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Reseña de "Nosotras en libertad"

Son presencia activa y también son memoria

Fuentes: Rebelión

Presentación del libro «Nosotras en libertad» enfocado en los relatos de las expresas políticas de la provincia de Santa Fe, Argentina. Este evento tuvo lugar durante la «Semana de la Memoria» (aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976) en el Centro Cultural Provincial Paco Urondo de Santa Fe.

Nosotras en libertad es un proyecto enorme y, como no podía ser de otra manera, colectivo. Además de las más de doscientas mujeres que escriben sus testimonios, se armó un equipo de diseño para la web, ilustradoras, editores, músicas, que hacen que este proyecto sea, además de emocionante, hermoso.
El título de la colección y de la web no podía ser más adecuado: Nosotras en libertad.
Nosotras, la fuerza de un pronombre que constituye un colectivo femenino. Una condición: en libertad. Eso hace sobrentender que la libertad es un estado. Y que hay que aclararlo, porque no siempre fue así. Eso también marca qué es lo que cuentan estas mujeres. Todos los relatos hacen foco en sus vidas una vez que recuperaron la libertad. Una vez que salieron de la cárcel de Villa Devoto, donde todas estuvieron detenidas durante la última dictadura cívico-militar.

(Tomado de la presentación del libro online:)
«Todas sentimos lo mismo: nunca imaginamos llegar tan lejos en la vida, vivir tantos años. A los veinte nos rodeó la muerte y la cárcel de la dictadura. Todas tenemos un ser querido -o varios- muerto o desaparecido. Pero también todas nos aferramos a la vida, es nuestra forma de resistir. Resistimos viviendo hasta el límite. Escribimos y contamos para seguir viviendo cuando no estemos más. Nos pusimos a los 30.000 al hombro y los trajimos a la historia de los días de la democracia conquistada. Y pudimos ser felices, reír, cantar, gritar, trabajar, marchar, votar. Por nosotras y por los que no pudieron llegar y -ahora- por las compañeras que tuvimos que despedir.

Ellas también están en este libro, son quizá la presencia más fuerte y más convocada cuando escribimos nuestras historias y reflexionamos sobre este hijo común que es Nosotras en libertad. Están no solo en los recuerdos sino en el instante presente. En sus palabras que hicimos propias, en sus risas que nos contagian, en sus historias juveniles que nos vuelven jóvenes, en sus habilidades artesanales que nos llenan de color, en sus cantos reiteradamente repetidos y escuchados, en sus ideas y análisis políticos que retomamos para entender las complejidades del presente, en sus convicciones ideológicas que nos refuerzan la visión humanista y feminista del mundo y en sus historias amorosas que nos llevan a apostar al amor.»

En 2023 se cumplen cuarenta años de que recuperamos la democracia. Muchas de esas mujeres, que eran en su mayoría muy jóvenes, tienen todavía la fuerza y el coraje de contar, de contarnos, para que la memoria no se pierda. Y nos cuentan cómo es estar privadas de la libertad pero también nos cuentan cómo es salir de la cárcel, qué redes las sostuvieron, de qué trabajaron, en qué condición encontraron a sus familias, a sus parejas, si es que pudieron. También nos cuentan de esas huellas que quedaron en sus cuerpos y en sus ánimos, y cuáles de esas huellas fueron herramientas para salir adelante.

El proyecto se organiza por itinerarios, que se vinculan con el lugar de residencia de las mujeres que escriben: Por el mundo, Las del puerto, Bonaerenses, Entre sierras, valles y ríos, Andes Pampa y Patagonia y Navegando el Paraná, que es el tomo en el que encontré los relatos de las mujeres que viven hoy en Santa Fe.

Las voces santafesinas:
Silvia Abdolatif
María Rosa Almirón
Milagros Almirón
Graciela Boffeli
Patricia Ceuninck
María Rosa Genevois
Alejandrina Gómez
Alicia Gonzalez Alarcón
Nora Spagni
Elsa Splendiani
Stella Vallejos
Diana Guastavino

De los oficios
Aprendí, en el relato de Silvia Abdolatif («Cuidar corazones») sobre el concepto de la «lista de libertades» (la lista de los que iban a ser liberados de la cárcel en Villa Devoto). Y cuando por fin escuchó su nombre en esa lista y pudo salir, la metáfora se encarna en una profesión, en un trabajo, en un oficio. Silvia dice: “la solidaridad estaría primero en mi lista de valores. Durante treinta y dos años, cuidé corazones: Abracé la enfermería, “el arte de cuidar”. Mi trabajo fue siempre inmensamente reparador, lo desarrollé en la Unidad Coronaria, Hemodinamia y en Cirugía Cardiovascular”.

