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El represor Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite

Fuentes: Rebelión

A las 18:15 horas del viernes 20 de abril de 2012, mientras platicaba con una persona en la calle Lago Trasimeno, casi esquina con Lago Como, en la colonia Anáhuac de la Ciudad de México, el general brigadier retirado Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite fue acribillado de tres balazos en la cabeza, por lo que […]


A las 18:15 horas del viernes 20 de abril de 2012, mientras platicaba con una persona en la calle Lago Trasimeno, casi esquina con Lago Como, en la colonia Anáhuac de la Ciudad de México, el general brigadier retirado Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite fue acribillado de tres balazos en la cabeza, por lo que cayó en el suelo gravemente herido, tras llegar al taller Servicio Europeo para recoger un automóvil. Su agresor se dio a la fuga en una motocicleta por la calle mencionada en segundo lugar. Dada la gravedad de sus heridas, ya no pudo arribar al área de Urgencias del Hospital Central de la Cruz Roja Mexicana, pues falleció en el trayecto. Así terminó la vida de un gran torturador y asesino del Ejército Mexicano, dedicado a las tareas de inteligencia, represión y supresión del movimiento armado en las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, al servicio de los últimos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional y del gobierno panista espurio de Felipe Calderón Hinojosa, además ser amigo y servidor de los caciques guerrerenses Rubén Figueroa Figueroa, alias El Tigre de Huitzuco, y su retoño, Rubén Figueroa Alcocer.

El atentado de 2010

Cuando Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite investigaba el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial del Partido Acción Nacional y líder histórico de la ultraderecha mexicana, fue objeto de un atentado el 18 de mayo de 2010, en la calle Sinaloa, casi esquina con Tampico, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Un sujeto le disparó en el abdomen. De esta agresión armada, salió bien librado gracias a su fortaleza física, pero tardó alrededor de seis meses para recuperar su salud y volver a sus labores habituales.

2000-2007: preso por sus nexos con el cártel de Juárez

A fines de agosto de 2000, los generales Francisco Quirós Hermosillo y Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite fueron aprehendidos acusados de brindar protección y servir al capo del cártel de Juárez, el hoy occiso Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos. Ejerció la acción penal contra estos milicos la Procuraduría General de Justicia Militar.

La detención de estos afamados represores, torturadores y asesinos de estudiantes, campesinos y guerrilleros concitó un amplio movimiento en favor de que fueran sometidos a juicio, asimismo, por los crímenes cometidos en los años de la guerra sucia del siglo pasado.

El diario La Jornada plantea en su editorial del 1 de septiembre de 2000: «Los dos militares ahora consignados tienen trayectorias parecidas: ambos participaron en tareas de contrainsurgencia, a fines de los años sesenta y principios de los setenta, en Guerrero; los dos se desempeñaron como comandantes de la Policía Judicial Militar y en la extinta Dirección Federal de Seguridad; ambos fueron encargados de importantes responsabilidades en materia de seguridad nacional, inteligencia militar y, paradójicamente, combate al narcotráfico. Quiroz Carrillo tuvo a su cargo la comandancia de una zona militar, en tanto que Acosta Chaparro estuvo un tiempo asignado a Chiapas, en el marco de la ocupación militar realizada en esa entidad tras el alzamiento zapatista del 1 de enero de 1994.

«Se trata, en suma, de dos cuadros militares que tuvieron acceso a información estratégica confidencial e invaluable, parte de la cual pudo llegar, por medio de ellos, al cártel del extinto Amado Carrillo. Asimismo, la jerarquía y el nivel de los imputados pudo permitirles otorgar al capo, durante un tiempo aún no precisado, de cobertura y protección casi ilimitadas». (La Jornada, 1-IX-00, ed. electrónica)

Una organización representativa del movimiento urbano-popular del principal puerto guerrerense, señala: «El Consejo General de Colonias Populares de Acapulco AC se une a las voces de organizaciones, luchadores sociales y familiares de desaparecidos que demandan se investigue al general Mario Arturo Acosta Chaparro, en relación con la escalada de asesinatos, desapariciones, persecuciones, vejaciones y violaciones a los derechos humanos que se dieron en el estado de Guerrero en los setenta, hechos de los que hay constancia que tuvo responsabilidad directa el general Acosta Chaparro, hoy detenido por nexos con el narcotráfico.

«Reclamamos que se le investigue por la desaparición forzosa de ciudadanos; los más de 500 desaparecidos del estado de Guerrero [que] mantienen en la incertidumbre, la desolación y el reclamo justo de su regreso a padres, madres, esposos, esposas, hijos, hermanos y demás familiares». (La Jornada, 8-IX-00, ed. electrónica)

El Consejo de Redacción de Unión, órgano informativo del STUNAM, indica: «Los familiares y ex compañeros de desaparecidos políticos se han reunido y organizado para proceder legalmente en contra de los generales Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite y Francisco Quirós Hermosillo, lo cual es positivo y saludable. Detenidos por sus presuntos vínculos con el narcotráfico y el crimen organizado, estos malos elementos del Ejército deben ser juzgados también por ser presuntos responsables de tortura y terrorismo. La democratización de la sociedad mexicana lo exige.

