Durante el 26 de junio de 2002, en la represión que culminó con los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los medios de comunicación hegemónicos jugaron un papel fundamental al tratar de construir un discurso por demás favorable al gobierno que ordenó la represión, privilegiando las relaciones con el poder político por sobre la […]
Durante el 26 de junio de 2002, en la represión que culminó con los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los medios de comunicación hegemónicos jugaron un papel fundamental al tratar de construir un discurso por demás favorable al gobierno que ordenó la represión, privilegiando las relaciones con el poder político por sobre la información. Paralelamente, circularon otros discursos generados desde las organizaciones sociales que simplemente intentaban dar cuenta que las muertes no se debían a enfrentamientos internos entre los manifestantes.
¿Cómo intentaron comunicar desde las organizaciones de desocupados lo que había sucedido? ¿Cómo se desarrolló la relación con los medios de comunicación alternativos? ¿Cómo fue la relación con los periodistas de los medios tradicionales una vez que la verdad se hizo evidente? ¿Qué herramientas se construyeron con posterioridad para no depender de otros discursos?. A diez años de la Masacre de Avellaneda abordamos todos estos temas con Pablo Solana, integrante del MTD Lanús en el Frente Popular Darío Santillán, quién al momento de la represión era uno de los voceros su movimiento y en la actualidad es miembro del colectivo editorial del portal Marcha (www.marcha.org.ar).
¿Cómo se elaboraron los diferentes comunicados de prensa que se enviaron a los medios de comunicación el 26 de junio del 2002?
Nosotros difundimos los primeros comunicados a través de ANRED, la Agencia de Noticias Red Acción, con Claudio Mardones, un periodista que actualmente trabaja en el diario Tiempo Argentino, y prácticamente la redacción entre comillas se da telefónicamente dictándole a Claudio y que él le diera forma a lo que la Verón decía, desmentía, aclaraba, o fijaba posición respecto a la represión. Habrán sido unos tres, cuatro o cinco comunicados desde el 26 a partir de las muertes y al otro día y al segundo o tercer día, hechos con esa modalidad.
¿Qué era lo que se quería comunicar específicamente en ese primer momento?
Se hacia hincapié en que los dos muertos habían sido asesinados por la policía, que había decenas de heridos por la misma circunstancia, desmentíamos haber sido parte de algún tipo de enfrentamientos ni de violencia que hubiera originado las muertes ni mucho menos, que lo que sucedido era una decisión represiva muy clara, muy fuerte y que había dejado como saldo las muertes. Al segundo día íbamos informando la fecha y el lugar del velorio de Darío Santillán, quien era: un militante del MTD de Lanús que participaba en un proyecto comunitario, y Maximiliano Kosteki, tratando de decir donde lo iban a velar, creo que por ahí iba un poco la cosa. Era contrarrestar el abrumador discurso hegemónico de los medios de ese día, que tenia fuentes concretas, el poder ejecutivo; los ministros de Duhalde operando sobre periodistas ésa misma tarde, hablando de enfrentamiento entre piqueteros. Nos consta que en las redacciones existió una operación para instalar la versión que venía del propio gobierno de Duhalde y sus ministros. Era sobre todo intentar comunicar en contraposición al discurso hegemónico y también aprovechando para reafirmar nuestra lucha.
¿El día posterior al entrevistarlos a ustedes los periodistas mantenían la versión que las muertes se debían a enfrentamientos entre manifestantes?
Sí, hubo cosas que me quedaron grabadas. El 27 a la mañana se produce un pequeño punto de inflexión en el discurso dominante que es nuestra lectura de las fotos de Clarín. Ese diario publica con cierta liviandad las fotos que con su línea editorial tendía a evitar la responsabilidad policial y la responsabilidad política y señalar el caos o la crisis o el enfrentamiento entre los piqueteros como las causas de las muertes. Pero se les escapa una foto, que no leen, no interpretan, que es la de Darío siendo víctima de un disparo en la estación, no saben que es Darío, no lo ponen en el pie de la foto, no hacen ninguna referencia, pero nosotros sí lo identificamos. Entonces eso sucede ya en el velorio de Darío a las 6 y media de la mañana con los primeros diarios y ya con algunos periodistas donde ahí es justo separar gente que con honestidad colaboró, con cronistas que habían venido al velorio y decían «bueno, pero hablen con los abogados» «el de la CORREPI sabe», «hay otro fotógrafo de La Plata», -me refiero Pandolfi y Kowaleswki- algún periodista de Página 12 ahí presente, algunos recuerdos de esa mañana, como un reportaje muy respetuoso del Chavo Fucks que conducía la mañana informativa de una FM, y actitudes muy canallescas como Majul, en ese mismo día donde todo era explicarle que la muerte de nuestros compañeros no había sido porque decidimos de golpe empezar a los tiros entre piqueteros. Un discurso a la defensiva de un tipo que además de comprar un discurso dominante instalado por el poder político hacia saña de eso. Chiche Gelblung, la noche misma del velorio con un pibe de movilero diciendo: «dame la nota porque me echan y disculpá pero te voy a tener que preguntar por los muertos», una actitud miserable para sacarme al aire con Chiche Gelblung diciendo «bueno, que piensan hacer, van a responder a estas muertes con qué?».
