El objetivo de este artículo es abordar brevemente la relación de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) especialmente en el periodo que se inicia en 1983. Lo haremos desde una perspectiva que parte de lo económico financiero y de los institucional relacionado a ese plano, pero sin perder de vista la perspectiva geopolítica que […]
El objetivo de este artículo es abordar brevemente la relación de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) especialmente en el periodo que se inicia en 1983. Lo haremos desde una perspectiva que parte de lo económico financiero y de los institucional relacionado a ese plano, pero sin perder de vista la perspectiva geopolítica que es la intención esencial del FMI desde su creación.
Introducción: como funciona el FMI
Existen una serie de antecedentes que pueden rastrearse en el periodo previo a la segunda guerra mundial en medio de la gran crisis, pero es en 1941 poco después del Ataque japonés a Pearl Harbour¹ cuando Harry White, director del departamento del tesoro, le presentó a Franklin Roosevelt una serie de propuestas destinadas crear en la posguerra un fondo de estabilización de los tipos de cambio que impidiera nuevas crisis como la vivida². Es importante señalar que la misma prehistoria de las políticas económicas tiene una fuerte concepción financiera y disciplinadora de las economías nacionales.
El FMI, como la mayoría de las instituciones globales que aún buscan regir la vida económica, política y diplomática de las naciones del mundo, es consecuencia de una serie de encuentros en que las potencias vencedoras de la Segunda guerra mundial buscaron organizar la nueva geopolítica global. Específicamente en sus aspectos económicos, los acuerdos de Bretton Woods crearon el nuevo orden económico financiero mundial. Allí participaron 44 naciones (no participó Argentina, recién firmó los acuerdo de Bretton Woods el 30 de agosto de 1956 a la caída del gobierno de Perón, ya que este presidente con cierta lógica, desconfiaba de ese tipo de ordenamientos).
Pero la cuestión de debate en esa reunión estaba en la discusión entre John Maryland Keynes el representante Británico y el estadounidense Harry White, quien finalmente impuso su orientación, como era lógico ya que los EEUU eran la gran potencia a la salida de la guerra y como dijo Churchill no le quedaba otra que aceptar las ideas de EEUU ya que dependía de este para ganar a Alemania. De allí surgieron el Fondo Monetario Internacional, el actual Banco Mundial y la actual Organización Mundial de Comercio. Participaron los países de América latina (que seguían a rajatabla las indicaciones de EEUU) y las colonias británicas, más la URSS y China. Los futuros países del bloque socialista no ratificaron los acuerdos. De Europa occidental y oriental no participaron la mayoría ya que era aún campo de batalla, eran aliados de Alemania, o lo hicieron si peso real.
Las ideas en disputa fueron expresadas por el secretario de estado de EEUU Cordell Hull quien decía que «precisamos de grandes mercados por todo el mundo, donde comprar y vender» (se sobreentiende abiertos) y vincular las transacciones al dólar. Mientras que Keynes, buscaba preservar el poder y autonomía británica, y bregaba por la existencia de una entidad que compensara las diferencias entre economías y pudiera crear una moneda internacional cuyo valor estaría relacionado con un pull de monedas de países fuertes.
La estructura de poder al interior del nuevo orden económico quedó en 1944/45 determinada por los aportes a la institución clave del mismo, el Fondo Monetario Internacional. Sobre un capital total de 8800 millones de USD, a EEUU le correspondería una cuota de 2740 millones (equivalente al 31,1 %), al Reino Unido 1300 millones (14,8 %), la Unión Soviética 1200 (13,6 %), China 550 (6,3 %) y Francia 450 (5,1 %), para los cinco primeros. Lo que hace a quienes eran los mandamases del organismo, pero como dijimos la URSS denunció los acuerdos de Bretton Woods como imperialistas en 1947 y el poder en el FMI quedó con 34,23 % Estados Unidos y 14,17 % el Reino Unido (a lo que se sumaban colonias semicolonias y aliados dependientes de ambos).
Actualmente nuevas (viejas) potencias participan (Alemania y Japón), el sistema socialista desapareció (y se incorporaron Rusia y las repúblicas de la ex URSS), y las naciones «independientes» son muchas más. Y Argentina ingresó al fondo en 1956 y se realizaron tratos con ese organismo desde el gobierno de Arturo Frondizi, aunque sólo desde la segunda parte del «Proceso de reorganización nacional» la relación con el FMI se torno «sodomita» a partir del inicio del estallido del endeudamiento salvaje. La distribución de cuotas³ y de poder es de la siguiente forma: Los cinco países miembros accionistas más grandes del FMI -Estados Unidos 17,5% (posee poder de veto y es el único país con ese derecho), Japón 6,3%, Alemania 6,1%, Francia 5% y Reino Unido 5%- más China 3%, Rusia 2,8% y Arabia Saudita 3,3% tienen escaño propio en el Directorio (Italia pone también un 3,3% y Canadá un 3%, pero no tienen asientos permanentes). Los 16 directores ejecutivos restantes son elegidos por períodos de dos años. Existe un sistema de votos determinados por los aportes. Por ejemplo EEUU de acuerdo a su aporte tiene 371 mil votos. Brasil 30 mil y Argentina 21 mil. Las islas Palau 281 votos.
