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Falleció Osvaldo Bayer, el último anarquista romántico

Fuentes: Nodal

Hay hombres que se adelantan a los tiempos y sin embargo no son reconocidos como tales. Para los medios masivos y las nuevas formas de comunicación, ese lugar parece estar reservado a quienes hacen raras predicciones, a los falsos gurúes económicos, o los míticos desarrolladores de tecnologías en garajes que nunca existieron. Bayer, el vindicador […]

Hay hombres que se adelantan a los tiempos y sin embargo no son reconocidos como tales. Para los medios masivos y las nuevas formas de comunicación, ese lugar parece estar reservado a quienes hacen raras predicciones, a los falsos gurúes económicos, o los míticos desarrolladores de tecnologías en garajes que nunca existieron.

Bayer, el vindicador

Vindicador: quien defiende, especialmente por escrito, a quien se halla injuriado, calumniado o injustamente notado.

Osvaldo Bayer es un hombre que adelantó los debates como pocos. Este inmenso intelectual argentino falleció al mediodía de este lunes a los 91 años.Argentina: falleció Osvaldo Bayer, el último anarquista romántico

Bayer nació en la provincia argentina de Santa Fe el 18 de febrero de 1927. Fue historiador, periodista, guionista de cine, novelista y dramaturgo. Perteneció a una generación que integró la política con su labor profesional, sin militar en organizaciones, pero convencido de que su relato sobre los oprimidos y silenciados debía ser el eje de su obra. Compartió con muchos compañeros de su tiempo -poetas, artistas, intelectuales o militantes- la persecución y el exilio.

Bayer estudió historia durante los años ’50 en Alemania y regresó a Argentina, donde trabajó en los principales medios nacionales. Vivió en la Patagonia, en el sur del país, donde investigó los sucesos conocidos como la Patagonia trágica, una brutal matanza a trabajadores en huelga llevada adelante por el ejército argentino entre 1920 y 1921. Hacia 1975, luego de la publicación de su libro «La Patagonia rebelde» y del estreno de la película homónima, comenzó a sufrir amenazas y se fue de su país rumbo a Alemania.

En su obra hay al menos tres aspectos que son centrales en los debates del presente, y sobre los cuales Bayer trabajó durante más de 50 años: los pueblos originarios, la preservación del ambiente y la lucha de las mujeres. Fue uno de los intelectuales más lúcidos para pensar la trama de los genocidios del siglo XX de un modo integral, tanto por sus lógicas negadoras de lo humano como por el origen de régimen económico que los sostuvo. Militó hasta sus últimos días por la reivindicación de las víctimas del terrorismo de Estado, incluyendo en esa condición a los miembros de los pueblos originarios, más allá y más acá de las dictaduras.

Bayer, el historiador del futuro

Bayer fue, por su formación académica, historiador. Probablemente sus grandes libros, Severino i Giovanni, el idealista de la violencia, La Patagonia rebelde, Los anarquistas expropiadores y otros ensayos, son obras más conocidas por sus títulos que leídas. Su labor periodística y su actuación personal son lo que han dado mayor relevancia pública a su trabajo.

Una de las muchas maneras de pensar la trascendencia de su producción es que fue capaz de utilizar toda su formación, sus largas investigaciones, su experiencia personal y la historia política que comparte con toda una generación, para trasmitir masivamente y hacer públicos debates que nadie se animaba a dar, o que ni siquiera estaban en las agendas públicas. Y siempre ha puesto su cuerpo para acompañar luchas silenciadas, olvidadas y ocultas por los poderosos.

