Más de 20 años pasaron desde el atentado a la AMIA que se cobrase la vida de 85 personas y cientos de heridos. Dos décadas de impunidad. Entre «las relaciones carnales» y el relato «nac & pop», los gobiernos, la justicia y los servicios de inteligencia bailaron sin excepción la música seleccionada por EEUU e […]
Más de 20 años pasaron desde el atentado a la AMIA que se cobrase la vida de 85 personas y cientos de heridos. Dos décadas de impunidad. Entre «las relaciones carnales» y el relato «nac & pop», los gobiernos, la justicia y los servicios de inteligencia bailaron sin excepción la música seleccionada por EEUU e Israel a través de la CIA y el Mossad.
El fiscal Alberto Nisman lanzó una temeraria acusación de encubrimiento contra la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el Canciller Héctor Timerman y otros allegados al gobierno. Pero esta denuncia de alto voltaje parece empantanarse a pocas horas de salir al ruedo en lo que pretende ser un nuevo capítulo en prime time veraniego de la judicialización de la política (o de la politización de la justicia, como sostiene Eugenio Zaffaroni en entrevista con Tiempo Argentino).
Mañana, lunes 19, Nisman se hará presente en el Congreso. Deberá dar cuenta de su acusación que parece estar floja de papeles y corre el riesgo de la autoincriminación.
Sus argumentos sobre el supuesto pedido gubernamental para que Interpol levante la alerta roja contra los sospechosos iraníes o el móvil comercial donde la impunidad se negociaría en base al intercambio de soja y petróleo, parecen de difícil comprobación. En el primer caso por la carta del ex Secretario General de Interpol, Ronald Noble, en una defensa vehemente de lo actuado por Timerman y el gobierno argentino. El segundo, por el casi inexistente comercio entre Irán y Argentina, al menos legal, ya que sobre el otro, casi imposible de demostrar, existen serias dudas.
Pero tal vez, el mayor problema para el fiscal sea, como señala Raúl Kollman de Página/12, que «Nisman dice que gran parte de la maniobra, que comenzó hace cuatro años, recayó en un agente de la Secretaría de Inteligencia (SI). Es decir que el principal socio del fiscal, el poderoso jefe de Operaciones de la SI, Jaime Stiuso (…) tuvo bajo su mando a un agente que supuestamente trabajó para Irán y que él nunca denunció ni relevó». De tener esta pista, nunca fue entregada al Juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, lo que podría indicar que «hizo una investigación paralela y clandestina sobre algo que tenía que ver con el atentado en sí mismo. Eso es muy serio y tengo que estudiar si no incurrió en una gravísima desviación de la causa».
Para colmo, en caso de ser cierta la denuncia de Nisman sobre los intentos gubernamentales de desviar la investigación volviendo sobre la pista de «fachos locales», el gobierno debería haberse presentado ante el mismo Nisman y contar, por lo tanto, con su expresa complicidad.
Estos enredos del fiscal tan sólo pondrían más de relieve, que trabaja en asociación abierta con el servicio Stiusso recientemente desplazado, en una vendetta mal preparada que además busca el camino del auto encubrimiento por años de parálisis y desvíos sobre hipótesis prefabricadas, todas alejadas de la justa y necesaria búsqueda de verdad y justicia para las víctimas.
«Je suis CIA, Je suis Mossad»
Si bien todo lo anterior es más que cierto, también lo es la complicidad del gobierno, y a regañadientes lo deben reconocer, al menos parcialmente, sus propios defensores como Luis Bruschtein, que en el día de ayer sostuvo: «La denuncia del fiscal de la causa AMIA constituye un traspié para el Gobierno (…) porque Alberto Nisman fue designado por Néstor Kirchner para el esclarecimiento del atentado a la mutual judía (…) El fiasco del Gobierno en el esclarecimiento del atentado está también signado por la permanencia de Antonio «Jaime» Stiuso, como director de Operaciones en la SIDE, que era el responsable del contacto con la CIA y el Mossad, los servicios secretos de Estados Unidos e Israel, que proporcionaron la mayor parte de la información sobre la pista iraní que presentó Nisman. Los wikileaks de la embajada norteamericana en Argentina (…), muestran que Stiuso trabajaba más para el Mossad y la CIA que para la Casa Rosada, y que Nisman trabajaba más para esas embajadas y para Stiuso que para la Justicia. La culminación del proceso terminó de confirmarlo.»
