La prácticamente totalidad de las encuestas conocidas públicamente da, frente a las elecciones del 2019, los mismos resultados. En términos generales otorgan un treinta por ciento de la intención de voto a tres espacios bien diferenciados: Cambiemos, Unidad Ciudadana, el Peronismo anti kichnerista, el Frente de Izquierda y los ultraconservadores y ultraliberales. Frente a estos […]
Muchos se sorprenden por el hecho que Cambiemos mantenga semejante caudal electoral si se considera el supuesto fracaso de sus políticas económicas, sociales y culturales. En otro artículo, en preparación, demostraremos que el fracaso no es tal y que los resultados obtenidos por el gobierno obedecen a un plan fríamente calculado a efectos de implementar un proyecto neoconservador orientado a beneficiar exclusivamente a las clases altas argentinas.
Volviendo al treinta por ciento que conserva el Macrismo está compuesto por: las clase alta argentina compuesta por dos subclases: La clase alta «estricto sensu», también denominada tradicional o patricia. Son las ocho mil novecientas familias de la «Guía Social» o «Guía Azul» mas otros que no quieren figurar en semejante lista de «privilegiados», viven en Recoleta, algunos sectores de Barrio Norte; Barrio Parque San Isidro y San Fernando, con sus colegios exclusivos, el Jockey Club, CUBA y otros antros, su manera única de hablar, su vocabulario diferenciado, sus ademanes,sus enormes extensiones de campo, sus bienes culturales, su austeridad y solidaridad unilateral y su sentido de pertenencia.
La otra subclase, que sueña con ser aceptada e incluida por la primera, aunque salvo por la vía matrimonial en general no lo consigue, está compuesta básicamente por los dueños de la argentina. Las mil familias más ricas del país. Estos poseen fortunas incalculables de varias centenas de miles de millones de dólares. Son dueños de los más importantes medios de producción, manejan las operaciones bursátiles y fantásticos movimientos financieros, la principales empresas de medicina prepaga, son los señores del petróleo, los combustibles y el gas, poseen importantes inversiones mineras los peajes en las rutas, las grandes empresas nacionales y transnacionales, los medios de comunicación más importantes y con mayor penetración social.
Son las grandes fortunas históricas del país junto a aquellas sospechosamente conformadas al amparo de la última dictadura militar.
Este treinta por ciento se integra además por un sector asalariado de altos y muy altos ingresos que oscilan entra las categorías sociales ABC1 y ABC2 dueñas de importantes propiedades personales, viviendas secundarias y de vacaciones., propiedades urbanas con fines rentísticos, automóviles de alta gama y saturados de bienes suntuarios. Todo esto lo muestran y ostentan sin pudor. Estos tilingos o «globoludos, quieren pertenecer a una clase social que no solamente no los acepta sino que por el contrario los desprecia. Por sus características sociales y en especial culturales eligen a Cambiemos, quizás sin saber que a largo plazo a ellos también les va a tocar el costo del proyecto dominante.
A estos sectores no debemos dejar de sumarle al inefable radicalismo actual. El que renunció a Yrigoyen, el que sepultó al enorme Raúl Alfonsín, el que se olvido de su historia de lucha, compromiso social e independencia de poderes y democracia. Estos le han dado al poder gobernante la cuota de militancia, desarrollo territorial e infraestructura política y electoral de la cual Cambiemos carecía.
Todos estos sectores., más algunos otros imbéciles conforman un abigarrado grupo de GORILAS que en ningún caso optarán por un proyecto nacional y popular y por qué no revolucionario.
Esto no es nuevo en la historia política argentina. Al respecto basta con repasar las estadísticas de elecciones anteriores.
El primer presidente elegido por el voto obligatorio y universal, Hipolito Yrigoyen, ganó con el 61,68% de los votos. Juan Domingo Perón en 1946 obtuvo el 56% y en 1973 cuando lo único que garantizaba la paz y el progreso era Perón obtuvo el 61,85%. Raúl Alfonsin en 1983 sacó el 51, 73% y Cristina Fernández de Kirchner obtuvo en su primera elección el 45,28 % siendo Elisa Carrió segunda con el 23,05%. La misma candidata ganadora en la elección anterior alcanzó en 2011 el 53,9% del electorado, siguiéndole Binner con el 16% y Alfonsín con el 11%.
Todas estas aburridas cifras muestran que siempre se mantiene un margen de voto reaccionario, conservador y de clase y que por lo tanto debemos renunciar al esfuerzo de tratar de conformarlos e incluirlos.