La deuda, el FMI y el salto de 1983
Si bien la deuda fue parte de la historia de nuestra formación como nación desde el primer empréstito tomado por Bernardino Rivadavia, lo cierto es que desde la posguerra con las nuevas instituciones mundiales esta cobra un nuevo sentido para los pueblos. Y que con la transición el «neoliberalismo» se da una vuelta de tuerca que permite considerar la existencia de una nueva etapa. Decíamos que el primer gran salto de la deuda se produjo en los ochentas, fue parte/consecuencia de una transición dentro del sistema capitalista mundial. La transición desde el Estado de bienestar hacia el Estado neoliberal. En realidad es parte de la crisis de acumulación en los países centrales acaecida hacia fines de la década de 1960 y estallada en 1973 con el aumento de los precios del petróleo y por consiguiente de la energía y los costos en los países industriales. Si entendemos como «modo de regulación» a la forma que se dan las leyes, las instituciones estatales o privadas que hacen a la vida y organización de las sociedades, para cada etapa de desarrollo del capitalismo, vemos el surgimiento de un «nuevo modo de regulación» para la etapa neoliberal, como es lógico. Sin embargo las instituciones de Breton Woods no cambian ni en su naturaleza ni en sus objetivos, sólo que cobraron una nueva relevancia. La creación de las deudas externas descomunales en los países del tercer mundo, dio lugar a un nuevo y determinante rol del FMI en este modelo de regulación.
La crisis de la deuda es el episodio en que los mas importantes deudores de América Latina (Brasil, México y Argentina, pero en realidad todos los países de la región y otros destacados del mundo) se encontraron en incapacidad de pagar las deudas contraídas los años recientes anteriores. Fue en 1983 y duró toda la década. En ese momento era el jefe del FMI Jaques de Larosiere. Se hablaba en nuestros países de la idea de crear un «club de deudores» que negociara desde una posición de fuerza los 275 mil millones que debía AL y cuya insolvencia coordinada podría hacer tambalear al sistema en general. Había conciencia de que la deuda era un mecanismo no transparente y generado para crear un canal de succión de riqueza y que podía ser investigada. De hecho se hizo esta investigación en nuestro país y fue demostrada su ilegalidad. Pero el poder, la ley y la justicia son cosas disímiles. El FMI apoyado por el resto de las instituciones globales y por las potencias opto por presionar a cada uno de los principales deudores para ofrecerles acuerdos por separado. Primero México claudicó ante una oferta del Tesoro norteamericano, luego Brasil y finalmente Argentina. La claudicación se institucionalizó con la caída del ministro Bernardo Grinspun impulsor de políticas para una negociación más firme que podía incluir confrontación, y el ascenso de Juan Vital Sorrouille un hombre del poder, fue la tónica del gobierno radical en general.
Jaques de Larosiere es Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia, fue Director gerente del FMI entre 1978-1987, entre otros importantísimos cargos en Francia y en las instituciones globales. En setiembre de 1983 pronunció el discurso inaugural de la 38 reunión anual de gobernadores del FMI en Washington. Allí rendía cuentas sobre la intervención del organismo en la crisis mundial que en ese entonces había encontrado su salida para los países poderosos, y lo anunciaba con satisfacción.
Pero más allá de estos países centrales, el discurso estaba dirigido hacia la intervención del FMI con respecto a los países débiles sobre los cuales está primordialmente dirigida la actividad del FMI. Especialmente los que fueron afectados duramente por la cesación de pagos o estrangulamiento de sus economías por el pago de sus deudas externas sobredimensionadas.
Era la época de la «crisis de la deuda» que afectó a todos los países latinoamericanos especialmente a Argentina, Brasil y México. Era la época en que nuestro país vivía la «transición» democrática. Una transición signada con las consecuencias de la represión sobre las organizaciones populares, de una guerra perdida y de una economía desbastada por las políticas de Martínez de Hoz. Una transición cuyo desafío era si iba a ser «de forma» o «de fondo». Y en ese sentido, de cuanto iba a haber de continuidad entre la «dictadura y la democracia», estaba en la resolución de la cuestión de la deuda externa como un tema central expresión clave de la economía del «proceso». Allí comenzamos a escuchar en forma estable casi sin solución de continuidad palabras como «misión del FMI», «Stand By» «Carta de Intención», etc.
Es en ese contexto que Larosiere expresaba una serie de definiciones. Pasamos a enumerar los puntos principales que el Fondo planificaba para las economías nacionales.
Políticas para el futuro
Primero: «es necesario que las tasas de aumentos de los agregados monetarios sean (…) compatibles con la mayor desaceleración del aumento de los precios (…) Algunos observadores temen que en ese caso los tipos de interés sigan siendo altos y resulte difícil promover la reanimación de la inversión». O sea señalaba que para frenar la inflación, meta central del Fondo, no se debía emitir, lo que se limita las políticas internas del Estado respecto del gasto interno y la moneda. Ya que el FMI asocia la masa monetaria nacional a la cantidad de reservas y estas al balance de pagos.
Segundo: «La necesidad de un plan convincente para reducir los déficits fiscales (…) Restablecer el equilibrio fiscal». Lo que de no hacerse produciría dos alternativas desastrosas (a decir del FMI). Uno restricción monetaria con altas tasas de interés. Y segundo el mantenimiento del déficit fiscal si restricción monetaria, lo que define el organismo como el peor escenario, por ser causal de inflación y crisis. Lo que es otra política complementaria de la anterior de signo monetarista, sin dudas recesiva y restrictiva del consumo interno y del gasto de inversión social o productiva, en aras del equilibro de la cuentas y el sostén de los pagos lo que es la meta «orgánica» de la intervención del FMI.
