Guandacol es una pequeña población ubicada al oeste de la provincia de La Rioja, pertenece al departamento Felipe Varela, a unos pocos kilómetros de San Juan, sobre la ruta 40. No hay industrias, parte de los guandacolinos trabaja en la administración pública, otros en la producción frutícola,vid y olivo. Está situada en un valle que […]
Guandacol es una pequeña población ubicada al oeste de la provincia de La Rioja, pertenece al departamento Felipe Varela, a unos pocos kilómetros de San Juan, sobre la ruta 40.
No hay industrias, parte de los guandacolinos trabaja en la administración pública, otros en la producción frutícola,vid y olivo. Está situada en un valle que lleva su nombre, rodeada por montañas, con un paisaje agreste, típico de una región desértica.
Pero, ¿por qué mencionar a esta localidad? Porque es una víctima más de la actividad minera, que constituye una de las patas sobre la que se asienta el modelo «nacional y popular».
Y se percibe apenas uno se encamina en dirección a Guandacol. A tan solo a 10 Km. se encuentra la mina Gualcamayo, cuyo ingreso está justamente sobre la ruta 40, en la provincia de San Juan, y que ha comenzado a operar en el año 2009. Inaugurada por el gobernador Gioja, se dedica a la extracción de oro con utilización de cianuro, al igual que Veladero. Si bien no tiene la magnitud de ésta, ni de Bajo La Alumbrera, su capacidad extractiva es grande, de lo cual se deduce el poder contaminante que tiene sobre la zona. Pertenece a la canadiense Yamana Gold, la misma que en Andalgalá pretende explotar el proyecto Aguarica.
A unos cuantos kms. antes de legar a Gualcamayo, siempre por ruta 40, comienza a observarse una nube sobre grandes montañas, como un polvo grisáceo que cubre la parte superior, y que a medida que uno se aproxima a la mina se hace mas nítida, hasta que con sorpresa nos topamos, a la vera del camino, con un gran cartel que da la bienvenida a dicha mina. Obviamente el acceso al publico está prohibido. También, a no mas de 20 km. de Guandacol, se encuentra la zona de Cerro Corral, ya en territorio de la provincia de La Rioja, donde también Yamana Gold -a través de su subsidiaria M.A.S.A. (Minas Argentina S.A.)- está realizando perforaciones para desarrollar el proyecto Salamanca para la obtención de oro. En el lugar se ha hallado pirita, que es sulfuro de hierro con cantidades microscópicas de oro. Por eso, como señalan los propios representantes de esta minera, «a mas pirita, mas oro». Como se ve, los guandacolinos están cercados por emprendimientos mineros.
Frente a este panorama, cabe preguntarse cuál es la situación de la gente. En ese sentido, está claro que la minería no ha traído progreso, ya que sólo ocupa a menos de 50 personas residentes del pueblo. Tampoco los comercios han incrementado las ventas pues la empresa no hace allí sus compras, es decir, la economía del lugar no ha mejorado. Muchos son los habitantes que se oponen a la minería, pero la mayoría lo expresa sotto voce, porque temen perder los planes sociales de los cuales dependen. Hubo incluso, en tiempos recientes, una movida de adolescentes que se unieron para repudiar a la megaminería y en defensa de Guandacol, pero que se diluyó por la presión que los padres, condicionados por el asistencialismo estatal, ejercieron sobre los jóvenes. También están aquellos que conociendo, como todos, cuáles son las consecuencias negativas, están resignados y se ilusionan con que este modelo empresario les traiga bienestar, aunque sea por un breve tiempo. Pero también hay otros, que valientemente hacen oír su voz en contra de estos proyectos, y en defensa de su territorio, concientizando de la gravedad que los mismos acarrean.
Tampoco es mejor la situación en el aspecto ambiental. Si bien no hay estudios científicos sobre las alteraciones provocadas por esta actividad económica, los pobladores relatan que el cielo ya no tiene el color azul de antaño porque una nube lo opaca permanentemente, sobre todo cuando sopla viento. Esa persistente nube llega hasta Talampaya, distante a 100 kms. No son pocas las personas que padecen problemas respiratorios, alérgicos y dermatológicos como micosis (hongos). Las afecciones respiratorias aumentaron en un 30 % desde que comenzó la explotación minera. La vegetación también se ha visto afectada, ya que está como tapizada por el mismo polvo. Relatan con tristeza que la cosecha de durazno y ciruela de enero del 2010 se perdió, casualmente cuando pocos meses antes había comenzado a operar Gualcamayo, perjudicando lo que es una de las principales actividades productivas de la localidad.
No se puede dejar de mencionar que, mientras en Guandacol escasea el combustible, el gas en garrafa, y son recurrentes los cortes de energía ¡¡cuando las bandadas de loros se posan sobre el tendido eléctrico!!, Mina Gualcamayo consume, los 365 días del año, electricidad equivalente a una población de 250.000 habitantes. Cuesta imaginar una vida digna en una localidad pequeña y humilde, alejada de los grandes centros urbanos, con tantas carencias, y con su actividad productiva comprometida y jaqueada por la megamineria.
Refiriéndose a los acuerdos mineros, el gobernador Beder Herrera expresó: «el que quiera explotar que venga, pero primero se asocia con el Estado y que quede un 20 o un 30 por ciento para el Estado», añadiendo que el Gobierno Provincial ya firmó convenios con empresas de China por el 15 por ciento más las regalías y de Canadá por el 30 por ciento. Cabe preguntarse: ¿Serán estos porcentajes los que justifiquen la entrega del territorio y el sufrimiento de los pueblos, para que unos pocos se enriquezcan, y se pierdan los bienes naturales que son de todos?
Si esto no es neocolonialismo, ¿qué otro nombre debería usarse? Los habitantes de Guandacol, como los de tantas otras poblaciones de nuestro país, parecen realmente cautivos en su propio territorio.
Estela Knez es Bióloga
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.