«Los que eligen el mal menor, olvidan rápidamente que están eligiendo un mal» Hannah Arendt
Parafraseando a Arendt, el mal se banaliza y actualmente no hay nada más banalizado que la política. Resultaría muy extenso exponer aquí todas las limitaciones y ficciones que contiene esta democracia representativa en su versión más degradada. Así pues comparto solo algunas reflexiones e interrogantes que puedan contribuir para pensar la coyuntura y tal vez, un poco más allá.
Son muchos los componentes que construyen subjetividades, algunos basados en intereses de clase y tantos otros más lábiles y contradictorios, construidos con mecanismos comunicacionales y paradigmas culturales, que son formateados por quienes mantienen y hegemonizan con sus recursos los aparatos de dominación ideológica, que cómo es lógico determinan también el carácter y el perfil que tienen los procesos electorales, donde se trata de elegir entre un menú prefijado. Quienes votan solo deciden sobre las opciones disponibles. Es sabido que en el acto de votar cada cual cede su soberanía a un representante que no representa, pues nunca hace presente al ausente, al cual en muchos casos desconoce y que hará uso discrecional del poder apropiado, sin mandato ni programa, sin compromiso ni control alguno.
“¿Qué elección pondrá fin a la desintegración urbana y rural, a la miseria psicológica y cultural, a la manipulación mediática de las masas solitarias, a la explotación cada vez más brutal de la mano de obra, al éxodo y al desarraigo mundial de los individuos, a la contaminación industrial del aire que respiramos, del agua que bebemos y de los alimentos que engullimos? Votar no es un acto, es una delegación de poder. En esencia, el voto, acto individual originado en la cabina electoral, que delega el poder de obrar en otros, no compromete a nada” Alèssi Dell’Umbria
El kirchnerismo y sus socios menores, no pueden desentenderse de este cuadro angustioso, pues contribuyeron al vaciamiento político e ideológico que ha hecho de esta democracia y específicamente de la campaña electoral una pantomima neurótica, Desde su origen el kirchnerismo fue perdiendo su capacidad disruptiva, coagulando con un peronismo que es cada vez más de derecha. Sostuvo personajes nefastos como Daniel Scioli,Alberto Fernandez y ahora a Sergio Massa, un candidato repudiado por su propia tropa, una figura por la que nadie quiere militar, salvo por la poco estimulante lógica del miedo y del mal menor. Un candidato que al día siguiente de las elecciones devaluó, lo cual generó una nueva espiral inflacionaria con el consiguiente golpe a los salarios y a las miserables jubilaciones, un personero que cumple a rajatabla con las directivas y compromisos con el FMI, que mira para otro lado cuando reprime su amigo Morales en Jujuy o ante el crimen de Facundo en el Obelisco, que actúa con el aval implícito de Cristina Fernández , determinante en su rol de electora unipersonal de los últimos candidatos presidenciales del peronismo y adláteres y a su vez vice presidenta ausente del impresentable Alberto Fernández. De facto todos aceptan el gobierno de los poderes extraterritoriales incontrolables, ante los cuales la imagen del Estado soberano solo se presenta como figura retórica. Transigen con el hecho que ubica al poder real cada vez más alejado de la política. Lo cual es absolutamente cierto en esta época del capital globalizado ante el cual se rinden por vocación o resignación.
Cambia todo cambia
Poco se ha meditado sobre la influencia que ejercen sobre las conductas políticas los cambios metabólicos que el capitalismo ha realizado desde la entrada en acción de su modo neoliberal o tardío y globalizado. La dominante financiarización, la uberización del trabajo, la destrucción del empleo formal, la desterritorialización de las empresas, el mundo delivery y el homeworking, la desaparición de los derechos laborales que son promocionados como favorables al trabajador, que ganaría en independencia, en control sobre su propio tiempo, son entre otros los cambios en las relaciones socio- económicas que configuran nuevos tipos de sujetos, que se expresan políticamente de un modo volátil y caótico. Se desdibujan las identidades políticas históricas y a la vez que se desgastan las liturgias esclerosadas que invocan a un pasado distributivo. Para la mayoría no funcionan las instituciones que ingresaron a la era de la caducidad programada, incapaces de responder a las demandas de una sociedad que padece de una patología estructural.
