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Guerra de desgaste con final abierto

Fuentes: Rebelión

Este tercer round se abrió porque el gobierno no podía, después del golpe del acto opositor de Rosario, sentarse en una mesa de negociación en la que aparezca dando concesiones. Los Kirchner apuestan al desgaste y la pérdida de popularidad del frente ruralista que se vio obligado a ir a nuevas medidas de lock out […]

Este tercer round se abrió porque el gobierno no podía, después del golpe del acto opositor de Rosario, sentarse en una mesa de negociación en la que aparezca dando concesiones. Los Kirchner apuestan al desgaste y la pérdida de popularidad del frente ruralista que se vio obligado a ir a nuevas medidas de lock out parciales, incluyendo una amenaza de desabastecimiento de carne, lo que puede reducir el impacto popular favorable que tuvo el acto del Monumento a la Bandera. El gobierno se tomó del ultimátum lanzado por los ruralistas y los encendidos discursos antigubernamentales, para cortar toda posibilidad de un acuerdo en el que «la autoridad presidencial» se muestre en una transacción con la protesta agraria.

A pesar del masivo acto opositor de Rosario y la evidente pérdida de base social del gobierno en las clases medias, hay un empate de fuerzas entre los dos bandos patronales: ambos pueden, a lo sumo, vetar y deslegitimar las acciones del otro, pero ninguno termina de imponerse. También «el campo» juega al desgaste del gobierno. Con todo lo amplia que aparezca la protesta rural, sin embargo no logró romper del todo el bloque de gobernadores e intendentes oficialistas o semi-oficialistas. El gobernador Binner no apoyó el acto de Rosario y al igual que Schiaretti acompañaron al frente agrario sólo como componedores de un acuerdo. La consigna de «un país federal» esgrimida en Rosario, aunque está basada en el supercentralismo fiscal de los Kirchner (deja sólo el 30% de la recaudación para las provincias y se lleva el 70%), es una bandera para el futuro, porque hoy no tiene sujeto sin caudillos provinciales que demanden una nueva ley de coparticipación. Lo que traba el conflicto sigue siendo el reclamo corporativo contra las retenciones a la exportación de soja y girasol de la Pampa Húmeda, el núcleo de la protesta, aunque ello tenga arrastre en clases medias de pueblos de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba que viven del «derrame» de una parte de esa renta.

¿»No hay lugar para los tibios»?

Sobre esa base, Kirchner intentó mostrar en la reunión del PJ que, aunque averiado, mantiene ese frente con la mayoría de los gobernadores, encabezados por Capitanich del Chaco. Pero la máxima de De Vido «no hay lugar para los tibios» (una amenaza con retacear los fondos de la caja, tratándose del ministro de Planificación) le plantea al gobierno un problema, en perspectiva, mayor que los opositores de Rosario. De sostener la falsa polarización en el tiempo, puede terminar de formarse más claramente un centro político nacional que se desprenda del mismo PJ como Schiaretti, o ex gobernadores con peso provincial como De la Sota, Reutemann y Busti que acaba de renunciar a su nuevo cargo en el justicialismo; que piden la reconciliación y coinciden con la postura que viene teniendo las últimas semanas Mauricio Macri que habla según indican las encuestas que marcan el hartazgo popular con la disputa. La batalla de desgaste del gobierno puede volverse en su contra si surge un «frente de los tibios» que le sería mas perjudicial aún, porque podría atraer más base social trabajadora y popular del PJ, que la Coalición Cívica o el conglomerado de clases medias que se expresó en Rosario.

La renta en disputa

Si finalmente se concreta el anuncio unilateral del gobierno de cambios en la resolución del 11 de marzo, bajando las retenciones del 95% que se aplican para el excedente de un precio de la soja superior a los 600 dólares, la concreción de compensaciones y subsidios por fletes, sería una concesión parcial importante con la que los Kirchner intentan sacarle base a la protesta, pero que posiblemente no satisfaga al conjunto del frente patronal agrario. Según se dice, el pasado jueves -previo a los actos del 25 de mayo-, los ruralistas propusieron «una escala de las retenciones móviles tan baja que a los precios actuales pagarían el 35 por ciento, el mismo porcentaje de retención fija antes del decreto del 11 de marzo» (Página/12, 26 de mayo). Por su parte, aparentemente el gobierno las reduciría a una banda entre el 41% y el 50%. Lo que está en juego, como reconoce Buzzi de la Federación Agraria, son 1.500 millones de dólares, que es lo que percibiría de más el Estado con la aplicación de las retenciones móviles. «Pero el 50 por ciento de la soja la manejan sólo 2.000 productores, que dejarían de ganar 750 millones de dólares», y esos son los que no quieren acordar, señala el oficialismo.

