Pasadas las elecciones legislativas en Argentina, donde se decidió la mitad de bancas de la cámara de diputados (127 bancas de 257) y un tercio de las bancas del Senado (24 senadores de 72), es pertinente realizar un balance del comportamiento electoral y los resultados, acompañado de un primer análisis de las lecciones derivadas de […]
Pasadas las elecciones legislativas en Argentina, donde se decidió la mitad de bancas de la cámara de diputados (127 bancas de 257) y un tercio de las bancas del Senado (24 senadores de 72), es pertinente realizar un balance del comportamiento electoral y los resultados, acompañado de un primer análisis de las lecciones derivadas de un proceso electoral muy polarizado y contextualizado en un ambiente social irregular, condicionado por la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, la ofensiva del poder judicial sobre algunos referentes de la oposición y la «sinceridad económica» del gobierno al prometer un cambio regenerador por las duras contrarreformas al sistema de derechos sociales en salud, educación y trabajo anunciadas en el marco de la campaña, que recordaban el mensaje Churchiliano anunciando a los británicos: «sangre, sudor y lagrimas».
Para algunos el triunfo del oficialismo en la mayoría de distritos electorales es catastrófico, aunque en la historia democrática posdictadura -exceptuando el 2001, por la caótica situación vivida en la economía nacional que estallaría un par de meses después de las elecciones [1] – ninguna fuerza oficialista ha perdido las elecciones de medio término. El oficialismo ganó ser la primera minoría con su propio sello amarillo de Cambiemos, compuesta por una alianza entre la Coalición Cívica Radical, ECO, la Unión Cívica Radical y el PRO, con matices ideológicos. Lo nuevo es que el sello Cambiemos arropa a todas estas formaciones políticas creando una sensación de mayoría absoluta. La verdad es que, aunque represente el 41,9 % del electorado a nivel nacional para diputados y 41% para Senado, no llega a ser una mayoría aplastante.
Unidad Ciudadana se convierte en la oposición con el 30,7% de los votos a nivel nacional para diputados y 36% para Senado, en medio de un escenario disperso de las fuerzas opositoras, con problemas para encontrar puntos de conexión en una disputa unificada al modelo económico-social restrictivo que propone Cambiemos. No se ve fácil sumar en un espacio articulado al movimiento nucleado alrededor del peronista Sergio Massa (tercera fuerza nacional con el 6% de los votos) el Frente de Izquierda y los Trabajadores (5,9 % de los votos), los movimientos distritales y locales (un 6,2% en la suma nacional) y a otras fuerzas locales como Unidos por Córdoba (5,6%). Es una dispersión ideológica difícil de agrupar por la disparidad de opiniones y proyectos políticos, pero que, a la vez, se convierte en el principal eje de análisis y crítica a futuro en la búsqueda de una alternativa política para el 2019 de quienes pretenden frenar el ajuste económico.
I. Las elecciones:
La Alianza Cambiemos (UCR-ECO-PRO-CC) pasó de 89 a 108 bancas en la cámara de diputados convirtiéndose en primera minoría, sumando 62 de las 127 bancas en disputa. En el Senado pasó de 16 a 25 bancas, ganando 12 de las 24 curules en disputa, un resultado que lo mantiene como segunda minoría después del bloque Frente para la Victoria-Unidad Ciudadana. En términos generales Cambiemos avanzó mucho en algunos distritos electorales, antes dominados por el Partido Justicialista y el Frente para la Victoria, como La Rioja, Entre Ríos, Santa Cruz, Buenos Aires, y desplazó a proyectos locales muy fuertes como Unión por Córdoba y el Frente Progresista en Santa Fe, donde dichos movimientos ostentan las gobernaciones.
El armado nacional de Cambiemos está basado en el acumulado de la Unión Cívica Radical y proyectos de derecha duros como el de la Coalición Cívica de Elisa Carrió en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque es posible dejar en duda que el liderazgo del PRO (Macri y Vidal) logre diluir esas fuerzas en Cambiemos, dejando ese proyecto como una alianza electoral y no convertido en el partido del régimen neoliberal (hegemónico).
Senadores:
Se pusieron en disputa 24 curules de 72, correspondientes a 3 senadores de 8 provincias: Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Luis, San Juan, y Santa Cruz. El sistema de designación de las curules es simple, 2 para la primera votación y 1 para la segunda votación de cada provincia. Cambiemos ganó en Buenos Aires, la Rioja, Jujuy y Santa Cruz (8 bancas), y fue segundo en las otras cuatro provincias (4 bancas), así sumó 12 curules. Unidad Ciudadana y sus aliados provinciales, cosecharon 7 curules, ganando en San Juan y Formosa (4), y siendo segundo en Buenos Aires, Santa Cruz, Jujuy (3) [2] .
Cambiemos acumuló 4.802.632, el 41,0% de los votos en disputa en las 8 provincias, mientras Unidad Ciudadana llegó a 4.281.727, es decir el 36,6% del total, seguido por 1país-GEN liderado por Massa con 1.141.247, el 9,7% y otras fuerzas FIT, Unión por Córdoba, Partido Justicialista que suman el 12,7% [3] .
