Recomiendo:
0

¿Punto de inflexión política?

¿Evo o Piñera?

Fuentes: Rebelión

En varias conversaciones sostenidas en los últimos días me reiteraron una constante: con el resultado electoral de segunda vuelta en Chile hay un punto de inflexión en la tendencia política que se presentaba en la última década en América Latina y el Caribe. Confieso que no bastaba mi alusión al fenómeno simultáneo dado por la […]

En varias conversaciones sostenidas en los últimos días me reiteraron una constante: con el resultado electoral de segunda vuelta en Chile hay un punto de inflexión en la tendencia política que se presentaba en la última década en América Latina y el Caribe. Confieso que no bastaba mi alusión al fenómeno simultáneo dado por la asunción en el gobierno de Bolivia, del dúo Evo Morales y Álvaro García Linera por un segundo periodo. No deja de ser un interrogante saber porqué pesa más en algunas reflexiones la impronta que asumirá el millonario pinochetista Piñera en el gobierno del país trasandino, que la renovación con aires de radicalización que impondrán los vecinos del altiplano, ahora que definen su rumbo por el «socialismo comunitario». En todo caso me pregunto que pesará más en el debate político e ideológico regional, en el clima de época, si el capitalismo exacerbado del derechista chileno, o la opción socialista del gobierno popular boliviano.

Pero volvamos al argumento inicial y que me inquieta. Si hay punto de inflexión es que la tendencia se modifica. ¿Hay o habrá cambio de rumbo? ¿Hay o habrá restauración conservadora? Para responder los interrogantes hay que trasladarse en el tiempo y pensar en periodos más largos, precisamente el que determina el origen de las políticas hegemónicas de las últimas cuatro décadas. Es en Chile con el golpe genocida de 1973 que se hace manifiesta la gigantesca ofensiva del capital sobre el trabajo, la sociedad y la naturaleza. Es un proceso potenciado con la caída del este de Europa y la obstaculización en la subjetividad popular para pensar en la posibilidad socialista. El mundo se hizo capitalista por excelencia, al punto de habilitar teorizaciones como las del «fin de la historia».

La resistencia a la iniciativa política del capital (neoliberalismo) construyó la expectativa latinoamericana del primer decenio del Siglo XXI y habilitó hace apenas un lustro la reivindicación del socialismo como propuesta de solución para los problemas de los pueblos. Primero en Venezuela se habló de «socialismo del siglo XXI» y ahora en Bolivia de «socialismo comunitario». Convengamos que ello se explica en buena medida por el medio siglo de la experiencia socialista en Cuba. El caso es que los tres países protagonizan junto a otros cuatro (Nicaragua, Honduras [2] , Dominica y Ecuador) una interesante y desafiante experiencia de integración, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA. Son estos los protagonistas destacados de la Cumbre de Copenhague que no reclamaron un lugar en el productivismo capitalista, sino que identificaron como responsable de la crisis climática al capitalismo. Más allá de los adjetivos («del siglo XXI» ó «comunitario») con que se califiquen los rumbos sociales definidos, el socialismo vuelve a la agenda de la región y del mundo de la mano de los que hacen el ALBA.

Si la realidad es la crisis de la economía mundial y la respuesta que explica la recuperación económica de los principales países capitalistas (EEUU anuncia un crecimiento del 5,7% para el IV trimestre de 2009) se sustenta en 10% de desempleados estadounidenses y cifras alarmantes de desempleo, empobrecimiento y hambre en todo el planeta, nos queda claro que la salida capitalista de la crisis se sustenta en mayor explotación de la fuerza de trabajo mundial. Alguien sostendrá que no es novedad. Es verdad, la explotación es la sempiterna forma de funcionamiento del régimen del capital, tal como lo explicó Carlos Marx en 1857/58 en sus estudios previos a la publicación de su máxima obra: El Capital en 1867. Lo novedoso no resulta del reconocimiento de la plusvalía en el 2010, sino la expresión, por ahora minoritaria, de experiencias sociopolíticas que se pronuncian por una salida anticapitalista y por el socialismo.

Contraofensiva del capital

Quiero enfatizar que la inflexión fue el golpe pinochetista, pues la tendencia de aquellos tiempos era favorable a la necesaria construcción de otro sistema internacional de relaciones sociales. El mundo era bipolar y con contradicciones se manifestaba una fortísima acumulación de poder popular con el imaginario socialista, las luchas de los trabajadores y los pueblos que estaban en las movilizaciones de los 60´ y 70´, en el triunfo del pueblo vietnamita y en la caída de la tasa de ganancia del capital ante el gigantesco nivel de resistencia y organización de los trabajadores en los países capitalistas de todo el mundo. Desde ese punto de apoyo y amparado en el terrorismo de Estado, la tendencia global mutó hacia las políticas reaccionarias hegemónicas de los 90´, donde las ideas de la «escuela de Chicago» se impusieron. Solo para incorporar un matiz local, recordemos a los «Chicagos boys» de estas tierras, entre los que se destacó por los noventa un joven que llegaría a titular del BCRA y que hoy motiva múltiples análisis de coyuntura política: Hernán Martín Pérez Redrado.

