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Extractivismo o muerte

Fuentes: contaminacioncero

El combustible del crecimiento de la última década en América latina, y lógicamente en la Argentina, es el que deriva de las «ventajas comparativas», es decir de la dotación de recursos naturales demandados desde economías centrales. Se lo bautice como «desarrollo independiente» (con demasiadas comillas) o como extractivismo puro y duro, es sencillo consensuar que […]

El combustible del crecimiento de la última década en América latina, y lógicamente en la Argentina, es el que deriva de las «ventajas comparativas», es decir de la dotación de recursos naturales demandados desde economías centrales. Se lo bautice como «desarrollo independiente» (con demasiadas comillas) o como extractivismo puro y duro, es sencillo consensuar que se trata de un patrón de acumulación basado en la sobreexplotación de los recursos, principalmente no renovables, y en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados «improductivos».

Los resultados del modelo podrán ordenarse de acuerdo con el plazo en que interese analizarlos. El pensamiento predominante, tomando ya sin originalidad la crisis de 2001 como punto de partida, insiste en que los ingresos extraordinarios (de la soja o la minería) y la ampliación del gasto social «están relacionados». Una lectura no coyunturalista detalla al menos tres elementos prácticos que relativizarían las bondades del modelo: una tendencia a la reprimarización de la economía -que no se compensa con el slogan desarrollista de «incorporar valor agregado»-, un comprobable deterioro de las variables ambientales presentes y futuras, y una alta conflictividad social desatada a partir de la resistencia a dichas consecuencias. Y un último elemento, quizás más ideológico, que altera las conciencias más progresistas que defienden este modelo: al ser la extracción y la comercialización el nudo del negocio, la propiedad de los recursos pasa a ser secundaria, con lo que la condición estatal de esa propiedad no garantiza soberanía a la hora de su explotación.

José Natanson ha escrito que el extractivismo ha sido más cuestionado por círculos intelectuales antes que políticos . Allí puede estar parte de la explicación acerca de la ausencia de un debate sobre este modelo en la actual campaña electoral. Claro que, aun sin pretenderlo, se desliza la idea de cierta futilidad en la discusión intelectual al tiempo que se sugiere que el pragmatismo de la política es el que define la ecuación a favor de «lo real» como sinónimo de «lo importante».

Podría entonces presuponerse que el debate acerca del extractivismo está ausente no porque la política no se haya anoticiado de su trascendencia, sino porque quienes encarnan las candidaturas predominantes concuerdan en que del modelo imperante solo se pueden discutir matices y no su esencia. Es probable que por convicción, por conveniencia o por no correr el riesgo electoral de salir de la corriente, las distintas opciones políticas convoquen a esta presuntamente única opción de «desarrollo». Y que por aquellos mismos motivos, descalifiquen cualquier cuestionamiento como fruto de la antimodernidad, la negación del progreso o el fundamentalismo ecologista.

A lo sumo, cuando se alerta acerca de las anomalías, los discursos electorales adjuntan menciones respecto del «cuidado del medio ambiente» o similares. Pero siempre dejando en pie la idea de que los problemas del desarrollo se resuelven acentuando este modelo: el extractivismo se combate con más extractivismo.

Lo que no se discute es si este modelo, entre cuyos atributos también están la desigualdad, el saqueo, el derroche y la contaminación escalofriante, solo requiere «retoques» o si en verdad se trata de un «maldesarrollo», como muchos intelectuales se obstinan en señalar. Gudynas, en representación de quienes ven las anomalías no como «problemas de praxis» del modelo sino como daños esenciales a su concepción, habla de la búsqueda de un «desarrollo otro».

Básicamente, y no como eslogan, se trataría de un desarrollo sustentable en sus aspectos sociales, económicos y, por supuesto, ambientales. Pero al no integrar la batalla electoral, quizás haya que presumir que se trata de una mera jactancia de intelectuales.

 

[N. de E.] Artículo relacionado: Politica, Lacan y medio ambiente. Le Monde Diplomatique. [Enlace].

Sergio Federovisky es el presidente de la Agencia Ambiental La Plata y docente de «Política ambiental» en la Universidad Torcuato Di Tella, además de conductor del programa «Contaminación Cero» y columnista de política ambiental en «Tercera Posición» por América 24.

Fuente: http://www.contaminacioncero.com/ver_noticia.php?id=104