La composición del Senado será: 32 curules para el Bloque Justicialista – FPV liderado por Cristina Fernández y Miguel Ángel Pichetto; 25 curules para Cambiemos, 5 para los PJ Provinciales, y 10 para otras fuerzas [4] . Es de resaltar que Massa queda tanto fuera de la Cámara de Diputados – al vencer su mandato- como del Senado, donde no contará además con copartidarios.
Cámara de Diputados:
En la cámara de diputados se pusieron en disputa 127 curules de 257, elegidos en los 24 distritos electorales. Cambiemos ganó 62 bancas, Frente para la Victoria y aliados 39 bancas, 1País-GEN 8 bancas y 18 bancas distribuidas en las demás fuerzas políticas como el Frente de Izquierda y los movimientos locales-provinciales. Cambiemos gana 19 curules más de las que tenía hasta el momento, Frente para la Victoria y aliados pierden 5 curules y el Massismo pierde 10 de 19 que ponía en disputa, siendo la formación política que más perdió en éstas elecciones.
En Cámara de diputados Cambiemos pasa de 89 a 108 curules, Unidad Ciudadana-Frente para la Victoria pasa 72 a 67, el Frente Renovador y aliados pasa de 37 a 27, el Bloque Justicialista pasa de 17 a 25 curules, el Frente de Izquierda mantiene sus 4 bancas y Otros disminuyen de 24 a 16 curules.
En cifras nacionales, Cambiemos y aliados llegaron a 10.203.936, de votantes, que representan el 41,9%, Unidad Ciudadana y aliados sumaron 7.471.919 de votantes, el 30,7%, movimientos provinciales-locales 1.502.021 de votantes, el 6,2%, 1País-GEN 1.463.303, el 6,0%, y el 15,2% restante dividido en el FIT, PJ-Buenos Aires y otras fuerzas [5] .
II. Las lecciones
Estas elecciones, como se ha dicho, dejan algunas lecciones no sólo para las formaciones políticas argentinas, sino para las de todo el continente. Las fuerzas de derechas han instalado un discurso basado en ilusiones y expectativas de ascenso social apelando al sentido común de la desigualdad y la competencia contra el otro, relegando a un segundo plano el sentido popular de la distribución del ingreso y los derechos. El mensaje de autosuficiencia y de «voluntad» individual, ligado a la «meritocracia y la actitud emprendedora», se sobreponen a la idea de un Estado que distribuye la riqueza y que busca fortalecer las capacidades industriales nacionales como motor del trabajo y la economía.
También se muestra una capacidad de la derecha para canalizar el hastío de la política tradicional y la corrupción, sabiendo despegarse de su histórica responsabilidad como parte de esa corrupción estatal siendo los contratistas de la obra pública, de la fuga de capitales y de las pésimas medidas económicas que dieron lugar a los peores momentos de la economía nacional. Cambiemos logró mostrarse como lo nuevo, aunque sea el nervio de lo viejo.
La derecha, apoyada con el poder judicial y los medios de comunicación, logró judicializar al progresismo como un proyecto ligado a la corrupción, y en el caso de la Argentina, Unidad Ciudadana y la propia Cristina Fernández, no lograron generar una respuesta satisfactoria para la sociedad en general, que a partir de la matriz mediática y de algunos casos bochornosos, han perdido la confianza en esa alternativa. En ese sentido, el mensaje de «vamos a volver» sostenido por la Unidad Ciudadana, en vez de favorecer una opción ganadora, naufragó en la desconfianza sembrada por el marketing político de Cambiemos.
Es preciso motivar la competencia de liderazgos en el campo popular, sosteniendo proyecciones de nuevos cuadros y dialogando con todos quienes tienen aspiraciones electorales. Queda la sensación de que una candidatura de unidad entre Cristina Fernández y Randazzo, en provincia de Buenos Aires, hubiera sido ganadora, aunque Unidad Ciudadana queda en mejores condiciones que el Partido Justicialista, debe asumir todas las autocríticas que muchos de sus votantes están haciendo, en camino de deconstruir la propuesta alternativa a Cambiemos, para dar vuelta en el 2019 al proyecto neoliberal que se atornilla con el triunfo del oficialismo en estas legislativas.
Es importante referenciar que las elecciones de Congreso son un termómetro de la situación política nacional, aunque el resultado no sea concluyente sobre el futuro político. Al oficialismo le queda mucho por concretar en cuanto a las medidas económicas y sociales de su proyecto, lo cual deja abierto un escenario de descredito por el impacto negativo que van a tener en las familias argentinas. A la oposición, por otro lado, le queda pensar en ganar la confianza de un proyecto de futuro, que aunque tenga referencias de gestión en el pasado, se desligue de las prácticas tradicionales con las cuales se le emparenta.
Notas:
[1] https://www.pagina12.com.ar/
[2] http://resultados.gob.ar/
[3] http://resultados.gob.ar/
[4] http://www.telam.com.ar/notas/
[5] https://www.pagina12.com.ar/
Javier Calderón Castillo es investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
@javiercc21
Fuente: http://www.celag.org/elecciones-lecciones-la-argentina-informe-poselectoral/
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