Nada está definido todavía. El frente amplio burgués (Fab) vacila y demorará en definir la opción: mantener el apoyo a Macri cuando aumenta la posibilidad de una derrota de Cambiemos en las presidenciales de octubre; o correr el riesgo de un Lavagna Presidente con el aparato peronista detrás. En este vacío se presenta una nueva […]
En este vacío se presenta una nueva oportunidad para la militancia antimperialista y anticapitalista, mientras mengua Cambiemos y se disuelve al tradicional aparato peronista con todas sus fracciones. Es posible echar las bases de un partido de masas de la clase trabajadora y el conjunto de sus aliados potenciales.
El espacio producido por la vacilación de la gran burguesía resulta de la crisis estructural del sistema, manifestada en la imposibilidad de un mínimo saneamiento económico sin chocar de frente con la mayoría de la sociedad. Expresa también las irremediables fracturas del capital local y de éste con los centros de la economía mundial. Pero la consecuencia a la vista, si históricamente es irremediable, es políticamente temporaria.
Aunque a mitad de camino de lo necesario para el capital, las medidas económicas han provocado un espasmo social. No explosión ni movilización. Sí un replanteo político, lejos de la conciencia de clase, de una orientación definida, pero suficiente para lanzar a la nada a la mayoría del electorado que Macri y los suyos lograron volcar a su favor en 2015 y 2017.
La táctica del gran capital
La burguesía hegemónica comprueba ese fenómeno en curso. Y el Fab tambalea. A favor de una leve reactivación económica a partir de marzo -ya perceptible sectorialmente- y con medidas demagógicas, diseñadas según una ingeniería electoral tan minuciosa como endeble, espera recapturar al votante aterrado y confundido. A la vez, como medida precautoria, prepara un recambio apoyado en el ala subordinada de las clases dominantes y, sobre todo, en las cúpulas sindicales y sus operadores políticos.
En ese plan descarta a Cristina Fernández. Constata que Sergio Massa y Juan Urtubey no pueden ganar el apoyo de siquiera un quinto del electorado y desconfía de la aparición de un salvador desconocido. Pero no todo está bajo control. La avanzada de un sector (encabezado por Techint, más una cantidad de aliados hasta ayer subordinados al Fab) adelantó la candidatura de Roberto Lavagna y puso en crisis el manejo de la coyuntura. Consecuencias de la feroz disputa interburguesa que, como detalle, tiene decenas de grandes empresarios procesados por corrupción, muchos de ellos ya en la cárcel. Habrá que ver si en la disputa el Fab logra sostenerse como tal o la burguesía pierde su centro de unidad y el poder ingresa en zona de turbulencia.
La maniobra se hizo pública a mediados de enero, cuando apareció el nombre de Lavagna como candidato posible de otra coalición burguesa. Para hacerlo más digerible, lo presentaron con el gobernador socialdemócrata de Santa Fe, como eje de un amplio frente opositor, que incluiría al PJ, fracciones de la UCR (con Ricardo Alfonsín como mascarón de proa), Massa y su comparsa, más sectores desnortados de eso abusivamente denominado centroizquierda. Es el llamado «frente popular y progresista». Y hasta el momento es sólo un proyecto.
Muchas semanas antes, esa variante hasta entonces secreta había sido denunciada en esta columna ( En qué rumbo marcha Argentina , 10/12/18). Transcurridos casi tres meses, un arco político efectivamente muy amplio, que incluye a prácticamente todo el peronismo, así como denominaciones sabidamente oportunistas, se pronuncia hoy a favor de una candidatura presidencial del ex ministro de economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. La cúpula del capital espera a ver la magnitud y el carácter de la crisis social. Demorará su opción por Lavagna. Y éste acaso demore su postulación, aunque de varios flancos lo azuzan para que se defina ya.
En caso de llegar a la certeza de que Macri pierde en segunda vuelta, el gran capital quiere un reemplazo breve. No se adelanta porque si la conclusión es una victoria de Cambiemos, rechaza la posibilidad de un jefe que congregue a toda la oposición e impida el accionar debido del aspirado segundo mandato de Macri. Así de inestable está la situación y de confusas las previsiones. Al límite de su oferta, Lavagna hizo trascender que sólo estaría en la presidencia por un período, es decir cuatro años.
Dicho de otro modo y observado del lado inverso: cuando la crisis general asoma otra vez en el horizonte, aun con sus insalvables diferencias,n las clases dominantes tiene dos proyectos políticos y sus respectivos candidatos, aparentemente opuestos, pero en sustancia idénticos como gotas de agua.
Al frente, la clase obrera no tiene proyecto ni estructura propios; mucho menos un programa para afrontar la crisis capitalista y un candidato para presidir la nación en un proceso revolucionario. Y eso no se reemplaza con afiches.
No hace falta decir que allí reside la principal fuerza del capital. Si esa falencia no se resuelve, de uno u otro modo el Fab se reconstituirá al menos por un período, quienquiera sea su candidato. Y la marcha de la política de obligado saneamiento continuará.
Cómo actuar en la coyuntura
Urge por tanto actuar con una estrategia no electoral en medio de la catarata de comicios que dominará el panorama en los próximos nueve meses. Está a la vista el despliegue no sólo de la burguesía como clase, sino también de organizaciones y políticos que juegan su destino a recoger las migajas de Cambiemos y las inanes fracciones del peronismo.
