En la fachada más visible del inmenso Ministerio de Desarrollo Social sobre la avenida 9 de Julio, las más ancha del mundo, en pleno centro de Buenos Aires, hay un enorme mural luminoso del rostro de Evita, que fuera inaugurado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en 2011, quizá para que la gente no olvide quién fue y qué significó para los argentinos..
Cuando el neoliberal Mauricio Macri llegó al poder en 2015, los reflectores que iluminaban el mural por las noches fueron apagados. La figura de Eva Duarte, esposa de uno de los políticos más importantes de la historia de Argentina, Juan Domingo Perón, considerada como “la abanderada de los humildes”, aún hoy divide a los argentinos.
La figura, emblemática hasta fines de los 70, fue perdiendo cotidianeidad. Hoy es para la mayoría de los argentinos una heroína sin par en la historia argentina y también es blanco de los peores adjetivos peyorativos de las clases pudientes y los sectores de la derecha vernácula: todavía hoy no perdonan que los “salvajes” y “negros” trabajadores que llegaron caminando a la capital el 17 de octubre de 1945, para apoyar a Perón, entonces coronel y ministro de Trabajo, se refrescaran los pies en las fuentes…
Rocío Otero, investigadora del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, observó los esfuerzos simbólicos realizados por ámbitos y grupos de la izquierda peronista para proyectar en esta figura una versión radicalizada del peronismo. En particular, analizó el matiz particular que tomó este esfuerzo simbólico en el caso de la organización guerrillera Montoneros.
Con la metáfora del «síndrome de Hamlet» trató de poner de manifiesto un «cuadro sintomático» en torno a la figura de Eva, que se caracterizó por un conjunto de percepciones que otorgaron un sentido retrospectivo a la figura y la acción de esta líder, tendientes a legitimar y reforzar la idea de que el peronismo debía radicalizarse como movimiento político para no desaparecer y para cumplir con su misión histórica.
Con su participación en los actos políticos y en los procesos sociales Eva Perón mostró características de personalidad que fueron decisivas en su conformación de líder. Irradió pasión, temperamento y sensibilidad a través de su discurso y sus actos.
La promulgación de la ley que otorgaba en 1947 el derecho y la obligación de votar a todas las mujeres argentinas fue fruto de varias voluntades y de intensas gestiones desarrolladas desde principios de siglo, a la vez que constituyó el punto de partida en el rol público de Eva Perón.
En su discurso se refirió a las “mujeres de mi Patria”, a “hermanas mías” y a “mis queridas compañeras”. Eludió recordar a los que la precedieron en la búsqueda del derecho al sufragio, mientras ponderaba el liderazgo del Presidente construyó el propio, no solamente por la mención de los rivales derrotados, ni por hacerlo ante una multitud
convocada exprofeso, sino por medio de la autoimagen de “puente”: nexo entre las aspiraciones del pueblo y las realizaciones del gobierno
Cuenta la leyenda que una vez le preguntaron a Christian Dior a qué reinas vestía y él contestó: «A Evita Perón». El diseñador francés fue quien le recomendó a la «líder de los descamisados» que luciera el pelo recogido con un chignon para competir en elegancia con las clases altas bonaerenses de la época. Y ese look creado por Dior lo quisieron imitar muchas mujeres que aspiraron a ser presidentas en nuestros países…
Pero no era el rodete, sino la cabeza y el corazón que estaban debajo… como lo pudo comprobar la ex-Miss Mundo 1981, la venezolana Irene Sáez. Politóloga, exmodelo y exreina de belleza, fue diputada y alcaldesa del municipio caraqueño de Chacao y posteriormente gobernadora del estado Nueva Esparta, siempre de la mano del empresariado venezolano.
En 1998 fue candidata a la presidencia de Venezuela. Su campaña se basó en acabar con la corrupción, reducir la burocracia y refinanciar la deuda pública. Durante la campaña recibió el apoyo del tradicional partido social-cristiano Copei, que estaba en el poder. Para su acto final de campaña se “disfrazó” de Evita, con rodete y todo. Pero su catastrófica derrota –que se la achacó al rodete evitiano- se puede explicar porque ese año Hugo Chávez fue electo presidente e Irene se fue a vivir a Miami…
El odio a lo popular
El odio de clases altas y medias fue in crescendo. En el momento en que Evita murió, a sus 33 años, “hubo gente que brindó y escribió en las calles ‘que viva el cáncer’”, recuerda Felipe Pigna, escritor de varios libros sobre ella y director de un documental. “Cuando quisieron borrarla, sus enemigos se encargaron de convertirla en un mito, de que fuera inmortal (…) y aunque hoy en día hay más consenso sobre su importancia, esa tensión se mantiene”, explica el historiador.
“Conquistas sociales del peronismo” es una frase clave en Argentina. Se refiere a la red de asistencialismo creada durante el primer gobierno de Perón, entre 1946 y 1952, de la mano de Evita, quien figuraba como la cara humana del gobierno de un general. Entre esas conquistas estaba un amplio plan de jubilaciones, accesibles sistemas de educación y salud públicos, una red de asistencia para los más vulnerables y mecanismos de defensa de los derechos humanos y de los trabajadores.
De Evita se recuerdan frases como “nuestra patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas” y “el capitalismo foráneo (…) ha podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”.