Más allá que acuerden momentáneamente, serán soluciones precarias. La brecha abierta en el frente patronal se debe al agotamiento del plan kirchnerista. Los Kirchner tienen un rasgo común con los gobiernos pos neolioberales en Latinoamérica en este ciclo del fin de la era Bush que desarrollamos en el Suplemento Claves -de la política internacional- con este número de La Verdad Obrera. La relativa debilidad del centro imperialista en los países que protagonizaron levantamientos de masas entre el 2001 y el 2003, ha posibilitado la utilización por parte de Evo Morales, Chávez y aún de los Kirchner de cierta autonomía de los Estados para redistribuir las rentas extraordinarias entre los sectores de las clases dominantes, las rentas petroleras en el caso de Venezuela o Bolivia, y la renta de la tierra en la Argentina. En el caso de los Kirchner, esto se hace para sostener y fomentar la alianza de nuevas burguesías locales, como socias menores, con las multinacionales petroleras, telefónicas, automotrices, alimenticias, mineras, pesqueras, cerealeras y agrofinancieras instaladas en los ’90. Este es el contenido, también, de la llamada «argentinización» de los negocios de las privatizadas (sobre la base de las mismas leyes menemistas de los ’90) incluyendo a empresarios nacionales como Ezkenazi en YPF-Repsol. Ya la crisis energética mostró el carácter parasitario de esa alianza que expresa el gobierno de los Kirchner: las multinacionales como Repsol extraen gas y petróleo sin importar el agotamiento de reservas, envían las ganancias a sus casas matrices y hacen cargo de las inversiones al Estado que contrata a los empresarios amigos para hacer negocios, sin resolver la cuestión. Ahora, el desafío de la burguesía agraria, que hasta aquí había aceptado resignar parte de sus ganancias extraordinarias, muestra una crisis con el esquema de transferencia de renta que tiene el Estado en manos de la camarilla gobernante. El «partido de los industriales», el núcleo duro de la alianza gubernamental entre el PJ, la UIA y la CGT, perdió hegemonía sobre el conjunto de la burguesía al abrirse los capitalistas agrarios que demuestran que puede enfrentarlos movilizando más que el gobierno y su CGT.

¿»Partido del campo»?

El acto de Rosario fue un certificado de defunción para cualquier resabio de proyecto «transversal» en el oficialismo, un movimiento político que pueda ir mucho más allá del pejotismo que, a lo sumo, estará rodeado de los movimientos piqueteros K e intelectuales muy afines. Las clases medias de pueblos del interior que se expresaron el 25 de mayo en las que asciende la figura de Carrió, como las que -ya desde las pasadas elecciones- lidera Macri en la Capital o Binner en Rosario, son una base social ampliada para armar una oposición anti-PJ. ¿Se puede hablar ya de un «partido del campo»? Muy difícilmente el amplio frente que va desde pequeños y medianos capitalistas hasta los sectores agrofinancieros como los pool de siembra, se pueda mantener en un futuro de crisis económica. No es todavía un partido en el sentido de una alternativa al modelo del dólar alto, que es un gran instrumento que sostienen los Kircher desde el Estado para que ganen todos los exportadores, industriales y agrarios. Sin embargo, la crisis abierta dará nuevos fenómenos políticos aunque todavía estén indefinidos. La Coalición Cívica de Carrió busca representar los sectores de clases en que históricamente se basó la vieja UCR, la burguesía agraria y ganadera, y las clases medias que hegemoniza. Un neoradicalismo que, a la manera del surgimiento del alfonsinismo en los ’70, sea antipactista con el peronismo en tanto los «balbinistas» de hoy serían los radicales K.

Menos clara está la relación del ruralismo con las clases medias urbanas, que fueron una porción minoritaria en la marcha de Rosario nutrida mayormente por sectores medios de los pueblos y ciudades rurales (casi no había jóvenes universitarios siendo que los provenientes del interior de Santa Fe son cada vez más en la Universidad de Rosario) y que hay fuerzas disímiles que las disputan como Macri o Binner. Sin duda, la crisis también puede dar a luz a nuevas centroizquierdas, alentada por los discursos de Buzzi como aliado de De Gennaro y todo un sector de ATE en la CTA, o como impulsan el PCR y el MST de Ripoll, que fueron fervientes convocantes al acto con la Sociedad Rural. Luego del acto, el PCR coincide con Buzzi de la Federación Agraria en impulsar un paro nacional que lleve a los trabajadores detrás de los patrones del campo. Por su parte Vilma Ripoll en el programa de Chiche Gelblung, ante el señalamiento del periodista sobre que los chacareros tienen trabajadores en negro, respondió que también los hay en la industria y otras ramas. ¿Serán los nuevos «principios» de la centroizquierda rural?