«Quizás la transversalidad es un mero movimientismo de nuevo cuño»Norberto Ivancich, octubre de 2003. En los últimos años, hemos asistido a una progresiva canalización de la vida política por afuera de las estructuras partidarias. Las elecciones en curso, en cambio, presentan ante nosotros un «viejo / nuevo» fenómeno: el resurgimiento de estructuras que conciben la […]
«Quizás la transversalidad es un mero movimientismo de nuevo cuño»
Norberto Ivancich, octubre de 2003.
En los últimos años, hemos asistido a una progresiva canalización de la vida política por afuera de las estructuras partidarias. Las elecciones en curso, en cambio, presentan ante nosotros un «viejo / nuevo» fenómeno: el resurgimiento de estructuras que conciben la lucha política en una multiplicidad de planos y frentes de conflicto, que incluye la presencia electoral, el armado territorial, la lucha gremial, etc.
El conflicto agropecuario, por ejemplo, puso de relieve la capacidad de movilización de las corporaciones de propietarios del suelo, pero reveló al mismo tiempo los límites que tenía esa estrategia en términos electorales. Desde ese momento, se abrió una fuerte interna en las corporaciones rurales respecto de la estrategia a adoptar frente a la contienda partidaria. La solución finalmente elegida -una sutil combinación de prescindencia discursiva y participación fáctica- tuvo su reflejo inverso en la tropa peronista, que abroqueló detrás de Néstor Kirchner a intendentes y sindicatos. De este modo, pese a las denominaciones equívocas, más pendientes de tácticas puntuales que de composiciones orgánicas, los partidos de oposición pasaron a representar abiertamente, en sus filas, a los sectores propietarios tradicionales, así como a una porción significativa del empresariado transnacional más concentrado. Del otro lado del mostrador, el retorno de la «bancada sindical» expresa un antagonismo de raigambre sociocultural difícil de ignorar.
Como argumenté anteriormente, estos procesos remiten a una reorganización de los actores políticos y sociales en función de una lectura que excede el corto plazo. Desde la reforma de 1994, el conurbano bonaerense ha sido, abiertamente, el terreno donde se decide el destino político de la Argentina. El «desafío chacarero» -en rigor, el acta de nacimiento de un movimiento político representativo de los intereses de los «interiores» de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, como polo territorial alternativo a las fuerzas del conurbano- plantea, por primera vez, la posibilidad cierta de un desplazamiento del centro de decisión, hacia un nuevo punto de equilibrio, aún por alcanzar. En esa línea, el fenómeno conocido, alternativamente, como «vandorismo agrario» o «vandorismo rural» expresa el retorno a la palestra de fórmulas «movimientistas», capaces de integrar, de modo transversal, distintos reclamos y procedencias, diferentes discursos, procedentes de diversas culturas políticas, en una remodelación de las estructuras políticas existentes, que expresa tanto los fenómenos de corte estructural como la crisis de legitimidad de los mediadores convencionalmente aceptados.
Pensar los partidos políticos existentes a partir de esta nueva realidad posiblemente aporte, no tanto una mirada nueva, como una explicación del fenómeno observado: estas estructuras dejaron de representar, en su formulación tradicional, los intereses sociales de la Argentina en la post Convertibilidad. Ni los movimientos sociales, ni el sindicalismo, pero tampoco los empresarios rurales, pueden hoy darse el lujo de mantener una actitud expectante. Más importante aún, la renovación de las dirigencias políticas encontrará un apuntalamiento sumamente necesario en la integración de estos actores.
Vivimos en una sociedad fracturada en todas sus dimensiones, desde lo estructural hasta lo sociocultural. Las referencias políticas de la necesaria reconstrucción deberán tomar nota de esto a la hora de enhebrar nuevos armados políticos desde los territorios. Hoy, por lo pronto, la representación partidaria tiene su suplemento obligado en el renacer de concepciones que, entre nosotros, podemos calificar de movimientistas. Hay otros nombres, claro.
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