¿Hay cambio de tendencia ahora? Sí, lo hay y deviene de la acumulación de poder popular, que reivindicadora del No (al ALCA, a la deuda externa, a la militarización, entre otros) supo construir alternativas políticas que desafiaron la hegemonía discursiva del neoliberalismo en Latinoamérica y el Caribe. Hay quienes solo se quedaron en la crítica a las políticas hegemónicas en los 90´ y otros fueron más allá. Algunos se animan a criticar al capitalismo, incluso a desandar ataduras al sistema mundial, sus instituciones y convenciones subjetivas de que es lo que se puede hacer. Ecuador llevó adelante una auditoría de la deuda externa que le permitió desconocer parcialmente obligaciones con acreedores que demandaban privilegio de cobro por sobre las necesidades sociales internas. El gobierno de Bolivia nacionalizó los hidrocarburos y se retiró del CIADI, instrumento del Banco Mundial para defender los intereses de los capitales transnacionales. Hemos mencionado ya la integración en el ALBA, y adicionemos la innovación propositiva de una «nueva arquitectura financiera internacional» que se abona con la creación del Banco del ALBA y el SUCRE con pretensión de moneda regional, pero incluye también el demorado Banco del Sur y otras iniciativas de articulación económica regional.

La expectativa mundial que genera la región latinoamericana y caribeña está sustentada en la movilización y resistencia a las políticas regresivas y reaccionarias de salida capitalista a la crisis de los años 70´ (década perdida en los 80´ y medio perdida en los 90´ según la CEPAL). Entre las campañas sociopolíticas de movilización popular, los cónclaves globales tipo FSM desde 2001 y los nuevos gobiernos emergentes contra el neoliberalismo se gestaron las esperanzas de cambio más allá del propio continente. América Latina y el Caribe se transformaron en laboratorio de estudios para el pensamiento crítico y el movimiento popular mundial. Claro que la tendencia fue a la igualación de las experiencias, sin percibir que en un proceso de una década, Venezuela pasó de una concepción de «tercera vía» [3] (1999 a 2004) a sostener su «socialismo del Siglo XXI» (desde diciembre del 2004); y Bolivia que esbozó una propuesta de «capitalismo andino» al comienzo del primer gobierno, propone actualmente el «socialismo comunitario». Ecuador y Bolivia incluyen novedades jurídicas importantes en sus renovados regímenes constitucionales, donde la categoría del «buen vivir» sorprende, cuando menos, a los intelectuales neoclásicos de la corriente principal (el mainstream) hegemónica. En otros casos, el discurso no fue más allá de la crítica al neoliberalismo, para sostener la perspectiva capitalista. La importante quita de la deuda pública argentina en el canje de 2005 se esteriliza en la actual reapertura del canje, el pago anticipado al FMI en 2006, la voluntad negociadora con la espuria deuda reclamada por el Club de París, mayoritariamente contraída en tiempos de la dictadura genocida de 1976-83. Brasil asume con China, India y otros el camino del desarrollo capitalista del sur, tal como se evidenció en la Cumbre de Copenhague, reclamando un lugar en la división internacional capitalista del trabajo. ¿Y Chile? Bastaría leer el reciente artículo de Atilio Boron [4] argumentado que en lugar de votar la copia se optó por el original, pero más aún los importantes estudios económicos de los intelectuales chilenos Graciela Galarce y Orlando Caputo que vienen denunciando hace más de una década sobre la funcionalidad capitalista de los gobiernos de la concertación. [5]

