Recomiendo:
0

Zanon: Tres años produciendo cerámicos marca FaSinPat (Fábrica Sin Patrón).

Fábrica de resistencia

Fuentes: lavaca.org

Comenzaron creando empleo para 240 personas. Hoy trabajan 400. Acosados por la justicia y las mafias, producen cerámicas y política de alta calidad. Un viaje por el interior de la mayor fábrica recuperada de la Argentina. Y una invitación especial: pase, lea y defienda. Zanón es una de las más extrañas fábricas de las que […]

Comenzaron creando empleo para 240 personas. Hoy trabajan 400. Acosados por la justicia y las mafias, producen cerámicas y política de alta calidad. Un viaje por el interior de la mayor fábrica recuperada de la Argentina. Y una invitación especial: pase, lea y defienda.

Zanón es una de las más extrañas fábricas de las que se tengan noticia. Entrar allí es como ingresar en un trueno de máquinas incomprensibles, robots minuciosos, y personas sonrientes que realizan algo que ciertos sectores judiciales consideran un delito: trabajar.

Cuando el trueno amaina se escucha música de fondo. Uno de los temas favoritos sigue siendo del conjunto argentino Bersuit: Un pacto para vivir.

Extraña fábrica. Zanón no cesaba de dar ganancias, pero sus dueños generaron un conflicto desmesurado para echar obreros, reconvertir la planta y aumentar más aún la rentabilidad. (El caso evoca al que imaginó el señor Esopo 600 años antes de Cristo, sobre el dueño de una gallina que ponía huevos de oro, fábula que no ha circulado en el ambiente empresario argentino).

La patronal era apoyada por los sindicalistas. La maniobra chocó contra la tozudez casi inocente de los obreros, que no podían creer que la empresa para la que habían trabajado toda una vida los estuviese sometiendo a semejante injuria. El señor Luis Zanón, hombre de sonrisa, intenciones y amistades postizas (la más notoria, tal vez, Carlos Menem), terminó abandonando la planta, en lo que la jueza Norma Rivero consideró más tarde un lock out ofensivo.

A partir de entonces empezó otra danza judicial. (Aclaración para no iniciados: la justicia argentina tiene más caras que un dado. A veces todo depende del azar, aunque también es sabido que los que manejan el negocio pueden usar dados cargados).

El negocio pasó a ser el desalojo, que los obreros resistieron en cinco oportunidades, mientras ocurren otros dos hechos que convierten a Zanón en una de las fábricas más extrañas de las que se tengan noticia:

Resisten trabajando y produciendo cada vez más. Aumentaron la planta de personal en un 80 por ciento, y crearon una cooperativa para que la justicia los reconozca. Se llama FaSinPat (Fábrica Sin Patrón).

Son sistemáticamente acosados de diferentes modos: judicial, policial, político o mafioso. Otra vez, el dado es el mismo, todo depende de cuál sea la cara que les toque en suerte. O en desgracia.

Veteranos del delito

¿En qué medida Zanón es criminalizado?

«De todas formas, y desde el primer día» dice Raúl Godoy, hombre de gorra eterna y referente del reclamo obrero. «De entrada nos acusaron de usurpadores. En octubre del 2001 tomamos la fábrica, en noviembre hicimos un corte en la ruta, y ahí ya me iniciaron un proceso. Usan como pruebas fotos donde dibujan circulitos para identificar a los que andan buscando. Es cómico: usan un video de la televisión donde se ve cómo hay una gran asamblea en la ruta votando por el corte, con gente de la Universidad del Comahue, docentes, el MTD de Neuquén, la gente de Zanón, vecinos… pero me procesaron solamente a mí como supuesto instigador. Empezó una persecución más seleccionada».

Godoy es integrante del Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS) pero ha logrado no quedar afectado por ello. En la Argentina una enorme cantidad de personas supone -con buenas razones- que los partidos políticos, sus militantes o dirigentes, pertenecen a la especie biológica de los vampiros.

No obstante, Godoy es respetado hasta por los apartidarios y apolíticos, mientras el PTS en Neuquén quedó ubicado en el último puesto en las elecciones del 2003, debajo incluso de otras fuerzas de izquierda, sin haber podido capitalizar el prestigio de la lucha de Zanón. La propia asamblea de Zanón votó en contra de que cualquiera de los obreros se presentase como candidato.