Mucho de lo que hoy se conocemos a partir de las luchas del sur argentino y chileno estaban presentes en lo que Bayer escribía 45 años atrás: «¿Qué era la Patagonia en 1920? Simplificando podemos decir que era una tierra argentina trabajada por peones chilenos y explotada por un grupo de latinfundistas y comerciantes. Es decir, gente que ha nacido para obedecer y otros se han hecho ricos porque son fuertes por naturaleza. Y allá, fuerte quiere decir casi siempre inescrupuloso» (i)

Esta frase, que recupera la discusión sobre la naturaleza del capitalismo, contiene elementos que remiten al presente. A la lucha de los trabajadores despedidos de las minas en Río Turbio, a los mapuches que reivindican la propiedad de sus tierras, y a las muertes infringidas por las fuerzas de seguridad en defensa de los intereses de los poderosos, comerciantes y latinfundistas. Bayer en ese mismo texto menciona a la familia Braun Menéndez como parte de aquellos dueños de la Patagonia.

Dos de sus descendientes, Marcos Peña Braun, como jefe de gabinete, y Miguel Braun, en el cargo de secretario de comercio de la nación, son parte de un gobierno que intenta reponer aquel orden militar, económico y simbólico.

Esa larga investigación le permitió a Bayer comprender, y exponer públicamente ya en 1963, la existencia de pueblos indígenas exterminados y expropiados antes del genocidio conocido como «Campaña al desierto» (1879).

«En el año 1826, el gobierno de Bernardino Rivadavia, contrató al oficial prusiano Rauch, nada menos que para matar indios. Su misión era limpiar la pampa bonaerense de los ranqueles (…) Este oficial prusiano comenzó la liquidación de estos indios, y se guardan sus partes militares. Por ejemplo, dice que los indios ranqueles no tienen salvación porque no tienen sentido de la propiedad, también señalaba que los indios ranqueles eran anarquistas (…) Después de haber escrito un parte donde decía ‘hoy hemos ahorrado balas, degollamos a 27 ranqueles’, un indio joven, apuesto, alto de pelo largo, al que llamaban ‘Arbolito’ lo estuvo esperando en una hondonada, y cuando pasó este coronel a toda velocidad en su corcel, se le fue detrás, le boleó el caballo, cayó el militar europeo, y el indio Arbolito cometió el sacrilegio de cortarle la cabeza. Así vengaba a tantos de sus compañeros de las pampas»[ii]

Cuando contaba la historia del indio vindicador, Bayer suele relatar que los invasores reconocían que los ranqueles trataban a las mujeres mucho mejor que «nosotros, los descendientes de europeos».

La contaminación, la expropiación, la matanza

Desde muchos años atrás Bayer comenzó a escribir sobre la contaminación en el sur argentino. A diferencia de cualquier mirada ingenuamente ambientalista, él siempre situó el problema en la misma trama que referíamos. La expropiación de las tierras, el poder de los latifundistas, el avallasamiento de las tierras sagradas para los pueblos originarios, y la contaminación ambiental producida especialmente por la explotación minera, era una misma acción, sostenida a lo largo de décadas por los gobernantes.

La población de la ciudad de Esquel, donde Bayer vivió muchos años, tuvo hacia 2003 una importante batalla contra la explotación de oro. En un plebiscito, se negó el derecho a la instalación de la minera. Por entonces escribía: «Nuestra querida Patagonia, la tierra del bello paisaje, de las aguas y del codiciado petróleo -aquella que en Europa insisten que los gobiernos argentinos van a vender para pagar la deuda (algo que seguro ya habrían hecho los militares desaparecedores con Martínez de Hoz y su sistema)-, pues bien, esa Patagonia se acaba de defender con la democracia.

No ha necesitado a la Gendarmería, con su estrecha visión de ver peligro en cada liebre y cada llama y controlarles la nacionalidad, sino que el pueblo ha demostrado a toda la Argentina qué es la democracia y para qué sirve. Esquel votó contra el oro y el cianuro. Los que venden la Patagonia a pedazos y a retazos, querían vender el bello oro pero cambiándolo por cianuro y una suma de divisas que en nuestro país nunca se sabe al bolsillo de quién van a parar. El pueblo de Esquel votó por la naturaleza, por esa naturaleza que también les pertenece a sus hijos y a sus nietos».[iii]

El hombre que amó a las mujeres

Las mujeres fueron parte de su obra de ficción. Se puede mencionar la poco conocida película «Sin querer», de la que fue guionista, en la que hay fuertes mujeres como protagonistas, entre ellas una mujer mapuche que busca a su padre desaparecido y una niña abusada por los poderosos de una pequeña localidad de la enorme Patagonia.