A tales estrategias no es posible torcerles la voluntad en esta circunstancia. Sí es posible en cambio gestar una convocatoria que incluso las abarque, aunque apuntada centralmente a decenas de miles de activistas que, más o menos pasivamente, la comparten en todo el país, en todas las estructuras partidarias, sindicales o, como mal se dice ahora, sociales.
La fuerza militante puede transformar el cuadro dominante si es capaz de un enérgico paso en dirección al protagonismo político del activo obrero, estudiantil y popular, con objetivos tan simples como insoslayables: «queremos otro país; no a la subordinación a la Casa Blanca y el FMI; no a los intentos de sanear el capitalismo; sí a la elaboración democrática de un programa de acción basado en las necesidades de los trabajadores, las juventudes y las grandes mayorías».
Es posible hoy dar un nuevo impulso, acaso decisivo, a la edificación de una estructura política de masas, que no puede sino ser un partido, con definición antimperialista y anticapitalista, plural en ese ámbito, democrático, con particular énfasis en la educación política de las grandes mayorías y en la acción colectiva consciente y organizada.
Como punto de partida está la voluntad de cada militante para reunir activistas ya definidos en este sentido o abrumados por sucesivos fracasos sindicales o frustraciones políticas, en condiciones de escuchar y asumir una propuesta diferente.
Unas pocas decenas de militantes respetados/as y respetables en su ámbito propio pueden poner en marcha a escala nacional un mecanismo poderoso. Se trata de convenir en la estrategia de construir un partido político de las masas explotadas y oprimidas. No será difícil acordar un conjunto básico de objetivos al cual se sumen adhesiones desde cada fábrica, escuela o universidad, barrio, ciudad o provincia. De esta manera, un Manifiesto provisional puede convocar a reuniones de menor a mayor hasta llegar a un encuentro a escala nacional. Todo gradual y meticulosamente respetuoso de las particularidades, pero a velocidad de viento. Porque no hay tiempo para postergaciones ni demoras.
Este proceso puede adoptar un carácter federativo, para procesar las marcadas desigualdades de nuestro país, a condición de que ese inalterable federalismo tenga la capacidad de unirse tras un programa de acción común, en una estructura organizativa nacional, que participativa y democráticamente elija en todos los niveles a quienes conducirán la lucha contra los partidos y demás instituciones del capital.
Cuadrante latinoamericano
Estados Unidos y el Grupo de Lima acaban de sufrir otro rudo revés con el fracaso de la invasión supuestamente humanitaria a Venezuela. Resta saber si al fracaso le seguirá la invasión militar sin máscara. Mientras tanto, la extraordinaria disposición de lucha de la Revolución Bolivariana y las masas venezolanas, más el apoyo en toda América Latina, no orgánico y desperdigado, pero en cualquier caso altamente significativo, frenaron la payasada del pelele nombrado por Washington como «presidente encargado». Nicolás Maduro emerge como gran vencedor de la batalla.
Los presidentes de Colombia y Chile, más el vicepresidente estadounidense, presentes en la ridícula escenificación de la «ayuda humanitaria», son los grandes derrotados. Macri dio un paso al costado a último momento. No asistió a Cúcuta el 23F y no presentó batalla dos días después en Bogotá en a la cumbre del cartel de Lima. El vicepresidente de Brasil, al parecer a cargo de este país, tampoco asistió a Cúcuta el 23F, supuesto Día D, y en Bogotá el lunes 25 dijo muy explícitamente que su gobierno se opone a una guerra contra Venezuela y el territorio brasileño no será utilizado por Estados Unidos para ese fin. Macri no lo dijo. Pero lo hizo. Y esto selló la suerte del Grupo de Lima en la agresión contra la Revolución Bolivariana. En una farragosa declaración cargada de calumnias, mentiras y amenazas de matón humillado, cuenta únicamente el punto 16, en el cual los cancilleres « Reiteran su convicción de que la transición a la democracia debe ser conducida por los propios venezolanos pacíficamente y en el marco de la Constitución y el derecho internacional, apoyada por medios políticos y diplomáticos, sin uso de la fuerza» .
Inesperadamente, en medio de una supuesta ola reaccionaria a favor de la Casa Blanca, los 10 gobiernos más derechistas del continente se negaron a cumplir la orden del núcleo fascista, tan grotesco como aislado, que desde Washigton encabeza la irracional marcha del ala descontrolada del imperio en caída vertical. Es evidente que con Brasil como bola sin manija, Argentina juega un papel especial en la coyuntura ( Si Macri rectifica, se evita la guerra ). Tal vez no es tan claro que una agresión armada a Venezuela era y sigue siendo un factor adicional para hacer estallar la alianza Cambiemos.
De modo que, además de lo obvio, en Argentina hay una razón interna, directa y de enorme peso para promover un frente antimperialista con consignas tan simples como la oposición a la injerencia en Venezuela, la negativa a la guerra en la región y la afirmación de la unidad latinoamericano-caribeña.
Puesto en ese cuadrante, el accionar del activo militante tiene una plataforma sólida para proyectarse no sólo a la acción política local, sino al protagonismo continental que la situación reclama de Argentina.
@BilbaoL
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