Presiones y persecuciones: hubo amenazas a Godoy por parte de un comisario llamado Herrera, que la justicia no tomó en cuenta. Amenazas y exhibición de armas de fuego por parte de la policía contra las pequeñas hijas de Godoy, a quien además le desvalijaron la casa en un robo que los vecinos describieron como «operativo comando».

Un caso paradigmático fue el del secuestro y robo perpetrado por dos delincuentes fugados de la Unidad 11, a quienes el diario Río Negro definió como «dos veteranos del delito». El principal era «un Gordo Valor de Neuquén» ejemplifica Godoy, para referirse a esos delincuentes cuya frontera con los policías es de una infinita levedad. Su nombre: Nelson Gómez Tejada (no confundir con Tejada Gómez, poeta progresista de los 70). Su compinche fue Juan Antonio Gómez. Veteranos del delito no por su edad (37 y 25 años), sino por su constancia.

Estos señores fueron a la casa de Miguel Vázquez. Los vecinos denunciaron movimientos extraños porque Gómez estaba en el techo de la casa cortando los cables de luz y teléfono. Llegó la policía, que departió amablemente con Gómez Tejada, y se retiró del lugar. Los dos Gómez estaban en ese momento fugados de la Unidad 11 y con pedido de captura pero la policía, acaso en un gesto humanitario, no quiso cercenar su libertad.

Gómez Tejada, armado, entró en la casa, retuvo a la familia, y robó el dinero con el que al día siguiente se pagaría a los obreros de Zanón, más de 20.000 pesos. Otro obrero, Miguel Papatryphonos, llegó en su Fiat Uno a buscar a Vázquez. Gómez Tejada se llevó a ambos, y se robó también el Fiat Uno. El cúmulo de denuncias logró que la policía lo detuviera, y a las pocas semanas volvió a fugarse de la Unidad 11, cual niño que se hace la rabona en la escuela.

Godoy: «Después les hicieron juicio pero salieron sobreseídos porque dicen que no había pruebas, ¡y cuando cometieron el robo estaban fugados de la cárcel!». El dinero nunca apareció. El diario de Río Negro, en sus crónicas del juicio, comentó cómo la fiscalía «interrogó a fondo a las víctimas, como si fueran los acusados». Los obreros terminaron arrojando sobre el edificio de Tribunales huevos, tomates y zapallos podridos, símbolo de su opinión sobre la justicia.

Celulares pinchados

Hubo más. El intento de secuestro de Carlos Acuña, responsable de prensa de Zanón -se salvó llamando la atención a los gritos cuando lo querían subir a un auto- amenazas telefónicas, autos misteriosos: lo de siempre en la Argentina. Ninguna denuncia efectuada por los trabajadores prosperó. La justicia criminaliza la protesta, pero no siempre criminaliza el crimen.

Otro operativo comando sucedió en diciembre del 2003, cuando personas con armas largas llegaron a Zanón, se dirigieron al sector de ventas al público, ataron a los trabajadores que estaban allí, dejaron un generoso recordatorio de culatazos, y se llevaron la recaudación del día, fugando con toda comodidad e intrepidez hacia la zona donde está la comisaría.

La persecución también exhibe innovaciones tecnológicas, como los teléfonos celulares intervenidos (o «pinchados» según la vieja pero vigente jerga de tiempos de la dictadura). «Para nosotros es un folklore. Estamos en una reunión conversando, llaman a otro compañero que está afuera, y le pasan la grabación de nuestras voces, todo lo que estamos hablando. Usan tu propio celular como una radio. Recibo un mensaje, según el identificador de llamadas se trata de un compañero, pero en realidad me pasan la grabación de una reunión. Ya nos da risa. El otro día le dije a uno: sacá el celular, boludo, que estás transmitiendo toda la reunión. Eso acá es de lo más normal».

Los trabajadores tienen causas en la Corte provincial, tribunales de primera instancia, jueces de instrucción, laborales, cámaras: «Nunca se sabe de dónde va a salir el disparo» señala Godoy.

En el 2004 la sorpresa fue en el juzgado porteño que lleva adelante la quiebra, cuando la delegación de trabajadores se encontró con el propio Luis Zanón, que además de su sonrisa tenía otros implantes: funcionarios del Banco Mundial, del Banco Interfinanzas y de la burocracia sindical ceramista desplazada del sindicato. Los bancos son acreedores de Zanón, y los sindicalistas pertenecen al biotipo que ha engordado gracias a sus buenas relaciones con las patronales.

