Los días de verano permiten ver más nítidamente la geografía pronta macrista que deja su pasar por estos lares donde cada una de las promesas políticas de aquella campaña y posterior debate presidencial han quedado a la sombra de una realidad aún más tenebrosa. Se repiten en las grandes ciudades la proliferación de la llamada […]
Los días de verano permiten ver más nítidamente la geografía pronta macrista que deja su pasar por estos lares donde cada una de las promesas políticas de aquella campaña y posterior debate presidencial han quedado a la sombra de una realidad aún más tenebrosa.
Se repiten en las grandes ciudades la proliferación de la llamada economía informal entremezclada con nuevos moradores que hurgan en sus residuos por una comida y que usan sus espacios como dormitorios deambulantes.
Parece que en la Argentina se olvido que el hambre dice de nuevo presente y que la cesantía de fluido monetario ha generado una sequia absoluta sobre los sectores más vulnerables del país y sobre su motor económico de consumo mas disgregado sobre los sectores medios.
Aquellos que justamente fueron encandilados por el perfecto marketing y las palabras precisas que todos querían oír para librarse de la supuesta opresión cristinista que ahogaba sus deseos de mayores libertades.
La decepción ya es casi total y se rememoran los viejos tiempos kirchneristas donde el poder del consumo popular apalancaba cierta algarabía emocional y material.
Todo termino en un solo periodo gubernamental donde emergió con toda virulencia la revancha neoliberal y la traslación directa de ingresos de una clase social sobre otra muy pequeña, muy poderosa y representada fielmente por lo que Guillermo Moreno llama como Oligarquía.
Emulo de una gran parte de las clases medias que no pertenecen a dicho estrato pero que aspiran a serlo vía su actitud social y su destrato sobre los sectores populares.
La maquinaria mediática y judicial puesta al servicio de los concentrados intereses esta en disputa si su accionar pudo vencer la conciencia popular que aun así persiste en un retorno de los tiempos pasados pues de hecho todos los indicadores de medición señalan la persistencia de una sombra que genera más recelos que elogios.
El llamado Campo Nacional y Popular luego de haber absorbido una insignificante derrota numérica del año 2015 recién ahora encuentra fortalezas -y algunas debilidades- para confrontar a nuestro peor adversario.
La total unidad necesaria como bregan nuestras autoridades partidarias es una obligación a la que se deben anteponer cuestiones personales y que al ser un movimiento requiere de la elasticidad necesaria para albergar quizás espectros disimiles.
Luego las mediciones correctas y objetivas y un posterior llamado a la sociedad en su conjunto proveerán de los candidatos a disputar las elecciones que será un proceso posterior a la unificación del campo.
Que vale más la pena consistir mas fuerzas en la unificación o en la evocación mística de una candidatura cuando la última palabra la tendrá el pueblo en su conjunto.
Las tareas por venir son de un carácter casi patriótico en su accionar y desarrollo por lo que no sobraran brazos para remar en la tarea que urgentemente debe remediar la situación de los mas desfavorecidos que no se soluciona con la aplicación de un plan focalizado, como tirar un hueso al vacío mirando a un costado para repeler su hedor.
El llamado de la Patria es hoy sin necesidad de recitar los versos consabidos sino obrar en favor de los demás porque si de algo ha sido bendito este país es en la conformación de grandes mayorías apostadas al bienestar general.
Recuperemos lo perdido y tengamos un futuro, aunque sea más próspero para todos.
Ezequiel Beer. Geógrafo UBA y analista político. Doctorando Cs Económicas Universidad Nacional de La Matanza. Integrante Grupo Descartes.
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