En el diario digital La Izquierda Diario del 25.9.14 se agrupan bajo el título ¿Adónde va la economía argentina? cuatro artículos de economistas de izquierda, una buena oportunidad para analizar sus visiones sobre la coyuntura económica. Por ejemplo, en el artículo El Blue (s) del fin de ciclo, Esteban Mercatante (E.M.) dice: «La devaluación de […]
En el diario digital La Izquierda Diario del 25.9.14 se agrupan bajo el título ¿Adónde va la economía argentina? cuatro artículos de economistas de izquierda, una buena oportunidad para analizar sus visiones sobre la coyuntura económica. Por ejemplo, en el artículo El Blue (s) del fin de ciclo, Esteban Mercatante (E.M.) dice:
«La devaluación de enero alimentó un salto en la inflación que tuvo a los alimentos y otros bienes básicos entre los componentes más afectados. Los tarifazos en transporte, gas, agua y naftas hicieron otro tanto para alentar la inflación», (resaltado nuestro).
Es interesante esta forma de expresarse, en la cual los sujetos actuantes son «devaluación», «tarifazos». O sea que la devaluación, no los oligopolios, impulsaron la inflación. Los tarifazos, no las empresas de transporte, gas, agua y las petroleras impulsaron la inflación. Una forma indirecta de decir: el gobierno impulsó la inflación. Esto tiene un punto de contacto con lo que dice la derecha, que es lo mismo que decir el capital concentrado, instala la idea de que todos los problemas económicos provienen de acciones del gobierno. De esta manera quedan, de hecho, exculpados los oligopolios.
Si el gobierno podía o no evitar la devaluación, o los tarifazos, es tema de discusión, pero fueron los oligopolios, el capital concentrado los que trabajaron para obligar al gobierno a hacerlo. Se puede acusar al gobierno de debilidad frente al capital concentrado, pero la devaluación y los tarifazos son fundamentalmente la política del capital concentrado. Y esto es lo principal que hay que explicarle al pueblo.
Luego habla de que, «Entre comienzos de año y la actualidad, trastabilló la estrategia que el gobierno se había dado para salir de la encerrona que se viene agravando desde 2012 para la economía argentina a causa de la escasez de dólares. «Escasez» que no es otra cosa que resultado de un gran desfalco.» «… deuda pública: 190 mil millones de dólares… fuga de capitales que se acerca a otros 100 mil millones en la última década… a las remesas de utilidades de las corporaciones al exterior que fueron récord, al descalabro energético y al fracaso de la publicitada reindustrialización, que se ve de forma patente en la industria automotriz que muchos más dólares de importaciones requiere cuanto más produce.»
«Gran desfalco»
La política declarada por el gobierno ha sido saldar las deudas externas para tener más libertad para impulsar el crecimiento con inclusión social. Los 190 mil millones pagados en la década kirchnerista representan menos de la mitad del actual PBI. Las deudas externas son, al menos en su mayor parte, un robo al pueblo. Pero que un gobierno capitalista gobierne con cierta independencia del capital concentrado y al mismo tiempo no pague nada de la deuda externa es una tarea muy difícil, tan difícil que inclusive durante la construcción del socialismo no es seguro que se pueda evitar en su totalidad. El crecimiento con inclusión social es un dato indiscutible de la realidad, cualquiera sea la fuente de información a la que se recurra. Podría ser mayor, indudablemente, pero ha habido un crecimiento considerable. Ese gran desfalco es básicamente ejercido por el capital concentrado, y el gobierno en todo caso, no pudo evitarlo, no lo consideró la mejor estrategia, o fue cómplice, pero nuevamente el principal actor es el capital concentrado y no el gobierno. Y en todo caso para no pagar la deuda externa, aunque más no fuera en una proporción considerable, se necesita una elevación de la conciencia popular que está lejos de existir, y que nadie impulsa adecuadamente, el FIT y la izquierda en general tampoco. Y dentro de la confusión del discurso populista, democrático burgués del kirchnerismo, en realidad el gobierno es el que más claridad ha aportado sobre este problema. Nunca el tema de la deuda externa estuvo tan expuesto a la opinión pública. Nunca ningún gobierno detalló como éste los mecanismos concretos a través de los cuales el capital concentrado chantajea con la deuda externa. Y con el tema de los fondos buitres las explicaciones del gobierno han sido extremadamente útiles para elevar la conciencia popular. El FIT y la izquierda en general sólo han confundido más al reivindicar simplemente «No al pago de la deuda externa», como si fuera una tarea que dependiera solamente de la buena voluntad del gobierno.
Pero lo que interesa con referencia al comentario de E. M. es que los 190.000 millones pagados no son la causa principal de la escasez de dólares. E.M.; dice: «»Escasez» que no es otra cosa que resultado de un gran desfalco. Por empezar por la deuda pública: 190 mil millones de dólares suman los pagos que el gobierno reivindica haber realizado desde 2006…» Aún pagando esa cifra el gobierno podría tener suficientes dólares si no existieran los pagos por combustibles, la reticencia de los exportadores a liquidar sus exportaciones, la fuga de divisas, las remesas de utilidades de las empresas extranjeras, el adelanto de importaciones por el temor a una devaluación, temor fogoneado por el capital concentrado a través de su dominio cuasi absoluto de los medios de comunicación y el impulso al alza del dólar blue, que nunca podría subir tanto con el chiquitaje, entre otros factores.
