Si alguna virtud posee el arbitrario e injustificable fallo del juez del distrito neoyorkino, Thomas Griesa, es el de poner al desnudo el verdadero rostro (léase interés) de una vasta gama de periodistas, economistas y dirigentes políticos locales que se esfuerzan, cotidianamente, en socavar los criterios de soberanía y de defensa de los intereses nacionales. […]
Si alguna virtud posee el arbitrario e injustificable fallo del juez del distrito neoyorkino, Thomas Griesa, es el de poner al desnudo el verdadero rostro (léase interés) de una vasta gama de periodistas, economistas y dirigentes políticos locales que se esfuerzan, cotidianamente, en socavar los criterios de soberanía y de defensa de los intereses nacionales.
Paradojalmente, y como contrapartida de lo que estamos manifestando, nos encontrarnos con que una significativa franja del periodismo especializado y de economistas de notoria envergadura del propio país del norte, Estados Unidos, cuestionan durísimamente semejante decisión judicial; a tal punto de llegar a calificarla de completamente absurda y desprovista de criterios de racionalidad. Curioso panorama es el que se presenta: en el país del magistrado sentenciador se alzan voces de reproche frente a una decisión arbitraria; entre tanto, en el país perjudicado por la sentencia (Argentina) se encuentra una interminable fila de «personajes» que, a través de los medios dominantes, se empeñan sistemáticamente en ser «más buitristas que el buitre» y predican el sometimiento a la decisión judicial. Esto es solo comprensible en virtud del odio que profesan ciertos y determinados actores sociales que, en su deseo de ver sucumbir a un gobierno, apuestan al hundimiento de la Argentina; lo que, en definitiva, pone en evidencia su escaso amor por la patria.
De este modo hemos podido observar desde periodistas que redactan una «carta abierta al juez Griesa» (concretamente, Alfredo Leuco) dejando sentado, a través de sus líneas, que la posición del gobierno no representa a los argentinos y disculpándose ante «Dear Mr. Griesa porque este es un país donde los fallos adversos no se respetan, y a los jueces independientes se los destituye». Si bien esta flamante adoración por el juez que condena a la gran mayoría de la población argentina a décadas de padecimiento -sentando un precedente nocivo, a lo largo del tiempo, para los países endeudados- no es privativa del mentado «periodista»; no deja de causar indignación y vergüenza el saber que, en «los papeles», el remitente de la citada carta es un «ciudadano argentino».
Por suerte, las recientes encuestas contradicen sus afirmaciones, ya que casi el 60% de la ciudadanía apoya la actitud asumida por el gobierno; lo que, a su vez, puede significar dos cosas: o que poca gente lo escuche o que directamente no se identifiquen con lo que sostiene. No obstante, lo más probable y alentador simultáneamente, es que concurran ambas cosas a la vez.
Otros, quizá un poco menos vergonzantes pero no menos condescendientes, exigen que nuestro gobierno «se ajuste a derecho» lo que implica, lisa y llanamente, que cumpla con la sentencia dictada, sin reparar en las nefastas consecuencias que (aunque conociéndolos, sí han reparado y por eso lo exigen) eso puede desencadenar sobre el presente y futuro de nuestro pueblo. Precisamente, en este proceder se observa otro elemento paradojal, pues, quienes más fervorosamente reclaman que el gobierno argentino actúe conforme «a derecho» son los «periodistas» que trabajan en los grandes corporaciones mediáticas (especialmente, Clarín y Nación). Corporaciones estas que durante años se han caracterizado por soslayar las decisiones de la justicia vernácula y no ya en primera instancia -como es el caso del juez neoyorkino- sino hasta aquellas que han sido dictaminadas por la propia Corte Suprema. Como vemos, la hipocresía es otro de los ingredientes característicos del ejercicio periodístico en estos tiempos; especialmente cuando ese ejercicio se desarrolla a través de los medios dominantes. Por otro lado, no es fruto de la casualidad que American Task Force Argentina (ATFA), el grupo de tareas que ejerce presión en favor de los fondos buitres, publique sus solicitadas a través de Clarín y la Nación (recordemos aquella conocida frase de la diputada Carrió: «defender a Clarín y La Nación es defender a la Patria misma») y que estos mismos diarios se esfuercen por presentar una «buena imagen» de los demandantes (buitres) y del juez de Nueva York. Menudo «patriotismo» el que profesan estos medios.
Lo cierto es que reclamar la aplicación de una sentencia que vulnera los más elementales principios de racionalidad es, ni más ni menos, que pretender consagrar una injusticia. Máxime, a sabiendas, que el cumplimiento de la misma trae aparejado el incremento exponencial de una deuda que condenará a un elevado número de generaciones de argentinos al hambre y al empobrecimiento, en contraste con el enriquecimiento de unos pocos que sin el menor de los escrúpulos, y en base a especulaciones financieras, vienen diezmando a vastos sectores de la humanidad.
Lo concreto es que, más allá de aciertos o de errores en materia de procedimientos, la indoblegable postura del gobierno argentino de no ceder ante las exigencias de la inequidad de un sistema financiero internacional configurado para satisfacer la avidez de los detentadores del poder económico es una actitud verdaderamente gratificante. No así, el incomprensible accionar de ciertos políticos opositores que, en su afán por perseverar en coincidir con el mensaje de los conglomerados mediáticos, salen a cuestionar la firmeza del gobierno frente al fallo.
Es verdaderamente lamentable contemplar como un espectro muy amplio de dirigentes de la oposición, muchos de ellos futuros aspirantes a la presidencia, se suman a formular críticas y/o a reclamar el dócil sometimiento a la sentencia. Otros, los que no tienen nada que aportar, prefieren resguardarse en el silencio; actitud, por cierto, nada elogiable ya que silenciar voluntariamente la voz ante una injusticia es, ni más ni menos que, convalidar la materialización de la misma.
Afortunadamente la posición nacional ha sido ampliamente respaldada por los países de la región, por el Mercosur, por la Celac, por las naciones integrantes de los BRICS, por destacados economistas internacionales, por importantes naciones europeas, y hasta por el propio parlamento británico. Sí, sí, leyó bien, británicos. Pese a que algunos sectores de la oposición política local y economistas del establishment intenten desacreditar al gobierno aduciendo de qué trata de «malvinizar» la cuestión de la deuda.
La cuestión es que el apoyo internacional ha sido contundente; hecho éste que despierta mayor asombro cuando en nuestro país, basta encender la televisión (y contemplar cualquier programa político, los de TN por citar un ejemplo) o sintonizar ciertas radios para escuchar voces que contradicen ese relevante apoyo.
Como se podrá apreciar, ser argentino es algo más que portar una simple ciudadanía. No obstante, y al parecer, una buena franja de quienes se dicen argentinos todavía no se han dado cuenta de ello.
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