Tercero sostenía Larosiere como fundamental, la necesidad de reformas estructurales «destinadas a mejorar la condiciones que propicien la inversión privada (…) también `procedimientos de fijación de los salarios que vinculen, como corresponde, el costo del trabajo con las variaciones de la demanda de trabajo». Y explica mas adelante como esta cuestión de la falta de flexibilidad en los salarios fue causa de la crisis del los capitalismo centrales iniciada en fines del sesentas y que acá lo conocemos como crisis de 1973. O sea el salario como costo del capital, causa de la crisis y (obviamente) variable de ajuste primordial.
Y cuarto. «Tan importante como mantener la flexibilidad estructural, es la resistencia al proteccionismo. La recuperación sólo puede tener bases firmes si se logra en el marco de un sistema de comercio liberal y abierto, que permita a los países aumentar sus ventas internacionales de los artículos que tienen ventaja comparativa». O sea disminuir la capacidad de los estados de intervenir en la economía en relación al capital. Señala Larosiere la necesidad que el GATT (acuerdo general de aranceles aduaneros y comercio) hoy OMC, sea el marco general de articulación de un mercado global libre y que allí se deduce que deben los Estados fijar la eliminación de las barreras que protegen sus economías. Los cuatro puntos son claros y son «orgánicos» al FMI en todas sus intervenciones, específicamente desde 1983 cuando cobra relevancia el organismo en la determinación de las políticas de los estados nacionales.
El francés explicaba algunos casos generales macro de intervención del FMI en los 31 países que lo había hecho hasta ese momento. «A continuación mencionare algunos de los elementos de política de estos programas»: -impedir que el gasto público aumente más que los ingresos. -Un tipo de cambio que incentive la producción en el país. -Supresión de distintas formas de rigidez en la fijación de precios, sistema tributario y empresas públicas. Ajuste de la balanza de pagos. O sea: restricción del gasto, devaluación, privatizaciones, disminución de las cargas fiscales sobre el capital y libertad de mercado (de trabajo y de productos).
Mas adelante titula «supervisión de la evolución de los tipos de cambio» para lograr la convergencia internacional y la estabilidad e la economía mundial. Y monitorear todas las políticas económicas que podían tener relación con los pagos internacionales y la estabilidad de los tipos de cambio. O sea, los programas impulsados en 1983 apuntan a que los estados liberen al dólar y no intervengan en el tipo de cambio o solo lo hagan con el fin de garantizar una estabilidad acorde al mercado mundial. Y que el Fondo ajuste la supervisión de las políticas nacionales.
Continuaba Larosiere explicando los objetivos de los Stand By. «Los acuerdos ampliados, a mediano plazo, conforme al servicio ampliado del FMI, se orientan a los países cuyos problemas de balanza de pagos guardan relación con aspectos estructurales (…) cuyo objeto sea mejorar el funcionamiento de las economías, como reforma del sector tributario y financiero, privatización de empresas públicas y medidas para dar más flexibilidad a los mercados laborales».
Continúa mas adelante con una aclaración que es bueno recordar. «El FMI no es un organismo de ayuda ni un banco de desarrollo. Concede crédito para contribuir a que los países miembros superen problemas de la balanza de pagos y restablezcan el crecimiento económico sostenible. Las divisas que entrega, en cantidades que están determinadas por la cuota del país en el FMI, se depositan en el banco central del país para complementar las reservas internacionales de éste y, de esta manera, conseguir respaldo general para la balanza de pagos». Los desembolsos del FMI no son préstamos sino compras de divisas en poder del FMI, pertenecientes a países miembros que gozan de balances de pagos sólidos, con moneda del país solicitante. Así el FMI aumenta la tenencia de moneda de dicho país y disminuye la moneda internacional aportada por el prestamista.
O sea el FMI financia reformas estructurales de mercado y ayuda a que los países paguen sus deudas, no otra cosa. La deuda nacional debe constituirse a través de la toma de prestamos a entidades privadas o estatales a por fuera del FMI, lo que hace el FMI es que los países «recobren la confianza de los mercados» al seguir planes que garantizan los pagos y transforme su estructura económica y social, que mejoren las condiciones para que el capital transnacional haga negocios en la economía en cuestión.
Los pasos del FMI en el nuevo milenio
Entre el año 1983, el periodo de «crisis de la deuda», las crisis sucesivas de diversos países que aplicaron los acuerdos pactados con el Fondo, hasta el nuevo mileno, el organismo realizó algunas reformas internas. Que básicamente son la diversificación de sus instrumentos para situaciones nacionales distintas. Hasta es fecha la «receta del FMI» era exactamente igual para cualquier país. Ahora también lo seria, pero con la concesión de que se toman en cuenta las condiciones iniciales y el grado de adecuación del país al esquema del Fondo.
Según la guía introductoria Qué es el Fondo Monetario Internacional publicada en el 2004 por dicho organismo. «Cuando un país recurre al FMI (…) puede estar atravesando una crisis económica o encontrarse en ciernes de una, la moneda podría estar bajo ataque en los mercados extranjeros de divisas y estar agotadas las reservas internacionales, la actividad económica podría haberse estancado o estar en caída, o registrarse un aumento de las situaciones de quiebra». Y en seguida viene la clave de la intervención del fondo: «Para que el país pueda regresar a una posición sólida de los pagos» debe «restablecer las condiciones para el crecimiento sostenido de la economía, hará falta combinar el ajuste económico con el financiamiento oficial o privado, o con ambos.» Entonces «para que el FMI pueda conceder financiamiento, tiene primero que convenir con las autoridades en un programa de medidas destinadas a alcanzar metas específicas y cuantificadas sobre viabilidad externa, estabilidad monetaria y financiera y crecimiento sostenible. Los detalles de un programa de esta índole se pactan en un documento llamado «carta de intención» que el gobierno del país envía al Director Gerente del FMI.