Según una consultora el 69 % de los votantes de Milei son menores de 35 años, el 23 % está por debajo del límite de pobreza y el 61% tiene trabajo informal. Habría que ver la composición de quienes votaron a JXC apoyando el discurso estigmatizante y ferozmente represivo de Bullrich y Larreta. El calificativo de fascistas o neo fascistas, para la ultraderecha actual, con toda la carga simbólica que tiene esa caracterización, no alcanza para describir similitudes y diferencias en el fenómeno de su resurgimiento un siglo después de los originales de principios de siglo XX.
El rechazo a lo establecido por un Estado incapacitado de realizar lo que prometía, no contiene a los que son expulsados a los márgenes. Quienes optan por seguir al mesías del liberalismo apocalíptico, no tienen similitud con los que protagonizaron el que se vayan todos del 2001, Este momento actual no viene construido por las luchas acumuladas contra la obedeciencia debida, el punto final, menemismo y la gigantesca crisis producida por el gobierno de la Alianza, tampoco existe el contacto generacional entre jóvenes rebeldes y una parte de quienes ya teníamos una historia militante. Lo que hoy caracteriza a un amplio y variopinto sector, es la inexperiencia política y la vida en una comunidad en descomposición y altamente fragmentada. Seres atontados por los medios y las redes, que les falsean el presente y el pasado, que están agobiados por la falta de perspectiva y por ser duramente golpeados por un sistema expulsivo que por un lado estimula el consumo hasta el paroxismo, pero al mismo tiempo los centrífuga por fuera de sus bordes. Jóvenes que junto a los adultos conviven con violencias de todo tipo, institucional y criminal. Ningún presidenciable se replantea cambios de fondo en estas condiciones sociales, ni de los cuerpos represivos. El propio candidato oficialista propone como respuesta al delito una legislación penal especial para jóvenes de 14 a 18 años. Dicen y hacen lo que se reclama, más cárceles y más policías, un aparato, que como se viene aplicando, sea capaz de controlar y reprimir a quienes no están dispuestos a ser eliminados por el descarte social.
Un sector al que ni el progresismo ni la izquierda pudieron llegar para darle un contenido transformador a su bronca y a su rechazo a las instituciones totalmente degradadas y en crisis terminal de esta democracia burguesa, Una democracia fallida a la que siguen apostando casi todas las fuerzas políticas, sin percibir el justificado descreimiento generalizado en los estamentos de una república disfuncional pensada para otra etapa del capitalismo y de la modernidad.
La insignificancia de la política actual.
A los sectores más golpeados por esta crisis poco le importan las disputas palaciegas. Ningún referente se plantea un proyecto transformador que los saque decididamente de la precariedad y de una vida que es condena, que les ofrezca un lugar activo y protagónico en un espacio para la construcción de una alternativa de nuevo tipo, que supere las opciones del asistencialismo y o la represión.
“El rasgo más significativo de la actividad política actual es su insignificancia. Los políticos ya no tienen ni ideas ni programas. Su único objetivo es seguir en el poder.” Corneluis Castoriadis.
La falta de una autocrítica y reflexión es tan ominosa como siempre, la memoria sesgada se basa en un registro de acontecimientos episódicos sin relación alguna, como fenómenos aislados, que incluso han perdido la motivación de la mística popular. La verticalización extrema de la práctica política, la falta de democracia interna en los partidos, donde los que dirigen, hacen y deshacen sin consulta ni debate alguno, la mayoría de estos pseudo partidos son simples cáscaras huecas, sin estructura alguna, creados por alguna figura con apetitos electorales, otros con una militancia poco exigente que se ha ido adaptando a sostener posiciones resueltas por unicatos mistificados con el manto de la infalibilidad. La duda es uno de los recursos más potentes para escapar de la naturalización de lo dado, pero es condenada pues desafía liderazgos autoritarios. La capacidad de interrogarse ha caído en desuso, no hay respuestas porque no hay preguntas, y cuando se hacen, son irrelevantes. La más obvia ¿porque después de todo el tiempo transcurrido no lograron construir un proyecto que supere la sumisión al mal menorismo?