«El general Mario Arturo Acosta Chaparro, envuelto desde muy joven en los servicios de información y provocación, ha sido acusado de incurrir, sobre todo en el estado de Guerrero durante el mandato de Rubén Figueroa Figueroa, en delitos de lesa humanidad y de violación sistemática de los derechos humanos. Estos delitos deben ser castigados y no olvidarse. Por si no fuera suficiente, Acosta Chaparro ha mantenido estrechas relaciones con los órganos de seguridad de Estados Unidos, además de escribir ensayos macartistas de contrainsurgencia militar y de persecución política.

«Considerando la gravedad de los crímenes de que se acusa a los señores Acosta Chaparro y Quirós Hermosillo, es que apoyamos a los familiares y ex compañeros de desaparecidos políticos en su lucha por proceder legalmente en contra de estos conocidos represores». (La Jornada, 9-X-00, ed. electrónica).

En medio de un repudio generalizado, Acosta Chaparro fue enjuiciado por sus presuntos nexos con el cártel de Juárez, peculado y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Fue sentenciado, en 2002, a 30 años de prisión, igual que su íntimo camarada de armas Quirós Hermosillo; posteriormente, como resultado de una apelación, las penas les fueron reducidas a 15 años. Luego de permanecer más de seis años y 10 meses preso en el Campo Militar Número 1, el general brigadier fue liberado en junio de 2007.

Algo de su biografía

Mario Arturo Acosta Chaparro se graduó como subteniente de infantería en 1962 en el Colegio Militar. En 1968 participó en el Primer Batallón de la Policía Militar y fue ascendido a capitán segundo. Un periodista informa: «De marzo de 1969 al 15 de julio de 1970 estuvo adscrito al Segundo Batallón de Policía Militar dependiente del Estado Mayor de la Defensa. Fue en esa adscripción donde realizó los cursos de paracaidista y de fuerzas especiales, entre el 28 de febrero y el 26 de junio de 1970, en Fort Benning, Georgia, y en Fort Bragg, Carolina del Norte, respectivamente». (Juan Veledíaz, «Al servicio de la represión», en Proceso, núm. 1353, 6-X-02, p. 10).

Otro comunicador, apunta: «Las acciones militares en el estado de Guerrero durante la guerra sucia presuntamente fueron dirigidas en su mayoría, por Acosta Chaparro. Los ejemplos abundan». (Miguel Cabildo, «La justicia militar se adelanta», en Proceso, núm. 1353, 6-X-02, p. 13).

En una carta del soldado del 19 Batallón de Infantería, Benito Tafolla Barrón, a sus hermanos Gabino y Francisco, les narra: «…Me ha tocado ver, porque participé cuando rodeamos a Lucio Cabañas y a su gente, y murieron muchos, y a los que agarramos vivos fueron varios, a mí me tocó subirlos a un helicóptero, amarrados de pies y manos, y atados a dos barras de fierro e irlos a tirar al mar, y entre ellos iban dos muchachas». (Gloria Leticia Díaz, «El suicidio de Lucio: ‘No les voy a dar el gusto…'», en Proceso, núm. 1355, 20-X-02, p. 9).

La misma periodista expone el trato dado a los detenidos de la guerrilla: «De ahí, pocos de los detenidos saldrán vivos. Los sientan en sillas de madera o en bancos de metal. Sus captores les dicen que se tranquilicen, que todo ha acabado y que en ese momento se les tomará ‘la foto del recuerdo’. Por atrás, a la altura de la nuca, una pistola calibre .380 está a punto de acabar con su vida. Por lo menos en 200 ocasiones fue Acosta Chaparro, por instrucciones de Quirós, el que jalaba el gatillo de ‘la espada justiciera’.

«Los cadáveres eran depositados en bolsas de lona, rellenos de piedras, y subidos a un avión tipo Arava, matrícula 2005, del entonces escuadrón 301.

«Iluminado por antorchas colocadas en la pista, el Arava despegaba sin luces y se dirigía a ‘las costas oaxaqueñas’ para tirar su ‘carga’: unos 12 cuerpos en cada vuelo. En ocasiones, la operación era filmada por militares…» (Gloria Leticia Díaz, «La ‘foto del recuerdo’ y al mar», en Proceso, núm. 1356, 27-X-02, p. 13).

En cuanto a los vínculos con el narcotráfico, otro comunicador expone: «Lo cierto es que, desde 1997, la inteligencia militar tenía informes sobre los nexos de Quirós Hermosillo, Acosta Chaparro y Javier García Morales –hijo de Javier García Paniagua, ya fallecido y que fue director de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS) y jefe de la policía capitalina– con Amado Carrillo». (Raúl Monge, «Los generales Acosta y Quirós, sólo dos ramas de la narcomilicia», en Proceso, núm. 1244, 3-IX-00, p. 13).

«Cierto o no, el nombre de Acosta Chaparro aparecía por todas partes. Por ejemplo, un mes después del asesinato del periodista Buendía, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal reveló que se investigaba a personal que laboraba bajo las órdenes de Acosta Chaparro.

