Mañana los kioscos amanecerán con los diarios graficando la noticia, que lacónicamente nos dice: Decena de muertos, explosión y desmoronamiento de un edificio en Rosario. Hoy, luego del estruendo, y a muchas cuadras del epicentro, pero desde esta ciudad, recorro los sitios periodísticos. Tomo nota de todo cuanto va surgiendo con el transcurrir de las […]
Mañana los kioscos amanecerán con los diarios graficando la noticia, que lacónicamente nos dice: Decena de muertos, explosión y desmoronamiento de un edificio en Rosario.
Hoy, luego del estruendo, y a muchas cuadras del epicentro, pero desde esta ciudad, recorro los sitios periodísticos. Tomo nota de todo cuanto va surgiendo con el transcurrir de las horas. Maldigo que haya alguien que por ganarse la vida tenga que estar frente a la tragedia, llenando minutos y buscando datos, improvisando frente a las cámaras. Pero tal vez, nunca como en este caso, la noticia no será la que ocupe la escena. Creo que la pregunta, el interrogante, la búsqueda de una explicación, es la que se ubica con prevalencia.
Lo cierto es que solo en una fracción de minutos, la existencia tomó por otro rumbo, en algunos casos para dejar de ser, en otros para el dolor físico y psíquico, en el resto entre los que me incluyo, para abrir el espacio inmenso de las preguntas. Sin embargo, hay una certeza, las cosas así no pueden seguir. Los avisos son demasiados: Cromañon, Once, otros trenes, otros lugares, otras tragedias y siempre como común denominador el factor humano, y la desidia, y su frecuente compañera, la ominipotencia y la organización política carente de todo sentido.
Factor humano, porque el error, el percance, el accidente, no pueden ser desdeñados. Nadie está vacunado contra la fatalidad. Nadie tiene el dominio del nexo causal de las cosas, y esa incapacidad trae como lógica consecuencia, efectos no queridos, o errores no forzados como le dicen últimamente.
Desidia, porque los problemas colectivos, nos han enseñado, no son problemas, sino temas que deben abordar y resolver los otros. Individualismo exacerbado que hace ser más vivo al que no se mete, al que espera que otro lo resuelva. Delegamos, nos evadimos, no nos comprometemos, buscamos la más fácil, en definitiva sobrevivimos a la gran pálida, empalideciendo el ambiente de las relaciones sociales. Contradictoriamente si en el edificio vivimos muchos, las decisiones como en lo político, las toman pocos y a veces no de la mejor manera, sino de la manera que parece más barata.
Desde el Estado: Aparición mediatica. Rápidamente un juez penal a la escena. La culpa la tiene un gasista. Es esto un estrago culposo. Alcanza la ley penal para dar respuesta a todo este drama. Una y otra vez, el mismo abordaje para todas las tragedias. Políticos, funcionarios, los mismos de las fotos en campaña. ¿El portero del edificio, el conductor de la locomotora, el cantante de Callejeros, son ellos los únicos responsables?
No parece que sea así, como tampoco parecen ciertas las promesas y los rostros de campaña, que hipócritamente se dice abandonada, para cubrir la tragedia y realmente lo que se quiere es cubrir, y rápido, siempre con las mismas herramientas: abordaje mediático saturador y respuesta represiva. La punta de un iceberg que no deja ver que es una forma de vida deformada por la falsa conciencia, la ideología de la dominación, la que emerge como el gran factor responsable del drama social. Porque esto, no es otra cosa que un crimen social, signado por una cultura dominante que nos deshumaniza, al punto tal que en los momentos más mínimos de nuestra existencia, el riesgo parece estar a la vuelta de la esquina, al punto tal que ni siquiera en nuestras casas, se pueda alcanzar la tan ansiada seguridad.
Tal vez todo lo que hoy es pregunta, dolor y amargura, pueda ser visto con distancia temporal, por sus grandes causas, las más profundas, esas que dia a día nos empeñamos en no ver, confiados en que si no vemos no existe. Hoy la indolencia, la deshumanización de los vínculos, la razón de estado, la política como acto de pocos, las empresas privadas en problemas públicos, la ausencia de controles, tomó ser concreto y forma definida, fue la explosión.
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