Ya no queda tiempo para medir fuerzas y escudriñar la estrategia del adversario. Menos aún para acuerdos o armisticios. Se juega contrarreloj y con piezas que se mueven de manera cada vez más precipitada. En la justicia, en la arena política o ante la opinión pública. Es cierto: no hay certeza sobre quién, finalmente, saldrá […]
Ya no queda tiempo para medir fuerzas y escudriñar la estrategia del adversario. Menos aún para acuerdos o armisticios. Se juega contrarreloj y con piezas que se mueven de manera cada vez más precipitada. En la justicia, en la arena política o ante la opinión pública. Es cierto: no hay certeza sobre quién, finalmente, saldrá victorioso y en qué condiciones. Pero sí hay indicios, cabos que se atan y lecturas que pueden hacerse. En ellas, el gobierno nacional gana terreno y despoja de razones a su principal rival político desde hace más de dos años. Y en ellas, también, el Grupo Clarín viene en retroceso. Acentuado retroceso, por cierto. Factores varios se conjugan para explicarlo. Su pasado de negociaciones sospechosas, que adquieren luz pública con paso irrefrenable, es un ejemplo. Su política empresarial de atropello permanente, que le valió enemigos del más diverso pelaje y con muchas ganas de cobrarse sus créditos, puede ser otro. Que, claro, se suman a los errores de estimación respecto del poder de fuego del primer gobierno en la historia contemporánea que tuvo la osadía de enfrentarlos, acostumbrados como estaban a la defección sin tanta resistencia de los poderes políticos de turno.
El capítulo Papel Prensa, en ese sentido, resulta bastante simbólico. La reacción airada del Grupo ante la investigación que pretende ofrecer luz al oscuro origen de la empresa, con querellas desesperadas y empecinamiento por retacear información son muestras de esta actitud errante y desorientada. Como pueden ser muestras, también, del grado de desolación y miedo que ronda por estos días las cabezas visibles del que sigue siendo el mayor conglomerado de medios del país. El testimonio estremecedor de Lidia Papaleo de Graiver y su denuncia pública acerca de la manera atroz en la que fueron adquiridas las acciones de la empresa por parte del Grupo y de sus socios de entonces -y de hoy- ya se convirtió en una pesadilla difícil de conjurar.
La posible incriminación de su hombre fuerte, Héctor Magnetto, como partícipe necesario o ideólogo de una serie de hechos, algunos de los cuales pueden ser tipificados dentro de lo que la jurisprudencia internacional considera como crímenes de lesa humanidad (y, por lo tanto, no prescriptibles) ensombrecen las mesas de reuniones de la calle Piedras. Y, claro, retroalimentan el nerviosismo, como sucede por estos días cada vez que la jueza Sandra Arroyo Salgado avanza con la investigación sobre el origen de los hijos de Ernestina Herrera de Noble o cuando descubren que su lobby en contra de la nueva Ley de Medios, aprobada por amplia mayoría en el Congreso, ya no tiene el peso de otrora. Pero hay más: pagos en negro a los accionistas, el cobro de «retornos», los «ñoquis» que prohijarían en la empresa desde la dictadura militar o la defraudación al Estado, como socio cuasi bobo. A lo que habría que sumar las desavenencias internas dentro de Clarín y la distancia incipiente con La Nación, su más importante socio.
No obstante, lo que más temor e incertidumbre genera hoy entre los popes del Grupo es la inquina que ven en los Kirchner para avanzar sobre éstos y otros frentes en los que «andan flojos de papeles». Subestimados en un principio, dados por muertos luego, ven en la pareja patagónica el peor de los males y el rival a vencer. Por eso, ponen como objetivo supremo evitar la continuidad del proyecto en 2011. Aunque advierten que las armas con que cuentan, para nada desdeñables, están en baja. La elaboración en curso de un informe, al que se le dio el nombre de «Papel Prensa-La Verdad», por parte de los directores de la asamblea accionaria que responden al Gobierno, brinda otra pizca de intranquilidad. Y las conversaciones en off de algunos funcionarios con periodistas y allegados no contribuyen a tranquilizarlos. Uno de ellos, en estos días, dijo a Debate: «No sé si es el fin de Clarín, pero sí de Magnetto. Está quebrado y solo».
Origen espurio
El nacimiento y desarrollo de Papel Prensa, la planta productora del insumo básico de los diarios, monopólica en su rubro, bien podría ser una metáfora de cómo se consolidan ciertos poderes fácticos o se adquieren determinados derechos en nuestro país. Nació en los setenta, como un intento bienintencionado por resolver el principal cuello de botella de los diarios, y se convirtió con el tiempo en una nueva modalidad de cerrojos y elementos de presión, con empresarios que saben de prebendas y hacen usufructo de ellas, y con un Estado más bien ausente que financia las ganancias de sus pares privados en perjuicio de otros actores. Es decir, del resto de la sociedad. Lo que le agrega un plus a esta historia es la forma en la que los propietarios privados de las acciones se habrían hecho de ellas, durante la última dictadura militar.