Horacio Verbitsky, en su columna de hoy agrega que «Lo burdo del intento por incriminar a la presidente (…) no implica que todos los pasos oficiales hayan sido apropiados. Tanto Nisman como Stiuso contaron con el respaldo de Kirchner, quien en 2005 llevó a las Naciones Unidas la denuncia contra Teherán, cuando George W. Bush buscaba un pretexto para repetir sobre Irán la devastación de Bagdad (…).
Cristina siguió ese esquema durante su primer mandato (…) El 4 de marzo de 2005, el Estado reconoció ante la CIDH su responsabilidad internacional por la violación de los derechos humanos (…) Como reparación integral se comprometió a una agenda de trabajo tendiente a informar a la población, investigar los hechos, prevenir su repetición futura, compensar los daños y reformar algunas leyes, entre ellas la de Inteligencia. Además de informar sobre el acuerdo, debía fortalecer los organismos investigativos tanto del Ministerio Público como del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, garantizar la investigación del atentado y de su encubrimiento, profundizar el relevamiento de archivos en poder de la Secretaría de Inteligencia, extenderlo a la Dirección de Migraciones e informatizar sus registros (…) Además debía impulsar una ley de reparación para todas las víctimas del atentado, transparentar el sistema de utilización de fondos reservados de la Secretaría de Inteligencia y facilitar el acceso a la información de inteligencia por parte de los jueces involucrados en investigaciones vinculadas con hechos de terrorismo. A veinte años del atentado y diez del reconocimiento de responsabilidad, los compromisos no se han cumplido.»
Así como Nisman puede terminar mordiéndose la cola, la sobreactuación oficialista puede encontrar el mismo destino como señala desde «la opo» Julio Blanck: «`Pibe, Stiuso va a trabajar con vos´, le dijo el entonces presidente Néstor Kirchner a Nisman cuando en setiembre de 2004 lo nombró con atribuciones especiales para el caso AMIA. Así lo reveló en Clarín el periodista Daniel Santoro. El que se acuesta con chicos se levanta mojado». Así, el relato nac & pop se encuentra otra vez en dificultades.
Encubridores
Como bien señala Laura Ginsberg de APEMIA, en una entrevista exclusiva con La Izquierda Diario, la pista iraní presentada por Nisman y defendida por Nestor y Cristina, fue construida por la CIA, la Mossad y el destituido juez Galeano. Se constituyó así el «punto final» de la pista local, culminado el trabajo iniciado por el encubrimiento menemista en la época de las «relaciones carnales».
Aunque a simple vista pudiesen parecer contradictorias, tanto la política llevada adelante por Menem como por los Kirchner fue siempre la de responder a los intereses coyunturales de EEUU y su política internacional en Medio Oriente, donde el supuesto giro con el Memorándum de Entendimiento con aquellos que venían siendo señalados como los principales sospechosos, respondió a los cambios de la política de Obama que buscaba mayor diálogo con Medio Oriente en momentos convulsivos y de empantanamientos militares.
Ni durante la década menemista, ni la década kirchnerista, se sostuvo una política independiente de los EEUU que busque justicia para las víctimas.
Para demostrar esto, tan solo sería suficiente señalar junto a Ginsberg que: «El gobierno de Kirchner tuvo que firmar nueve decretos para ver de qué manera hacía los ajustes para mantener esos archivos cerrados. Las pruebas de que esos archivos no se abrieron están a la vista. Nisman hace una acusación y no muestra las pruebas y la documentación. Lo mismo ocurre en el caso del encubrimiento de la conexión local, donde hay una denuncia que ya lleva 16 años y está elevada a juicio pero todavía no se sustancia el juicio oral. Estamos hablando de juicios donde la documentación secreta sigue oculta. No es cierto que los archivos estén abiertos. Esa es la denuncia que nosotros seguimos haciendo.»
Por su lado, la oposición falsamente indignada trata de apoyarse en un retorno tardío al clima reaccionario e islamofóbico que tras los brutales atentados en París parecen retomar el lema bushista de «guerra contra el terrorismo», y lejos de la búsqueda de verdad y justicia para las víctimas, especulan como Blanck con el impacto político local y los posibles costos para CFK en un año electoral: «Otra cosa es el destino judicial que pueda tener la denuncia. ¿Habrá algún juez decidido a avanzar en un caso que es grave y a la vez parece inasible y turbio? ¿Hay sustancia suficiente en la acumulación de pruebas para avanzar nada menos que sobre la Presidenta? Son incógnitas que deberían ir resolviéndose sin demora».
Por ahora, las denuncias de Nisman solo han logrado la unificación de todo el FpV en una defensa cerrada, ya que de comprobarse, al menos parte de ella, mostraría también que se encuentran «en el mismo lodo, todos manoseaos».
Fuente original: http://www.laizquierdadiario.com/Encubridores