Las convenciones paritarias de este año han concluido sin grandes niveles de conflictividad, sin embargo no es un escenario complaciente el que se vive al interior de los colectivos de trabajadores. Al inicio de las negociaciones paritarias correspondientes al año en curso todo parecía indicar que habría momentos de alta conflictividad. La inflación, expectativas a […]
Las convenciones paritarias de este año han concluido sin grandes niveles de conflictividad, sin embargo no es un escenario complaciente el que se vive al interior de los colectivos de trabajadores.
Al inicio de las negociaciones paritarias correspondientes al año en curso todo parecía indicar que habría momentos de alta conflictividad. La inflación, expectativas a la baja del proceso económico y el intento del Estado de poner un techo a las negociaciones abonaban estos pronósticos. Nada de esto sucedió, salvo para el sector público provincial y, especialmente, para los docentes.
Avances y dificultades
Recuperadas las negociaciones colectivas anuales en el año 2004, estas abarcan cada vez más un mayor número trabajadores y se han desenvuelto hasta ahora sin mayores dificultades. Según los registros oficiales de los últimos años los acuerdos homologados por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, sean por rama de actividad o por empresa, cubren más del 70 por ciento de los trabajadores del sector privado y a un conjunto de colectivos de trabajadores del sector público. Así constituyen un verdadero avance social que se expresa en que las convenciones colectivas y abarcan ya a algo más del 80 por ciento de los trabajadores en blanco.
Sin embargo, como en otros años, es posible hacer de las negociaciones en 2013 una evaluación precisa del resultado: de la base de cálculo es variada según los convenios, si lo fueron en porcentajes, en sumas fijas o una combinación de ambos, si esos porcentajes fueron homogéneos para todas las categorías o bien diferenciados. En algunos gremios se los aplica sobre los sueldos de convenio, en otros sobre la remuneración efectiva y en otros sobre los básicos. En algunos casos los porcentajes escalonados son acumulativos y en otros simplemente se suman.
Diferencias
Por si algo faltara, las patronales lograron imponer desde hace unos años que se negocie según la inflación esperada, no la efectiva del período anterior. Esto es así desde que los salarios reales se recuperaron antes de la crisis del 2001. De ahí la lógica de dar el aumento anual por etapas: se supone van acompañando la evolución de los precios. Si se calculan estos incrementos por la simple suma de las cuotas, el aumento nominal general está en el orden del 23 al 24 por ciento, por el contrario si se hace el promedio ponderado según los tramos y se los anualiza, el resultado es menor. No es más que una estratagema patronal, con la anuencia sindical y el beneplácito del Ministerio de Trabajo, para disminuir el impacto en el costo laboral empresario.
El estudio realizado por los investigadores Ariel Setton y Jorge Duarte permite apreciar para algunos gremios seleccionados los porcentajes de aumento nominal y real en ese sentido(ver recuadro).
Impacto de Ganancias
Desde hace unos años el pago del Impuesto a las Ganancias termina reajustando a la baja los aumentos salariales conseguidos en las negociaciones paritarias (ver recuadro). Inicialmente cada año el impuesto afecta a alrededor de 1.600.000 trabajadores, pero al irse ejecutando los tramos a fin del año el tributo alcanza a 2.400.000, a los que deben sumarse alrededor de 200.000 jubilados. Según el estudio citado «muchos de los trabajadores recibieron durante los últimos años, aumentos superiores a los niveles de inflación, pero también comenzaron a tributar aquellos a quienes únicamente se les actualizó los salarios por ajustes por inflación. Casi la mitad de los que pagan ganancias, lo hace en las alícuotas más bajas, de hasta el 14% de la ganancia neta -llegando al 8,5% de los trabajadores totales-, y menos del 3% de quienes pagan, lo hace en la alícuota más alta (0,5% de los trabajadores totales) (AFIP, 2012)».
Condiciones de trabajo
El nivel de acuerdos se ha ido estabilizando año a año al alza, y las paritarias pueden ya considerarse no una excepción sino una práctica normal, institucionalizada, lo que es un valor luego de una década de ausencias. Sin embargo, año a año se han centrado casi con exclusividad en los salarios directos. No solo no han tenido en cuenta la mayor productividad alcanzada sino que tampoco han incursionado demasiado en los aspectos que hacen a las condiciones en las cuales el trabajador vende su fuerza de trabajo.
Esto obedece a que las conducciones sindicales, y aun los propios trabajadores, han priorizado recuperar niveles salariales primero y preservar el poder adquisitivo ahora, lo que coincide con la estrategia del gobierno de incentivar la demanda interna. Pero también debe verse que las patronales estuvieron estos años mucho más dispuestas -dentro de ciertos límites- a conceder incrementos salariales que a modificar las condiciones laborales impuestas en sucesivas reformas a la legislación laboral durante la década del ’90. Tal vez un estudio de la situación pueda demostrar que para las altas tasas de ganancias de que gozan los capitalistas en este período son más importantes las condiciones de trabajo -ritmos de producción, flexibilización, precarización- que los salarios efectivamente pagados.
Más allá de las paritarias
Durante la última década la creación de empleo y la recuperación salarial definieron los ejes centrales de la actividad sindical. En la actualidad el promedio general salarial está unos 3 puntos por arriba del 2001. Para los registrados este promedio alcanza al 25,8 por ciento, mientras que para los no registrados está en 3,9 por ciento. Tanto la creación de empleo como la recuperación salarial están ahora estancadas, mientras persisten condiciones laborales ampliamente favorables al capital.
La no elevación de los mínimos no imponibles y de la actualización de las escalas también para los salarios familiares ha perjudicado el ingreso de los trabajadores, mientras que un 75 por ciento persigue ingresos por debajo de los mínimos no imponibles. Como cada año que hay incremento nominales sin modificación de las escalas la presión tributaria es mayor en los niveles salariales medios que en los altos.
Sobre este cuadro más general cae el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia que golpea fuerte en las direcciones sindicales tradicionales porque rompe con el criterio del reconocimiento estatal del sindicato más representativo. De ahora en más estará legitimada la actuación de organizaciones simplemente inscriptas. Este fallo debilita a la ya vetusta y en muchos casos anquilosada burocracia y facilita la creación de organizaciones paralelas. Al mismo tiempo lleva implícito el riesgo de la atomización sindical y el debilitamiento del conjunto de los trabajadores en la sociedad.
Proceso larvado
En los últimos años, en paralelo con el fuerte recambio generacional operado en los colectivos de trabajadores, está creciendo la organización en las bases y el reclamo de democratización sindical. El reciente caso de los trabajadores de prensa de Buenos Aires, que «pasaron por encima» de su organización formal e impusieron por primera vez la convocatoria a paritarias, es solo el hecho más visible de un proceso larvado pero persistente en las bases.
En numerosos gremios la oposición -a veces directamente clasista y otras en alianzas con sectores combativos, incluso fracciones escindidas de las direcciones- ha logrado porcentajes de votación superiores al 30 por ciento. Lo que indicaría que estamos frente a un período en que la conflictividad es baja pero el proceso de organización por la base parece ser más profundo y en desarrollo. Veremos a futuro como se resuelven estas contradicciones.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.