Medita Godoy: «Eso muestra la magnitud de lo que tenemos enfrente. El peligro es grande porque muchos planetas se están alineando contra nosotros y en general contra las fábricas recuperadas. Quieren verte arrodillado, demostrar que los trabajadores no sirven para nada, y menos para manejar empresas».

¿Dónde está el dinero?

Tal vez sea cierto. Los trabajadores no sirven para manejar empresas al estilo que propugnan la banca internacional y el soviet empresario. Ejemplos: expulsaron a la burocracia sindical (y no la engordaron), pusieron en marcha una fábrica que la patronal había abandonado, y no despiden personal sino que dan trabajo.

La planta tiene 80.000 metros cubiertos y ocupa nueve hectáreas en total. La recorrida por esos galpones que llegan hasta el horizonte muestra máquinas con pantallas que tienen una lluvia de puntos verdes, tipo Mátrix, hombres y mujeres concentrados en lo suyo pero que se dan tiempo para conversar, pinzas gigantes, orugas mecánicas con tenazas que agarran cerámicos y los apilan. Guanacos mecánicos que escupen pegamento para las cajas de cartón. Chapas que se mueven como manos de hierro que empaquetan todo. Más allá hay unos embudos gigantes, de cuatro o cinco pisos de altura dentro del galpón, que mezclan una sustancia barrosa. Pasa un vehículo interno de carga de material que se desliza sobre vías, como un tren, haciendo sonar una alarma: no lo maneja nadie, y luego se escucha la suavidad de Un pacto para vivir.

Las cajas de cartón dicen FaSinPat, la marca de los cerámicos. En la página web www.fasinpat.com.ar se pueden conocer los modelos y diseños producidos en la planta, tanto en cerámicos de monococción (hay 13 colecciones distintas, entre ellos Mapuche y Obrero), Porcelanato natural y Porcelanato pulido (otras doce colecciones). Estos últimos productos ubican a FaSinPat -potencialmente- en un nivel capaz de competir internacionalmente ya que de hecho Zanón, antes de degollar a la gallina de los huevos de oro, exportaba a Australia y diez países europeos. Y uno de sus proyectos, cuenta Cristian Moya, era enfocar la planta exclusivamente a la fabricación de porcelanato: «Es lo más en pisos a nivel mundial, un piso pulido, espejado. Somos la única planta latinoamericana con tres pulidoras, y la única que elabora todo, desde la materia prima hasta el producto terminado. Es inexplicable y absurdo que con esa posibilidad hayan llevado las cosas al extremo de matar vida».

Algunas hipótesis sostienen que el señor Zanón iba transfiriendo sus ganancias al exterior, otros barruntan que las volcó al juego especulativo financiero de los 90, y todos coinciden que cualquiera de esas posibilidades, eran prácticas cotidianas en la época menemista y su apéndice delarruísta.

Sigue la recorrida. En la sala de administración hay una asamblea (los celulares están afuera) y se ven afiches: «Exigimos trabajo genuino, nos dan balas de plomo y represión» y «Clarín, periodismo de infantería». Hay dibujos de chicos de primaria: imágenes de obreros trabajando, tema que en amplias zonas de la Argentina se ha convertido en realismo mágico.

El truco del fútbol

El entrerriano Miguel Ramírez y Reinaldo Giménez son dos de los jóvenes veteranos de la fábrica. Toman mate, y repasan la historia. Hasta 1998 todo parecía ir razonablemente bien. Giménez: «Zanón estaba ganando 44 millones de dólares anuales y en el 94 llegó a 67 millones. Pero empezaron a hacer recortes de insumos, repuestos, nos sacaron hasta las medias de trabajo, todo con la complicidad del sindicato».

El Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de Neuquén (SOECN), y la comisión interna de Zanón, estaban controlados por los hermanos Montes, que mantenían una relación romántica con la patronal.

Ramírez: «Zanón era muy falso. Venía un par de veces al año, recorría la fábrica, le palmeaba la espalda a alguno. A ese lo echaban: descubrimos que era su forma de marcar a los que no le gustaban». Estratagema típica: «Si querían despedir a cinco compañeros, anunciaban veinte despidos. Entonces el sindicato se hacía el que intervenía, luchaba y negociaba, y terminaba diciendo: bueno, logramos que reincorporen a quince. Y así echaban a los cinco que quería rajar la patronal». En 1998 la lista marrón (sindicalismo de izquierda y combativo) logró desplazar a la burocracia de la comisión interna. Las condiciones en la fábrica seguían empeorando y los desplazados empezaron a cumplir un rol policial con respecto a sus compañeros.

