En circunstancias sociales agobiantes, avanzan raudas las negociaciones orientadas a hipotecar por al menos una década el futuro de la sociedad argentina. Van a vivirse horas decisivas en las que no cabe la posición de espectadores.
Todo indica que se han acelerado los tiempos para llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las señales en ese sentido datan al menos desde el discurso grabado de Alberto Fernández que se difundió la misma noche de las últimas elecciones. Allí hizo el anuncio público de un “programa plurianual”.
Si bien no lo dijo con claridad salta a la vista que se trata de condicionar por varios años la política económica del país a los dictados del organismo internacional. Después vienen declaraciones retóricas sobre que tiene que ser un acuerdo “sustentable”, que no agrave los sufrimientos de nuestro pueblo.
Claro que no se dan precisiones sobre cómo compatibilizar esos recaudos con el sometimiento a las recomendaciones del FMI, siempre traducidas en políticas de ajuste. Y que incluyen un monitoreo de todas las metas económicas. En ese contexto la “sustentabilidad” aparece como un “saludo a la bandera”, una tapadera discursiva para políticas antipopulares.
¿Qué dice Cristina?
El presidente fue respaldado, con ciertas salvedades, por la reciente carta de Cristina Fernández de Kirchner. La vicepresidenta reforzó su método de hacer política “por correspondencia”, al ratificar por medio de una misiva que está a favor del pago de la deuda. Sí se ataja al explicitar que las modalidades de ese acuerdo y la “lapicera” para firmarlo están en manos del presidente.
Allí señala las responsabilidades de la oposición de derecha en el desmesurado endeudamiento contraído durante la presidencia de Mauricio Macri. A partir de esa verdad evidente no obtiene el corolario de que esa deuda es fraudulenta e impagable. Al contrario, marca la responsabilidad de los legisladores opositores a la hora de dar su respaldo al futuro acuerdo con el FMI.
Esboza asimismo su rechazo a la perspectiva de que el pacto con el Fondo asuma un sendero de ajuste despiadado. El interrogante es cuáles son los modos de “honrar” la deuda sin producir fuertes restricciones al gasto público. Lo que conlleva dejar a la intemperie prestaciones sociales, jubilaciones, salarios de trabajadores estatales. E inversiones imprescindibles en salud, educación e infraestructura.
Un menú que se refuerza con la perspectiva devaluatoria. Ya desde el Banco Central se ha anunciado que si disminuye el ritmo de la inflación, se acelerarán las devaluaciones que, si bien en cuentagotas, ya se hallan en curso. Otro ataque contra el nivel de vida de las clases populares.
Apunta también la vicepresidenta a las posibilidades de que un acuerdo desemboque en un desastre social, tal vez con el pensamiento puesto en salvar sus eventuales responsabilidades. Bajo la cobertura de que ella cumplió en advertir acerca de las consecuencias de una “mala decisión”.
Cabría la aclaración de cuál sería la “buena decisión”, que no está formulada. Sólo escribió: “Es un momento histórico de extrema gravedad y la definición que se adopte y se apruebe, puede llegar a constituir el más auténtico y verdadero cepo del que se tenga memoria para el desarrollo y el crecimiento CON INCLUSIÓN SOCIAL de nuestro país”
El “arriba” y el “abajo”
La aceleración del acuerdo de la que hablábamos al comienzo, es corroborada, y hasta cierto punto celebrada, por los ámbitos siempre alineados con políticas conservadoras. Se produce un cierto impasse en el vilipendio cotidiano a todas las decisiones gubernamentales.
Un título de La Nación del 2 de diciembre anuncia: “Con matices, el oficialismo ya acepta el acuerdo con el FMI” y en la página siguiente: “El mercado se mostró optimista por el avance de la negociación con el FMI”. Ya es por demás sabido, si “el mercado” festeja una decisión, es porque ésta es destructiva respecto a los intereses populares.
Mientras tanto, funcionarios del área económica se dirigirán a Washington en la búsqueda de producir un avance sustancial en las tratativas.
Al auspicio de estas negociaciones no podía faltar la conducción de la Confederación General del Trabajo, que adelantó su apoyo. Eso sí, acompañado del pedido al ministro de Economía, con quien se reunió al efecto, de que el pacto a alcanzar sea “sin ajuste”.
La aceptación hipócrita de la deuda impagable con el organismo cunde por los sectores más diversos. Las dirigencias convergen en sustentar la subordinación a las indicaciones del Fondo, que por extensión ata a los intereses del capital financiero internacional.
¿Cuál será la respuesta desde abajo? En un país con más del 40% de pobreza, elevada inflación, salarios reales en caída, desempleo de dos dígitos y altísimos niveles de empleo precario, la perspectiva de empeoramiento de la situación aparece situada más allá de cualquier umbral de tolerancia.
La tarea de “contención social” que ejercen las organizaciones más conciliadoras y los funcionarios que le responden en el poder ejecutivo, entra en posición de riesgo.
En movilizaciones recientes, agrupaciones cercanas al gobierno enarbolaron banderas y entonaron cánticos contrarios al pago de la deuda. No faltaron las del tipo “Fuera el FMI” o “La única deuda es con el pueblo”. Hasta hubo una concentración, la del 17 de octubre último, que fue convocada con el rechazo de la deuda como consigna básica. Los discursos pronunciados en ese acto, en particular el de Hebe de Bonafini, fueron enfáticos en ese sentido.
Con el avance de la política “acuerdista” esas organizaciones y dirigentes quedan en una contradicción irresoluble no ya con el gobierno de Alberto Fernández sino con Cristina, a la que consideran su líder indiscutible.
Existen entonces altas probabilidades de que a partir del año que viene se produzca un empeoramiento aún mayor de la situación social. Las organizaciones sin ataduras con el oficialismo y que tienen un compromiso real con sus integrantes de base se dirigirán sin dudar a la lucha, hagan lo que hagan las que son más afines al gobierno.
Por lo pronto ya está convocada una amplia movilización para el 11 de diciembre. Será en repudio a la deuda externa odiosa e ilegítima y al rol del Fondo. Es de esperar que la manifestación sea masiva y tenga lugar en todo el país. Un amplio entramado de organizaciones está dispuesto a concurrir.
De ser así, se marcará un hito para el sostenimiento de una batalla que apenas comienza. El ascenso de las luchas es el escenario más probable. Y la responsabilidad de fortalecerlo y llevarlo adelante es una tarea para asumir en conjunto.
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