esta lumpen burguesía la que mató a Mariano Ferreyra, cierto que con la complicidad de la Policía Federal, puesto que una parte de la burocracia sindical hace tiempo que es parte del poder, es una especie de burocracia gerencial asociada a todos los negocios de la burguesía dominante. Es esta clepto burguesía la que incita a la Policía de Formosa, Santa Cruz, Santa Fe, Neuquén, Buenos Aires y otras a reprimir, torturar y asesinar. Y lo puede hacer porque el modo de construir hegemonía al interior del Partido Justicialista y del bloque de poder que ha desarrollado el kirchnerismo, incluye acuerdos de convivencia con los caciques y punteros peronistas del gran Buenos Aires, como el fascista Otaeche, y los gobernadores del interior, como el no menos fascista Infran de Formosa o el socio de las mineras Gioja de San Juan. El gobierno pasó en su relación con las Fuerzas de represión por diversas etapas, casi todas ellas caracterizadas por la negociación con las cúpulas de preservar privilegios y espacios de «autonomía» a cambio de «favores políticos» como la promesa de la Federal de «no matar» en publico que acordaron con Aníbal Fernández por años. No subestimamos los cambios introducidos por la Ministra Nilda Garré primero en las Fuerzas Armadas y ahora en algunos, pocos, ámbitos de las fuerzas de seguridad. Pero el problema es de tal dimensión, la fuerza de la inercia de una cultura represora cultivada por más de un siglo, el complejo entramado de relaciones entre todas las fuerzas de seguridad con el Poder Económico, los punteros políticos, las mafias de la prostitución y el narco tráfico, etc. es tan grande que en este caso más que en ningún otro, o se cambia todo o no se cambia nada. Y por ahora, los cambios son parciales, tardíos (siempre llegan luego que la Federal o las Policías Provinciales matan compañeros) y por ello, el proceso de constitución de un nuevo modo de reprimir sigue adelante, no sabemos si avalado o consentido por el gobierno nacional; lo que si podemos afirmar que el gobierno nacional no lo enfrenta vigorosamente, y esa es -al menos por hoy- su responsabilidad puntual en la muerte de los compañeros o la desaparición de Julio López al que, como temíamos, lo han desaparecido por tercera vez: la primera vez fueron los grupos de Tareas de Etchecolatz, la segunda en el 2006 no sabemos quién y la tercera es que ni la Presidenta ni los medios oficialistas lo nombran como debieran. Todos los días debieran decir: hoy falta Julio López, desaparecido por luchar contra la dictadura primero y por luchar contra la impunidad después.»
No hacía otra cosa que dar cuenta de un relato teórico construido colectivamente desde el XVI Congreso hasta aquí y puntualmente de los debates de los militantes comunistas que actúan en el movimiento de derechos humanos; parecía que pisaba un territorio firme y común para todos los comunistas. Es por ello que sufrí enorme sorpresa escuchar de labios del secretario del Partido Comunista [5] las siguientes afirmaciones: «nosotros estamos con este gobierno, que trata de representar a los sectores de la burguesía nacional en contra de los sectores de la burguesía monopolista trasnacionalizada neoliberal, que trata de desestabilizar para volver a la década de los 90″ y más adelante insistir con la misma idea: «Cristina está dando continuidad a ese proceso (el iniciado por Néstor Kirchner. N.A.); claro que un gobierno burgués pero burgués de esa burguesía nacional que trata de reconstituirse y confrontar con la burguesía monopolista y que trata de generar un proyecto de país que fue abandonado hace mucho tiempo; ¿te acordás de la «Argentina Potencia» que el peronismo encarnó?, bueno, ahora si se quiere, hay elementos que apuntan a ese tipo de proyecto y que contrapone y choca con el modelo neoliberal»
La realidad dista de darle la razón a quienes afirman que el gobierno nacional representa alguna supuesta burguesía nacional. La apertura de la economía y las privatizaciones abrieron el juego a las compras y ventas y al aterrizaje de grupos extranjeros en los 90. La primera oleada de ventas, que incluyó la mayoría de las privatizaciones, ocurrió entre 1993 y 1995. Luego hubo otro gran período de ventas, entre los años 1996 y 1998 y un último entre el 2003/2007.