Evita tuvo un papel protagónico en la vida pública cuando las mujeres estaban confinadas al hogar. Lideró la campaña para la aprobación del voto femenino y dedicó parte de su gestión a consolidar derechos de las mujeres y los niños.
Sin embargo, fue crítica del feminismo de su época, a cuyas simpatizantes describió así: “Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres”.
Eran otros tiempos. Su figura no era la de una mujer emancipada del patriarcado sino la de una madre (de todas y todos): “Como mujer siento en el alma la cálida ternura del pueblo de donde vine y a quien me debo”. Pero, cuidado: Evita fue, al mismo tiempo, transgresora y rebelde, lo que traducido al lenguaje gorila (de clase media alta, de la iglesia, de los militares) sería “resentida social, trepadora y manipuladora”.
Es imposible saber qué diría Evita sobre los debates de género de hoy, pero las tensiones que manifiesta en sus memorias, La razón de mi vida, son en realidad las mismas que dominan hoy el debate de género, pero expresada 70 años antes.
No se habían cumplido cinco años desde que aquel 4 de junio de 1946 había asumido Juan Perón la presidencia, cuando comenzó a gestarse una inédita movilización popular: la central sindical CGT hizo un planteo oficial a Perón para proclamar la candidatura de Evita a la vicepresidencia de la nación. Las mujeres votarían por primera vez en la historia del país.
El 22 agosto de 1951, centenares de miles de personas se congregaron en el Ministerio de Obras Públicas, para proclamar la fórmula Perón-Perón… pero hubo que esperar hasta el 31 de agosto cuando habló Evita por cadena de radio y televisión y anunció su “irrevocable decisión”.
“Compañeros, quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico cabildo abierto del 22 de agosto (…) La felicidad del pueblo, se concreta en el bienestar de trabajadores y en la dignificación de los humildes y en la grandeza de la patria que Perón nos ha dado y que todos debemos defender como la más justa, la más libre y la más soberana de la tierra.
“No tenía entonces, ni tengo en estos momentos, más que una sola ambición personal: que de mí se diga cuando se escriba este capítulo maravilloso que la historia seguramente dedicará a Perón, que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, que Perón convertía en hermosas realidades y que a esta mujer el pueblo la llamaba cariñosamente Evita. Nada más que eso. Evita quería ser cuando me decidí a luchar codo a codo con los trabajadores y puse mi corazón al servicio de los pobres, llevando siempre como única bandera el nombre del general Perón a todas partes”.
Walter Benjamín supo decir que “ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence”, una definición que explica el extraordinario cuento Esa mujer, de Rodolfo Walsh (1966) que hace de la literatura un artificio político donde sin nombrar pone en el centro a un cadáver cuyo nombre estaba proscripto.
En el cuento, construido como una ficción y no como una denuncia, pone de relieve la proscripción de un nombre, la desaparición de un símbolo, el cadáver de Evita, el intento de borrar del mapa a un movimiento que concitó la adhesión de los trabajadores.
El símbolo de una Evita combatiente forjó no solo a las generaciones de la resistencia contra las dictaduras sino a aquellas que luego del Cordobazo (1969), nutrieron la Juventud Peronista y reivindicaban una Evita montonera.
“Volveré y seré millones”, la frase que el mito popular le atribuye a la voz de Eva Perón, son parte de un poema que José María Castiñeira de Dios escribió tiempo después de aquel dolor del 26 de junio de 1952: “Toda mi vida es un río, que anda rodeando la tierra, con ese pendón de guerra, que sólo al Pueblo confío. ¡Mi Pueblo, este signo mío, este amor sin más razones! Presa entre sus cerrazones, y porque soy libre y fuerte, yo volveré de la muerte. Volveré y seré millones”.
El último discurso de una Eva Perón muy enferma, ya, fue el primera de mayo de 1952, dirigido a los trabajadores, a “mis queridos descamisados: “No nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias”.
“No hay grandeza de la Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo trabajador.(…) Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de dentro, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma”.
A pesar de su muerte prematura debido a un cáncer de cuello uterino, Evita supo vivir su vida intensamente, y su legado perdura hasta hoy día. Nacida en la localidad argentina de Los Toldos –aunque algunos historiadores apuntan a que su nacimiento fue en la ciudad de Junín– en 1919, Eva Duarte de Perón, la que llegó a Buenos Aires para ser actriz, se convirtió en una referente de movimientos sociales mundiales, que perdura en el tiempo
A la temprana edad de 33 años, fallecería Eva Perón, el 26 de julio de 1952, hace 70 años. Entonces, la Central General de Trabajadores declaró tres días de paro y el gobierno estableció un duelo nacional de 30 días. La procesión de su cuerpo fue seguida por más de dos millones de personas, y su paso por las calles recibió una lluvia de flores arrojados desde los balcones cercanos.
Su cuerpo, embalsamado y mantenido en exposición, fue secuestrado cuando los militares, de la mano de la oligarquía, derrocaron a Perón en 1955, haciendo desaparecer el cadáver durante 14 años. “Santa Evita”, se llamaría el libro de Tomás Eloy Martínez que narra su vida y la historia de la desaparición de su cadáver, y que ahora se convertirá en película.
Su legado, en cambio, no pudieron secuestrarlo.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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