Para rescatar el origen de los movimientos sociales argentinos es preciso tener en cuenta la coyuntura que les otorgó visibilidad. Particularmente en este país, estas organizaciones surgieron debido a la aplicación de sucesivas políticas neoliberales -principalmente a partir de los años `90-. La aparición de los llamados «piqueteros» arrancó cuando la empresa estatal «Yacimientos Petrolíferos […]
Desde allí, surgieron las primeras manifestaciones de visibilidad de los conflictos que se repetirían a gran escala en todo el territorio. La sucesiva privatización de empresas provocó que una gran masa de trabajadores perdieran sus puestos, siendo indefectiblemente expulsados a las calles.
Con el fin de no quedarse con los brazos cruzados (aquellos que utilizaron para producir) los obreros se organizaron y comenzaron a reclamar la reincorporación a los puestos de trabajo. Las formas convencionales no fueron escuchadas y tomaron como escenario de lucha «las calles y rutas de las principales ciudades».
Para el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) el corte de ruta «es la medida de lucha de mayor contundencia y eficacia, es la que más presión ejerce sobre el poder, la que ha permitido que nos escuchen y atiendan en nuestros reclamos» y agregan que «es eficaz en la medida en que se hayan agotado todas las instancias previas necesarias: audiencias y diálogo con el gobierno, realización de otras medidas de protesta y lucha previas».
Por su parte, Pascual Calicchio, coordinador del área de comunicación del movimiento Barrios de Pie, asegura que el corte de ruta «fue la estrategia fundamental para avanzar en el camino de la negociación, fue la metodología a utilizar en el contexto de crisis, había una necesidad de hacer visible los reclamos».
El hito del surgimiento de estos movimientos se produjo en el año 1997, cuando aparecieron 77 bloqueos en el territorio argentino.
El contexto económico era desesperante. Según datos oficiales, el 14 por ciento de la población estaba sin trabajo y más del 47 por ciento de los 37 millones de ciudadanos vivían en condiciones de pobreza. Además la tasa del desempleo subió hasta un 20 por ciento.
El año 2001 se convirtió en otro fuerte bastión para la proliferación de los grupos sociales. La caída del presidente Fernando de La Rúa, los cinco presidentes en una semana y la transición del gobierno de Eduardo Duhalde al del actual primer mandatario, Néstor Kirchner, fueron momentos que estuvieron marcados por una amplia visibilidad de los reclamos sociales. Los llamados Piqueteros ganaron las calles, los puentes y los accesos a puntos estratégicos de Argentina. Quizás, por ser el lugar más importante, en Capital Federal se detectaron los principales focos de reclamos.
Sin embargo, ya afianzado en el poder, el presidente Kirchner echó mano a varias estrategias de cooptación de las ramas piqueteras opositoras a su gestión. La herramienta de los planes sociales fue una de las que le permitió ganar adeptos, logrando correr de lugar a quienes hasta ese momento, reflejaban la situación de los desocupados en las calles.
Pero a pesar de ello, Carlos Barral, dirigente del MTD, afirma que «pese a la construcción de un perfil público «progresista» o «popular», de discursos de tinte antiimperialista, no vemos realmente nada en el gobierno de Kirchner que haga suponer un cambio de rumbo efectivo en la política obediente a los mandatos del poder económico argentino y trasnacional que los distintos gobiernos han trazado y ejecutado en Argentina en los últimos 30 años».
La socióloga y ensayista Maristella Svampa, también da cuenta del estado de pérdida de visibilidad de los movimientos sociales al señalar que «los ejes de la actual política gubernamental respecto de las organizaciones de desocupados opositoras han sido el proceso de estigmatización mediático y social (que desembocó en un «consenso antipiquetero»), así como el avance en la judicialización de la protesta (procesamientos, encarcelamientos, agravamiento de las figuras penales). Esta política fue acompañada por la integración -en otros casos, la cooptación- de las organizaciones piqueteras a las filas gubernamentales».
Quizás el caso paradigmático de esta cuestión tenga que ver con el acercamiento del líder del Movimiento Federación Tierra y Vivienda, Luis D’elía a las filas del gobierno. Aunque recientemente esa relación haya llegado a su fin.
Las estrategias se fueron sucediendo a través de los años, con el fin de estigmatizar las protestas. En este sentido, en el año 2000 hubo varios intentos de mostrar a los movimientos sociales como violentos. Svampa explica que la pérdida de visibilidad se fue gestando rápidamente. «Cuando los desocupados de La Matanza empezaron a tener peso, el Gobierno los acusó de que se estaban armando. Pero el ejemplo más claro pasó en Salta, en Mosconi, cuando se habló de que los grupos estaban vinculados a las FARC. Tanto el ex presidente Carlos Menem como De la Rúa y Duhalde intentaron movilizar esa versión para deslegitimarlos. Hubo otro intento en el mismo sentido el 26 de junio, cuando en el Puente Pueyrredón (que separa Capital Federal del partido de Avellaneda) murieron los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en un enfrentamiento con la policía».
El accionar de los medios de comunicación también contribuyó a desdibujar la visibilidad de los movimientos. En este sentido, Calicchio asegura que «los medios resaltan el clientelismo, los cortes de ruta o hacen hincapié en los punteros que reparten dádivas sociales y no ven que estos movimientos también hacen un fuerte trabajo social en los barrios a través de estrategias de salud, planes de alfabetización y defensa de derechos humanos».
Tras esas movidas políticas que buscaron hacerles perder fuerza a los movimientos, los mismos comenzaron a sufrir transformaciones en el interior de sus organizaciones. Las posturas tomadas, a favor o en contra del gobierno de Néstor Kirchner, logró enfrentar los reclamos que en un principio se aglutinaban en el pedido de trabajo genuino. Hoy están los «Piqueteros K», y los opositores por carriles diferentes.
De esta forma, a fines del año 2006, asistimos a un realineamiento producido al interior del espacio piquetero, cuya principal característica tiene que ver con la relación que se tiene con el peronismo.
El movimiento Barrios de Pie, que hoy se vincula con el gobierno a través del ministerio de Desarrollo Social, debatió más de un mes la decisión de pertenecer o no a las filas gubernamentales.
«La relación que hoy tenemos es buena pero tomar la decisión nos llevó un mes de debates porque no se trata de algo individual, además entendemos que es un riesgo porque está la posibilidad de ser cooptado por las políticas del gobierno, nadie está exento de que eso suceda», explica Calicchio y agrega que el lugar que ocupan hoy es privilegiado porque ven «la oportunidad de generar políticas que beneficien a la gente (…) teníamos que participar del proceso histórico y jugar tomando nuestros recaudos».
A la hora de avizorar un futuro con respecto a los movimientos sociales Maristella Svampa asegura que es difícil saber qué sucederá debido a que las políticas empleadas por Kirchner han dado demasiadas expectativas a los sectores de la sociedad más golpeados. «El presidente habló con todos los movimientos y está inyectando subsidios para los proyectos productivos. En todo caso, el riesgo ahora será el de la cooptación».
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(*) La autora de esta nota es alumna del Seminario «Periodismo en Escenarios Políticos Latinoamericanos» que actualmente dicta la Agencia Periodística del Mercosur (APM) en la extensión ISER de Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.