¿Qué valoración hicieron sobre el desempeño de los medios alternativos en esos días?
Tuvieron un rol parecido al del 20 de diciembre del 2001, un protagonismo acompañando las luchas, no solamente como forma de dar difusión a la voz del que lucha sino compañeros que activaron, que estaban presentes, tomaban una postura importante, muchas de las fotos de la represión fueron de compañeros que sacan fotos desde el lado de la movilización. Hay una lógica muy habitual que los periodistas profesionales cubren las situaciones de enfrentamiento del lado de las fuerzas represivas, nosotros teníamos registro de la represión desde compañeros fotógrafos, reporteros gráficos, periodistas etc. que desde éste lado participaban desde su rol, que era informar, difundir, registrar fotográficamente los hechos, pero con una militancia creo que se lo puede llamar así. Todavía el 26 de junio, digo todavía porque es algo que se fue no sé si apagando, pero al menos reconvirtiendo, pero hubo creo algunos de esos procesos que se fueron constituyendo con una lógica más si se quiere formal de lo que es un medio o en el rol de informar. En ese mismo momento estaban las fronteras bastante entremezcladas y eran compañeros periodistas, o compañeros jóvenes con ganas de ser periodistas que acompañaban las luchas.
¿Cómo fue la relaciones con los periodistas luego que tuvieron que decir la verdad?
Hay un doble plano: hay periodistas que aun sin conocer que éramos, tal vez desconfiaron al principio de nuestra versión, enterados o viendo que había una organización social en un barrio humilde con pibes jóvenes que podían ser más combatidos, taparse la cara y con palos, pero que laburaban y estaban reclamando algo con firmeza, tras esa entre comillas humanización de lo que expresábamos nosotros hubo periodistas que se dispusieron a darnos el espacio, hacer una nota, invitar a un canal, etc. Y los que carroñan con la información con estos hechos, y especialmente con los hechos que involucran situaciones de violencia de muerte de los sectores populares, directamente se abstuvieron, no recuerdo que nos hayan tenido en cuenta después de que se vio una imagen mas humana de Darío, de los movimientos o de cosas más legitimas después de la represión.
Con el transcurso del tiempo, se cubría el pedido de justicia pero después se trataba de un corte de transito más.
Sí, el famoso caos del transito. Había un motivo para protestar, había una situación social, todo eso dejó de importar de lleno, si bien nunca les importo mucho- pero a veces por determinados intereses políticos que hacían posicionarse a un medio u otro, se hablaba de la crisis, de la desocupación, no podían ocultarlo. Nosotros hicimos un balance que a partir del 2003, los primeros años del gobierno de Kirchner disponen también una expectativa de sectores de poder donde las grandes corporaciones mediáticas tenían algo que defender. Duhalde los había favorecido económicamente con la devaluación y la pesificación de deuda, en gran medida al grupo Clarín, entonces pasado eso, con el gobierno de Kirchner, aun con los hechos de derechos humanos, la modificación de la corte etc., la expectativa de reinstitucionalización de la política y reconfiguración de una paz social en función de que «las cosas ya no están en crisis como antes» implicó un discurso de fuerte estigmatización donde prácticamente no tuvo lugar hablar de caos social, y todo era caos de transito. Hasta con algunos hechos de provocación o siendo muy funcionales a eso, de algún enfrentamiento, de alguna protesta con un automovilista y una mujer histérica con el nene, que no podía ir al hospital gritándole a los manifestantes. Pero bueno, lo que si ahí nosotros vimos fue que ese fue un trabajo de pinza entre esa lógica mediática y lo que el kirchnerismo también dispuso hacia las protestas sociales que fue un ahogo. Nosotros teníamos la famosa doctrina ni palos ni planes, que implicaba que no iban a reprimir pero tampoco nos iban a dar bola de parte de un gobierno que iba creciendo en legitimidad en los sectores medios, progresistas, con algunas luchas históricas de los DDHH, Corte Suprema, no sé si mucho más, pero simbólicamente fuertes, en ese primer año y ante un gobierno que te ahoga desconociendo los reclamos, una corporación mediática que te aísla diciendo que lo que sembrás es caos, entonces sí que fue jodido. Siendo fieles a lo que nosotros percibimos ese discurso mediático se hizo fuerte también porque hubo una actitud desde quienes conducían el estado funcional a eso. La estigmatización, fue mediática y fue política en ese proceso de luchas posteriores al 2003.