¿Cómo organizarse en ese ambiente? Carlos Acuña: «Se nos ocurrió armar un campeonato de fútbol afuera de la fábrica. Hay 14 sectores, cada uno con su equipo, que elegía un delegado para ir a los sorteos. Ahí aprovechábamos para conversar». El mecanismo clandestino funcionó como modo de organización y comunicación interno (y los campeonatos eran parejos).

Por ejemplo, la empresa hablaba de crisis, pero en los sorteos del campeonato se acumulaban datos y sacaban cuentas: «¿Qué crisis, si salen 20 camiones por día, tienen el 25 por ciento del mercado interno y exportan a no sé cuántos países? ¿Qué crisis, si les dan ventajas impositivas en la provincia, préstamos y todas las ventajas imaginables porque Zanón, además, estaba a la sombra de Sobisch?» Jorge Sobisch es el gobernador neuquino que se define a sí mismo como un lobbysta de las empresas.

La vida por el patrón

En el 2000 la situación interna se fue agravando, se atrasó el pago de sueldos, y en junio murió en la fábrica Daniel Ferrás, 20 años, de un paro cardiorespiratorio. Moya: «Ahí vimos que la sala de primeros auxilios era una fachada, hasta el tubo de oxígeno estaba vacío».

Ramírez: «No nos daban ni ropa, no nos pagaban, la gene empezó a ver que todo estaba podrido, y encima pasó lo de Daniel». Se desató un conflicto que duró nueve días y se calmó cuando Zanón empezó a regularizar pagos. En diciembre del 2000 los obreros de la fábrica pudieron pegar un zarpazo diferente, que en la Argentina tiene aristas de hazaña: le ganaron el sindicato a la burocracia sindical, y Raúl Godoy quedó como secretario general del gremio. El conflicto en el 2001 se fue agravando. Ramírez enumera la secuencia: «Suspendieron gente, empezaron las huelgas y se pudrió todo». Giménez relata el que considera el gran error de Zanón, diseñando en pocas palabras un tratado sobre psicología patronal y obrera: «Aquí hay gente que trabaja hace 20 ó 25 años. Gente que jamás faltó: vivió para Zanón. Él hubiera provocado una gran división si hubiera dicho: a los sindicalistas no les pago porque son vagos, por lo que sea, pero a aquella otra gente sí le pago porque siempre me cumplió. Pero metió a todos en la misma bolsa. Y la gente con más antigüedad dijo: este desgraciado me hubiera pagado a mí. Le di mi vida, pero no tiene sentimientos, ni compasión. No hace diferencias».

El conflicto se transformó en huelga, los trabajadores instalaron carpas fuera de Zanón, comenzaron a hacer piquetes, marchas, actos. Como contrapartida, Zanon recibía préstamos de la provincia para ir pagando los sueldos (pero se quedaba con los préstamos y no pagaba). O salía la noticia sobre la participación del señor Zanón en cenas de beneficencia en Buenos Aires junto a Domingo Cavallo, Amalita Fortabat, Franco Macri y gerentes de las empresas privatizadas, pagando 10.000 dólares el cubierto para paliar el problema de la pobreza.

El 1º de octubre del 2001, ante lo que ya consituía un abandono por parte de la patronal, ocuparon definitivamente la planta. Giménez: «Ahí se desencadenó todo y se tuvo que ir la plana jerárquica. Los hicimos salir. Les dijimos a los jefes que no podíamos permitir que las cosas siguiesen funcionando de ese modo. No presionamos a nadie. Y muchos decidimos quedarnos. Se quedó también una guardia de la empresa, pero tampoco les pagaron nunca y terminaron yéndose». Moya: «Hacíamos ollas populares, eventos, todo para subsistir. Pero la fábrica era un cementerio, totalmente parada». Los trabajadores recibieron apoyo de la comunidad. De las escuelas, los clubes, los vecinos, o un caso extremo: los presos de la unidad carcelaria les mandaban sus raciones de comida.

Hicieron piquetes, pero se arrepintieron al advertir que la idea original de protesta se transformaba en aislamiento. «Los que estaban del otro lado eran trabajadores, igual que nosotros» recuerdan. Es característico de cualquier charla en Zanón, que los obreros manifiestan su solidaridad formal con los piqueteros, pero se empeñan en marcar sus diferencias. Carlos Quiñimir: «El pueblo se da cuenta que no somos piqueteros sino padres de familia». El prejuicio, acaso involuntario, no late solo en la clase media.

