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A 40 años de las jornadas de junio y julio de 1975 contra el Rodrigazo

El Rodrigazo y el movimiento obrero en Argentina

Fuentes: Rebelión

En estos días se cumplen 40 años de las popularmente conocidas como jornadas de junio y julio de 1975, uno de los momentos más trascendentales que tuvo el movimiento obrero argentino en el siglo XX. Durante esas fechas trabajadores organizados en comisiones internas y cuerpos de delegados llevaron a cabo un sinfín de huelgas, tomas […]

En estos días se cumplen 40 años de las popularmente conocidas como jornadas de junio y julio de 1975, uno de los momentos más trascendentales que tuvo el movimiento obrero argentino en el siglo XX. Durante esas fechas trabajadores organizados en comisiones internas y cuerpos de delegados llevaron a cabo un sinfín de huelgas, tomas de fábrica y movilizaciones que culminarían en una huelga general que logró la caída del flamante Ministro de Economía Celestino Rodrigo y del oscuro Ministro de Bienestar Social José López Rega. Conocer lo realizado en dichas jornadas y enmarcarlas en un contexto histórico mayor permite comprender las causas del golpe genocida que se realizaría unos meses después. Veamos, pues, sus hechos más relevantes.

Se pueden ver los sucesos que estamos tratando como un momento destacado dentro de un proceso revolucionario abierto en nuestro país con el Cordobazo y el primer Rosariazo realizados en mayo de 1969. Estas fueron semi-insurrecciones obreras-estudiantiles que sobrepasaron las fuerzas represivas del Estado y lograron tomar -por un breve tiempo- dos de las principales ciudades de nuestra patria. Desde ese momento se viviría una situación política altamente convulsionada en buena parte del territorio nacional.

La dictadura iniciada en 1966 al encontrarse seriamente cuestionada decide convocar a elecciones lo que llevaría a la vuelta de Perón en 1973. Vuelta que en vez de reducir e institucionalizar los enfrentamientos -como se buscaba-, destapó un sinfín de conflictos territoriales, estudiantiles y obreros. También permitió el afianzamiento de las organizaciones político-militares de izquierda tanto peronistas como marxistas y su mayor vinculación con el movimiento obrero. Si bien la intención del gobierno de turno de controlar y encauzar la conflictividad social no salió como esperaba, no se puede decir lo mismo de su estrategia represiva. La organización paramilitar Alianza Anticomunista Argentina (triple A) nacida en el corazón del gobierno que triunfó bajo la fórmula Perón-Perón logró asesinar dirigentes sociales, políticos, sindicales y culturales en un proceso que Juan Carlos Marín en un libró clásico de la sociología argentina denominó acumulación originaria del genocidio, y que fue la antesala de la dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976.

A nivel económico, para 1975 había finalizado el pacto social, y empezaban las negociaciones paritarias entre la CGT (Confederación General del Trabajo), la CGE (Confederación General Económica) y el gobierno. Pero durante las negociaciones, el flamante ministro de economía, Celestino Rodrigo, anunció el 4 de junio un plan de devaluación y aumento de precios que terminó desatando una alta inflación que inmediatamente anuló los cuerdos a los que se estaban llegando en paritarias, e incentivó la movilización obrera preocupada tanto en incidir en las paritarias como en cuestionar la nueva política económica del gobierno. El plan de ajuste fue conocido por Rodrigazo.

Es en este devenir histórico que se desarrollan las jornadas de junio y julio de 1975. Las mismas son iniciadas el 2 de junio por los trabajadores automotrices de Ika-Renault de Córdoba, cuya comisión interna independiente va a huelga para que se definan las condiciones de las paritarias. Los mismos trabajadores se movilizarán el 5 de junio -junto a otras empresas automotrices y metalúrgicas- al centro de la ciudad de Córdoba para exigirle a la CGT de dicha provincia acciones contra las medidas económicas que se están aplicando.

El movimiento rápidamente se extenderá a otras ciudades como Rosario, Santa Fe y Mendoza, y, posteriormente, al conurbano bonaerense. Las huelgas y las acciones son principalmente impulsadas por las bases obreras organizadas en las comisiones obreras y cuerpos de delegados que buscan presionar a las direcciones sindicales para que impulsen ellos la lucha. Un hecho a destacar es el estado de alerta y movilización imperante. Desde el mismo día de asunción de Rodrigo (2 de junio) y desde el momento en que anuncia su plan económico ya están los trabajadores movilizándose criticando al mismo. Esto nos está demostrando el grado de organización previo que tenían los obreros. Otro dato que tampoco puede pasar desapercibido es que el movimiento comienza en ciudades del interior del país.

