Con prescindencia del resultado de las legislativas el próximo 14 de noviembre, Argentina afronta un período prolongado de grandes turbulencias.
La inestabilidad política se multiplicará, detonará una bomba económica y, aunque no se pueden prever los ritmos, dará paso al reclamo social masivo, con debilitamiento del poder central y posibles explosiones de violencia. Dicho de otro modo: la institucionalidad de la democracia burguesa culmina su agonía y prefigura un nuevo país.
Esta columna afirmó el 6 de septiembre, antes de las Paso, que fuera cual fuere el resultado en esa contienda ficticia: “(el país) ingresará en una severa crisis política, con alta probabilidad de que el presidente Alberto Fernández sea desplazado funcional o incluso físicamente del ejercicio del poder”.
En la semana siguiente al 12 de septiembre, una ofensiva lanzada por la vicepresidente Cristina Fernández desplazó funcionalmente al Presidente y dejó al país sin gobierno, puesto que ella carece de poder, instrumentos y condiciones para ejercerlo.
Podía esperarse una derrota panperonista en las primarias. No una “catástrofe política”, como caracterizó el resultado la propia Cristina Fernández (Véase un resumen informativo en Derrota electoral y crisis institucional en Argentina).
Un botón de muestra: en Villa Itatí, Quilmes, el FdT paso de un 67% obtenido en 2019 al 37% en esta elección. En la villa Iapi cayó del 71% al 23, y en Solano, del 69% al 44. En el total de la provincia, con una participación del 68,29%, Juntos por el cambio obtuvo el 37,99% y el Frente de Todos un 33,64%.
Encuestas de todo signo coinciden ahora en anunciar una segunda derrota del oficialismo. Todo indica que pese al descarado comportamiento preelectoral del gobierno, los resultados favorecerán a la oposición. Las consultoras de mayor peso aseguran que la diferencia a favor de Juntos por el Cambio (JxC) será mayor. Sin embargo la algarabía triunfalista de la prensa opositora debe ser tomada con pinzas. La obscena cantidad de dinero repartido de manera alocada en el afán por ganar votos, más la tenaza de presiones sistemáticas ejercidas puerta a puerta en el conurbano pobre de la provincia de Buenos Aires, pueden lograr el objetivo buscado y revertir esa caída abrupta del peronismo tradicional en ese sector. Más efectivo aún pueden ser otros dos factores: el peinado casa por casa en la llamada Tercera Sección para coaccionar a las personas que reciben diferentes planes sociales, y el fraude electoral que en el conurbano bonaerense se estima habitualmente en alrededor del 5%.
La desmoralización del aparato tradicional y la incursión sistemática de JxC en esos mismos sectores y con los mismos métodos, con más la compra en efectivo de los llamados “punteros” de panperonismo (quienes comprenden que el barco se hunde), dificultan la previsión del resultado final.
Si este despliegue alevoso de dádivas fracasara en su intento, entonces el país asistiría al tortuoso nacimiento de una nueva conciencia, acaso confrontada con la cultura de la dádiva y la prebenda. Tal deriva sería sorprendente: la conciencia social ha sido hondamente dañada por la mentalidad capitalista que antepone a todo valor la obtención de dinero. Lo cual no obsta para que, ante el colapso generalizado del panperonismo, haya un vuelco social análogo al que en 2015 le dio la victoria a Cambiemos y llevó a la presidencia a Mauricio Macri.
Con obvia finalidad manipulatoria y completo distanciamiento del análisis objetivo, los medios de oposición celebran por adelantado un triunfo mayor al obtenido en las Paso. Su contraparte oficialista carece igualmente de todo rigor y seriedad y se limita a propagar mentirosas indicaciones recibidas de algún funcionario de mayor rango, con absoluto desprecio por la verdad.
Así, el ciudadano común está huérfano de información fidedigna. La proliferación de comentaristas carentes de compromiso con el rigor analítico y, por regla general, sin la formación elemental para cumplir con tal tarea, en un momento extraordinariamente complejo de la historia nacional, llevan la confusión al paroxismo. Una poderosa fuerza centrífuga destruye lo poco que resta de las fuerzas políticas tradicionales y convierte inconsistentes coaliciones en una rara combinación de mercado persa y combate sin reglas entre arrivistas dispuestos a llegar a cualquier extremo para obtener mezquinos objetivos personales.
Analistas adocenados aluden con total soltura a la renuncia de Fernández después de 14N. Explican la perspectiva de una “asamblea legislativa” para hallar reemplazante, dando por cierto que la vicepresidente no podría asumir, lo cual se corresponde con un análisis objetivo, aunque no provenga de una reflexión consistente. Si tales desvaríos coinciden con la realidad, es que esta misma está desquiciada.
Futuro inmediato
Como sea, hasta fin de año vendrá el desorden propio de una elección perdida y un gobierno fracturado que busca eje y mando sin posibilidad alguna de hallarlos. Ninguna fracción oficialista podrá imponerse. Aun así, serán suficientes para impedir una opción de los trabajadores. La asunción de una estrategia propia ocurrirá en una etapa ulterior, que de seguro requerirá varias fases intermedias.
La gran cuestión es: ¿cómo acompasará esto con la evolución de la crisis en América Latina? Alguna vez escribí que Cuba era la vanguardia ideológica, Bolivia la vanguardia social y Venezuela la vanguardia política. El desafío era entonces combinar, ensamblar, esas vanguardias. Hugo Chávez buscó crear los instrumentos para lograrlo. Hoy, todo aquello ha quedado como un momento frustrado. Nunca como hoy la primera línea en la lucha de clases ha estado tan dispersa y desnortada, sin punto de reencuentro y recomposición a corto y mediano plazos.
