Desde hace un par de décadas las ideas del agente de la CIA Gene Sharp han sido puestas en práctica en diferentes países para derrocar a los gobiernos que USA considera como un obstáculo para la «democracia» y sus inversiones o planes imperialistas. No obstante, dichas ideas, que han sido diseminadas por grupos creados y […]
Desde hace un par de décadas las ideas del agente de la CIA Gene Sharp han sido puestas en práctica en diferentes países para derrocar a los gobiernos que USA considera como un obstáculo para la «democracia» y sus inversiones o planes imperialistas.
No obstante, dichas ideas, que han sido diseminadas por grupos creados y financiados por la CIA no sólo han servido para dar golpes de estado «lights» [1] en dichos países, sino también para evitar que la inconformidad y la protesta social representen un peligro para el status quo.
En una época en donde la ideología neoliberal ha campeado por sus anchas, permeando y modificando planes de estudio en las universidades, forjando cuadros académicos acríticos y difundiendo horizontes «hermenéuticos» reiterativos y apologistas de la realidad, las ideas difundidas por la CIA han encontrado eco en los movimientos sociales carentes de referentes teórico-políticos críticos.
Como ejemplo, podemos citar las movilizaciones convocadas por el movimiento #YoSoy132; movimiento legítimo y aglutinante contra la imposición de EPN, pero que ha servido de plataforma para difundir y canalizar la protesta social hacia la derrota. Herederos de la falta de referentes explicativos y de la radicalidad que antaño había sido reivindicada y desplegada por las organizaciones revolucionarias, ciertos sectores inconformes ante la situación actual sirven de muro de contención ante un posible estallido popular.
La incapacidad teórica de explicar la realidad, y por ende, de proponer estrategias y objetivos que respondan a la coyuntura que atraviesa la situación política, ha permitido que la fraseología de manuales como De la dictadura a la democracia o La lucha política no violenta: criterios y métodos inunde el horizonte de lucha contra la imposición de EPN y conduzcan al movimiento social a la frustración y a la derrota.
Es sabido, aunque poco difundido, que gran parte del carácter, rutas y tiempos de las manifestaciones o «acciones» a las que ha convocado el #YoSoy132 han sido previamente negociadas con el GDF por parte de la comisión de logística, de algunos «connotados» y famosos «líderes» del movimiento, así como de algunas «asambleas locales» para que aquellas no desborden su carácter «pacífico» y «carnavalesco» que tanto divierten pero que poco inciden políticamente.
Importante es, entonces, indicar que todas las acciones que se pretenden llevar a cabo para conseguir un objetivo concreto deben estar basadas y fundamentadas en el análisis claro y certero de la realidad . En el caso de las acciones que se han desarrollado bajo la impronta del #YoSoy132 puede observarse una clara tendencia a reproducir el discurso del Estado cuando éste criminaliza la protesta social y a ceñirse al pacifismo de raigambre sharpiano cuando se fijan objetivos y métodos de acción.
Como si de una especie de esquizofrenia se tratara, quienes se organizan y muestran su descontento frente a los atropellos que hace el Estado, se indignan de tal manera que contravienen su intención primaria de transformar el estado de injusticia criticado, quedando así, atados a las formas «legales» y moralmente aceptables. Critican, por ejemplo, la censura mediática a la que son sometidos como movimiento, pero cuando se interviene una pared con alguna pinta, inmediatamente se rasgan las vestiduras y señalan, cual policías, al conjunto que realizó la acción e inmediatamente corren a restablecer la «armonía» urbana.
Éstos seguidores de la «no-violencia» sharpiana son también aquellos que confunden los objetivos políticos del movimiento al olvidar que lo que se busca es detener la imposición de EPN y no tener «impacto mediático». No obstante, éstos personajes buscan obstinadamente protagonismo en la prensa burguesa (que según sus coros, «no les interesa») y, agregan, buscan «ganar» la simpatía del pueblo con velitas y actos «simbólicos»; actos todos ellos, pensamos, que no afectan en nada el curso de los acontecimientos ni sirven para elevar el nivel de conciencia política de la sociedad.