Con este estado de movilización, los sindicatos reanudan las negociaciones paritarias y obtienen entre el 20 y 26 de junio aumentos que rondan el 100%, porcentajes que superaban en buena medida los aproximadamente 38% que se habrían acordado a fines de mayo. Pero, al mismo tiempo, se va corriendo el rumor de que el gobierno no homologaría los acuerdos alcanzados y que llevaría a cabo un aumento por decreto. Bajo la influencia de dicho rumor es que la CGT nacional convoca a una huelga con movilización en Capital Federal y el Gran Buenos Aires. La misma es en «apoyo a la presidenta Isabel y para que se homologuen los acuerdos». De esa manera buscaba controlar la movilización, evitar que la misma golpeara directamente a la presidenta, y al mismo tiempo demostrar la importancia que tenían las cúpulas sindicales en el sostenimiento del gobierno.

Pero la huelga convocada solamente para Buenos Aires se extiende a prácticamente todo el país producto del estado de movilización de los obreros a nivel nacional. Y en la concentración en plaza de mayo los cánticos que predominarán serán por la homologación y contra los ministros López Rega y Rodrigo demostrando el distinto carácter político que las bases quieren imponerle a la jornada.

La respuesta por parte del gobierno a la huelga general será dura, invalidará las paritarias y decretará un aumento del 80% escalonado. Frente a ello, la réplica por parte de las bases obreras no se hizo esperar, las coordinadoras de Capital Federal y el Gran Buenos Aires realizan el Primer Plenario de Gremios Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados en Lucha y discuten un plan de acción contra la afirmación del gobierno de aumentar por decreto sin homologar las paritarias. Las coordinadoras entre otras cosas establecen realizar asambleas por lugar de trabajo, exigir a la CGT la convocatoria a un paro general, luchar por la recuperación de los sindicatos, y reclamar por la libertad de los presos políticos. La conformación de las coordinadoras y la realización de su primer plenario no es un dato para nada menor. Surgieron al calor de los hechos narrandos, pero expresaban en su constitución toda una experiencia de lucha obrera de años. Las mismas se basaban en la democracia de base, reunía a los trabajadores por zona y no por rama de producción rompiendo con un posible corporativismo, y permitía, sobre todo, la movilización obrera independientemente de las cúpulas sindicales. Otro dato imposible de soslayar es la importancia que tuvieron las organizaciones de izquierda peronistas y marxistas al interior de las coordinadoras, siendo la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) asociada a Montoneros quien más inserción tuvo en la misma.

Desde el 30 de junio se hace evidente la continuidad del estado de ebullición social existente, se realizan infinidad de huelgas no convocadas por los sindicatos nacionales y movilizaciones a la sede de la CGT nacional exigiendo otra huelga general. El edificio de la central permanecerá continuamente rodeado por columnas de obreros de distintas partes. Es posible definir a la situación como una huelga general de hecho.

Por su parte, la CGT intentará infructuosamente negociaciones con el gobierno, y terminarán convocando a una nueva huelga general para el 7 y 8 de julio. En el comunicado que harán público reafirmarán su apoyo a la presidenta, pero exigirán la aplicación de los convenios firmados, y cuestionarán la nueva política económica. A la huelga se sumará el Consejo Nacional de Federaciones y Centros (de estudiantes) (CNFC) -vinculado a la JUP, PC y Franja Morada (albinista)-, y la Federación Universitaria Argentina (FUA), vinculada a la Franja Morada (alfonsinista). También adherirán numerosos partidos políticos, no sólo de izquierda.

El acatamiento al paro será total, y finalizado el primer día del mismo el gobierno decidirá homologar los convenios laborales, por lo que la CGT decide levantar la huelga. Lo cierto es que la central convoca a una huelga que de hecho estaba sucediendo desde el 30 de junio, dado que desde ese día a lo ancho y largo del país se sucedían huelgas teniendo, ahora sí, como epicentro de la movilización a Buenos Aires.

Luego de finalizado el paro nacional, seguirán desarrollándose nuevas huelgas exigiendo el cobro de lo conseguido y modificaciones en el gabinete de ministros que seguirán teniendo como epicentro a Bs. As. El 11 de julio renuncia López Rega y el 17 de julio renuncia Celestino Rodrigo. Siendo dichas renuncias un efecto directo de la movilización de los trabajadores.