El plan que se acuerda entre el FMI y el gobierno consiste en «un programa económico detallado (…) que el país llevará a cabo en las áreas monetaria, externa, fiscal y estructural (…) para lograr la estabilización de la economía y sentar las bases de un crecimiento económico autosustentado». Los planes del FMI no son tratados internacionales que requieran aprobación del congreso, a pesar de que exijan medidas que si lo requieran. El FMI es juez y parte frente a los Estados nacionales. La «condicionalidad» de los acuerdos ha ido evolucionando con las décadas haciéndose cada vez más determinante, aunque siempre tuvo una misma raíz filosófica anclada en la doctrina monetarista. Son medidas obligatorias (ex ante y ex post) que implican del plan de ajuste estructural presentado en la «carta de intención».
El «enfoque monetario de la balanza de pagos» se manifiesta en las medidas impuestas por los planes del FMI: restringir la base monetaria para disminuir el gasto local y así aumentar los saldos exportables. Para el modelo que aplica el FMI para su análisis de las diversas situaciones nacionales, la variación del producto depende en forma positiva de la variación del crédito doméstico, de las exportaciones y del ingreso de capitales; y en forma negativa de la velocidad de circulación de la moneda. El Fondo promueve en todos sus planes enfiar las economías o sea restringir la circulación monetaria y el crédito local. Y pone el eje en la llegada de capitales atraídos por diversas reformas en política monetaria y fiscal, como reformas estructurales que suponen facilidades de ingresar o extraer recursos físicos como divisas y un bajo costo laboral. Los planes del FMI suponen que con la liberación de las variables se logrará pleno empleo a niveles de costos de los factores determinados por el mercado. Aunque las reformas que se fueron implementando desde el 2009 el FMI toma en cuenta la existencia de una masa de población marginalizada y por ello incluye en las «cartas de intención» y en las nuevas herramientas de ayuda la existencia de políticas sociales extendidas en el espacio y el tiempo.
La idea del FMI es que los déficit deben financiarse accediendo al mercado de capitales externo para evitar la emisión monetaria sin respaldo. O sea una política orientada al mercado externo y no al mercado interno, a la integración internacional y no a la integración nacional. Esto, contradictoriamente, aumenta la deuda pública y por lo tanto el gasto público que el FMI exige disminuir. El gobierno para cumplir esa exigencia disminuye (ajusta) más todas las variables internas posibles, y produce recesión a causa de la caída de la demanda local de personas y empresas que viven del mercado interno. Por ello disminuye la capacidad de recaudar. Y el ciclo de crisis que genera el enfoque monetarista se agudiza. El ingreso de capitales aprecia la moneda generando presiones que disminuyen la competitividad de forma opuesta a la del aumento de la base monetaria general presiones para la devaluación.
Para sostener esta línea ya como política internacional obligatoria y parte de la geopolítica imperial, en 1983 el gobierno de los EEUU sancionó una ley (es costumbre de los EEUU sancionar leyes que pretenden ser aplicables para otros países que no son el propio) en la que instruía al director norteamericano en la jefatura del FMI a que se incluyera en las exigencias a los países que pedían ayuda un paquete de medidas obligatorias. Para obtener ayuda los países debían eliminar las trabas al comercio y a las inversiones extranjeras. Era el primer indicio de lo que se dio en llamar «Consenso de Washington» de pocos años después. Debemos agrega que para nuestro caso específico acarreábamos la derrota militar en Malvinas coronada con una mucho mayor derrota o rendición en los Acuerdos de Madrid de 1990, con sus enormes concesiones económicas.
Entre 1983 y 1995 el FMI decía que se debía restringir el aumento de la deuda por ya encontrarse sobredimensionada (recodemos que es el periodo de crisis de la deuda) sin embargo esta se siguió expandiendo hasta el Plan Brady, Plan desarrollado por el Secretario del Tesoro norteamericano para encontrar una salida. Este plan implicaba transformar la deuda en Bonos que cotizarían en bolsa y podrían ser adquiridos por tenedores diversos y atomizados, anónimos o no. Esto expandió las posibilidades de los capitales especulativos de operan con las deudas soberanas de los países fomentando la existencia de «capitales golondrina», burbujas especulativas, inestabilidad de los mercados financieros, golpes a la economías en momentos de fragilidad, el surgimiento de los llamados «fondos buitres» y sobre-expansión del métodos de emisión de bonos para financiar déficit y necesidades coyunturales. En definitiva un nuevo (tanto en su forma como en su ciclo) periodo de expansión de la deuda pública. Así se gestó otro ciclo de crisis de nuevo tipo, cíclicas y permanentes, México 1995, Brasil 1999, Venezuela 1994 en adelante, Ecuador 1998/99, y podríamos extendernos a Indonesia, Turquía, Rusia, etc. En un momento en que el capital financiero se lanzó sobre las economías del Tercer mundo abiertas, voluntaria o involuntariamente, y a colonizar los ex países socialistas.