Crítica al capitalismo y propuesta socialista

La inflexión empezó con la visible acción colectiva de los pueblos que construyen, con limitaciones enormes, la práctica del «otro mundo posible». ¿Es una realidad irreversible? La caída del socialismo real nos enseña que no existe irreversibilidad, que la lucha de clases existe más allá de la voluntad y que vencer la ofensiva capitalista lanzada en la crisis de los 70´ requiere mucho más que voluntad o discurso de transformación social. Para ello se necesita potenciar sujetos conscientes que luchen por dar una salida anticapitalista a la crisis de la economía mundial en nuestro tiempo. En esta definición radican los límites de proyectos políticos que al no proponerse la superación del capitalismo, condenan sus intentos transformadores (en el caso que los hubiera) a la lógica del régimen del capital en tiempo de transnacionalización. En todos los países de la región en que se generó expectativa de cambios progresistas se discutió y discute como asegurar una herencia política transformadora en el plano institucional. Fueron los temores de discontinuidad de gobierno en Uruguay, desmentidos con el reciente triunfo del Frente Amplio, y es parte del debate actual en Brasil. Fue hipótesis verificada en Chile. ¿Qué pasará en Argentina? Se trata de un escenario agravado con la contraofensiva militarista puesta de manifiesto con la reinstalación de la IV Flota; las leyes de seguridad nacional; el golpe en Honduras y sus amañadas elecciones; la potenciación de la presencia estadounidense en Colombia con las nuevas bases militares; el grosero desembarque de 10.000 marines en Haití, adicionando fuerza armada a la ocupación incrementada en estas horas de las tropas de Naciones Unidas. Toda una respuesta del poder global al desafío de una perspectiva emancipadora en la región latinoamericana y caribeña.

En síntesis, no hay inflexión hacia la derecha en la región con el triunfo de Piñera, aunque si es obvio que triunfó en los comicios el proyecto explícito de la derecha política chilena. Es bueno interrogarse y profundizar en las causas que motivaron ese resultado e incluso en el carácter de los gobiernos de la concertación. Salvando distancias, pero en situación parecida, en 2007 nos opusimos al simplismo de considerar que la ciudad de Buenos Aires se había derechizado con el voto a Mauricio Macri para el gobierno local. El voto había sido de protesta ante los límites de los gobiernos «centristas» (si así se puede considerar a las administraciones de De la Rúa e Ibarra) que le precedieron, y si, se orientaron hacia un proyecto de derecha con pretensión de representación nacional. No hubo restauración conservadora en la ciudad por la resistencia a todos los intentos por hacer avanzar un proyecto de derecha. A causa de ello es que a dos años del aquel pronunciamiento electoral se reabre la potencia de un proyecto de izquierda en la ciudad, en el que aportamos para que se alimente con organización popular de sujetos conscientes para una política que parta de reconocer que no hay solución para los pueblos en el marco del capitalismo. Ello no supone pensar en construcciones de «socialismo mágico», de la noche a la mañana. Como dice Álvaro García Linera, la perspectiva puede llevar años ó siglos. Pero lo que no puede hacerse es escamotear la perspectiva anticapitalista y por el socialismo. Es una cuestión más allá de la disputa institucional y se asocia al poder popular.

La inflexión viene por la reinstalación de la crítica al capitalismo y la formulación del objetivo socialista. No es un rumbo irreversible y menos mayoritario, pero es una realidad. Por eso, y en el debate coyuntural de la Argentina argumentamos contra la «autonomía» del BCRA y el pago de la deuda, con reservas o con fondos fiscales. La deuda no debe pagarse ante la enorme deuda con los empobrecidos. La lista de acreedores de una deuda social interna es tan inmensa que no se puede proponer cancelar antes las deudas con otros acreedores. En todo caso es un debate en el que debiera participar el conjunto de la sociedad. ¿Qué deuda se debe cancelar antes? Hace tiempo se demostró que los llamados deudores somos los acreedores, que es hora de poner fin a la transferencia de riqueza e ingresos desde los pueblos al capital más concentrado del capitalismo transnacionalizado.

Es cierto que en Argentina y probablemente en la mayoría de los países de la región se encuentre silenciado el debate por el socialismo. Pero insistamos en que si no existen quienes lo promuevan y luchen por su materialización, nunca se logrará. Si pretendemos transformar la realidad de un capitalismo en crisis, lo primero es pensar en cómo se construye una salida anticapitalista, ya que los que piensan la continuidad capitalista ejercen el poder en todas sus dimensiones. Hablamos de inflexión para una salida popular porque la novedad al final de la primera década del Siglo XXI es la crisis del capitalismo y la existencia, por ahora minoritaria, de un proyecto socialista.

[2] Incorporada en tiempos de Manuel Zelaya.

[3] Concepción elaborada por Anthony Giddens, sociólogo británico, asesor de Tony Blair en el gobierno inglés y que sostenía un camino entre el conservadurismo de Thatcher y Reagan y la tradición socialdemócrata europea.

[4] Chile: el original y la copia. En: http://www.atilioboron.com/

[5] Publicados en Libros de Clacso. Pueden consultarse en http://www.clacso.org.ar/

Julio C. Gambina es Profesor Titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Director del Centro de Estudios de la Federación Judicial Argentina, CEFJA.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.