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El silencio no es salud

Fuentes: Rebelión

«A veces, el silencio es la peor mentira.» Miguel de Unamuno Hablemos del silencio, aunque suene un tanto dicotómico. Hablemos de las razones del silencio cuando quienes lo invocan son, justamente, quienes más deberían alzar la voz. Si la justicia calla, no es para romper el cerco de la impunidad, sino para consolidarlo. En momentos […]

«A veces, el silencio es la peor mentira.» Miguel de Unamuno

Hablemos del silencio, aunque suene un tanto dicotómico. Hablemos de las razones del silencio cuando quienes lo invocan son, justamente, quienes más deberían alzar la voz. Si la justicia calla, no es para romper el cerco de la impunidad, sino para consolidarlo. En momentos donde el Poder Judicial está demostrando estar impregnado de una corrupción antológica, donde cada sitio que se intenta tocar larga pus, piden marchar en silencio.

Dicen que marchan por Nisman, para esclarecer su muerte. Pero, ¿acaso no fueron ellos los que se excusaron y no querían tomar la causa que presentara el Fiscal? ¿No son ellos quienes intentaron lavarse las manos e irse de vacaciones en plena investigación? ¿A ellos de verdad les importa lo que le ocurrió a Nisman? Lo disimulan muy bien. Y ahora la corporación judicial, de la cual Nisman era parte activa, marcha bajo el manto de un cínico silencio.

Si ellos callan, será porque nada de lo que puedan decir los beneficia. Si ellos eligen callar, son cómplices de la mudez que la injusticia tiñe año a año la verdad sobre el atentado a la AMIA, su encubrimiento, el rol de la ex SIDE y qué hacía realmente durante los últimos diez años el Fiscal fallecido de la mano de Stiuso.

Ellos deberían odiar el silencio. Ellos, que son quienes deben impartir justicia en nuestro país, deberían aborrecer el silencio. Porque el silencio es la noche oscura de nuestra Argentina. Porque fue el silencio, el callarse, el mirar para otro lado, lo que nos separó tanto, durante tanto tiempo. A este país el silencio le rompió el corazón. Nos hirió de muerte, nos tuvo agonizando hasta que pudimos volver a abrir la boca. Porque, parece, habíamos olvidado cómo era eso de reconocernos, de levantar la voz por otro, de decir sin miedo que no pensábamos como nos decían que debíamos pensar. Y esa luz reconquistada que partió la noche en dos es difícil de extinguir, porque somos millones de manos protegiendo la llama de la memoria del viento del silencio.

No es lo mismo ser silenciado que elegir el silencio. No es lo mismo la marcha de los jueves, en círculos, frente a la Casa Rosada, que esta marcha que convocan para el 18 de febrero. No se parecen en nada, porque a unas les taparon la boca para que no griten las ausencias y estos fiscales buscan que nadie hable. No son lo mismo aquellas marchas del silencio en Catamarca, porque los que pedían justicia por María Soledad estaban imposibilitados de voz, y ésa fue la forma que encontraron para hacerse notar: el abrumador ruido del silencio. Pero la corporación judicial no está silenciada por los poderosos, porque son ellos los poderosos que silencian.

Hay un viejo proverbio judío que dice que «Hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso». Hay que cuidarse mucho de ellos, vienen con las mordazas en las manos, listos para ajustarlas y volver a sus cómodos sillones, donde desde hace décadas deciden qué es verdad y qué mentira, quiénes viven y quiénes mueren. La culpa y la inocencia no tienen el mismo sentido para ellos que para nosotros, porque la verdad para ellos dejó de tener importancia el día que se dieron cuenta que la información era infinitamente más rentable que el trabajo intelectual sincero.

Hay que cuidarse de ellos, porque ahora son perros con rabia, ahora que se destapó la olla del guiso que cocían desde hacía años, están histéricos y no piensan retraer las garras. En la espuma que escupen está en nocivo germen de la mentira. Y son muchos perros y están desatados. Y están entrenados para matar.

Siempre atacaron. Los medios concentrados, los políticos funcionales a esos monopolios y la corporación judicial. Ahora sabemos que son lo mismo, podemos leerlos y verlos bien mezclados en el barro infame en el que se revuelven rencorosos. Siempre pegaron bajo, aunque por los constados, acercándose. Pero ahora no, ahora pegan haciendo y diciendo cualquier cosa en el centro de todo. Aunque socavaron al gobierno con diferentes estrategias año tras año, oponiéndose a todo lo bueno que logramos, ahora van directo a Cristina. Van a hacer lo que sea, como estamos viendo desde hace meses. Dirán lo que sea, pegarán donde más duele. Durante este año inventarán las peores patrañas, las más infames. Operación tras operación.

Durante un tiempo creímos que le ganábamos con las urnas, y así los mantuvimos a raya muchos años. Y pudimos avanzar y no volver a humillarnos de rodillas, como ellos nos querían, como ellos nos tenían. Pero no respetan lo que las urnas deciden, están desesperados por recuperar el poder que tenían concentrado, el poder que ahora lleva el pueblo en sus puños como bandera transformadora. Quieren arrebatarnos la capacidad de seguir construyendo nuestro destino y tirarnos otra vez bajo la lona, para poder aplastarnos como pequeños insectos bajo sus grandes y negras botas.

Entonces con las urnas no alcanza. Hay que dar la batalla cotidiana, sin descanso, sin flaquear un día porque es ahí cuando avanzan a pasos agigantados. Hay que aguantar, no hay que vacilar. Hay que salir a la calle porque también eso nos quieren arrebatar. Hay que salir y plantarse con los pies firmes en las ideas, bien firmes en las convicciones para que el silencio que intentan imponer, que soplará con la violencia que ellos saben convocar, no nos mueva.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.