A lo lejos, desde la costa del Golfo San Jorge, parecen puntitos oscuros en la inmensidad del mar. Hacia allá van en sus barcos, cada día, los buzos marisqueros, un grupo de trabajadores que, junto con los recolectores de la costa y rederos de playa, conforman la Asociación de Pescadores Artesanales de Puerto Madryn (APAPM). […]
A lo lejos, desde la costa del Golfo San Jorge, parecen puntitos oscuros en la inmensidad del mar. Hacia allá van en sus barcos, cada día, los buzos marisqueros, un grupo de trabajadores que, junto con los recolectores de la costa y rederos de playa, conforman la Asociación de Pescadores Artesanales de Puerto Madryn (APAPM). Creada en 1993 por iniciativa de 20 pescadores, hoy reúne a más de 200 trabajadores como mano de obra directa y generan empleo a otras 200 personas que se ocupan del procesamiento de los productos.
Veintitrés charló con Marta Piñeiro, una de las primeras mujeres dedicadas a esta tarea, quien fuera durante varios períodos dirigente de APAPM, es la actual coordinadora en Latinoamérica de la Red de Comunidades de Pesca Artesanal por el Desarrollo Sostenible (Recopades) y participó en Roma de la consulta técnica, donde se dieron las bases para el plenario del Comité de Pesca de la FAO, que se realizará en junio, para asegurar la pesca sostenible a pequeña escala. Además es técnica consultora y esposa de un pescador artesanal. «Fui dirigente en un mundo de hombres, y mi tarea fue trabajar en la gestión y en fortalecer las alianzas que nuestra institución tiene. Mi pasión es hacer visible una actividad que siempre ha sido vista como marginal», resalta.
La pesca en pequeña escala representa la mitad de las capturas mundiales de pescado y proporciona empleo a más del 90 por ciento de los pescadores de captura y trabajadores pesqueros que hay en el mundo, de los cuales la mitad, aproximadamente, son mujeres.
En la zona de Puerto Madryn es habitual ver, sobre todo en invierno, a los recolectores de mejillones en la línea intermareal (franja donde se combinan la suba y baja de las mareas) trabajando de manera manual y selectiva, con la participación de la familia. En verano, extraen pulpitos con un gancho de las rocas de la costa. También están los rederos, que se internan con pequeños botes y que capturan cerca de la costa cornalitos y pejerreyes.
El grupo más nutrido lo componen los marisqueros por buceo, quienes realizan la captura con embarcación. En invierno, extraen principalmente vieira, que es el recurso que sostiene a la actividad, aunque también cholga, mejillón y almejas. En algunos equipos marisqueros realizan pesca en líneas de anzuelos para capturar merluza, cazón, pez gallo. En buenas temporadas, llegan a una producción de 1.000 kilogramos diarios de vieira.
Más allá de estos productos tradicionales, en 2003 se incorporó la recolección de algas por los mismos equipos que efectúan la marisquería por buceo. Se valora la extracción de alga Undaria que sirve para la producción de Wakame, muy usado en la cocina japonesa.
Ante la consulta sobre si la economía regional mejoró al abandonar la pesca de arrastre y realizarla por buceo, Marta Piñeiro fue categórica: «La zona de pesca de Península Valdés es la única en la Argentina donde está prohibido el uso de esas técnicas por el daño que ocasiona a los fondos marinos. Nuestra provincia fue pionera con la prohibición de dicha técnica en 1974. Allí surgió la modalidad de extracción por buceo, que es emblemática en la zona y con la cual se extraen bivalvos de manera artesanal».
«La pesca artesanal se caracteriza por un alto grado de imprevisibilidad, debido a los múltiples factores que inciden en la tarea», resume Piñeira. Salvo los mariscos (especialmente la vieira tehuelche, que es monitoreada anualmente entre pescadores y científicos del Centro Nacional Patagónico), el resto de los recursos arroja índices variados respecto de volúmenes.
«Una buena temporada de pejerrey para los rederos varía entre 20 y 50 toneladas, aunque para ello tienen que ver los aspectos de mercado. Si el precio o la demanda no es suficiente, muchos pescadores extraen sólo lo indispensable para sobrevivir», explica.
Con respecto a la comunidad de recolectores, especialmente los de El Riacho, actualmente hay un proyecto de repoblamiento de sus bancos históricos de mejillón, ya que son insuficientes para asegurar una temporada con ingresos dignos. «De este modo, su pequeña organización está abocada a conseguir una comercialización más efectiva», detalló.
En 2008 un pequeño grupo de marisqueros compró una planta procesadora, que fuera de capitales japoneses. Los esfuerzos de este grupo fueron apoyados por la fundación AVINA que, a través de APAPM logró su objetivo. La planta comenzó a producir en 2012 y busca, mediante convenio con la organización, incluir a la mayor cantidad de pescadores artesanales en los negocios que pueda generar. «Esperamos que como alimento pueda dar sus primeros pasos y que a futuro sea un producto con sello patagónico», dicen.
El rol de la mujer es fundamental. Las mujeres que participan directamente en la actividad de pesca son las esposas de los recolectores, «ya que esta labor es muy familiar y se realiza generalmente entre todos los miembros de la familia». Mientras los hombres salen a la mar, las mujeres tienen una importante participación en los emprendimientos familiares, como restaurantes especializados en productos de la pesca. En Semana Santa realizan la feria de los pescadores artesanales, como parte de la oferta turística y cultural de Puerto Madryn.
Fuente original: http://veintitres.infonews.com/nota-31571-sociedad-En-altamar.html