Lo contó Lidia Papaleo de Graiver, en la asamblea de la empresa, el 20 de mayo último, llevada de sorpresa por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Allí, la viuda del dueño de las acciones de Papel Prensa (David Graiver, muerto en agosto de 1976, en un misterioso accidente aéreo) dijo que fue forzada a vender todo. Forzada, en los peores términos. «No hubo sugerencias, fue ‘firmás o te mato'», remarcó (ver aparte), al tiempo que dio precisiones sobre su secuestro, así como de las feroces torturas recibidas durante el período que estuvo ilegalmente detenida, como gran parte de su familia. Y lo dijo ante la cara de sorpresa de los representantes del Grupo Clarín y del diario La Nación, dueños del 49 y el 22,5 por ciento, respectivamente, y partes de la cuestionada adquisición de aquel entonces. El tercer integrante de aquella tríada, La Razón, vendió su parte en Papel Prensa a Clarín, antes de ser el diario mismo propiedad del Grupo.
Según la investigación en curso, los diarios en cuestión llegaron con cierta facilidad a hacerse de las acciones de la papelera. El pago se habría hecho con poco efectivo y mucho papel pintado, más una serie de préstamos preferenciales del Banco Nacional de Desarrollo (Banade), que les habría facilitado la dictadura. Así, las empresas involucradas se aseguraron que el Estado no realizara ningún estudio técnico para averiguar cómo financiarían el proyecto ni que se pidieran avales de patrimonios personales para acceder a esos créditos. Y la dictadura se compró el silencio de estos medios. La foto histórica del brindis entre Ernestina Herrera de Noble, dueña de Clarín, con Jorge Rafael Videla, dueño de la vida y la muerte de los argentinos, el 27 de setiembre de 1978, durante la inauguración de la planta de San Pedro, parece el documento más contundente de aquel contubernio.
«Papel Prensa está mal habida por donde mire. Donde se pone el dedo, salta pus», le cuenta a Debate una fuente cercana al directorio de la empresa. «Por eso no dan la información que se les pide. Están hasta las manos», agrega. Además, cuenta algunas puntas del informe que Moreno encargó a los directores de la empresa para que en un plazo máximo de noventa días (ya pasó casi la mitad de tiempo) entreguen un informe sobre el traspaso de acciones y los vericuetos de la empresa, para determinar si hubo irregularidades. El informe llevará por nombre «Papel Prensa-La Verdad» y contaría con información extra proporcionada por nuevos denunciantes de la causa, expedientes de la Conadep, información del Tribunal de Guerra de la dictadura y los papeles de la sucesión.
Batalla judicial
La historia se cuenta como anécdota entre los allegados al Gobierno. Dice que un alto directivo de Clarín fue quien verbalizó el fin de la relación del Grupo con el Gobierno. Lo hizo luego del «conflicto del campo», cuando advirtieron en calle Piedras que los Kirchner iban indefectiblemente hacia su declinación política, luego de una buena relación inicial. «Entramos en guerra», cuentan que el hombre del Grupo le dijo a un alto funcionario nacional, tras advertir que los cruces en ascenso entre unos y otros serían imparables. «Dónde viste que una empresa le gane a un Estado», señalan que respondió éste, rápido de reflejos. A lo que el empresario contestó, con suficiencia: «Esto es Clarín». El entredicho, en buenos términos según parece, quedó ahí, pero tuvo otros capítulos. El más cercano en el tiempo se habría producido hace poco más de un año. «Te oferto la rendición con un pliego de condiciones. Si no aceptan, de acá en más la rendición será incondicional», dicen que ofreció el funcionario. Por cierto, sólo obtuvo una negativa oronda.
Los sucesos que caracterizaron la relación, de ahí en más, habla de lo imposible de una marcha atrás, con la pérdida absoluta de compostura periodística en los medios del Grupo y con jugadas osadas de parte del Gobierno, entre las que pueden mencionarse la revisión de la fusión entre Cablevisión y Multicanal o la aparición del Estado como socio-reemplazante de Clarín en las transmisiones de AFA, entre otros hechos. Respecto de Papel Prensa, la disputa tuvo como escenario la asamblea de accionistas de la empresa y la justicia. Por un lado, el Gobierno objetó la reelección irregular de Alberto Maquieira al frente de la empresa (su mandato había sido suspendido el 8 de marzo, mediante una resolución judicial) y la falta de entrega de información a los directores representantes del Estado. A lo que agregó una serie de irregularidades por probar ligadas a retornos y liquidación en negro a los accionistas privados. Como contragolpe, el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, y el director de La Nación, Bartolomé Mitre, presentaron una querella criminal contra el secretario Moreno por presunto abuso de funciones y por montar un supuesto «aparato paraestatal sui generis» para perseguirlos. Y entre los argumentos, citaron el hecho de que la resolución de la Secretaría de Comercio Interior que pedía el informe «Papel Prensa-La Verdad», llevase el número 126. Reminiscencias, por cierto, del conflicto con el campo.