El pragmatismo y el oportunismo lleva a la conciliación con las autocracias nepotistas de todo signo, particularmente con quienes gobiernan las provincias como satrapías, el mantenimiento de una eterna burocracia sindical traidora y desacreditada, una política de alianzas basada en la rosca, sin principios ni programas, sumado a un sector importante que confunde militancia con trabajo a sueldo, son componentes que nos llevan a un reiterado cul de sac, porque siempre habrá uno peor. Así cada cuatro años retorna el recurso calcificado del mal menor y el voto útil, al que lleva la falta de movilización, el poco espíritu de lucha, el culto al miedo como método para deglutir lo indigerible, un menú completo de batracios salpicado por los múltiples casos de corrupción y un límite poroso que no distingue entre tirios y troyanos, como el caso del CEO que pasó en un instante de ser, jefe de asesores del presidente inexistente, a colaborar con la campaña de Bullrich. Durante mucho tiempo acuñaron el humillante concepto: si queremos ganar hay que poner plata en los bolsillos de la gente, hoy la plata va para pagar la deuda y los encuentra huérfanos de ideas pues nunca dieron el debate. El todo vale explica en parte la crisis de credibilidad. Quienes dejaron hacer a la derecha, gobernando para ellos, sin confrontarla, pensando que era el camino para asegurar la gobernabilidad del status quo, se enfrentan a una situación cada vez más frágil, inestable y atormentada.
Sorpresa o negación.
No leyeron por qué triunfó Macri en 2015, tampoco su alto porcentaje en 2019, a pesar del desastre que fue su gobierno, tampoco la derrota del 2021 y ahora ponen un candidato que es visualizado como parte responsable de la continuación de ese desastre, con un presidente que reinstala la fotografía del fugado De la Rúa, que después de todas lo que hizo y las que no hizo y debió hacer, se invisibiliza y al que nadie quiere tener a su lado. Tampoco toman registro de los altos índices de abstención y voto blanco que juntos en algunas elecciones provinciales alcanzaron más del 40%, un signo inequívoco de la indiferencia ante las internas partidarias.
Como señaló Zygmunt Bauman “Las creencias no necesitan coherencia para ser creíbles”
¿Cómo se llegó a que Milei, un energúmeno de extrema derecha, inventado y promovido hasta el hartazgo por los medios, sin historia, ni construcción alguna y Bullrich, la de la doctrina Chocobar, una ignorante de metralleta, que balbucea incoherencias, tengan la posibilidad cierta de ser presidentes? ¿Quiénes se hacen cargo? Nadie, debería eludir su parte. Siempre ante la derrota, que se presenta como inexplicable, reaparece la figura del culpable, el bíblico chivo expiatorio, una sociedad sin memoria, gente descerebrada, portadores de rasgos genéticos que bloquean su capacidad para pensar, un refugio que descansa la culpa en el otro, sin meditar en las causas ni en las responsabilidades que llevaron este cuadro nefasto y desesperanzador.
Sin confianza en la capacidad propia, el quehacer se limita a esperar que Milei se pinche a que un sector del establishment que tenía a Larreta como plan A le suelte la mano a Bullrich o que pretenda condicionarla. La apuesta mayor es que el pánico motive a los que se abstuvieron. ¿Salir a hacer campaña por Massa? Una misión tan ingrata que parece imposible, alguien que tiene un ADN oportunista, que como testaferro del FMI mantiene más de un 40 % de pobres , que sigue concediendo al agronegocio y a las megamineras los recursos naturales del país y a quien le importa un bledo la naturaleza y el medio ambiente. En este como en otros temas, las coincidencias entre los candidatos son absolutas. Si Cristina no pudo o no quiso con el inconsistente Alberto y lo dejó hacer o no hacer, quien condicionaría a Massa sin lucha ni programa. Están a la vista los resultados de quienes votaron impresentables diciendo después de las elecciones veremos. Solo los muy cerriles o malintencionados pueden sostener después de todo lo ocurrido, que la derecha puede contener a la ultraderecha.
Es común escuchar que Milei es otro Bolsonaro. Recuerdo cuando alertaban en Brasil que la política de Dilma y la desmovilización del PT, le facilitaría el camino a la derecha y a la ultraderecha. Eso favoreció el triunfo del proto fascista de Bolsonaro que contó con el apoyo de los sectores evangélicos más conservadores que crecieron, entre múltiples causas, por el espacio que el PT, que también realizo alianza con un sector evangelico, dejo libre en las favelas y los barrios pobres, permitiendo a vez el desarrollo del narco y la represión indiscriminada. Nuevamente se tiende a ver el resultado pero no los ingredientes.
