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Raúl Zaffaroni visitó a Milagro Sala en el Penal del Alto Comedero, en Jujuy

«Espero que la Corte termine con esto»

Fuentes: Página/12

El actual integrante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos planteó que el máximo tribunal nacional podría terminar con «el escándalo» de la detención de Sala reconociendo sus fueros como miembro del Parlasur. Raúl Zaffaroni atravesó la última puerta de rejas tras el largo acceso de controles del Penal de Mujeres del Alto Comedero. Abrazó […]

El actual integrante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos planteó que el máximo tribunal nacional podría terminar con «el escándalo» de la detención de Sala reconociendo sus fueros como miembro del Parlasur.

Raúl Zaffaroni atravesó la última puerta de rejas tras el largo acceso de controles del Penal de Mujeres del Alto Comedero. Abrazó a Milagro Sala. Agarró sus abrazos. Y se acercó al oído. «¡Mi líder latinoamericana!», le dijo, y continuó con un diálogo de entrecasa, cotidiano, de quienes comparten la misma sintonía.

-Disculpá que no vine antes -le dijo-, pero sabés que me daba vergüenza.

-¿Y por qué? -dijo ella.

-Yo que soy abogado, jurista, escritor de libros jurídicos, profesor, no podía explicarte desde el derecho por qué estás presa.

Milagro Sala entonces lo miró. Comenzó a llevarlo del brazo hacia el patio del lugar donde permanece prisionera desde casi doce meses.

-No te preocupes -le dijo-, nosotros sí sabemos por qué estamos presos.

Ayer, durante su encuentro con Sala, el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos volvió a decirle lo que en estos días, de todas las formas posibles, ella escuchó en los alrededores de la escena del juicio. «Ya saltaste de Jujuy, ya saltaste de la Argentina, y hasta de la región», dijo. «Tu apellido no lo tiran al piso, con todo esto lo están subiendo a todo el continente.» Y en lo que fue su declaración política consideró que la Corte Suprema de Justicia puede ser parte de la solución a los pedidos por su libertad.

«Me parece que la solución la puede ser la Corte Suprema en el caso de Milagro, reconociendo los fueros», señaló. «Sería lo menos desprolijo y lo menos costoso para el Gobierno, que por otra parte podría decir que respeta la independencia judicial. Eso podría ser la solución más rápida. Los fueros le fueron desconocidos hasta ahora por el Superior Tribunal de Justicia de la provincia. Todas las decisiones del Superior Tribunal de Justicia de la provincia se pueden revisar haciendo una reserva del caso federal ante la Corte y espero que la Corte se ponga las pilas en esto y termine con este escándalo».

El patio de la cárcel

En el patio de visitas del penal están preparadas con manteles las mesas de cemento que consiguieron con sus reclamos las mujeres detenidas. Ahí, Milagro Sala recibe a su gente. Los hijos, nietos, esposo, hombres y mujeres de la organización destapan envases de un almuerzo de domingo mientras llegan otros invitados. El número máximo de siete personas por tanda incluye a mujeres del Sindicato Argentino de Televisión, Satsaid. Mónica Contrera, miembro del Consejo directivo, diputada nacional mandato cumplido del FpV, le trae saludos de miles de compañeros y cuenta noticias del encuentro de la corriente federal de la CGT. Y Milagro, mientras las escucha, ya sentada, les dice: «Vieron cómo es, en los ’90 buscábamos líderes y ahora están todos organizados».

Todo lo que sigue recupera la respiración de los días y las noches en la casa de Milagro Sala. Aún en la prisión, en medio de las clonaciones de causas -como las definió Zaffaroni-, aún dentro de las cárceles de Jujuy, donde se multiplican las denuncias por aprietes y torturas. Milagro Sala habló de su casa durante la primera audiencia del juicio. Todo el mundo la conoce, dijo, es un espacio abierto, por el que pasan todos, desde las ocho de la mañana, hasta la una o dos de la madrugada. Algo de eso existe ahora en la escena de esta extensa mesa de prisión.

Un nieto de ocho años se cae contra una columna, de puro jugar con una silla. Milagro salta. Atraviesa el patio. Lo lleva a la enfermería. Vuelve. Y otra vez está ahí. Un fotógrafo logró apostarse del otro lado del cerco. Las mujeres de la televisión sindicalizada avanzan hacia el cerco para hacerse la foto con Milagro. Los agentes del servicio penitenciario comienzan a caminar cada vez más rápido hacia ese lugar. Intentan impedirlo. Milagro trota un poco. Apura a las mujeres. Los guardias también corren. El fotógrafo logra la foto. Las mujeres se van.