En un horizonte por ahora imprevisible, esta situación sólo puede desembocar en revolución social o contrarrevolución capitalista. Entre tantas incógnitas, hay una certeza: en la medida en que prevalezcan las tendencias hoy conglomeradas en el Frente de Todos, la contrarrevolución, el fascismo, llevarán ventaja en esta carrera donde se juega el futuro nacional y, en gan medida, el de América Latina. Argentina continúa siendo una clave regional… por su debilidad.
Despunta la rebelión de las clases medias
Esa debilidad de la nación es la ausencia de la clase trabajadora como tal en el escenario político. Desde el último cuarto del siglo XIX, a la cabeza de los trabajadores latinoamericanos, la clase obrera tuvo en Argentina su propia perspectiva y organización. En la década de 1940 los sindicatos comenzaron a ser cooptados por el Estado. Las posiciones de la socialdemocracia, ya de lejos entregada a la defensa del sistema capitalista, más las de la sucursal local del stalinismo, mal llamada Partido Comunista, fueron el complemento para la operación de absorción de las organizaciones obreras esforzadamente edificadas desde las primeras organizaciones anarquistas y el periódico El obrero, de raíz marxista.
El proletariado argentino llegó al siglo XXI con sus organizaciones sindicales sometidas por completo al Estado burgués y bajo la conducción de camarillas mafiosas. Ya no había siquiera vestigios de una estrategia para la emancipación social. Por el contrario, los sindicatos se metamorfosearon en manos de dirigencias corruptas hasta convertirse en empresas capitalistas en beneficio de sus gerentes.
El próximo 11 de noviembre la CGT hará una pantomima de congreso, en el cual elegirá una dirección a la medida de la tarea que tendrá como socio subordinado del capital para afrontar la devastadora crisis a partir del 15 de noviembre.
Ausente la clase obrera frente al estallido del sistema, en los últimos años se ha visto a las clases medias manipuladas para ocupar su lugar. Las poderosas movilizaciones contra el kirchnerismo en 1918 y la campaña final de Macri en 2019, que en situación de desastre le significaron un 41% en la elección presidencial, tienen como base a las clases medias, subrayando que, gracias a la contribución conceptual recibida de Brasil y el PT, la sociología acomodaticia pasó a considerar “clase media” a obreros y trabajadores en general con empleo estable y un ingreso suficiente para sobrevivir. Y en épocas de “autopercepción” como razón válida, no son pocos los trabajadores convencidos de pertenecer a una clase que consideran superior.
Tales “clases medias”, tienen la ideología que siempre inervó a la pequeña burguesía, en cualquier país: progresista en momentos de auge, fascista en situación de crisis.
Fue esa deriva la que en su primera fase llevó a la victoria de Macri en 2015. Ese mismo fenómeno, acentuado por el agravamiento de la situción económica y social, se expresó primero en el voto desesperado a los Fernández en 1919 y reaparece ahora, casi sin maquillaje, para condenar al gobierno actual –con eje en la figura de Cristina Fernández, rechazada por más del 70% de la opinión pública- y preparar el retorno de algún remedo de Macri –y muy probablemente del propio jefe de Cambiemos- en 2023.
Pero 2023 está muy lejos. Y en la crisis que ahora adquiere magnitud superlativa, el gran capital podrá contar con las clases medias (así como con las cúpulas sindicales) para afirmar una perspectiva reaccionaria contra los trabajadores y el pueblo. En un marco de obligado ajuste para sanear un mecanismo capitalista desquiciado, esto incluye, vale repetirlo, el riesgo de violencia extrema contra la sociedad en su conjunto, con foco en los desposeídos.
Mientras tanto las izquierdas se regodean propalando que han conquistado el sitio de “la tercera fuerza”. No parece importarles que las dos primeras sumen el 95% de los votos. Nunca el electoralismo socialdemócrata llegó a estos extremos del infantoizquierdismo contemporáneo. El lunes 15 podrá verificarse si esta fracción mantiene su condición de “tercera fuerza” o la cede a manos de un liberalismo retrógrado, inequívocamente fascista, nutrido por jóvenes enajenados por ausencia de una alternativa revolucionaria real.
Un tejido social putrefacto
Desde la cúspide oficial se ha instalado el método de desfigurar la realidad. Tergiversan, niegan o inventan hechos con total desparpajo. Así se conectan con la sociedad. Cinismo sin precedentes, como expresión de cobardía también sin parecido en la conducta política de antepasados de cualquier signo. Un baldón para la Historia.
Esa conducta ha permeado a buena parte de la sociedad. Es posible encontrarse con jóvenes violentando a sabiendas evidencias más allá de toda discusión; no para defender un proyecto de futuro, sino para obtener un beneficio personal. Es el ejemplo diario de lo que practican figuras públicas. La degradación de las clases dominantes ha calado muy hondo. Requerirá tiempo y esfuerzo recuperar el sentido de la decencia, el respeto a la verdad, la honra individual.
Razón de más para multiplicar centros de estudio, círculos de reflexión y debate sobre la realidad argentina e internacional. Estudiar e internarse en fascinante mundo del debate de ideas ajenas al interés individual, sin embargo, no es sufuciente. La primera y más importante tarea es contribuir a la recomposición de las fuerzas anticapitalistas, con cientos de miles de activistas entrampados en el electoralismo y el oportunismo. Esa tarea estratégica es inseparable de otra fundamental: echar las bases de un partido de masas de los trabajadores y su más amplio arco de aliados.
@BilbaoL
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