En su último libro, su primera novela, «Rainer y Minou», da voz a una mujer que se autodefine como judía y víctima de los nazis, aunque era argentina. Una mujer que se enamora en Alemania del hijo de un criminal nazi. Esa mujer se hará cargo de la brutal contradicción y así será el centro de una mirada compleja sobre la historia. Bayer escribe un bello relato amoroso y logra hacer visible la continuidad de los genocidios, la permanencia de los delitos de lesa humanidad, y el lugar central de las mujeres en la resistencia al olvido.

También de la Patagonia, y entre las múltiples historias de resistencias populares frente a la matanza de obreros, Bayer ha reconstruido en el teatro el relato sobre «Las putas de San Julián». Esta obra, estrenada en 2013, se basa en lo que debió ser el final del segundo tomo de La Patagonia Rebelde -e incluso ser parte de la película estrenada en 1974- pero que la censura y cierta lógica de la época, no permitió incluir en aquellas obras.

Hubo que esperar 20 años para que el texto fuera incluido en una nueva edición (1994). Bayer encontró en las mujeres, en tanto tales, un lugar en las prácticas resistentes. La sociedad necesitó varias décadas para poder encontrarse con esa historia.

(…) «Se mandó a decir a las dueñas de los prostíbulos que a tal hora iba a ir la primera tanda de soldados para que tuvieran listas a las pupilas (…) Pero cuando la primera tanda de soldados se acercó al prostíbulo, doña Paulina Rovira salió presurosa a la calle y conversó con el suboficial. (…) Las cinco putas del quilombo se niegan. (…) Todos en patota, tratan de meterse en el lupanar. Pero ahí salen las cinco pupilas con escobas y palos y los enfrentan al grito de ‘asesinos, porquerías’, ‘con asesinos no nos acostamos’. En palabras de Bayer, estas mujeres fueron «los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia». [iv]

Cuando se estrenó la obra en el Teatro Nacional Cervantes, Bayer declaró: «Que yo pueda mostrar hoy en el teatro nacional este final que fue prohibido hace cuarenta años es para mí increíble, es como tocar el cielo con las manos». Bayer demostró acá también que su trabajo y su análisis anticiparon en mucho las discusiones más intensas del presente.

Bayer, el bien querido

El 18 de febrero de 2017, día en que Bayer cumplió 90 años, se organizó un festejo popular en una plaza del barrio de Belgrano, cercana a su casa. El festejo se convirtió en un sencillo y amoroso homenaje popular al hombre que desde la militancia, el periodismo y la academia (¿son acaso campos separados?) logró echar luz, asumir debates potentes, reivindicar las luchas de los excluidos, obreros anarquistas, perseguidos, pueblos indígenas, mujeres, víctimas de los genocidios y hacerlo con un lenguaje popular, claro, completo y contundente.

Bayer fue un hombre que caminó el mundo, que entiendió lo global mucho antes de los aduladores de la globalización financiera, y que recuperó la Historia como manera de reivindicar a los resistentes. Esta fue, sin dudas, su propia forma de resistencia.

Notas

[i] Bayer, Osvaldo; La Patagonia rebelde; Editorial Planeta Argentina; Tomo I; 1993; p.25

[ii] Relato de Osvaldo Bayer junto con la banda «Arbolito»

[iii] Diario Página/12, 29 de marzo de 2003. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-18141-2003-03-29.html

[iv] Bayer, Osvaldo; La Patagonia rebelde; Editorial Planeta Argentina; Tomo II; 1994; p.317

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.