¿Por qué existió la necesidad de escribir el libro Darío y Maxi, Dignidad Piquetera. El gobierno de Duhalde y la planificación criminal de la masacre del 26 de junio en Avellaneda?
Recuerdo que pasando el primer mes de la represión con algunos compañeros que siempre estuvimos en torno a actividades de comunicación, de prensa de difusión, escribiendo algunos comunicados, declaraciones del movimiento, dijimos que esto la verdad es un hecho de importancia política, no sólo porque nos pasó a nosotros- porque en todo caso nos tuvo a nosotros en el medio y hay que hacerse cargo- pero es un hecho político que va a tener su trascendencia más allá de este momento y más allá de la denuncia y que nos haya pasado a nosotros nos impone la responsabilidad de ser nosotros quienes no permitamos que nos la cuenten cambiada. Bastante nos había costado remarla los primeros días como para después hipotecar un relato o construcción de la historia a posteriori que vuelva a sembrar un plano de duda o de sospecha o de nebulosa que diluya responsabilidades, entonces dijimos «esta historia la contamos nosotros», después que la cuente otro también, que hagan lo que quieran, que escriban otro libro, pero lo que pasó, lo que vivenciamos nosotros lo vamos a decir y si alguien lo quiere tener en cuenta, no sé, pero esa voz tenia que estar. Y así fue que nos volcamos a elaborar un doble registro, por un lado el testimonio, porque teníamos acceso a compañeros heridos que no habían declarado en los diarios ni ido al hospital en muchos casos por temor a quedar fichados a una posterior búsqueda y represión o criminalización que también había estado muy latente los primeros días, porque sabíamos como había sido la represión en la estación, en los barrios, todo eso fue una parte estructurante de lo que queríamos decir. Después fue juntar piezas de un rompecabezas que le dé más sustento a lo que señalábamos como responsabilidades, juntemos lo que hay, mucha capacidad de investigar por nosotros mismos no teníamos, no podíamos hablar con un empleado del ministro de seguridad que nos quiera pasar información pero sí con periodistas que tenían cierto acceso, con archivos, con la causa judicial cuando el fiscal podía, el cruce de llamadas con la SIDE, cosas que andaban por ahí y con un perfil muy desapercibido y en el libro también decíamos «bueno miren, están todos los elementos y si uno los quiere ver los vé», la responsabilidad del poder ejecutivo, la decisión de los ministros de orientar la represión, el anuncio de prepararse para algo que terminara mal y hasta la causa donde se denunciaba por atentado a la democracia ya preparada para decir «bueno, lo que mal salga, los vamos a acusar a ustedes», así que esas piezas las armamos y nos parece que el libro complemento esos dos relatos y el objetivo estuvo cumplido.
¿Tuvieron un método para juntar todas esas piezas?
No, algún compañero que ya desde los ’90 había sido profesor universitario, con una carrera universitaria que le gustaba, propios compañeros, de ANRED, algunos de los otros periodistas con los que teníamos cierta amistad y después ganas de hacerlo y alguna referencia de Operación Masacre para decir déjame leer diez veces esos dos o tres libros de Walsh que voy a subrayar mucho y hacer algo que exprese por lo menos esa claridad y esa contundencia una historia, pero bueno ahí había algunos rasgos muy difusos de algo que nosotros con mucha humildad hicimos un material más militante que de investigación ni mucho menos periodístico.
Pero el libro fue bien recibido y usado para el análisis en cátedras de comunicación.