Siguiendo este camino iniciado en 1983 que va de la mano con la consolidación del neoliberalismo producido en los nuevos regímenes democráticos, el Brady iba de la mano con nuevas exigencias mucho mas extendidas por parte del FMI de reformas estructurales: privatización de la seguridad social, eliminación de impuestos a las transacciones financieras, ganancias y contribuciones patronales, ampliación del IVA y privatización del Banco Nación. Si bien el programa de privatizaciones del menemismo (que venia siendo discutido desde la asunción del ministro Juan Vital Sorrouille en 1985 bajo el gobierno de Alfonsín) avanzó notablemente con el gobierno menemista, lo cierto es que algunas exigencias superaron la capacidad política del gobierno de imponerlas, como la privatización del Banco Nación. Lo que sí, este programa demuestra dos cosas. Una, la continuidad de la interacción del FMI con la geopolítica de la potencia dominante y del capital financiero. Dos, que el ajuste y los pedidos de desguace del Estado no tienen un límite, sólo que ante cada crisis la salida se explica con la necesidad de profundizar las medidas ya tomadas, hasta la desaparición de cualquier instrumento de política nacional.
Además analizando la evolución de las exigencias del FMI vemos que no solamente existe una adecuación a las épocas y los cambios del capitalismo, sino que hay saltos. Estos saltos los más importantes son primero el de 1983 a partir de la gran crisis de la deuda y es expresado por Larosiere en el discurso de ese año. Y un segundo salto es con el Plan Brady, en la epoca de que el FMI era presidido por (el también multicondecorado Frances) Michel Camdessus. Es un salto en la capacidad de intervención, en cada uno de esos momentos. El Fondo interviene con más capacidad de incidencia que antes y esto es por que la deuda generada a fines de la década de 1970 es una piedra de enorme peso en las economías. O sea que la deuda profundiza la dependencia y es a su vez un ancla que impide salir de ella obligando a planificar políticas para responder a crisis de balanza de pagos, que ahora no tiene exclusivamente su razón en la variación de los precios de las importaciones y exportaciones, ni es deformaciones o un desarrollo incompleto, sino que la misma deuda genera estos déficits. Tal como señala Noemí Brenta, podemos encontrar una correlación entre los periodos en que la política económica estuvo bajo monitoreo del FMI con alta inflación, muy bajo crecimiento del PBI y aumento del desempleo; a la inversa en periodos donde la intervención del Fondo no existió o fue secundaria, que son de mayor crecimiento, mejor empleo y menor inflación.
El nuevo FMI y los «instrumentos» contemporáneos de crédito
El monitoreo lo mas ajustado posible de las economías es realizado por el FMI intentando manejar la variables macro de la economía nacional a través del control directa de las palancas claves (como el Banco central), de «misiones», rendiciones de cuentas permanentes y adecuación de los presupuestos a las exigencias de los Stand By. «En marzo de 2000 el FMI estableció el requisito de una evaluación del cumplimiento por los bancos centrales de las prácticas deseables en materia de procedimientos internos de control, informes financieros y mecanismos de auditoría». Por ello, como es común en sus sugerencias, los BC deben ser «autónomos» para estar desprendidos de las presiones de la economía nacional y oficiar de anclaje de estas en la economía financiera mundial. Lo que en grado extremo es que los BC tengan un equipo de funcionarios «delegados» del fondo o de organismos transnacionales. La cuestión relativa a la autonomía del BC ha sido una de las claves del acuerdo con el Fondo de nuestro país en el 2018. Porque el organismo ve a esa institución una herramienta clave en la posibilidad de que sus técnicos se garanticen a través de aquel el cepo monetario al gobierno en cuestión.
En el 2018 35 de los 189 países miembros del FMI reciben algún tipo de ayuda para «sanear su economía». Se puede catalogar entre pobres y muy pobres y «emergentes» como Argentina. De Europa: Grecia, Irlanda, Portugal, Polonia, Lituania. O sea ningún país clave. Italia o España, por más que se encuentran en profundas crisis con deudas que superan ampliamente su PBI (en Italia la deuda alcanza el 133% del PBI llegando a los 2,2 billones de euros) no tienen acuerdos con el Fondo. Aunque sus economías se encuentren monitoreadas e intervenidas de otras formas desde la Unión Europea.
Este año 2018 el FMI reiteraba sus ideas fuerza, señalando los factores que consideraba críticos de las economías en crisis. «Entre los factores internos cabe señalar la aplicación de políticas fiscales y monetarias inadecuadas, que puede conducir a grandes desequilibrios económicos (entre ellos, grandes déficits fiscales o en cuenta corriente y altos niveles de deuda externa o pública); los tipos de cambio fijos a niveles inadecuados, que pueden erosionar la competitividad y dar lugar a persistentes déficits en cuenta corriente y a la pérdida de reservas oficiales, y un sistema financiero débil, que puede crear auges y caídas económicas. Asimismo, la inestabilidad política y la debilidad de las instituciones pueden desencadenar crisis».
O sea reiteraba las ideas generales del Fondo desde hace décadas para la orientación macroeconómica, que en varios puntos no son aplicadas sobre los países ricos, con deudas enormes y déficits sorprendentes, empezando por los EEUU.
El FMI ha ido adecuando en sus instrumentos de crédito e intervención, pero dentro de una misma lógica, o sea deberíamos decir que ha «diversificado» y «actualizado» sus herramientas pero no cambió su orientación histórica. Propagandiza su «modernización» como la existencia de «nuevo FMI», y en su página expresa que en el 2002 las directrices de condicionalidad fueron revisadas y en el 2009 se elaboró un nuevo marco para las mismas. Señala que las reformas estructurales a partir del 2009 serían analizadas caso por caso y adaptadas a la realidad de cada país para la de aplicación de programas de ajuste acordes a las condiciones iniciales. Es caro que existe diferentes aparatos productivos, grados de desarrollo económico, niveles de empleo y urbanización, regímenes políticos y tradiciones culturales.
