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Elecciones en Buenos Aires: Los alcances del triunfo de Macri

Fuentes: Corriente Praxis en el MST

Ganó el gestor, el que exigió «no hacer ideología» y pidió su voto porque él representaba la «eficiencia». Se mostró como el rostro del éxito, empresario multimillonario y ganador en el fútbol profesional. Ganó el proyecto de Berlusconi argentino, al que ahora se lo pinta como líder de la oposición Al día siguiente del triunfo […]

Ganó el gestor, el que exigió «no hacer ideología» y pidió su voto porque él representaba la «eficiencia». Se mostró como el rostro del éxito, empresario multimillonario y ganador en el fútbol profesional. Ganó el proyecto de Berlusconi argentino, al que ahora se lo pinta como líder de la oposición

Al día siguiente del triunfo de Macri en la segunda vuelta, la cuidad amaneció empapelada por un afiche que rezaba «Bulldog 1 Kirchner 0» sobre fondo amarillo y una inscripción que verificaba la sigla ganadora: «Pro».

Lavagna festejó y le pidió a Macri que se concentre en gobernar. Duhalde denunció que en el PJ provincial no hay democracia sin internas y aprovechó para fustigar a Kirchner. Hasta Cavallo reapareció de su ostracismo y salió exultante a pedirle a Macri que «se juegue a nivel nacional». Bergoglio ya había transformado el púlpito en tribuna, desde donde se anima a denunciar el Chavismo de Kirchner. La derecha acaba de triunfar en uno de los distritos más importantes del país. En Washington muchos saludaron el resultado. En circunscripciones como Recoleta y Socorro Macri obtuvo más del 80 % de los votos. En barrios de clase media y también populares ganó, arrastrando parte del voto de Telerman y el ARI.

Macri sacó provecho de la oposición ideológica de los sectores históricamente antiperonistas, del hartazgo con el oficialismo progresista de buena parte de votantes de clase media y de la inseguridad y el temor real o imaginario de amplios sectores sociales que supo azuzar el macrismo, como suele hacerlo la derecha en diversos rincones del planeta. Eso si, para poder romper el techo histórico del 35-40 % de los votos, la derecha tuvo que camuflar buena parte de su programa histórico, aunque no se privó de amenazar a los habitantes pobres de los asentamientos.

Ganó el gestor, el que exigió «no hacer ideología» y pidió su voto porque él representaba la «eficiencia». Se mostró como el rostro del éxito, empresario multimillonario y ganador en el fútbol profesional. Ganó el proyecto de Berlusconi argentino, al que ahora se lo pinta como líder de la oposición.

Un voto conservador

El distrito es el receptor natural del turismo y epicentro de las finanzas y el consumo. La Capital registra los niveles más altos de crecimiento. El voto a Macri es también una demanda de orden y seguridad para amplias capas de la población que están ganando, invirtiendo y consumiendo; es también el voto elegido de sectores asalariados de ingresos altos. El discurso macrista sintoniza bien al tomar a su votante como un cliente, al que le ofrece un buen servicio por los votos prestados. En la idea privatista de la democracia, el cliente participa activamente sólo en su esfera privada, mientras que la pública es ofrecida a personal idóneo para su buena gestión.

Esta sensibilidad ya se había manifestado en la primera vuelta, donde gran parte del voto anti-político fue capitalizado por el empresario y millonario Macri, mientras que en el auge del Argentinazo, el voto contra los partidos fue canalizado por Luis Zamora, que viajaba en colectivo y denunciaba al imperialismo y al capitalismo.

El papel del progresismo

El voto a Macri representa también una fatiga y decaimiento del proceso abierto por el argentinazo en el 2001 en el epicentro nacional de las movilizaciones. Su institucionalización por parte del partido peronista permitió vaciar las calles y cerrar la crisis orgánica abierta en aquel período. El peronismo, como partido del orden, sólo podía lograrlo haciendo propio y asimilando ciertos ecos de la movilización popular. Pero el progresismo, al consolidar las relaciones sociales y políticas vigentes y desarmar el movimiento popular se hacía él mismo, con su retórica democrática y nacional, un personaje ya inservible, ya peligroso para amplias capas sociales conservadoras y sus intelectuales formadores de opinión pública, que agitaron el fantasma del autoritarismo.

Telerman, la cabeza oficial del progresismo en la ciudad, no hizo más que copiar todos los gestos y todas las mañas que la derecha reclamaba para sí.

Finalmente el gobierno nacional creyó que era la hora de consolidar a sus propias figuras en vez de formar coalición con Telerman mediante acuerdos similares al que alcanzaron en otras provincias. De esa manera la lucha fraticida del progresismo trucho le sirvió en bandeja la ciudad a la derecha. Es notable cómo este «detalle» es olvidado por periodistas afines al gobierno nacional como Verbitsky, que se ha cansado de denunciar a la «paleoizquierda» por no votar a Filmus y dividirse a cada paso.

