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El retorno al «alma» verdadera del peronismo

Fuentes: Rebelión

«Que fuerte es este peronismo», afirmo Cristina Fernández en un intencionado off the record, segundos antes de comenzar su discurso. En esa calculada frase «espontánea» ya estaba concentrado todo lo que vino después. «En ese maltrecho peronismo que vendió todas las almas por depósitos bancarios, Kirchner es otra cosa: insiste en dar cuenta de que […]

«Que fuerte es este peronismo», afirmo Cristina Fernández en un intencionado off the record, segundos antes de comenzar su discurso. En esa calculada frase «espontánea» ya estaba concentrado todo lo que vino después.

«En ese maltrecho peronismo que vendió todas las almas por depósitos bancarios, Kirchner es otra cosa: insiste en dar cuenta de que ésta no fue toda la historia», había afirmado Nicolás Casullo, un kirchnerista de la hora cero, en un texto del año 2002 que para algunos fue profético y que muchos hoy deberían volver a leer.

Sin embargo, la historia es la misma, el kirchnerismo no es «otra cosa», y Cristina Fernández se encargó de dejarlo en claro en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la nación. Su exposición tuvo todos los condimentos del «peornismo», es decir, del peronismo del peor. Elogio del orden y la unidad nacional, diatribas contra los y las docentes -un clásico del cristinismo- y a través de ellos una advertencia a todos los asalariados, el llamado a regimentar la protesta social, macartismo contra la izquierda y una exigencia para que truene el escarmiento contra obreros patagónicos, injustamente condenados por un crimen que no cometieron.

Un tono en el discurso político que fue una síntesis entre el Perón del regreso setentista y la «reconciliación nacional», y del alfonsinismo de la democracia y la paz. La paz de la Argentina pos-genocidio y la democracia de la derrota, de la que fue hijo directo el radicalismo alfonsinista.

El aplauso rabioso del bloque del PRO de Mauricio Macri y el apoyo moderado del resto de la oposición tradicional, dejaron en evidencia un nuevo consenso del país burgués: fin de ciclo en orden, un ajuste aplicado por un kirchnerismo domesticado y la apuesta a una transición tácitamente pactada para la continuidad con cambios o el cambio con continuidad. Es decir, Scioli o Massa, o en su defecto, si hay error no forzado del peronismo, alguna coalición radical-socialista.

En relación a la economía, el discurso solo habló del pasado o de un futuro de mediano-largo plazo, pero no del presente o del periodo inmediatamente próximo. La descripción de los números más o menos fraguados, pertenece a los años anteriores al giro brusco de la devaluación, la inflación y la política de enfriamiento (aumento de la tasa de interés). Fueron acompañados de promesas futuras de un paraíso petrolero que de la mano de generosos acuerdos con multinacionales como Chevron nos lleve, esta vez sí, al «primer mundo». O sea cifras que hicieron abstracción, nada más y nada menos, que del ajuste en curso.

Para los momentos clave de la política argentina, es decir, para los próximos dos años, el mensaje fue orden, paz, administración y castigos ejemplares. Y por supuesto también «democracia». Aunque los derechos democráticos que son iguales para todos, parece que para algunos son más iguales que para otros.

La justicia de Santa Cruz condenó a fines del año pasado a prisión perpetua a cuatro trabajadores petroleros de Las Heras por hechos ocurridos en el año 2006 durante una protesta contra el impuesto al salario, donde cayó muerto un policía (Jorge Sayago). Durante el juicio no se pudo demostrar la culpabilidad, ni la autoría de los condenados y hubo declaraciones arrancadas bajo tortura y apremios ilegales. Por eso un amplio espectro personalidades de los derechos humanos, de la cultura, organizaciones sindicales y políticas, está reclamando su absolución. Entre ellos el premio nobel de la paz, Adolfo Pérez Esquivel, la madre de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, el periodista y escritor Osvaldo Bayer, dirigentes sindicales tanto oficialistas como opositores, artistas como Abel Pintos o Calle 13, entre otros cientos de adherentes más. Contra la evidencia de los hechos y la intachable honorabilidad de muchos de los que apoyan a los petroleros, la presidenta se alineó en su discurso con el infame fallo de la justicia provincial, que además está hecho a la medida de las petroleras.

Para complementar este mensaje político, atacó a la izquierda (y específicamente al PTS, miembro de Frente de Izquierda), que justamente protestaba contra este fallo. Y en el mismo acto aprovechó para proponer «legislar» sobre la protesta social. El control de la calle, que el gobierno perdió por su ruptura con una gran parte de las organizaciones sindicales, pretende ser recobrado mediante el fortalecimiento penal del estado. Otra (in)feliz coincidencia con el segundo peronismo que impulsó en 1974 la reforma y el endurecimiento del código penal y que produjo la famosa ruptura de los diputados de la llamada Tendencia Revolucionaria. Pacto social, macartismo e impulso a la legislación represiva, parece ser el combo de las segundas partes del peronismo.

Queda claro el sentido «democrático» que debe garantizar la paz: el aval a una justicia clasista y la penalización de la protesta social. Una «democracia» a la medida de los tiempos de ajuste.

Sin embargo, este giro hacia el «sciolismo», la derecha posible de nuestros tiempos o este retorno al peronismo maltrecho, es todavía una expresión de deseos del nuevo consenso burgués y tiene el límite de la relación de fuerzas para asentarse. Los mismos números que la presidenta dio en su discurso sobre el crecimiento de afiliados de los sindicatos, mostraron un cambio en la constitución social y la configuración de clases del país, acompañados con una rica experiencia de lucha desarrollada en la última década. Y el propio avatar que configuró al kirchnerismo de los orígenes y de los primeros años, puso de manifiesto distorsionadamente una experiencia política de las nuevas generaciones que tuvo en el 2001 una expresión aguda, luego contenida, pero no derrotada. El desarrollo y la emergencia electoral de la izquierda (concentrada en el Frente de Izquierda) es manifestación de este desarrollo político.

En ese panorama el «programa» expresado por la presidenta es todavía una declaración de intenciones, que tiene el mérito de despejar escenario y dejar más claro el lugar que ocupará cada uno. Pero la resolución, como siempre, la decidirá la lucha misma que pondrá a prueba si verdaderamente es tan fuerte «este» retorno al peronismo maltrecho, de almas vendidas por depósitos bancarios.

Blog del autor: http://elviolentooficio.blogspot.com.ar/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.