¿De quién es la fábrica?

El instrumento de lucha de los trabajadores pasó a ser el megáfono. El volante. La palabra. Salieron a explicarle a cada persona qué les pasaba. Subían a los colectivos y durante el viaje contaban su historia. Con el megáfono se instalaban en los barrios para darse a conocer y transmitir su situación y sus acciones. En la ruta, no cortaban el tránsito sino que entregaban volantes a los automovilistas que pasaban. «Muchos paraban y sacaban del baúl alimentos que traían para nosotros», dice Giménez.

«La solidaridad fue tremenda» recuerda Ramírez, «nos mandaban tanta comida que no teníamos dónde guardarla. Armábamos bolsas y vendíamos para el fondo de huelga. Hubo mucho aguante de la comunidad y los pequeños comerciantes». ¿Por qué tanto apoyo?

Giménez: «Siempre dijimos que la fábrica no es nuestra. La estamos usando, pero es de la comunidad. Nos preguntaban qué estábamos haciendo, y decíamos que no éramos piqueteros intransigentes, con palos y todo eso. Poníamos gomas, a lo sumo, y si alguien tenía una dificultad o un accidente lo ayudábamos. Lo decidimos en asamblea. Los compañeros dijeron: no queremos cortar más. Había que hacer era explicar y explicar, porque si no nadie entendía qué estábamos haciendo, creían que estábamos divagando».

En diciembre del 2001 una de las marchas de Zanón frente a la gobernación fue reprimida antológicamente por la policía cuyos jefes gritaban «¡a los camisas marrones!» para que no hubiera confusión sobre a quién había que cazar. Allí los obreros quemaron los telegramas de despido que les habían enviado.

En marzo del 2002 pusieron en marcha las máquinas, y la idea de estatizar la planta bajo control obrero. Carlos Acuña, encargado de prensa. «Sabemos que la fábrica es totalmente rentable, seguimos tomando gente, pagamos todos los servicios, y pensamos que si hay un excedente económico no tiene que ir para nosotros, ni para los políticos ni para los empresarios, sino para la comunidad».

Aunque la idea de la cooperativa no los seduce (porque quieren la estatización) se formó FaSinPat como una salida transitoria para hacerse cargo de Zanón.

Se convirtieron en tema de estudio. Ramírez: «Hicieron películas con nosotros los de Cáritas, y Naomi Klein. Vienen delegaciones de Italia, Francia, Bulgaria, Alemania, Estados Unidos, España, de todos lados».

Convivencia y línea de producción

La asamblea estableció algunas normas de convivencia: llegar 15 minutos antes y salir 15 minutos después del horario establecido, por ejemplo, para que los trabajadores se pongan en contacto sobre las novedades del día. Moya cuenta que hubo un despido en la fábrica «de un compañero que estaba robando». A la inversa, «a un compañero con problemas de adicción se le pagó un tratamiento, y se le conserva el puesto de trabajo».

El tiempo de almuerzo en el comedor de Zanón lo decide cada uno. Moya: «Todos conocen su responsabilidad. Algunas normas pueden ser hasta parecidas a las que tenía la empresa, pero esto no es un campo militar». Durante el almuerzo puede verse al propio Godoy sirviéndole milanesas a otros obreros, o a los periodistas asombrados.

¿Y el ritmo de producción? Describe Quiñimir, compartiendo un mate sin que las máquinas de su sector (que llevan los cerámicos hacia los hornos de cocción) se detengan: «Cuando tenía patrón no podía conversar como lo estamos haciendo en este momento. No podía pararse ni un par de minutos. Ahora trabajo tranquilo, a conciencia, y sin un jefe que esté gritando que hay que llegar al objetivo-objetivo-objetivo. Se hacían ciclos muy rápidos en los hornos. Se llegó a trabajar en 28 minutos cuando lo aconsejable es 35 o más, como lo hacemos ahora».

¿Cuál es la diferencia? «Era muy fácil quemarse las manos y por la velocidad de las máquinas no podías pararlas para hacer arreglos, había que destrabarlas sobre la marcha y eso provocaba muchos accidentes. Lo típico, que te cortes dos o tres dedos».

Esto podría implicar que las cosas no marchen al ritmo que suele propiciar el capitalismo cocainómano de las últimas décadas, pero sin embargo los obreros han ido aumentando su producción, las ganancias, y con ello el número de obreros: de 240 al retomar la planta, a 400 en el 2004.