El 20 de julio se realizará el Segundo Plenario de las Coordinadoras de Capital y Gran Buenos Aires, en donde llevarán a cabo un balance de las movilizaciones que se realizaron. Y las caracterizarán como una fuerte derrota -aunque parcial- al gobierno de Isabel. Basta leer sus resoluciones para advertir la dimensión de las coordinadoras como la politización de las mismas. En dicha reunión, en sus propias palabras, había representación de «116 Comisiones Internas y 11 Sindicatos y Seccionales de Capital y Gran Bs. As.», y se pronunciaban por la «estatización y puesta en marcha bajo control obrero de la producción y comercialización de las 170 empresas intervenidas por el Estado (…) (el) Desconocimiento de los compromisos políticos, económicos y militares contratados a espaldas del pueblo, comenzando por la deuda externa y el convenio con las multinacionales automotrices, (…) (la) renuncia de todo el gobierno encabezado por Isabel Martínez» (Lobbe, 2006: 297) entre otras tantas cuestiones más.

Posterior a dichas jornadas se verá una disminución en las movilizaciones obreras, pero esta no será bajo ningún concepto total. Por ejemplo, los trabajadores de la automotriz Mercedes Benz (que no había tenido una participación tan destacada en las jornadas) realizarían una huelga de 22 días en octubre de 1975 reclamando elecciones a la comisión interna de la fábrica que estaba intervenida por el sindicado hacía meses. Durante el conflicto recibirán el apoyo de la coordinadora de zona oeste (que realizará paros en solidaridad y aportará dinero al fondo de lucha), y Montoneros, demostrando una interesante articulación entre acción sindical y acción guerrillera, secuestrará al gerente de producción en apoyo a los trabajadores. Los obreros lograrán un gran triunfo frente a la empresa y frente al sindicato de José Rodríguez manteniendo la llama de la conflictividad social prendida en el conurbano bonaerense.

A inicios de 1976 la movilización obrera se reactivará para oponerse al Plan Mondelli -sucesor directo del Plan de Celestino Rodrigo-, y las coordinadoras buscarán llevar a cabo el mismo papel que el año pasado en tanto movilizadoras de las bases obreras y como elemento de presión para que la CGT convoque huelga. Pero, si bien los puntos de contacto entre ambos momentos permiten hablar de una misma experiencia organizacional, la situación ante la inminencia del golpe será otra y no tendrán la misma contundencia que lo sucedido unos meses antes.

Conclusiones

Al ser uno de los principales hechos protagonizados por los obreros argentinos en su historia las conclusiones que nos dejan no son pocas. Mencionaremos solamente algunas de ellas.

Por un lado, se puede advertir la importancia de las comisiones internas y cuerpos de delegados para construir poder sindical. Vale decir, que cualquier estrategia política/sindical que asigne centralidad a la clase obrera debe poner suficientes energías en disputar espacios sindicales de este tipo.

También podemos sacar como lección el rol jugado por las organizaciones de izquierda al interior de las coordinadoras. Aunque no pudimos detenernos en analizar las diversas posiciones de cada organización, no está demás mencionar que agrupaciones políticas que mantenían una estrategia militar guerrillera (Montoneros, PRT-ERP) fueron destacadas organizadoras de las propias coordinadoras. De esta manera se puede cuestionar a aquellos que plantean una tajante oposición entre acción sindical y acción guerrillera.

Para finalizar, permiten comprender el porqué de la brutalidad represiva del golpe iniciado el 24 de marzo de 1976, y porqué la misma se centró en las bases sindicales. Las jornadas de junio y julio fueron quienes le demostraron a la burguesía que no había manera de domesticar a la clase obrera argentina, si no era mediante un genocidio. Lo que no hace más que confirmar la centralidad de los trabajadores movilizados. En este sentido, y en plena dictadura militar, Mario Roberto Santucho sostenía que la clase obrera fabril es «la columna vertebral de las fuerzas populares y por tanto constituyen la columna vertebral de la justa y victoriosa resistencia antidictatorial del pueblo argentino».

Bibliografía

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HERNÁNDEZ, J. L. Las Coordinadoras Interfabriles y la huelga general de Junio y Julio de 1975. Un ensayo de interpretación a partir de dos libros recientes. En Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, número 4, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007.

LOBBE, H. La guerrilla fabril. Clase obrera e izquierda en la coordinadora de zona norte del Gran Buenos Aires (1975-1976). Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006.

MARÍN, J. C. Los hechos armados. Un ejercicio posible. Edición del CICSO, Buenos Aires, 1984.

SANTUCHO, M. R. La clase obrera: Columna vertebral de la resistencia. En El combatiente, 1976.

WERNER, R. y AGUIRRE, F. Insurgencia Obrera en Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de izquierda. Ediciones IPS, Buenos Aires, 2009.

Mariano Casco. Sociólogo de la Universidad de Buenos Aires, Integrante del departamento de estudios ibérico-latinoamericanos de la Universidad de Guadalajara. Colaborador en Resumen Latinoamericano

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