En esos años, holdings, fondos de inversión y empresas se quedaron con marcas emblemáticas como Villavicencio, Terrabusi, Bagley y Canale, petroleras como Comercial del Plata y EG3, bancos como el Río, el Francés o el Roberts, automotrices como Sevel, la refinería Astra, la fábrica de pinturas Alba, y bodegas como Peñaflor, Trivento, Norton, Navarro Correas, Etchart y Graffigna. Empresas europeas como Repsol, Telecom, Telefónica, Endesa, Gas Natural, Electricité de France (EDF) y el grupo Suez coparon el mercado de servicios públicos. Las dos últimas ya se fueron del país. La avanzada brasileña se quedó con Loma Negra, Alpargatas, Quilmes, los frigoríficos Swift, CEPA, Quickfood y Col-Car y la petrolera Perez Companc, que fue absorbida por la estatal Petrobras. El banco Itaú se quedó con el Buen Ayre, y la siderúrgica Acindar, que pertenecía a la familia Acevedo, fue absorbida por la brasileña Belgo Mineira. Ambas forman parte ahora del grupo Arcelor Mittal. La firma agroindustrial Los Grobo, con el fin de expandirse en el Mercosur, incorporó como socio al grupo PCP. Fue la primera firma en recibir capitales extranjeros durante la presidencia de Cristina Kirchner. La cadena de materiales para la construcción Blaisten pasó a manos de la chilena Cencosud, que controla también las cadenas Jumbo, Disco, Easy y Súper Vea. Otra cadena trasandina, Falabella, se quedó con Pinturerías Rex. Dentro de la industria alimenticia, el grupo chileno CCU se quedó con las cervezas Bieckert, Imperial y Palermo, y otra empresa del país vecino, Bethia, adquirió la láctea Milkaut. La incursión mexicana tuvo un actor excluyente: Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. A través de Telmex, se quedó con la compañía de telefonía celular CTI, Techtel y Ertach. No fue el único que realizó compras en la Argentina. Otra empresa mexicana, Bimbo, compró la panificadora Fargo; Televisa le compró a la familia Vigil la Editorial Atlántida, y otro empresario mexicano, Angel González, le compró Canal 9 a Daniel Hadad.
La lista podría estirarse más aún con las operaciones que tuvieron menos trascendencia mediática. Rubén Ordóñez, consultor de estrategias de negocios, dice que existe una extranjerización menos visible, más silenciosa, que toca a las pequeñas y medianas empresas. «En los campos esto se ve muchísimo, pero también se percibe en la industria», completó. Claudio Mejía, de la Compañía Argentina de Tierras, dice que la venta de campos a extranjeros se mantiene en los niveles históricos, pero creció mucho la incursión de fondos de inversión en la producción.
Y todo esto consolida el «perfil productivo» sin cuestionarlo. En una conferencia de la Unión Industrial del año pasado, el propio Paolo Rocca, de Techint, dijo, entre otras cosas, que era necesaria una mayor industrialización porque «la primarización de la economía puede ser un atractivo en el corto plazo, pero en el fondo es un acuerdo con el diablo». Rocca coincidió con muchos economistas que juzgan que la matriz productiva local es la misma de hace décadas: un país productor de alimentos y otros bienes básicos baratos [6].
A lo que se debe sumar un nivel inédito de concentración y extranjerización de la economía argentina. De las 200 empresas que más facturaron en el país en 2007, 128 eran de capital extranjero, cuando diez años antes, eran 104. Esas 200 compañías facturaron $ 455.547 millones en 2007, de los cuales el 77,3% fue de empresas extranjeras, según un informe elaborado por la CTA. [7] Y la tendencia siguió en la misma dirección: cada vez más concentración y más transnacionalización; es el capitalismo real, que en su crisis sistémica consolida y aumenta sus razgos constitutivos.
Y a nadie debiera extrañar; es la profecía de Carlos Marx, quien vaticinó en su obra cumbre, El Capital, que la dinámica del capitalismo traería concentración y transnacionalización sin parar hasta generar una crisis general que hoy asoma por Europa y los EE.UU. para espanto del «progresismo» que no deja de inventar ilusiones auto justificatorias que le permiten seguir soñando con encontrar «solución» a la crisis del capitalismo, cuando ya es obvio que hay que buscar la superación revolucionaria de un sistema que ya no tiene nada que dar, ni en la economía, ni en el cuidado del medio ambiente, ni en el respeto a los derechos humanos a la humanidad. Es la hora del socialismo y no de los capitalismos humanizados, con centro en ninguna burguesía nacional [8].