Esto es en razón de que sus intervenciones anteriores fueron coronadas por debacles en una amplia cantidad de países, los cuales luego de aplicar sus planes terminaron más pobres que antes. Y, mas allá de que el Fondo señala que esas catástrofes fueron producto de la incapacidad de los gobiernos de llevar a fondo los planes del organismo, lo cierto es que en cada país donde de realizaron esfuerzos prolongados para implementar Stand By tras Stand By la visión imperante en la sociedad, no vinculada a las estructuras financieras globales, es que el Fondo es uno de los responsables. Por eso dicha readecuación discursiva, que se expreso en una segmentación de los créditos del Fondo. Los instrumentos de ayuda actuales fueron adecuados a la nueva etapa del capital, a la existencia de países y clases fuera del sistema, y a diferente tipo de integración mundial de los países y adecuación previa a las ideas del Fondo. Según el último informe del FMI de octubre del 2018 llamado Construir un futuro compartido los tipos de ayuda son:
Préstamos concesionarios. Otorgados a países pobres, este tipo de créditos tienen su base en el Fondo
Fiduciario de Crecimiento y Lucha contra la Pobreza (FFCLP). Son a tasa cero.
Complementa al FFCLP el Fondo Fiduciario de Alivio de Deuda en caso de Catástrofe (FFADC).
Son tres los créditos en esta primera opción. El servicio de crédito rápido (SCR): este servicio está orientado a necesidades de corto plazo con un periodo de desembolso de 5½ a 10 años, con una tasa cero. Ecuador bajo Rafael Correa por ejemplo tramitó estos acuerdos. Un servicio de crédito stand by (SCS): este servicio puede usarse ya sea con fines precautorios o mitigatorios. Su periodo de desembolso es de cuatro años y el plazo final de reintegro es de ocho años. Su tasa de interés es cero. Y el servicio de crédito amplio (SCA): este servicio sirve para combatir necesidades de la balanza de pagos a largo plazo. Tiene un periodo de gracia de 5½ años y un plazo de reintegro de 10. Su tasa de interés es cero.
Préstamos no concesionarios. Estos créditos tienen una tasa de interés basada en el mercado. Las líneas de crédito dentro de este sistema son. Instrumento de financiamiento rápido (IFR): busca atender necesidades a corto plazo o de urgencia. No requiere programas económicos y es renovable de forma inmediata. Tiene un límite de 50 % de la cuota en un año y de 100 % de la misma en el acumulado. Acuerdos de derechos de giro (ADG): para solventar la balanza de pagos a mediano plazo y se utiliza para fines mitigatorios y preventivos. Su duración es de uno a tres años y su periodo de reintegro es de 3¼ a 5 años. El monto máximo que se puede girar es de 200 % de la cuota anual y de 600 % en el acumulado. Es un préstamo Stand By, como el que acordó Argentina actualmente (y como todos los que acordó desde su primer convenio en 1959). El Servicio ampliado (SAF): de tres y hasta cuatro años, atiende necesidades de largo plazo. Su periodo de reintegro es de 4½ a 10 años y sus límites ascienden a un acumulado de 200 % anual de la cuota y de 600 % en el acumulado.
El LCF (línea de crédito flexible) fue creado en el 2009. Consiste en un crédito aprobado ex ante y el país puede disponer de inmediato de los fondos puestos a su disposición. Su periodo de reembolso es de 3¼ a 5 años y su duración es de dos años. El tope de disposición de recursos es de 500 % anualmente y 1,000 % en el acumulado. Puede usarse tanto para fines preventivos como mitigatorios y sólo México, Polonia y Colombia cuentan con este servicio. Es renovable de forma inmediata. O sea es un crédito con pocas exigencias porque el país en cuestión es considerado ampliamente seguidor de las ideas del fondo. Y el LPL (línea de precaución y liquidez) similar a la LCF, se otorga un crédito con una aprobación previa con las mismas condiciones. Este crédito «es para países con variables económicas sólidas mas no consolidadas» o sea requiere supervisiones anuales de cumplimiento de condiciones económicas y sólo es renovable dos años después de ser usada. O sea tiene una mayor exigencia que el anterior pero ex post. A la fecha Marruecos y Macedonia cuentan con este servicio.
Entre el 2014 y el 2015 el FMI estudió la relación entre el endeudamiento y la condicionalidad para la asistencia y definió que el análisis de la deuda sería realizado sobre el conjunto de la deuda pública y no sólo sobre la deuda pública externa. Esto de debe a la proliferación de instrumentos de financiamiento interno y de deuda intra-estado. En el caso Argentino, vemos como el último Stand By tiene una condición específica para la política interna de desarmar la burbuja de las LEBACS y de impedir que el Banco Central financie al Estado. Por último, y como criterio general, el organismo sostiene que las nuevas «cartas de intención» deberán contemplar cuestiones relativas a la «equidad de género» y reservar sustanciales fondos a atender a una exclusión estructural con planes de ayuda social.