Son, en resumen, los que frenan el descontento popular al canalizar la indignación hacia la defensa de las instituciones que previamente han criticado en su discurso, pero que poco hacen por derribarlas o transformarlas activamente.
Estas son las consecuencias prácticas de haber sido derrotados de antemano en el ámbito teórico-político. Citemos algunos de los objetivos que sostiene Sharp como parte de su estrategia «no violenta». En su libro titulado La lucha política no violenta: criterios y métodos dice que las acciones no violentas tienen como objetivo:
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Que se «vea mal» el opresor.
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Que reciba cada vez menos apoyos.
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Que le sea difícil continuar con la represión violenta a los ojos del mundo (que la opinión pública mundial negativa por sus acciones se convierta en acción y sanción noviolenta).
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La violencia contra un grupo noviolento hace que el agresor se vea mal, despreciable, antipático, a tal grado que la opinión pública y privada se puede volcar en su contra. (Los propios soldados y policías pueden dudar de la justicia de sus acciones … pueden lograr hasta motines y huelgas). [2]
Podríamos concentrarnos en el concepto de reconocimiento que articula toda la reflexión del falsamente proclamado «filósofo» para desde allí des-construir su discurso e invalidar la propuesta de hacer «quedar mal» a los opresores ante la opinión pública y privada, a partir de las «acciones no violentas». Dicho sea de paso, el concepto de violencia no es explicitado por Sharp, de ésta manera el concepto queda en la ambigüedad total y a merced de lo que cada quien quiera entender. En otro momento criticaremos la noción de violencia que requiere Sharp para asumir su lucha como «no-violenta».
Según Sharp, el poder funciona por, y a través, de la obediencia y del hábito. Es decir, la obediencia para ser tal, dice éste autor, requiere que sea reconocida por el esclavo y por el amo a un mismo tiempo. Cuando el esclavo deja de reconocer al amo, entonces, el amo pierde poder. Así, la política de la acción no violenta tiene como objetivo último generar las condiciones para que deje de existir dicho reconocimiento. Una vez que el reconocimiento deja de operar, entonces, pueden lograrse los objetivos que los «activistas no violentos» persiguen.
En palabras de Sharp:
El concepto básico y de fundamentación para la lucha política por medio de acciones no-violentas plantea:
El ejercicio del poder del gobernante requiere el consentimiento del gobernado, quien al retirar el consentimiento, puede controlar, y hasta destruir el poder del contrincante.
[…] La pérdida de autoridad pone en marcha la desintegración del poder del gobernante su poder disminuye en la medida en que se niega su autoridad. […]La obediencia es el corazón del poder político. [3]
Si bien en términos generales, la dialéctica del amo y del esclavo, desarrollada por Hegel y retomada por Sharp [4], estriba en el reconocimiento, en términos reales y políticos queda como una abstracción vacía, cuando de explicar las relaciones sociales se trata, si no se consideran los elementos particulares de las relaciones de dominio en una coyuntura o contexto determinado. Tampoco entenderemos que el problema no se reduce fundamentalmente al reconocimiento a secas, pues, reconocimiento puede haber en términos enajenados o negativos y éste, además de ser un reconocimiento asimétrico y meramente moral, implica la coacción y la violencia material, no sólo por parte de grupos armados (policía y ejercito), sino de todo un mundo construido económica, cultural y semióticamente sobre la base de una violencia estructural que configura los horizontes posibles de reconocimiento y de «desobediencia». En pocas palabras, el reconocimiento realmente existente entre «amos» y «esclavos» existe siempre bajo una serie de condiciones concretas que fijan los límites y las posibilidades de su ruptura.