Sí, algunos docentes universitarios lo ponían como trabajo practico: trabajar sobre ese libro o sobre ese y otros libros de investigación o de denuncia política. Me parece que las condiciones de producción de ese libro también aportaban algo extra que de alguna forma suplía la falta de profesionalismo, a la altura de un gran trabajo de investigación, fue realmente un trabajo colectivos que tuvo 5 o 6 aportes pero que después se amplificaban con compañeros de los movimientos que colaboraban, con vocación de dar testimonio, de lecturas colectivas antes de editarlo para corregirlo, hacer un último balance, sugerir modificaciones, o sea, el libro salio firmado por el movimiento y no por tal o cual persona o tal colectivo de compañeros que lo hacen, porque realmente tuvo un proceso colectivo la elaboración y su condiciones de edición también, con una imprenta recuperada editándolo, con compañeros de las asambleas, profesionales de clase media pero de las asambleas barriales que habían participado de todo ese proceso de lucha diagramando, algún otro medio alternativo haciendo trabajo de conexión, eso también se buscaba fijar. Y eso le daba una particularidad extra.
¿Y como fue cerrar una lectura colectiva para que todos lo firmen siendo la Verón algo tan amplio?
Lo que después aparece firmado como Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón que es una reformulación de una coordinadora de MTDs todavía más amplia, que en esos momentos tiene algunos reacomodamientos de grupos internos, era una coordinadora de lucha. Un nombre, una identidad, un protagonismo muy fuerte que le daba como una imagen de organización, después eso tuvo su contraparte porque cuando esa coordinadora se diluye un poco o los distintos integrantes de la coordinadora toman distintos caminos da una fuerte impronta de que se rompe una organización. En parte es eso, pero en parte también estaba sobredimensionada la entidad orgánica de un montón de grupos coordinando para luchar, en un momento de una fuerte ofensiva neoliberal o sea, era muy fácil coordinar protestas entre un conjuntos heterogéneo y fue más difícil mantener eso cuando las condiciones políticas cambiaron después del 2000, después de la represión, y en particular después del 2003. Era un grupo heterogéneo de grupos que tenían sus reuniones de coordinación sobre todo de la militancia, referentes barriales en algunos casos y militancia política que nos habíamos dedicado a la construcción y al dinamismo de éstos movimientos. Así que lo que se propuso con el cuerpo del 75% de lo que es hoy el libro ya hecho, hacer unos doce o catorce juegos de fotocopias, ponerlos en manos de los compañeros, que cada grupo de referentes que iban a la coordinadora lo lleve a su movimiento o a su mesa de delegados barrial, que socialice ese trabajo y que vuelva con aportes, eso como primer instancia y después no hacer un balance o conclusión solamente desde quienes hubiéramos hecho más el proceso de trabajo sino hacer también un ámbito colectivo de balance. Eso fue grabado y desgrabado, un poco editado y es el ultimo capitulo del libro, donde se realiza un balance colectivo desde cada movimiento a través de sus referentes que integraban la coordinadora. Se expresa «nosotros creemos que esto fue así», «que nos equivocamos en esto», «que pasó así», «que las cosas sucedieron por esto y que hoy el balance está». Ese fue el origen de un conjunto de no sé cuantas voces que tampoco elegimos ponerlas con nombre de quien o cual sino como expresión del movimiento. Los compañeros de tal movimiento decían esto, de tal otro esto, etc. O sea que hubo una fuerte vocación de expresar una voz colectiva y así fue un poco el proceso. Hubo correcciones, al principio yo era un poco más escéptico, decía «lo van a mirar y van a decir, está bien» y no, había compañeros que venían diciendo «esto cambiémoslo, esto acá como es, acá vos decís que fulano dijo, pero fíjate que éste estaba en el andén y los tiros vinieron de allá». Esa ultima ronda, esas ultimas instancias de supervisión colectiva del trabajo lo reforzaron.
¿Por qué existió la necesidad durante la cobertura del juicio a los autores materiales de los asesinatos de contar con un medio propio como fue Prensa De Frente y no depender de otros medios?