Hacia las elecciones presidenciales

Es indudable que la oposición de derecha ha logrado comenzar a estructurar una fuerza política más clara y visible. El alcance verdadero del triunfo macrista está aun por verse. Pero es improbable, sino imposible, que algún candidato pueda amenazar seriamente la reelección de Kirchner o el triunfo de Cristina Fernández en las próximas presidenciales de octubre.

Esto es así porque el gobierno ha acumulado un caudal político creciente, desde el exiguo 22% en aquel lejano 2003. En el medio logró aplastar a Duhalde, cooptar a muchos movimientos sociales y asociar a la mayoría de los gobernadores radicales, consolidando una clara mayoría en ambas cámaras legislativas, ayudado por un crecimiento sostenido de la economía. El sistema político presidencialista contribuyó a transformar al peronismo-kirchnerismo en el partido predominante de un nuevo sistema multipartidario débil e inestable, que ahora puede presumiblemente mutar hacia un multipartidismo bipolar, mediante la formación de dos coaliciones amplias de centro derecha y centroizquierda.

La coyuntura de los últimos meses, con los escándalos de Skanka, el Indec o la huelga docente en Santa Cruz, desgastaron esa imagen de un hombre con estrella que muchos le adjudicaban. El triunfo de Macri en Capital y del ARI en Tierra del fuego alimentan ese desgaste, pero no parecen cambiar el curso fundamental de la situación con vistas a las próximas presidenciales.

Nuevo impulso a la lucha salarial

Sería apresurado pensar que han sido superadas las reservas democráticas y de lucha que afloraron en el 2001 y que determinó un giro a izquierda en las más amplias masas. Esas reservas han sido claramente demostradas con la muerte de Fuentealba o el repudio masivo a la desaparición de Julio López. Se demostrarán inexorablemente si Macri pretende avanzar sobre derechos conquistados e imponer una vuelta de hoja hacia una gestión neoliberal y privatista en la ciudad.

A su vez el crecimiento del ciclo económico está permitiendo una recuperación del tejido social proletario tan duramente golpeado en el período neoliberal, en particular en el sector industrial. Aún así, las dificultades que deja unas condiciones obreras fragmentadas y con un nivel récord de trabajo precarizado no son fáciles de superar y demuestran de paso los límites del modelo neodesarrollista que se alimenta de las conquistas patronales del período aperturista y liberalizador.

Acompañando el ciclo de la economía algunos conflictos sindicales se vienen desarrollando más allá de los topes y convenios firmados por las empresas y los sindicatos oficiales, a pesar de que el nivel salarial nacional ha sido contenido en una franja fluctuante de acuerdo a las expectativas del empresariado nacional aunque un poco mayores a los primeros topes propuestos por el gobierno.

Estos conflictos foguean y desarrollan una nueva gimnasia política de sectores obreros que va a contribuir, aunque sea lentamente, a un nuevo despertar de los movimientos laborales en el país. Es indudable que a la cabeza de esta experiencia se encuentran los docentes, sobre todo del interior. El MIC es una herramienta eficaz para impulsar estos procesos a condición de que sepa incorporar a todos los matices y corrientes que hoy están desarrollando, de acuerdo a sus particularidades y lugares, una militancia de base y democrática a su interior, como lo demostraron los docentes de Santa Cruz y Neuquén.

Construir una Nueva Izquierda

Si algo demostró las elecciones porteñas, es la bancarrota del progresismo en todas sus variantes. Se necesita una poderosa fuerza de izquierda, capaz de atraer a un amplio conglomerado de la izquierda social, sindical y cultural que constituye un porcentaje importante en Capital, Gran Buenos Aires y algunos centros urbanos del país. Mientras los proyectos autoproclamatorios con su monolitismo, sectarismo e intolerancia no pueden ofrecer un verdadero canal de participación popular, tampoco lo pueden hacer proyectos como el del zamorismo que pretendió hacer del horizontalismo un programa y del anti izquierdismo una estrategia.

Se necesita forjar una nueva herramienta política. Claramente de izquierda, intransigente en su lucha contra el capitalismo y el imperialismo y al mismo tiempo abierta a las distintas vertientes de izquierda y a los luchadores sociales. Que pueda articular y trabajar junto al movimiento social, respetando su independencia y colaborando en su construcción y desarrollo, al mismo tiempo que pueda ofrecer una alternativa para comenzar a construir una oposición por izquierda al gobierno. El 4% obtenido por Patricia Walsh y el ingreso a la legislatura son un paso adelante para desarrollar este proyecto, al que se necesita sumar a más componentes desplegando una gran creatividad e imaginación para adoptar iniciativas realmente innovadoras y aglutinantes. Todas estas iniciativas pueden ser favorecidas constituyendo una mesa nacional y mesas regionales en todas las provincias del país.