«Tienen miedo. Y el miedo mayor es que se los incrimine por delitos de lesa humanidad», contó un allegado al directorio de la empresa, quien consideró que la denuncia del dueto Magnetto-Mitre tiene como destinatarios a «Moreno y otros», pero que ese «otros» no es más que la pareja presidencial. Y agrega: «Es ridículo que se haga una denuncia para frenar un informe que el secretario está en su derecho a pedir. Si están limpios de culpa y cargo no tendrían que tener problemas en presentar lo que se les pide. Y si el informe oficial es sesgado o no, eso lo va a determinar la justicia».
Internas
Sabidos en problemas, Magnetto y Mitre pretenden blindar a la sociedad. Por lo menos, la suya. Son conscientes de que la suerte de uno puede ser la del otro. Fueron protagonistas principales de aquellas asambleas que cuestiona Papaleo de Graiver y estuvieron al frente de la conducción de la empresa desde sus momentos fundacionales hasta hace poco. Lo que no pueden asegurar es que esa sociedad blindada abarque también a las empresas que representan. La situación complicada de la principal accionista de Clarín por la investigación referente al origen de dos de sus hijos y la molestia de los socios externos del Grupo (los fondos de inversión, por ejemplo, que tienen el 18 por ciento de la propiedad), complican la situación de Magnetto. En tanto, las disputas internas preexistentes con la familia Saguier, socios mayoritarios de La Nación, le auguran problemas mayores a Mitre. Por lo pronto, los Saguier han comenzado a tomar distancia. Hace unas semanas rescindieron el convenio de accionistas que tenían con Clarín desde 1977, que les permitía actuar al unísono, y se declararon «en absoluta libertad e independencia». Y en las últimas asambleas de la empresa han optado por sentarse alejados de los representantes de Clarín.
«A los Saguier no los salpica el caso: son compradores de buena fe», le contó a Debate otro allegado al directorio, quien mencionó también una reunión que uno de los hermanos Saguier había tenido con los trabajadores de la planta en San Pedro y los comentarios respetuosos sobre Moreno, tanto en la asamblea como fuera de ella. «Es probable que aprovechen la oportunidad para sacarse a Bartolito de encima», comentó la misma fuente, quien asegura que los Saguier hicieron llegar al Gobierno, a través de terceros, un sondeo. «Nos mandaron a decir que si queríamos la línea editorial, no había acuerdo posible. Les contestamos que no, que diarios gorilas el país necesitaba; pero que lo que no debía haber es diarios golpistas».
Manejos
Dos cuestiones señalan de manera persistente cuando se habla con algún funcionario del Gobierno ligado al caso. Por un lado, la sorpresa que aún persiste sobre la poca altura para manejar el conflicto que han demostrado tener las primeras y segundas líneas dirigenciales del Grupo. «Las cosas las hacen mal. Hasta ahora ganaban siempre por la capacidad de fuego que habían acumulado, pero no por la inteligencia de sus jugadas. Si hasta tacharon un balance», señala un hombre cercano al círculo más próximo a la Presidenta. Por el otro, hablan de manera recurrente sobre lo que puede significar política y socialmente el esclarecimiento sobre el origen de la empresa. «Esto es la punta del ovillo. Da la impresión de que hay una verdad más profunda. Por ejemplo, faltan actas de las reuniones de directorio de aquella época. No aparecen», señala la misma fuente. «Quizá se pueda saber más sobre la connivencia del poder militar con el poder económico», argumentó otro, en el mismo sentido.
Pero los malos manejos no terminan ahí, sino que recorren gran parte de la historia de la empresa. Un mojón de esto lo volvió a marcar, en estos días, José Pirillo, dueño de La Razón en los ochenta, con sus denuncias sobre las maniobras de los socios privados para beneficiarse con el costo del papel de diario, en detrimento de las publicaciones de la competencia, y sobre cómo fue «despojado» de su diario en 1987, tras romper la sociedad en Papel Prensa. Otro mojón lo refrendó el Gobierno mismo acusando a sus socios privados por «retornos» a proveedores, cobrados por un gerente y repartidos personalmente a los accionistas. Y por vender papel a precio privilegiado (hasta un veinticinco por ciento por debajo de los costos, como comprobó la Sindicatura General de la Nación que había sucedido durante tres de los cuatro trimestres del último año) a Clarín y La Nación. A eso hay que agregar dos datos que están en investigación. Por un lado, la supuesta existencia de ñoquis, un verdadero reservorio de mano de obra desocupada, que viene de la dictadura militar. Por el otro, la existencia de una estructura de gastos sobredimensionados que no tendría razón de ser. La orden del juez contencioso administrativo federal, Claudia Rodríguez Vidal, que permite unificar los precios, intenta resarcir uno de estos abusos. Los pedidos de informes intentan poner fin a los otros.
«No está pensada una estatización ni una expropiación. Esto es lo que están diciendo ellos. El objetivo es que todas las empresas periodísticas puedan tener papel al mismo precio», señalan desde la Secretaría de Comercio Interior. Y ya piensan alternativas. Que se genere una empresa entre todos los diarios del interior del país, puede ser una.
Mientras tanto, la batalla ingresa en su etapa de definiciones.
Fuente original: http://www.revistadebate.com.