«Miré derechito a los ojos de los jueces, no sé si se fijaron», dice Milagro. Habla del primer día de juicio. De los 50 minutos que la devolvieron al mundo. De su voz. «Les estaba diciendo con eso, te estoy hablando a vos, gringo, español, no me da miedo hablarle al hombre que usa saco y corbata.»

En la mesa está Raúl Noro, su compañero, esposo. «Lo que pasa es que no hablaba desde hace un año», dice. Y dice lo que dice desde ese día que la escuchó. Que a la Milagro, ese día, se le fue el nudo que tenía adentro del cuerpo.

Las mujeres del sindicato se van. Milagro les dice que por favor saluden a los compañeros. Ellas le hablan de los jóvenes. Milagro les dice que les pidan que se organicen.

-Te pido por favor, mirá esto -le dice a este diario. Ella quiere explicar ahora el mundo que se llama Gerardo Morales. Deja la silla. Trae un cuaderno. Y se vuelve a sentar.

1. Azucareros de la Esperanza, 800 despidos -dicen sus notas.

2. Empresa XIBI, 70 despidos.

3. Mina Pirquita, 200 despidos en 2016 y 600 en 2017.

4. Aceros Zapla, 96 despidos.

5. Finca del Talar de Ledesma, 50 despidos.

6. 15 mil cooperativistas sin trabajo de la Tupac y de la Red de Organizaciones Sociales.

7. Crisis policial con suicidios, 6 por adicionales, recategorizaciones impagas, sin asistencia psicológica.

A la vuelta de la página, la lista sigue con una enumeración de los conflictos estatales.

En la mesa larga, llegó el momento de jugar a las cartas. Otro nieto llena una botella con tierra. Milagro le hace unos agujeritos con un cigarrillo. Tal vez ponga unas plantas. Llega Zaffaroni. Nueva tanda de noticias. Esta vez sobre dos funcionarios judiciales, fiscal y juez, que decidieron no perseguirla con alguna de las causas. No la imputaron. Zaffaroni preguntó un poco más. Milagro Sala le dijo que por eso Morales los había denunciado. «Eso es la democracia vernácula», dijo el ex juez de la Corte Suprema. Entre los nuevos visitantes fueron llegando Beinusz Szmukler, presidente de la Asociación Latinoamericana de Juristas y Ricardo Carrizo, diácono de los curas de la Opción por los Pobres. Zaffaroni le preguntó si estaba escribiendo un libro. Ella dijo que empezó, pero que ahora pasa tiempo respondiendo cartas que le llegan de todo el mundo. «Tenés que escribir», le dijo Zaffaroni: «Acá todo el mundo quiere saber quién es Milagro».

Antes y después, la dirigente de la Tupac volvió a una escena. Las horas previas al comienzo del juicio. Un momento en el que estuvo dispuesta a dejar pasar todo sin ir a declarar. Milagro dijo que entre las cosas que la torturaban estaba la idea de presentarse ante lo que ella todavía entiende que es un circo, no sólo de Morales sino de 500 años de dominación. «¿Ustedes vieron la película de Tupac Amaru? Tuve la sensación ese día de estar en esa misma escena, en medio de un tribunal. Cuando todavía no quería ir, decía por qué tengo que rendirle cuentas a estos gringos de lo que soy.»

«Creo que lo hay que hacer acá es esperar a la Corte Suprema», dijo de pronto Zaffaroni. Silla mediante. «Esto es un disparate. Es la quiebra del Estado de derecho, es apartase de la forma del Estado de derecho y me parece que tendrían que empezar a pensar cómo se resuelve esto y cómo salir con el menor costo posible para ellos».

Vuelven las escenas del juicio. Después, Milagro habla de su apellido, que le molesta que lo hayan violentado y lo hayan tirado al piso. «No lo tiran al piso -le dijo Zaffaroni-, lo están subiendo a todo el continente.» El juez de la Corte Interamericana le habla de un encuentro con las comunidades indígenas en el que habló de ella. Y de su caso como emergente de las nuevas formas de persecución. «Tu nombre ya está en todos lados, no lo estás tirando por el piso, lo estas levantado».

Zaffaroni abandonó el penal a las seis de la tarde. «La vi muy bien», contó. «Como todo liderazgo, cuesta asumirlo. Todo líder se siente muy solo y se siente que ya no es dueño de su existencia, sino que tiene que responder a las exigencias de lo que él mismo ha construido y muchas veces se construyen cosas sin pensar en eso. De repente, la gente te empieza a exigir y el rol que asumiste lo tenés que cumplir. Hay demanda de rol y hay una situación medio depresiva y medio problemática porque perdés la autonomía. Te estás debiendo a un colectivo y un colectivo cada vez más grande».

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/9604-espero-que-la-corte-termine-con-esto