Esperar no es saber
Quienes esperan o desesperan para que el candidato oficialista produzca un giro copernicano en estos escasos dos meses, saben que eso no ocurrirá, seguirá el curso de lo que viene dictando el FMI. Le mienten al pueblo cuando dicen que son recomendaciones, todos saben que el paquete es coercitivo, la deuda que se niegan a investigar, viene atada al cumplimiento tajante de las condiciones impuestas. El dúo Bullrich- Milei sostiene la misma línea sin anestesia. Los guerreros falsamente libertarios, no buscan la libertad para todos, solo la levedad del ser para algunos, que significa la intolerable opresión para las mayorías.
Los que piensan diferente y se quedan pasivamente mirando como Milei y Bullrich siguen hegemonizando el debate desde los medios, fijando los ejes sobre lo que se discute y lo que no se puede discutir, contribuyen a que las posibilidades del dúo diabólico se acrecienten.
Si como dijeron Grabois y sus seguidores, sabiendo que perdía en una interna mentirosa, su dudoso objetivo era generar músculo político para condicionar y no dar cheque en blanco, ahora tendrá que demostrarlo La peor opción es esperar y jugar una única y pasiva carta a la elección a la consideran erróneamente “ la madre de todas las batallas”.
Es determinante para no repetir errores recientes, para quienes todavía conservan un poco de digna rabia y voluntad transformadora, la izquierda política y social, los movimientos populares de género y derechos humanos, los trabajadores y estudiantes deben salir a defender sus derechos y enfrentar en todos los terrenos posibles a la derecha y a la ultraderecha a sus ideas y a quienes concilian con ellas. Sería un capital que nos crearía mejores condiciones para lo que está por venir, No hacer nada, no solamente favorecerá las candidaturas de Milei o Bullrich sino que potenciará a los importantes sectores envalentonados por el resultado electoral que están dispuestos a escalar aún más en su objetivo de barrer con toda la historia de las conquistas populares
Se equivocan quienes plantean que no hace falta movilizar ahora, porque cuando se pudra la situación, todos saldremos a resistir y confrontar como siempre lo hicimos. No leen la sociedad en la que vivimos, todo lo que se ha deconstruido ideológica y políticamente en estas décadas. no ven los cambios socioculturales y económicos que ha construido el capitalismo salvaje. Como expresó Pierre Bordieu: “las teorías y prácticas neoliberales vienen a destruir las estructuras colectivas capaces de resistir las lógicas del mercado puro” Es la cultura despiadada de la no sociedad, que disuelve los vínculos, la reciprocidad, las redes de protección y ha demolido los puentes que nos unían como humanidad.
La generación que hace décadas salía a poner el cuerpo contra palos y balas fue desaparecida y otra parte de la sobreviviente fue cooptada y amansada. Esta joven generación no vivió la dictadura, ni el menemismo, ni el 2001. Les tocó vivir sin futuro en una sociedad canibalesca, individualista que cultiva la meritocracia y hedonismo, tiempos de exhibición impúdica de la riqueza en medio de un océano de pobreza. Quienes pueden estudiar, transitan las aulas en un momento de sensible chatura en el movimiento estudiantil y en el quehacer académico en general, en una universidad que fue perdiendo su rol crítico y su compromiso con los conflictos sociales. Ciertamente les jóvenes fueron protagonistas principales de las épicas batallas de género, por el aborto legal y gratuito, el matrimonio igualitario y por la ampliación de los derechos de la comunidad LGTB, pero esa fuerza impresionante, la marea verde, no pudo o no supo, junto a otros sectores combativos, cómo enfrentar y derrotar a Macri, una parte importante se replegó ante la debacle del gobierno de los Fernández y Massa.
Han desaparecido el ágora y la asamblea soberana, fueron reemplazados por el shopping y mercado libre, por Twitter e Instagram. Lo público se volvió privado y lo privado se ventila en la redes. Los ideales de justicia, equidad, del bien común, de la solidaridad, de la rebeldía ante la opresión, fueron minimizados sepultados por la banalidad del credo de la libertad privatizada, que esencialmente es la no libertad.
El paradigma neoliberal se basa en el axioma esto es lo único que hay, no existe otra alternativa y si existe será peor. Logró imponer su prédica sobre lo funestas que son las utopías, condenadas al fracaso.
Si se busca explicar el origen de tanta apatía y mediocridad, debe encontrarse en esta política que promueve y premia el conformismo y la resignación. Estamos pagando un precio muy alto por este credo, la barbarie civilizatoria y el sufrimiento de la mayor parte de la humanidad.
22 de agosto 2023
Blog del autor: http://silvioschachter.blogspot.com/
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