Así entreteje Milagros su historia y la de su oficio de tejedora:
“El 16 de julio de 1976, cuando nos detuvieron junto con mi madre, yo tenía catorce años. Nos llevaron a la Guardia de Infantería Reforzada (GIR). Ella estuvo detenida unos días y, luego de pasar por un sitio de tortura, apareció en el Hospital Piloto.
Permanecí en la GIR durante un año y medio junto con otras menores, todas éramos militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). En ese lugar las compañeras me enseñaron punto cruz, petit point y macramé. Muchos momentos del día estaban destinados a lo artístico. Éramos conscientes de la importancia de estar organizadas respondiendo a cronogramas que atendieran de manera integral nuestras necesidades. Esa estructura nos ayudó a no desmoralizarnos, a no decaer. Llevar a la práctica lo que pensábamos desde miradas conjuntas, construyendo comunidad, compartiendo los recursos y repartiendo equitativamente, nos daba fuerzas y ánimo.”

El tejido la acompaña desde entonces, fue lo que le permitió un ingreso cuando salió de la cárcel, fue el proyecto familiar que la volvió a enlazar con su mamá y sus hermanas y sus hijes. Las comparaciones y las metáforas también están presentes en todo su relato: “Las hebras y las palabras, los tejidos y la escritura nos constituyen sutilmente y nos sostienen en este entramado que es nuestra existencia.”

La docencia es otro trabajo que albergó a muchas de estas mujeres. Alicia González Alarcón nos cuenta de sus treinta y un años de docencia universitaria, en áreas vinculadas al Trabajo Social, los Derechos Humanos y la historia.

La hermana de Milagros, María Rosa Almirón, en su texto “Transformaciones” nos cuenta de sus días como alfabetizadora de adultos en una repartición pública de Mendoza: “Así, pizarrones, sillas, mesas, algunos libros de los que había o íbamos consiguiendo fueron adaptando los vetustos depósitos a simples y cada vez mejores aulas en las que los adelantos venían de la mano de la motivación de todos: hasta el ingenio para calefaccionar desde el gran tinglado quemando madera vieja dentro de tanques de doscientos litros. Ellos comenzaron a apropiarse de lo planteado, sus procesos y tiempos eran particulares y diferentes. Eso mismo enriqueció lo grupal: se ayudaban, se respetaban desde nuevas perspectivas y se tenían paciencia. Estaban los que necesitaban alfabetizarse y los que debían enfrentar las matemáticas más complejas de los niveles avanzados. La disposición comenzó a transformarse y el buen ánimo y la alegría fueron notorios en esas tres horas. Sus familias comenzaron a apoyarlos y a emularlos. Incluso los otros “no burros” del principio los valoraban y se interesaban por conocer qué transcurría en las aulas. Así comenzó a suceder que en los momentos de descanso en la cuadrilla la preguntas eran: ‘¿Qué están haciendo ahora?’, ‘¿tenés algo de tarea?’. Y mejor aún: ‘Vos que sabés, ¿está bien esto?’.»

Graciela Boffeli también cuenta de sus días como docente en la escuela técnica de su pueblo, San Vicente: “Después de asentarnos en mi pueblo comencé a trabajar en la Escuela Técnica donde enseguida me sentí muy bien, muchos de mis alumnos eran hijos de mis compañeros de escuela lo cual acercó más los vínculos. Me planteé una enseñanza libre con mucha salida a la comunidad, con trabajos que comprometieran a todos los sectores: la comuna, el comercio y grupos familiares.»

¿Van encontrando los puntos en común? Todas hablan de un trabajo en comunidad, de aprender de otros y con otros, de transformaciones y llamas que nunca se apagan.

