En febrero de 2017, en un artículo titulado «Xenofobia siglo XXI. ¡No Pasarán!«, analizábamos como a un año de ganar las elecciones presidenciales, la derecha argentina buscaba poner en la agenda el llamado «problema de la inmigración» como uno de las grandes dificultades que enfrentaba el país, ubicándose bajo el paraguas reaccionario de las propuestas […]
En febrero de 2017, en un artículo titulado «Xenofobia siglo XXI. ¡No Pasarán!«, analizábamos como a un año de ganar las elecciones presidenciales, la derecha argentina buscaba poner en la agenda el llamado «problema de la inmigración» como uno de las grandes dificultades que enfrentaba el país, ubicándose bajo el paraguas reaccionario de las propuestas neofascistas que crecen en Europa y con el aval del discurso xenófobo de Donald Trump en los Estados Unidos,
Decíamos en ese momento que: «Son dos los principales ejes sobre los que se monta esta campaña: los inmigrantes «usurpan» puestos de trabajo a los argentinos y asociarlos con el delito, y con uno de los mayores negocios del sistema, el narcotráfico, en concordancia con los discursos del imperialismo que, tras la pantalla de la «guerra al narcotráfico», busca fortalecer su presencia y control en la región».
Por esos días, el senador Miguel Pichetto manifestaba que «Tenemos que dejar de ser tontos. El problema es que siempre funcionamos como ajuste social de Bolivia y ajuste delictivo de Perú», y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich afirmaba que «Acá vienen ciudadanos paraguayos o peruanos que se terminan matando por el control de la droga. La concentración de extranjeros que cometen delitos de narcotráfico es la preocupación que tiene nuestro país».
En este marco, el presidente Mauricio Macri firmó un decreto, que contó con el aval del Frente renovador y sectores del PJ, que endureció los controles migratorios en nuestro país.
La coherencia de la derecha en su plan sigue firme un año después, y la construcción del «enemigo» tiene hoy eje en la estigmatización y persecución del pueblo Mapuche.
Y algunos de los principales propagandistas de esta política discriminatoria y represiva, continúan esgrimiendo argumentos justificatorios.
Pichetto, defensor e impulsor en el senado de las políticas de ajuste, entrega y represión del gobierno se sumó prontamente a la criminalización de los Mapuche tras la desaparición de Santiago Maldonado vinculándolos a grupos violentos afirmando que en el sur había «mucho promontonerismo» y grupos «preinsurreccionales» con «tufillo a Sendero Luminoso». No dudó en este contexto en llamar a una «reconciliación» con el Ejército y pedir que las Fuerzas Armadas tengan «una presencia disuasoria en la Patagonia».
Una presencia en realidad represiva que las fuerzas de seguridad dirigidas por Patricia Bullrich están llevando adelante con represiones reiteradas al pueblo Mapuche que ya han provocado las muertes de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel, detenciones y una considerable cantidad de heridos, como los ocasionados en las últimas horas en la represión a trabajadores de la salud en Neuquén.
Cada vez queda más claro que no fue casual que una de las primeras medidas represivas del gobierno haya sido la persecución de la organización Tupac Amaru y el encarcelamiento de Milagro Sala, quien continua detenida, ya que, como ella misma manifestó: «N o soportaron que una mujer, además negra y también india, haya conseguido construir miles de hogares».
Es así como frente a la idea de «Patria Grande» impulsada por los procesos de integración de los últimos años en América Latina y el Caribe, el gobierno de Macri vuelve a echar mano a la reaccionaria idea de construir ese «otro» como un enemigo.
Esa construcción del «otro» como enemigo, como amenaza, ya sean inmigrantes o pueblos originarios, abreva en la histórica política imperialista que se mantiene desde la conquista a sangre y fuego de América hasta nuestros días, a partir de la cual se justifica y se busca naturalizar la explotación y dominación de amplias regiones del planeta por el sistema dominante, el capitalismo, que aboga cotidianamente en defensa de la libre circulación de los capitales y pone innumerables trabas a la circulación de personas si las mismas no son necesarias como «mano de obra barata» y muchas veces esclava.
En concordancia con esto, busca «liberar» de presencias molestas como la de los pueblos originarios, aquellos territorios ricos en recursos naturales y de alto valor geoestratégico para sus planes de dominación.
La militarización de estos territorios va de la mano de las más de 80 bases militares existentes en América Latina y el Caribe, y planes de «asistencia» militar como el Cormorán, recientemente aprobado por el senado argentino, por el cual se autorizan ejercicios militares y se permite el ingreso de tropas norteamericanas al territorio nacional, lo que incluye la entrada al mar y a la Patagonia argentina de aeronaves estadounidenses.
Un verdadero plan represivo, imprescindible para que el gobierno pueda llevar adelante sus objetivos de profundizar el ajuste, para lo cual anuncio la etapa del «reformismo permanente» al impulsar las reformas laboral, fiscal y previsional y la entrega de la soberanía.
Hemos visto en estos dos años de gestión de Cambiemos, como este discurso abarca desde las políticas públicas del Estado hasta la relación cotidiana de los sujetos en el ámbito de la privacidad, instalando desde conceptos como «meritocracia» y «emprendedurismo» una cosmovisión basada en los valores individualistas y antisolidarios necesarios para lograr una «naturalización» de las desigualdades, cada vez más acentuadas, y que ya no sólo sostienen a grandes masas de la población en la marginalidad, sino que las condena a la más absoluta «invisibilidad» excluyéndolas definitivamente del sistema.
A lo largo de la historia, el «otro» ha sido presentado como una amenaza y estigmatizado como inferior, salvaje, no-civilizado, alguien a quien hay que moldear según las necesidades de la expansión occidental capitalista y, si osa ofrecer resistencia, rápidamente será signado como un enemigo de los valores hegemónicos y deberá ser físicamente destruido y su territorio conquistado.
En medio de la profunda crisis civilizatoria del capitalismo, la discriminación y la violencia con tintes de xenofobia aparecen cada vez más como valores constitutivos de este capitalismo financiero neocolonial como el que busca imponer la administración de Macri, con la complicidad y anuencia de la derecha nacional e internacional, dejando atrás las políticas de integración soberana regional.
Como decíamos hace un año en el artículo citado al inicio, cada vez resulta más urgente enfrentar estas políticas, estrechar los lazos de solidaridad entre los pueblos y construir un nuevo ¡No Pasarán!
Marcelo F. Rodríguez. Sociólogo. Director del CEFMA
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