Del otro lado de la disputa electoral se ubica el resto, nada menos que el setenta por ciento de quienes eligen. Salvo la izquierda militante a la cual nada se le puede reprochar, algunos sectores de la ultraderecha y ultraliberales que seguramente le sacarán votos a Macri, y algún sector filomacrista que se disfraza de peronismo (Urtubey) el resto está en condiciones de formar un gran frente nacional, popular, patriótico y profundamente transformador.
Para que esto se consume son necesarios prerrequisitos que no por innumerables veces repetidos, resulta imprescindible reiterar: Construir un Programa de Gobierno con fuerte participación de las bases.
Asistimos a la posibilidad de estar en las puertas de una etapa prerrevolucionaria en Argentina, para que esto efectivamente suceda es necesario un líder y un proyecto. Esto de ninguna manera supone dejar que se repita la gestión anterior, ni mucho menos otorgarle un cheque en blanco a quien llegue al poder. Por el contrario implica construir entre los que lo acompañen un proyecto revolucionario, clasista y nacional. Este proyecto Implica entre otras muchas cosas generar un giro definitivo respecto respecto al modelo de acumulación dominante y a las políticas de la década de noventa con relación a la Ley de «Reforma del Estado», al respecto deben nacionalizarse todas las ex empresa del estado actualmente en manos privadas, generar tarifas de los servicios públicos como parte de una política de ingresos y que reflejen efectivamente una apropiada relación ente costos de generación transporte y distribución y precios al consumidor; una profunda reforma agraria; duplicar el salario mínimo vital y móvil, salarios en general y monto de todas las jubilaciones a efectos de reactivar el mercado interno; restablecer las retenciones al campo con criterios que graven más a los grandes productores y no carguen las espaldas de los pequeños; poner en discusión del Congreso de la Nación la legitimidad de la deuda externa y someter a plebiscito público la voluntad de pago; derogar los decretos que permiten a los exportadores liquidar divisas cuando quieran y volver a los históricos treinta días; prohibir, controlar y castigar con cárcel efectiva a quienes transfieran activos al exterior; desarrollar los mecanismos necesarios para recuperar los depósitos de argentinos en el exterior; limitar la posibilidad de remesar utilidades al exterior sin límites, para lo cual se requiere una nueva Ley de Inversiones Extranjeras; desarrollar políticas fuertemente industrialistas y de sustitución de importaciones tanto de bienes finales como intermedios y de autopartes; desarrollar una política exterior muy agresiva de intercambio compensado por la cual de ningún país lleguen más importaciones que lo que a los mismos se les exporta; nacionalización de todos los recursos naturales; revolución educativa tanto en los procesos de formación docente como en los contenidos y métodos de enseñanza; profunda transformación del sistema de salud pública con el objeto de ponerla en calidad y cantidad al servicio de todos los sectores populares.; educación sexual en todos los niveles de la educación.; planes de desarrollo regional; reactivación integral del sistema ferroportuario; impuesto a la renta financiera para los grandes especuladores; impuestos a las grandes fortunas; promover la integración con todos los países de Latinoamérica; firme e irrenunciable posición frente al conflicto con Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas. Estos son unas pocas ideas alrededor de un gran proyecto revolucionario y transformador que deberá integrarse con miles de idea a ser propuestas por todo los compañeros que quieran colaborar.
En este marco vale la pena preguntarse cómo construir una gran plataforma nacional y popular. Para esto será necesario generar un proyecto con el más amplio consenso con la participación de todos los actores sociales posibles. Se necesitan miles de militantes que recorran cada barrio, cada club, cada colegio, cada iglesia, cada sinagoga o templo de todos los cultos, cada pueblo, cada plaza, cada lugar recogiendo las propuestas e inquietudes de los sectores más vastos posibles de la ciudadanía sin exclusiones y sin discriminaciones de ningún tipo. Estas propuestas deberán convertirse en la base del programa de gobierno. Todas estas propuestas deberán ser recibidas por un comité de especialistas capaz de consolidar y sintetizar las propuestas las cuales se convertirán en la gran plataforma de proyecto nacional que deberá encabezar un Candidato que surja del movimiento popular
Construir un Candidato que lidere este espacio político a partir de elecciones «Paso» o internas abiertas sin exclusiones ni proscripciones y donde todos los participantes se comprometan a apoyar con su militancia y sus votos al Candidato triunfante sin excusas ni miserias.
Luis Yanes. Geografo UBA
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.