El Stand By que firmó la Argentina
Cuando en junio el Directorio Ejecutivo del FMI aprobó el acuerdo Stand By a favor de Argentina de tres años por USD 50.000 millones, lo hizo otorgando una cifra que es alrededor de 1.110% de la cuota de Argentina en el FMI. Este no es un dato menor y no fue suficientemente ponderado ya que su significación es la voluntad del Fondo de reinsertar a nuestro país en su sistema. La decisión del Directorio permite a las autoridades realizar una compra inmediata de USD 15.000 millones el 333% de la cuota de Argentina. La mitad de ese monto (USD 7.500 millones) se destinará al respaldo presupuestario. El monto restante del respaldo financiero del FMI (USD 35.000 millones) estará disponible a lo largo de la duración del acuerdo, supeditado a exámenes trimestrales a cargo del Directorio Ejecutivo. La tasa de interés de préstamo depende de la tasa de los DEG (derecho internacional de giro) y será acorde al monto de los desembolsos, pudiendo variar del 1,96% al 4,96% de acuerdo a en que porcentaje estos superen a la cuota argentina.
El acuerdo fue concretado en junio y venia siendo sondeado desde principios de año ante la crisis en el crédito externo. La economía de la administración Cambiemos sustentó sus dos primeros años con un endeudamiento externo muy grande. La cifra es siempre difícil de definir ya que crece mucho mes a mes. Pero hasta febrero del 2018 se había emitido deuda por unos U$S 133 mil millones. El Tesoro Nacional emitió 108 mil millones (76 mil millones fueron en moneda extranjera), las provincias 12336 millones y las empresas privadas 12459 millones. La fuga de divisas totalizó 82087 millones. Esto es fundamental ya que, más allá de lo discutible del endeudamiento externo como herramienta principal de política económica, esta claro que la realización de la deuda en instalaciones productivas es diferente que la realización de la misma en especulación financiera y fuga. Este nivel de deuda fue hasta febrero del 2018 y no cuenta el acuerdo con el FMI por 50 mil millones. Tampoco cuentan los instrumentos internos como las Lebacs.
El acuerdo tuvo un desembolso inicial de U$S 15 mil millones fue equivalente a la fuga de divisas en los dos meses siguientes y obligó a una renegociación con el organismo y nuevos desembolsos (U$S 3000 millones), más un waiver (perdón por incumplimiento) y una readecuación de las incumplibles metas de déficit e inflación de la carta de intención. Es de destacar dos cosas. Una, que los planes de rescate del fondo han sido requeridos históricamente por nuestro país cuando el crédito externo se agota y la economía se había vuelto dependiente de estos créditos para funcionar y pagar la deuda contraída. Esto sucedió a principios de este año tanto por factores internos como externos. Segundo, que los ciclos de ayuda tienen un timing. Se acaba el financiamiento externo, se recurre al Fondo, la economía se estabiliza parcialmente durante un par de meses, los capitales se fugan, las tasas se elevan, el dólar se torna incontenible, la economía aumenta su parálisis y los niveles de vida se deterioran, así se entra en una nueva crisis. Se recurre nuevamente al Fondo, la economía se vuelve a estabilizar un tiempo. El ciclo se repite un par de veces, el Fondo y los organismos internacionales toman nota del deterioro acusando al gobierno de incumplir metas, y finalmente se produce un derrumbe ante el cese de la ayuda del FMI y la fuga masiva de capitales especulativos. Este fue el ciclo 1983/1989 y el ciclo 1999/2003.
Conclusión
Desde 1956 hasta el 2004 Argentina suscribió 21 acuerdos Stand By con el FMI. De esos 48 años 38 el país estuvo bajo el influjo directo de políticas ligadas a ese organismo. Se realizaron 4 acuerdos con Frondizi (58/62), y en 1962 se dio la crisis de la balaza de pagos y dificultades relacionadas con la deuda. Dos acuerdos con la transición de Luis María Guido (62/63). Otros dos con Juan Carlos Onganía (67/69). Pero los militares tuvieron una relación distante con el FMI, a pesar de los acuerdos orientados a obtener con facilidad divisas en un periodo de desnacionalización de la economía e inversiones extranjeras, pero de crecimiento y estabilidad económica. Y otros dos con Videla (entre el 76 y el 78) mas bien relacionados con un apoyo político a un plan de destrucción de los niveles salariales y reconversión de la economía cuya iniciativa era local. Ya con la «crisis de la deuda» se realizaron tres acuerdos con Alfonsín, cinco con Menem, dos con De la Rúa y uno con Duhalde. Siendo los años de la pos dictadura el peor periodo, bajo la permanente mirada del FMI con las peores condiciones de condicionalidad sobre la economía, y con dos crisis terminales al final de cada ciclo, el de 1983 y el del Brady.
A partir de la década del ochenta cuando el endeudamiento se hizo muy grande las políticas devaluatorias del FMI se tornaron más contraproducentes para estabilizar el problema de la balanza de pagos. Esto es así porque el pago de la deuda en dólares se vuelve más costoso a causa de que absorbe con creces los beneficios producto del aliento de las exportaciones a partir de la devaluación. Recordemos que de hecho a pesar de la muy beneficiosa situación argentina desde el 2003 y con una enorme devaluación previa, sumado a una política de renegociación, no endeudamiento externo y de desvinculación del FMI, nuestro país pagó vencimientos por una cantidad superior a todos los periodos anteriores. Se pagaron 145mm de U$S con recursos propios, a privados y organismos multilaterales (sin incluir la deuda de los buitres), según declaraciones de la presidenta Cristina. Es de destacar que lo pagado desde la dictadura ronda los 500mm de U$S y la deuda supera hoy 2018 los 350 mil millones.