En un análisis reciente, posterior al Acto de Vélez, el profesor Atilio Borón advierte sobre los riesgos de las políticas de «apoyo crítico» al peronismo: «…. el Partido Comunista (PC), transita por el estrecho y peligroso sendero del «apoyo crítico» al gobierno de Cristina Fernández…. algunas fuerzas políticas, no sólo el PC, piensen que hay «un gobierno en disputa» y que hay que aprovechar las fisuras e inconsistencias del gobierno de Cristina Fernández para avanzar en una agenda de radicalización de las transformaciones en curso. Es una apuesta riesgosa y la probabilidad de un desenlace exitoso es incierta, si bien no pocas veces la historia adopta cursos inesperados que toman por sorpresa aún a los actores más prevenidos….Esta dispersión de la izquierda marxista afecta también a otros espacios del progresismo, atravesado por similares contradicciones. Con el agravante que por su gran labilidad ideológica son fuerzas fácilmente cooptables por el kirchnerismo. El Partido Humanista y sectores importantes del Nuevo Encuentro, por ejemplo, se aproximaron tanto en sus políticas de alianzas con el cristinismo que sin darse cuenta terminaron instalados al interior del Frente para la Victoria de la presidenta Cristina Fernández….. el peronismo en sus sucesivas encarnaciones: el populismo keynesiano del primer Perón, el ultraneoliberalismo de Menem y el kirchnerismo neodesarrollista, es un Júpiter político que atrae a su campo gravitacional cualquier fuerza que, seducida por su retórica tan desafiante como inconsecuente o por sus componentes más reformistas, intente acompañar sus políticas con la secreta esperanza de conducirlas por una ruta ajena al itinerario trazado por el capital. (las negritas son del autor). Pero si el peligro para quienes piensan en sostener «alianzas tácticas» con tan poderoso aliado es su desaparición, fundido en el magma de un populismo en permanente reconversión y en donde los elementos de derecha adquieren cada vez mayor fuerza, el riesgo para quienes deciden enfrentarlo radicalmente como si fuera un gobierno de derecha más -como si Cristina fuera Calderón o Chinchilla- y mantenerse lejos de su campo gravitacional es quedar reducidos a una expresión eternamente condenada a ser una secta testimonial, de irreprochable radicalismo pero privada por completo de toda relevancia práctica… [9]
Cierto es que el proceso abierto en la Argentina es desafiante para la práctica política, pero como no habrá práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria» se requiere la conceptualización correcta del proceso, siendo esta tarea la primer práctica política necesaria: no se puede transformar lo que no se conoce y para ello hace falta superar sin vacilaciones todo resabio de la cultura del «frente democrático nacional» basada, a su vez, en la ilusión de la existencia de una «burguesía nacional». El fallido de mentar la «Argentina Potencia», el slogan emblema del grupo fascistoide Isabel/López Rega/Rodrigo que anticipó, preparó y creo las mejores condiciones para que el golpe del 24 de marzo se diera, ilustra la confusión que se genera al pensar en términos de un proceso histórico donde supuestamente juega su partido la «burguesía nacional» y el peronismo sería la expresión política de un movimiento de liberación nacional, al cual, como se propone al convocar a participar del acto de Vélez Sarfield [10], los comunistas deberían formar parte -lo que no podría concretarse de otro modo que en una posición subalterna a la hegemonía de quienes representan a la «clepto burguesía mafiosa»- so pena de «quedar fuera de la historia», «atentar contra el proceso latinoamericano de liberación», «volver al gorilismo» [11], etc. etc.; discurso que no tiene ninguna originalidad puesto que fue el discurso de Abelardo Ramos de los 70 y de los sectores más atrasados ideológicamente de la Juventud Peronista, tan lejos de la visión de John William Cooke que pensaba en términos de contradicción insalvable entre la burocracia política y sindical y la base peronista. El regreso del concepto de «burguesía nacional» y la idea que el proyecto de esta burguesía nacional resignifica, recupera, el proyecto de «Argentina Potencia», le da sentido al posicionamiento de «apoyo crítico» [12] del Partido Comunista; le pone lógica y coherencia; claro que también entraña el peligro del retorno a una estrategia política que fracasó históricamente en la Argentina y que Ernesto Giudice, en su «Carta a mis Camaradas» de 1973, llamaba a tirar al cuarto de los objetos inservibles [13]: la cultura política del frente democrático nacional, de la revolución por etapas, de la ilusión en un capitalismo «normal», de la alianza con la burguesía nacional y de la confianza en el «progresismo», como si continuara siendo una reserva estratégica de la izquierda (como creían Codovilla y sus herederos) y no la pata dócil del Imperio al interior del movimiento popular, como lo demostraron los Partidos Socialistas de Europa y el Alfonsinismo y el Frente Grande, en la Argentina de fin del siglo pasado, cultura que nos propusimos superar con el viraje iniciado con el XVI Congreso y sostenido en las prácticas políticas y los debates de casi treinta años.