Stella Vallejo también nos cuenta de los múltiples trabajos que tuvo desde que salió en libertad, incluida su designación al frente del INADI, Santa Fe, en 2007. Y también articula en su relato cómo fueron esos primeros tiempos entre Villa Devoto y Santa Fe, volver a vivir en libertad, quiénes cuidaron a sus padres mientras ella estaba presa, y qué era lo urgente cuando se volvía a casa: “Lo prioritario fue el sustento. Me rebusqué como costurera, tejedora y vendedora de libros hasta que fui reincorporada a mi trabajo, en el emblemático Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio. No hubiese podido disfrutar la vida en libertad sabiendo que aún quedaban presas/os políticos, por eso me sumé a la lucha por su libertad. ¡Salí de la cárcel habiendo encontrado novio! Mi hijo más chico suele decir: ‘Mis viejos se conocieron por el inodoro’. Tiene una explicación. En enero de 1983 en Devoto nos anunciaron calesita y nos colocaron otra vez de a cuatro por celda. Vaciaron un piso. Es que traían a nuestros compañeros desde distintas cárceles. Fuimos celebrando el encuentro ventana a ventana y usando los tubos de las letrinas para comunicarnos. Así comenzó mi relación con Carlos.”

Diana Guastavino también cuenta de los sentimientos fuertes y aparentemente contrapuestos cuando salió en libertad después de siete años y tres meses de estar detenida. De esos encuentros emotivos y dolorosos con su gente, porque tenía que acomodar su cabeza a un mundo desconocido y del que no entendía las reglas. “El clima de alegría por la libertad se enrarecía por las ausencias presentes”, dice Diana.

Alejandrina Gómez relata cómo el afecto recibido cuando salió de la cárcel, las casas abiertas de su familia, amigos y compañeros, la impulsaron a su vez a seguir la cadena de solidaridad. Que con otros, todo es más fácil:
«Llegué a Santa Fe unos días antes de Año Nuevo: en la estación de colectivos me esperaban familia, amigos, compañeros y un poco de Devoto, estaban las Almirón. Fue una gran emoción empezar a sentir en libertad que las compañeras y los compañeros eran familia donde estuviéramos. Además valorar el afecto y cobijo que muchas y muchos cumpas -algunos ex presos políticos-, amigas y amigos de la vida brindaron a mi hija y a mi madre. (…) Lo relatado me llevó a pensar e interpretar la opción no deliberada, con mi compañero, de abrir puertas, las de la casa donde viviéramos para compartir lo que hubiese.»

Y entonces el relato cuenta de una noche de misiadura donde lo único que había para compartir eran unas papas fritas, de la casa abierta para recibir a una nena que necesitaba un lugar en Santa Fe para asistir a la escuela especial, de la casa que se convierte en centro de reunión para preparar un libro o compartir con los compañeros que se juntan en las marchas del 24 de marzo.

En el texto de Nora Spagni también se evidencia esta disposición para los otros. En su caso eligió contar una experiencia que la llevó a acompañar a tres jóvenes que habían sido detenidos por la policía, en su camino de vuelta a Buenos Aires, sus aventuras en Retiro, la revinculación con las familias de los chicos, los recorridos buscando recursos del Estado y esquivando burocracias.

¿Desde dónde se empieza a tirar del hilo de la memoria? ¿Cómo habrán decidido qué recordar, qué contar?

María Rosa Genevois cuenta del recorrido que hizo, muchos años después, hasta la casa en la que había vivido en la clandestinidad: «Comencé a viajar a casa de compañeras en Chaco y en la ciudad de Corrientes y ahí, en el último viaje, decidí buscar la casa en la que habíamos vivido como familia y donde pese a todas las dificultades de ser clandestinos, fuimos felices.»

Elsa Splendiani nos trae una anécdota que también habla de la presencia de estas mujeres en las calles, en los actos públicos, en los festivales. Y de cómo muchas veces se enfrentan a la resistencia de que “lo político” se haga visible, como si fuera una mancha, como si pensarnos colectivamente, discutir ideas, plantear conflictos entre diferentes ideologías, fuera algo innecesario, molesto: “En 2017 el cierre (del Festival) estaba a cargo de Peteco Carabajal. Una reducida comisión del comité asistía con nuestros carteles, sencillos y realizados a mano. Preparé unos sándwiches, alguien se encargó de llevar una conservadora para tener latitas de cerveza heladas y en la entrada nos juntamos con Marcelo -de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas-, Stella, el “tío”, el Chelo -infaltable y querido Chelo- y una compañera cordobesa. (…) ‘¿Por qué no bajan los carteles?’, dicho casi condescendientemente, y ‘Esto no es político, es un festival’, en tono de enojo, fueron las consignas de la derecha metida en las neuronas de la gente.”