Así pues, el problema estriba en que, bajo estas condiciones sociales, el reconocimiento que otorga poder o lo quita, no se da sobre la base de condiciones ideales que teóricamente posibilitan una lucha por el reconocimiento para conseguir un fin. Las condiciones reales bajo las que se desarrolla éste reconocimiento están cargadas hacia un lado y no responden a la mera voluntad de dejar de reconocer a tal o cual autoridad. Por eso, la acción no violenta supone condiciones ideales de reconocimiento y no contempla que el poder y la violencia no irradian de un núcleo de personajes que lo detentan moralmente, a los cuales, desobedeciéndolos podría derrocárseles, sino que se encuentra configurando las condiciones materiales que hacen posible el reconocimiento en cuanto tal.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos sostener que la comprensión del reconocimiento y de los métodos de transformación social, por parte de Sharp, es ideológica, pues encubre la dialéctica real del reconocimiento omitiendo las condiciones materiales sobre las que se despliega. De allí que sea falso que las acciones no violentas, por sí mismas, hayan tenido éxito en el derrocamiento de gobiernos, al dejar de «obedecer» y de «reconocer» a los gobernantes en turno a través de «acciones no violentas». Dichos derrocamientos han obedecido y han sido pactados o impuestos violentamente por quienes detentan el poder geo-político del mundo: los Estados Unidos de América y sus aliados.
Tenemos entonces que, tanto los golpes de estado «light» como el uso de dichos métodos en los movimientos sociales, conducen a la contención de la indignación de la protesta social para que no representen ningún peligro, sean fácilmente controlados y no pongan en riesgo los intereses estratégicos de los grupos en el poder. Por eso es necesario, para quienes desde las grandes organizaciones financiadas por la CIA, en connivencia con los gobiernos títeres, crear la ficción de que aceptando la violencia estructural sin combatirla activamente puede tener alguna incidencia real; la creación de una pantalla que desvíe de su histórico curso la indignación para poder aprovecharla políticamente en pos de los intereses de la élite en el poder es hoy un enemigo a combatir dentro del movimiento social.
Veamos, por ejemplo, hacia donde quiere Sharp que el movimiento social se dirija cuando éste intenta «radicalizarse» y cómo deben juzgarse a aquellos que no comulguen con la «acción no violenta», en el apartado titulado «Promoción de la disciplina no-violenta» dice:
1.- …Programar actos de «desahogo», tales como marchas de protesta, etc…
[…] 2. Hacer entender por qué se necesita mantener la no-violencia (la violencia es traición al movimiento y a la causa).
[…] 5. Si se pierde la disciplina y brota la violencia, hay que eliminarla de inmediato. [5]
Quienes en la práctica se han comportado como policías del movimiento «pacífico», al señalar, censurar, condenar o prohibir ciertas acciones [6], lo han hecho siguiendo, consciente o inconscientemente, una serie de recetas y lineamientos creados específicamente para neutralizar las protestas sociales y conducirlas a la derrota.
Es de ésta manera que la «acción no violenta» queda siempre como dependiente e impotente frente a la violencia estructural. Precisamente, en una situación donde la violencia material estructura las relaciones sociales, es necesario combatirla materialmente, «la violencia material no puede ser derrocada sino con la violencia material» [7]. Hacer lo contrario es dar palos de ciego y dárselos a uno mismo.
Notas:
[1] Véase el artículo, La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA, en http://www.voltairenet.org/La-
Véanse también los artículos en los que se denuncia el financiamiento y la estrecha relación que guardan los grupos promotores de dichos métodos con la CIA, El negocio de la revolución pro-imperialista, en http://indepe.acervo.org/spip.
[2] Sharp, Gene, La lucha política no violenta: criterios y métodos, p. 21, en http://www.
[4] Curiosamente no citada por nuestro «filósofo» autor.
[6] Como aquellos que desde la no-violencia violentan y agreden, cual grupo de choque, a quienes no desean darles flores a los policías.
[7] Marx, Karl, Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, en www.ub.edu/demoment/2008-9/L-
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