Los motivos son parecidos a lo que decíamos cuando hablábamos del libro: «no vamos a dejar que nos la cuenten». En este caso tal vez era más difícil – y lo fue- elaborar un montaje que desvirtúe lo que iba a pasar en un juicio publico cubierto por todo el abanico de la prensa donde no había una trastienda que ocultar. A veces lo que pasa en los movimientos en el conurbano va a tener trascendencia mediática si hay violencia, muertes y represión, si no pasaría desapercibido, en cambio el juicio iba a ser notado porque iba a ser un hecho político e iba a ser cubierto. En todo caso ahí creo que prima otro de los aspectos que sí hacemos mención en el prólogo del libro sobre la cobertura del juicio creo yo que fue concebido más como una herramienta de lucha. Desde lo específico que es informar, generar un sitio de comunicación, que sea referencia para quien quisiera informarse, hacer una crónica diaria de la jornada, aportar información extra del perfil de quienes eran los responsables políticos, contar con el expediente para decir «tal cana esta acusado como consta en la foja tanto», cosas que eran realmente insumos para periodistas, pero en ese sentido creo era más que decir «bueno, si no lo decimos nosotros, van a decir lo contrario» era «si no lo decíamos nosotros van a ser más imprecisos», con una vuelta que no sea tan según nuestra voz, pero sí creo que primaba la necesidad de instalar una legitimidad que iba a hacer falta para lo que buscábamos: que el juicio tuviera un desenlace de las condenas máximas en esa instancia y también para decir después de este juicio hay responsables políticos que no se están presentando, hacer hincapié en los funcionarios que no venían a declarar, eso si tal vez era una necesidad, pero más una necesidad de lucha contra la impunidad en una instancia decisiva que iba a ser un juicio.
¿Qué nombre le pondrías a todo esto que estuvimos hablando? ¿Lo encasillarías en contrainformación, comunicación popular?
Ya pasaron varios años y se maduró bastante, pero de alguna posibilidad de participar del Foro Social en Venezuela y de recorrer algunas radios comunitarias, me traje una idea muy clara de que lo que acá venía siendo considerado en aquellos años por Indymedia y ANRED y quienes nos rodeaban a nosotros de solidaridad desde lo comunicacional como medios alternativos, allá eran medios comunitarios, de los propios actores «no, porque nosotros tenemos un discurso que es una visión de esta realidad, que es alternativa a…» esta bien pero la evidencia que tenia allá, de proyectos de comunicación realmente comunitarios me hizo ver que por lo menos acá estábamos varios escalones por detrás. Una radio de baja frecuencia -una FM- puede expresar la necesidad de comunicación de un colectivo de estudiantes, militantes o compañeros jóvenes o personas con vocación de comunicar y está bien, ahora, si expresa a una comunidad de la cual es parte a mí me gusta mucho más. Creo que los últimos años acá también se han dado pasos de avance en ese sentido. Concebir a los medios populares como medios comunitarios, no solamente alternativos, contrahegemónicos, populares o el rotulo que a cada uno le guste más ponerle, pero integrado en un proceso de organización popular, organización popular alternativa. Cualquiera de esos rótulos le caben a la disputa del movimiento piquetero por ejemplo con los punteros: que eran los movimientos piqueteros, construcciones alternativas, contrahegemónicas, era todo eso, pero era una organización popular y de este tipo de medios y de nuestro proyecto comunicacional me parece que ahí hay todavía un gran camino por recorrer. El desafío va a ser que los lazos comunicantes estén si arraigados, -incluso esos medios de comunicación de masas nacionales o periódicos que se distribuyen en todo el país- ¿cómo hacés no para que sea comunitario, pero está bueno que tenga lazos comunicantes y sean parte, no digo ampliación, pero que tenga un ida y vuelta con esos canales de información ? Por ejemplo en Marcha cuando hablamos de la sección policiales decimos que tiene que ser estratégico para nosotros que la información surja de los barrios, en que comisaría hay quilombo o el comisario que llegó a tal comisaría de donde viene, donde están ahora los policías del caso Luciano Arruga. Y nuestro mejor tejido de investigación es la organización popular y ahí también volver a alguna de las etapas de Walsh en su trabajo en la CGT de los Argentinos o posterior con ANCLA y sus canales informativos de una experiencia clandestina, donde la principal fuente no era la política superestructural que también había que considerarla, pero la producción popular de información de investigación también. Cuando desde Marcha hacemos informes sobre las políticas de seguridad a partir de los cambios de los funcionarios recientes eso en el barrio y en la organización comunitaria tiene que permitir aprovechar insumos que son fruto de la investigación periodística para ver si en su lucha cotidiana le aporta algo. En el momento de la Masacre de Avellaneda era menos presente el debate.
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