Los esquemas económicos impuestos por el FMI a través de sus condicionalidades son una forma de totalitarismo. Implica una cultura, una concepción de cómo «debe ser» la vida de las personas y de lo que es el ser humano, tienen sus formas militares y policiales, su economía y sus instituciones. Esta forma es el «totalitarismo de mercado». Pretende crear un mundo unificado e indiferenciado pero a su vez atomizado, en una plétora de identidades más o menos conflictivas, pero por fuera de las contradicciones centrales de la estructura totalitaria. Una idea única de instituciones de gobierno, una idea única de cómo se debe ser y actuar en las relaciones políticas económicas e institucionales. Una idea de que no existen naciones sino soberanía global, a través de instituciones globales cuyas normas están por arriba de las soberanías nacionales. Construidas en nombre de principios legítimos bastardeados como los DDHH, o la Paz, o las relaciones económicas armónicas. Y basados en principios seudo científicos como el libre mercado.
El Fondo Monetario Internacional es una de esas instituciones claves. Ha evolucionado desde su fundación pero siempre en una misma línea. Sin embargo es recién desde 1983 con la crisis de la deuda en los países del tercer mundo hasta el derrumbe del mundo comunista, que el FMI y las instituciones financieras se tornan en herramienta de dominio totalitario efectivo para este mundo unificado. Sus propuestas económicas son parte de una idea que se resume como «monetarista», pero también son parte de una cultura que busca hacer a todos los habitantes del mundo de una misma forma, una diversidad atomizada y a su vez indiferenciada. El ideal del mundo de mercado. Sin embargo el ser humano es una diversidad socialmente organizada. Los pueblos, las naciones, los estados, hasta las tribus en sus diferencias hacen a la diversidad y a su vez a la organización. Quien organiza y para que lo haga es la cuestión.
Marx en uno de sus clásicos ejemplos nos hablaba de «Robinson Crusoe», decía que el ejemplo de Robinson Crusoe solo en una isla, capaz de hacer sin otros humanos la «civilización» tal como la traía desde su original Inglaterra, era la expresión de la utopía vigente del capitalismo en ascenso, el ideal de la burguesía.
Señalaba en el comienzo de la Contribución a la crítica de la economía política que «Individuos que producen en sociedad, o sea, la producción de los individuos socialmente determinada: éste es naturalmente el punto de partida. El cazador o el pescador solos y aislados, con los que comienzan Smith y Ricardo pertenecen a las imaginaciones desprovistas de fantasía que produjeron las robinsonadas del siglo XVIII (…) en realidad, se trata más bien de una anticipación de la «sociedad civil» que se preparaba desde el siglo XVI y que en el siglo XVIII marchaba a pasos de gigante hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia cada individuo aparece como desprendido de sus lazos naturales, etc., que en las épocas históricas precedentes hacen de él una parte integrante de un conglomerado humano determinado y circunscrito.» El hombre sólo es hombre en sociedad con otros seres humanos que construyen la civilización con el trabajo colectivo. Esas colectividades desde las comunidades primitivas hasta las naciones actúan mediante la cooperación conciente y planificada, socialmente o por un grupo dominante. El gobierno global del FMI y demás instituciones supranacionales son la decisión de una fracción de la humanidad de hacerse dueños de los destinos de las comunidades nacionales disolviendo los lazos en su interior y reemplazándolos por otros no conflictivos con su dominio global.
El objetivo estratégico del FMI no es «dar prestamos», ni tampoco «ser usurero» (de hecho las tasas y plazos del FMI son flexibles). Sino imponer una transición financiada hacia una más y mejor organización institucional, legal, social y económica destinada garantizar el pago de las deudas al exterior, la transferencia de recursos objeto de interés del capital, sea en forma de capital especulativo, extractivo, productivo, propietario de servicios etc. adecuar el sistema nacional a la economía internacional, para integrarse mas plenamente al mercado mundial. Si lo encaramos desde la «teoría de la dependencia» el FMI (y las demás instituciones internacionales) reproducen y readecuan, las condiciones que dieron lugar a la relación de dependencia inicial adecuadas a la nueva etapa del capital.
El fondo Monetario Internacional, así como todas la instituciones globales desde las relacionadas con los DDHH, ONGs, militares y de seguridad, económicas, políticas y diplomáticas, tienden a crear un staff de funcionarios, un marco legal y de instituciones locales, lo mas despegado posible de los intereses nacionales sean estos populares o no. De hecho en nuestro país existe una capa de funcionarios económicos de gran poder y con una ideología firme que se encuentran enquistados en importantes y no visibles puestos del aparato burocrático económico nacional desde hace décadas. O sea se tiende a crear un modo de regulación del capitalismo con un equipo burocrático acorde (en el sentido weberiano) cuyas palancas centrales de decisión estén fuera del alcance de los actores con intereses nacionalmente radicados.
Siendo así el FMI establece el cepo de la deuda externa, la intenta fomentar y regular, manteniéndola en el límite de lo posible y a su vez desde ese punto de partida regula la economía y crea una capa burocrática dependiente de su existencia.
En este breve artículo hemos intentado historiar algunos aspectos centrales de la relación entre Argentina y el FMI. Es una historia necesariamente parcial, ya que es la historia de muchos otros países y que abarca aspectos que requieren ser tratados con más extensión y que se encuentran estudiados en investigaciones de otros autores y autoras de relevancia. Pero intentamos dar un mensaje: el problema de la dependencia y la necesidad de «desglobalizar» nuestra estructura económica, diplomática e ideológica. La necesidad de desarmar las estructuras institucionales y legales que la hacen posible, y de deshacernos de los funcionarios que las reproducen. Las cadenas no se pueden lustrar hay que eliminarlas, el método no es el problema, lo importante es la forma de sacárselas de encima.
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