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El Partido Comunista de los Trabajadores y Refundación Comunista hacia un Congreso de unificación

El valor de la unidad

Fuentes: Rebelión

Al editar por primera vez un periódico conjunto, concretamos muchos esfuerzos. Esfuerzos políticos, teóricos y también éticos. Sin una carga importante de estos tres componentes, el paso que hoy damos no sería posible. Aquí, de alguna manera se sintetizan años de esfuerzos, de luchas teóricas- políticas y de búsquedas por avanzar en la unidad de […]


Al editar por primera vez un periódico conjunto, concretamos muchos esfuerzos. Esfuerzos políticos, teóricos y también éticos. Sin una carga importante de estos tres componentes, el paso que hoy damos no sería posible. Aquí, de alguna manera se sintetizan años de esfuerzos, de luchas teóricas- políticas y de búsquedas por avanzar en la unidad de los revolucionarios, y está claro que este paso no hubiese sido posible si el mismo no estuviera acompañado de una conducta que reivindicara la moral revolucionaria, dejando de lado la autoreferenciación, el egocentrismo, los personalismos y las inconductas que tanto daño hacen.

Está claro para nosotros que este proceso de unificación entre el PCT y RC no abarca a todo el abanico de militantes, grupos y organizaciones de revolucionarios que hoy existen en nuestro país, pero sí es un paso de gran importancia en la dirección de comenzar a superar la dispersión política y organizativa que ha sido el signo de la últimas décadas. Para nosotros, se trata de dar continuidad en un nuevo escalón, a la batalla teórica-política por superar la cristalización de nuestras energías e inteligencia en pequeños grupos, reivindicando la necesidad de construir una organización o partido unificado de los revolucionarios marxistas-leninistas.

Estos grupos de marxistas revolucionarios han jugado, y seguramente lo seguirán haciendo, un gran papel en la lucha por mantener vivos en la conciencia de nuestro pueblo los principios, los objetivos y la memoria de las luchas históricas de nuestra clase por la revolución y el socialismo. Desde allí enfrentamos el vendaval político e ideológico desplegado por la burguesía, que proclamaba el fin de la historia, como resultado de la derrota transitoria de la clase obrera y los sectores populares y el triunfo de la contrarrevolución en los países que habían iniciado el proceso de transición al socialismo, lo que les hacía proclamar el fin de la lucha de clases. Desde allí enfrentamos la desmoralización, el desaliento y la claudicación difundidos como un veneno por los reformistas y oportunistas, dedicados a quebrar toda voluntad de lucha consecuente. Todos y cada uno de estos pequeños destacamentos han sido nuestro lugar de reagrupamiento y resistencia ante tamaña ofensiva.

Pero ahora necesitamos dar un nuevo paso, subir otro escalón. Reagruparnos en un partido unificado que sea capaz de sintetizar lo más valioso de la experiencia nacional e internacional que hemos logrado acumular en tantos años de luchas. Dar este paso, no solo es una necesidad de los militantes revolucionarios. Básicamente es una necesidad de nuestra clase y los sectores populares que con sus luchas van abriendo una nueva situación en el Continente y en nuestro país. Luchas que, a despecho de lo que sostienen los que hacen un culto de la espontaneidad, requieren cada vez más una mayor conciencia y organización para ser llevadas al triunfo.

Por eso no limitamos la unidad a nuestros dos destacamentos, por el contrario, el mismo está abierto a la incorporación de todos aquellos, que sobre una clara base de principios discutidos colectivamente, estén dispuestos a ser parte del mismo. Algunos de estos principios, que nosotros entendemos fundamentales, los exponemos en la primera edición conjunta de nuestro periódico (ver Pág. 4 y 5), otros los iremos incorporando a partir de los debates y las luchas en común. De lo que sí estamos seguros, es que una unidad construida sobre estas bases, no nos debilitará a ninguno y por el contrario, hará más fuerte a la clase obrera, a los campesinos sin tierra, a los jóvenes, a los pueblos indígenas y a los intelectuales comprometidos con las luchas revolucionarias de nuestro pueblo.

Por lo tanto, no proponemos cualquier tipo de unidad. El concepto de unidad ha sido lo suficientemente bastardeado durante estos años por los reformistas y oportunistas de izquierda, como para que muchos compañeros se pongan en guardia frente a su sola mención. Somos concientes que sin una ardua labor de recomposición y recuperación de la teoría revolucionaria, será muy difícil construir fuerza revolucionaria. Que la única manera de generar confianza, reestablecer una sólida disciplina conciente, superar los prejuicios, los personalismos y los falsos ejes divisorios, será a partir de nuestra capacidad para dotarnos de una línea política correcta y una actitud ética que no contradiga lo que decimos con lo que hacemos. En este terreno es mucho lo que todavía tenemos por hacer.

Para nosotros la unidad de los revolucionarios debe contener la experiencia, política, moral y combativa alcanzada por las generaciones anteriores, en particular la alcanzada por varias de las organizaciones de la década de los 60 y 70. Contener de manera superada dicha experiencia, significa ser capaces de alcanzar las mismas capacidades que supieron construir esos compañeros, superando los errores y limitaciones que inevitablemente acompañan la lucha revolucionaria, sin caer en el juego de los claudicantes, que teniendo en cuenta solamente los errores cometidos nos invitan a renunciar a la lucha.

La historia nunca vuelve a repetirse, es falso que nunca haya nada nuevo bajo el sol. Hoy nos toca actuar bajo otras circunstancias tanto en el orden internacional como nacional. Nuestra clase y todos los explotados y humillados por el capitalismo hemos debido resignar importantes posiciones políticas, económicas y culturales, pero eso no nos obliga a resignar nuestras posiciones ideológicas, pues en ellas se sintetizan las experiencias acumuladas en décadas de triunfos y derrotas. Su asimilación y difusión son la base sobre las que se asentarán las futuras oleadas de luchas. A las actuales generaciones de revolucionarios nos toca construir sobre esta realidad mas compleja, con niveles de dispersión, confusión y desmoralización aun importantes, que están presentes tanto entre la militancia como en el conjunto de nuestra clase. Pero también hoy nuestra experiencia es más rica, nuestra comprensión de la lucha de clases es más amplia y completa. Los golpes que hemos recibido no han sido en vano, y hoy estamos aprendiendo más de nuestras derrotas que de nuestras victorias. Por eso no es nuevo y original nuestro planteo sobre la necesidad de unir a los revolucionarios y formar el partido de la revolución y el socialismo. En los 60/70 ésta también fue una bandera de muchos compañeros y organizaciones con mayor desarrollo y experiencia que nosotros, Santucho, entre ellos, fue uno de los que la enarboló con mayor firmeza y consecuencia.

Dar este paso es de enorme importancia política y práctica. Son muchos los compañeros que han llegado a la conclusión de que en caso de repetirse un nuevo levantamiento popular, similar al del 19 y 20 de diciembre del 2001, debería encontrarnos en mejores condiciones que en ese entonces. Y tienen razón a condición de que se acepten dos cosas:

a) Que a esas mejores condiciones debemos crearlas nosotros. Que nadie lo hará por nosotros y que tampoco surgirán espontáneamente.

b) Que si somos capaces de crear esas condiciones, entonces cualquier estallido podrá ser promovido y dirigido al triunfo por las fuerzas revolucionarias con objetivos claros y precisos asumidos concientemente.

En esta dirección proponemos trabajar. El Congreso de Unificación que estamos organizando para el mes de junio, aspiramos a que sea el punto de arranque de un nuevo momento en la recomposición del movimiento revolucionario en nuestro país.