El oficio de escribas

Están en las escuelas, en las universidades, en las ferias colectivas, en los barrios ayudando a les pibes, en los hospitales. Están en las calles, en las marchas, en los festivales. En todos lados son presencia activa, presente de vínculos con otros y de lazos comunitarios. Y también son memoria. El oficio de ser agentes de memoria también lo fueron aprendiendo, algunas antes incluso de este proyecto.

Como nos cuenta Patricia Céunink en su relato: “Nos convocó nuestra historia. No podía ser de otra manera: en ese momento tuvimos el tiempo que las obligaciones -formales o no- nos negaron antes. Así que fuimos al juicio, no como público, sino como escribas. Un cuaderno, una birome, turnándonos de acuerdo a los días y obligaciones de cada una, sin discusiones, sin estridencias y con ese consenso que da el pasado en común. Aquello que vivimos, aunque no hayamos estado juntas, dio un aprendizaje duro por momentos, tierno en otros y solidario siempre. (…) Nosotras, las que estuvimos juntas o no, las que militamos juntas o no, las que seguimos en contacto o no… nos volvimos a ver después de veinte años y estábamos allí, en la sala del tribunal viendo desfilar a los compañeros que estuvieron en Coronda. (…) Tanta memoria guardada por tanto tiempo, hasta que pudo salir a la luz. No solamente de ellos sino de los familiares, conocidos y amigos. También de nosotras, que sabíamos algunos detalles por lo que nos contaron los cumpas y nuestras propias parejas. Pero en la sala del juzgado, la realidad se manifestaba en su sentido cabal de memoria colectiva.”

Las escribas, las que en los juicios llevaron cuadernos y biromes para tomar nota. Las que aprendieron, en pandemia, a usar las herramientas encontrarse por videoconferencia, a trabajar con procesadores de textos, a revisar las propias escrituras y las de sus compañeras desde el respeto y la búsqueda de la claridad.

En todos estos textos hay voces auténticas, diversas, que no fueron peinadas con el mismo peine. Cada una eligió qué contar y cómo hacerlo, y ese respeto por la originalidad de cada relato le da a esta colección una riqueza impresionante. También rescato esos pequeños detalles que le aportan a los relatos verosimilitud y un brillo especial. Porque sabemos qué puntos aprendió Milagros en Villa Devoto: punto cruz, petit point y macramé. Cómo fue la conversación con la peluquera en la que Stella decidió dejarse las canas. Cómo organizaron el primer acto de egresados en la improvisada escuelita en la que María Rosa le enseñaba a escribir a esos hombres aparentemente tan hoscos. Y en esos detalles está el corazón de cada una de ellas. Y también la imaginación de cómo habrían sido las vidas de las que ya no están, de las no pudieron salir vivas de Villa Devoto, de las que se enfermaron al poco tiempo, de las que llegaron a saber de este proyecto pero no alcanzaron a escribir.

No puedo más que agradecerles a estas más de doscientas mujeres y a todo el equipo que sostiene este proyecto y que lo hizo posible, a las familias y amigos que han dado ánimos, que han abrazado, que han dado una palabra de aliento cuando todo parecía mucho. Gracias por estos siete libros, gracias por esa web frondosa de textos e imágenes y música. Gracias por la honestidad con la que cuentan, con la que nos cuentan. Gracias por la memoria.

Nota: Esta presentación de Claudia Chamudis formó parte del conversatorio sobre el libro Nosotras en libertad – Relatos colectivos de las expresas políticas en la última dictadura militar en la cárcel de Villa Devoto. Estuvieron presente algunas de las autoras, y además de Claudia Chamudis, fueron invitadas Julia Porta, María Luisa Lelli y Victoria Stéfano. Moderadora: Victoria Bordas, hija y sobrina de las autoras.

Enlace al libro: https://nosotrasenlibertad.com/libroweb/

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