Es por todo ello que estamos habilitados a preguntarnos: ¿Por qué razón funcionaría ahora lo que fracasó durante casi todo el siglo XX?
Notas:
[1] Ambas citas de mi trabajo: Mariátegui y los comunistas argentinos. Suplemento sobre Mariátegui en separata de Nuestra Propuesta.
[2] ídem….separata de Nuestra Propuesta sobre Mariátegui.
[3] Nuestra Propuesta del 15/03/2009
[4] El concepto «lumpen burguesía» fue desarrollado en los 50 por Ernest Mandel y retomado en los 60/70 por Andre Gunder Frank. Por entonces suponía diferencias entre «nuestras» burguesías periféricas y las centrales; con el desarrollo de la crisis, las diferencias se han borrado pero como todo aditamento al concepto de burguesía es una calificación política que intenta resaltar la centralidad que lo mafioso tiene en el ciclo de negocios y la ausencia completa de límites en su relación de subordinación a la burguesía hegemónica. Desde Marx en adelante, para el pensamiento crítico la burguesía es un sujeto universal y único, solamente se admiten conceptos como «burguesía brasilera» o «lumpen burguesía» o «nacional» por razones políticas y/o pedagógicas. Jorge Beinstein, conversación con el autor sobre el tema en debate.
[5] Las referencias son transcripciones del audio «colgado» en la pagina web del Programa Marca de Radio que dirige Eduardo Aliverti y que entrevistó a Patricio Echegaray el cinco de mayo de 2012…la parte citada comienza aproximadamente en el minuto 22 y va hasta el minuto 26….. www.marcaderadio.com.ar
[6] Nota de Fabio Amico en Nuestra Propuesta del 9/06/2011
[7] La desnacionalización de empresas. Publicado en La Nación el 21/06/2009. Rafael Mathus Ruiz
[8] Las subordinaciones de comunistas y otros marxistas argentinos ante el «nacionalismo burgués»(?) han terminado siempre expresando (al final o al comienzo o al…) claudicaciones ante el imperialismo. Es así porque el capitalismo local forma parte de una coherencia sistémica superior: el capitalismo global articulado en torno de sus polos imperialistas. Subordinarse al gobierno bajo el argumento de la nacionalización de YPF es tragarse el sapo de la articulación de una política energética y minera acordada con transnacionales y grandes potencias capitalistas articulada a su vez con temas como la ley antiterrorista o la base norteamericana en Chaco. Demasiado grande el sapo. En fin, subordinarse al progresismo, es claudicar ante sus ilusiones negadoras de la radicalidad de la crisis mundial.» Jorge Beinstein. conversación ya citada.
[9] Atilio Borón…. …»Argentina: dilemas de la izquierda marxista«. América Latina en movimiento, pág. 475….mayo de 2012….ALAI, Ecuador. versión digital…. http://alainet.org/publica/
[11] Véanse las agraviantes declaraciones de Hebe contra Bayer, ante sus críticas al gobierno nacional y la perdida de autonomía de algunos organismos de derechos humanos.
[12] En «Marca de Radio» Patricio Echegaray lo presentó como «adhesión y apoyo explícito» al gobierno pero conceptualmente coincido con Borón en que el posicionamiento se encuadra en la estrategia de «apoyo crítico»
[13] «…es hora de que la política del frente democrático nacional vaya a parar al rincón de los objetos inútiles para la revolución en la Argentina»…Ernesto Giudice. Carta a mis Camaradas. 1973
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.