La izquierda, la asamblea, y lo alternativo

¿Cuál es la incidencia de lo político partidario con respecto a la asamblea? Dice Quiñimir: «La asamblea es lo principal. Los partidos tienen un rol importante, pero supeditado a la asamblea. No hay un partido que diga ‘esto se hace y esto no’. Hubo algunos encontronazos porque nos resistimos a que nos manejen el conflicto, pero la carga se acomodó sobre la marcha. Nos apoyaron partidos de izquierda en momentos difíciles, pero no nos confundimos ni dejamos que por eso haya una influencia directa». ¿Y Godoy? «Raúl es un compañero de trabajo y el hecho de que sea militante de un partido es otra cosa. El conflicto nos hizo aprender a todos. Hay que respetar al trabajador, y al militante. Los dos necesitamos del otro. Cuando algo se traba, decide la asamblea, que es la autoridad máxima».

Alberto Esparza -en el olvido prehistórico está su afiliación al justicialismo- aporta otro diagnóstico: «Los compañeros que están en la cosa política, tienen que volver a la producción. Y los que están en la producción tienen que estar listos para tomar la posta. Si no se comete el error, sin ánimo de ofender, de preguntar dónde está Raúl Godoy: ese es un reflejo de la derecha que siempre busca un caudillo. Aquí hay por lo menos cien personas que podrían ser delegados en cualquier fábrica».

Pero hay una imagen de que la conducción en Zanón es del PTS. Alberto: «Se puede decir que la conducción es de izquierda, que hay oposición a este sistema capitalista. Pero para mí lo peor que podría ocurrir es que se transforme esto en una cuestión sectaria o partidaria».

Carlos Acuña agrega: «Raúl es de un partido, puede traer su propuesta, y yo -que no soy de un partido- traigo la mía que discutí con los míos en mi casa. Se vota y se decide. Eso nos simplifica las cosas, y hace que no tengamos el pie de un partido político en la cabeza». Carlos reconoce que «hemos aprendido muchísimo de la izquierda o del PTS, como ellos han aprendido mucho de nosotros». ¿Por ejemplo? «Que acá no hay que venir con cosas raras, porque no corren» ¿Qué cosas raras? «Querer imponer una política. Querer manejar el conflicto. Acá el conflicto lo maneja la base».

Alberto Esparza suma otra faceta política: «Uno no puede despegarse de la sociedad y tener un mensaje justiciero reivindicativo que no le llega a nadie». Parecen las palabras de un militante: «No milito, pero quiero dejar sembrado algo. No sé: acá vienen chicos, estudiantes, y nos preguntan cómo hicimos. Lo primero que hicimos fue no respetar las leyes. Y a mí me gusta explicarlo con mis propias palabras. Ser partidista es muy fácil porque te atás a una línea definida que te dictan y listo. Mucho más rico es lo que hacemos acá, donde discutimos, consensuamos, y sabemos qué intereses queremos defender».

Alejandro López cree que nada de lo que viene será fácil: «El gobierno tiene una política clara de entrega de los recursos naturales, y represión de los trabajadores. Entonces tenemos que pensar cómo hacer para que cada conflicto sea de la sociedad. Digamos: el problema de la educación no es de las escuelas. También es mío, que tengo una nena de nueve años. El tema de la salud no es del hospital: es de todos. Y el desempleo lo mismo». Alberto cree que que iniciativas como la Coordinadora del Alto Valle (que reúne a varios movimientos y gremios) pueden potenciar la creación de lo que llama una herramienta: «No queremos ser oposición toda la vida. Tenemos que dar un paso. No sé bien cuál es, pero tenemos que armar nuestro espacio para discutir, para tener nuestro programa y dar una pelea de fondo. Los que movemos la economía somos los trabajadores. Entonces es una picardía que no seamos los trabajadores los que decidimos qué queremos con nuestro futuro».

Alejandro cree que no todo puede ser defenderse, contestar, reaccionar: «Hay que pasar a la ofensiva. No sé bien cómo, pero es algo que justamente queremos ir charlando con los compañeros.

Alberto: «Es que si no, nos convencen de que el único ámbito donde se pueden tomar decisiones es el familiar. Y no en las cuestiones sociales. Eso es horrible. Nosotros hicimos otra cosa: nos hicimos cargo de los medios de producción, y los pusimos en marcha. Eso, para mí, es lo más alternativo que hay».