«Se sabía que Rubén Figueroa había amenazado a Buendía y que Acosta Chaparro era su brazo ejecutor…» (Miguel Cabildo, «Las andanzas de Acosta Chaparro: de contrainsurgente a presunto narco», en Proceso, núm. 1244, 3-IX-00, p. 15).

Acosta Chaparro fue uno de los mandamases de la Brigada Blanca, grupo paramilitar creado para combatir y destruir a las organizaciones guerrilleras en las décadas de los años 70 y 80 del siglo XX, banda que se ganó a pulso su fama de violadora sistemática de la Constitución General de la República, las leyes que de ella emanan y los derechos humanos. Este afamado represor militar tuvo una destacada intervención en la organización, planeación y desarrollo de la contrainsurgencia aplicada durante los sexenios de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, en especial en el estado de Guerrero. En la administración de Carlos Salinas de Gortari, fue parte activa de la Coordinación de Seguridad Nacional, bajo la jefatura de Arsenio Farell Cubillas.

En otro texto, el autor de estas líneas escribía: «En el hecho desgraciado que costó la vida a 17 militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, los campesinos reprimidos, las fuerzas democráticas de oposición y muchos periodistas señalaron y señalan que tuvo directa participación el general brigadier Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite, quien asistió el 26 de junio al palacio de gobierno de Chilpancingo para difundir la versión de que los secuestradores de Alfredo Harp Helú fueron guerrilleros del estado y que existía un ‘triángulo’ de la guerrilla en la Costa Grande representado por Atoyac, Coyuca de Benítez y Tepetixtla. Una militante del PRD, Virginia Galeana García, que llegó minutos después de la masacre informó haber visto en el lugar a este conocido militar represor y asesor del gobernador guerrerense; además, este individuo volvió a reunirse con Figueroa en esa fecha». (Gerardo Peláez Ramos, «Guerrero 1995: la matanza de Aguas Blancas», en La Haine, Apia virtual, ABP Noticias y otros portales).

Libre de toda culpa

Pese a estar comprobada la culpabilidad de Acosta Chaparro en la comisión de graves ilícitos en el combate oficial contra la guerrilla, el militar chihuahuense nunca fue enjuiciado conforme a la legalidad republicana. Acusado por varias organizaciones no gubernamentales de la desaparición forzada de 143 personas, la tortura y los «vuelos de la muerte» en el estado de Guerrero, a lo largo de la campaña contrainsurgente durante los periodos presidenciales de Echeverría y López Portillo, jamás fue sometido a juicio penal. No procedieron las acusaciones de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado. Acosta Chaparro, en resumen, fue exculpado.

Un asesino y torturador es condecorado

Con el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón no sólo no se condenó a Acosta Chaparro por sus flagrantes delitos en el curso de la guerra sucia, sino que se le homenajeó el 23 de abril de 2008 junto con otros altos militares, que según la Sedena constituían «un selecto grupo de generales que son fiel testimonio de una vida de patriotismo, lealtad, abnegación, dedicación y espíritu de servicio a México y sus instituciones». De esta manera, un sádico homicida fue tratado como un héroe nacional.

Negociador calderonista con los capos del narcotráfico

Como asesor del titular de la Sedena, general Guillermo Galván Galván, y con la venia del secretario de Gobernación a la sazón, Juan Camilo Mouriño, Mario Arturo Acosta Chaparro negoció y resolvió, en septiembre de 2008, diversos problemas con la Familia Michoacana, por los bombazos provocadores estallados en Morelia, Michoacán, y entre 2008 y 2009 se entrevistó con los cabecillas de las bandas delincuenciales de Los Zetas, La Familia Michoacana, el grupo de los hermanos Beltrán Leyva, el cártel de Juárez y el de Sinaloa. En estas tareas tenía como una de sus mejores cartas la discreción, que siempre lo acompañó en sus actividades clandestinas, conforme a notas, artículos y reportajes de la revista Proceso. 

Muertos en la impunidad

Entre los personajes que cometieron graves delitos contra el pueblo de México, que acompasaron sus criminales acciones con los planes y proyectos de los gobiernos genocidas e intervencionistas de Estados Unidos, que escaparon de los lazos de la ley, que murieron de enfermedad o vejez y que partieron al más allá en la mayor impunidad, es pertinente mencionar a Fernando Gutiérrez Barrios, Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite, Francisco Sahagún Baca, Luis de la Barreda Moreno, Salomón Tanuz, Miguel Nazar Haro y Florentino Ventura, así como en el estado de Guerrero, Isidro Galeana, Wilfrido Castro Contreras, Herminio Díaz Tumulán y Rubén Figueroa Figueroa. (Ver Raúl Sendic García Estrada, «Acosta Chaparro y la impunidad», en La Jornada Guerrero, en La Jornada Guerrero, 27-IV-12, ed. electrónica).

La impunidad es una pesada carga en los hombros de la actual sociedad mexicana, por lo que urge que las fuerzas democráticas y avanzadas incorporen en sus programas la lucha decidida por el respeto a la ley y el castigo a los torturadores y asesinos de antes y ahora. Ello redundará en una mejor convivencia de los ciudadanos y ciudadanas de México. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.