E.M. acusa al gobierno por la fuga de divisas. No es el gobierno el que fuga divisas, sino el capital concentrado. No está dentro de la estrategia del gobierno permitir la fuga de divisas. Se puede acusar al gobierno de no impedir esa fuga, pero no hay que olvidar que impedir en forma absoluta la fuga es una tarea poco menos que imposible bajo el capitalismo.
El gobierno podría solucionar en buena medida todos estos problemas si nacionalizara el comercio exterior y los bancos. Pero esto generaría una resistencia mil veces mayor que la efectuada por las retenciones al campo y sería dudoso que el gobierno pudiera sobrevivir en esas circunstancias. Y el FIT y la izquierda en general, no hacen nada para que el pueblo tome conciencia práctica de la necesidad de nacionalizar el comercio exterior y la banca.
Todo se reduce hasta aquí en el texto de E.M. a adjudicarle al gobierno la política del capital concentrado. No denuncia al capital concentrado, y coloca en su lugar al gobierno. Es lo que hace la derecha cuando dice que la inflación es por la emisión monetaria, buscando ocultar la suba arbitraria de los precios por los oligopolios, discurso que es tan viejo como los oligopolios mismos, y no sólo en la Argentina sino en todo el mundo.
Distinto sería si E.M. denunciara al capital concentrado. Desde esa posición podría y debería criticar al gobierno por todas sus debilidades para enfrentarlo, sus complicidades, etc. Pero al colocar al gobierno como el autor original de todos los males, de hecho desaparece la responsabilidad del capital concentrado.
E.M. podría responder diciendo que critica al capital concentrado denunciando al gobierno como su gestor político. Si fuera así sería inexplicable toda la ofensiva destituyente que ha sufrido este gobierno desde por lo menos el editorial de Claudio Escribano en La Nación diciéndole a Néstor Kirchner a favor de quién tenía que gobernar.
E.M. podría aducir la no existencia de la ofensiva destituyente, como hace el FIT y la izquierda en general reduciendo todo a «una lucha intercapitalista», excusándose de definir los términos concretos a esa lucha anticapitalista.
Pero si negara la ofensiva destituyente contra toda la evidencia disponible, estaría desconociendo la realidad.
Después E.M. habla del descalabro energético. En realidad, el saqueo de las reservas de combustibles por parte de Repsol, y permitido por el gobierno, condenó al país a importarlos, una de los principales causantes de la escasez de divisas. Pero a partir de la estatización del 51% del capital de YPF, el nombramiento de Gallucio y la explotación de Vaca Muerta, YPF viene recuperando producción. El trabajo de Gallucio en YPF es indudablemente muy bueno. Aquí hay que tener en cuenta los tiempos, cosa que E.M. no hace. Con la foto solamente no se puede analizar la realidad. Si YPF continúa con este ritmo de crecimiento, en no más de cinco años habrá abastecimiento pleno. ¿Dónde está el descalabro energético?
E.M. habla también del fracaso de la publicitada industrialización, dando como ejemplo el problema de las automotrices y desconociendo el crecimiento de la industria y de las exportaciones industriales en la última década.
Reducir la fundamentación del «fracaso de la publicitada reindustrialización» a que «la industria automotriz muchos más dólares de importaciones requiere cuando más produce» no es serio, por más que la industria automotriz represente un elevado porcentaje de la producción industrial total.
E.M. acusa al gobierno de pagar los litigios del Ciadi, pactar con el Club de París, e indemnizar a Repsol, buscando despejar el acceso a créditos internacionales.
Igual que con respecto a la deuda externa en general, a pesar de que esos pagos no corresponde hacerlos, porque de una u otra manera son robos, es cierto que sin pagarlos se dificulta el acceso al crédito internacional. Y el gobierno ha afirmado hasta el cansancio que los nuevos créditos no serán para refinanciar deuda con más deuda, sino para inversión productiva y de infraestructura, a lo que suma la posibilidad de que las empresas tomen crédito en el exterior. La urgencia del gobierno es cubrir la escasez de dólares, pero los objetivos de industrialización e infraestructura son reales. Al descartar el gobierno la nacionalización del comercio exterior y la banca, que sería lo que tendría que hacer, lo que le hubiera permitido solucionar la escasez de divisas, elige esa alternativa para solucionar esa escasez con el crédito y la inversión externa. Dentro de los límites del capitalismo, no solamente en general, sino los límites que se ha autodiseñado este gobierno, y la relación de fuerzas con la que cuenta el gobierno para efectuar reformas como las nacionalizaciones, es y era una estrategia posible si se mantiene dentro de los límites de inversiones y créditos no leoninos y para financiar crecimiento industrial e infraestructura.
Hay un objetivo constante declarado por el gobierno: crecimiento con inclusión social, esa es la estrategia central que se propone. Si el pago de deuda externa, el pago al Ciadi, etc., permiten ese crecimiento, si se produce mucho más de lo que se paga en deudas, y si esa producción no fuera posible por otro camino, esos pagos tendrían racionalidad dentro de esa estrategia. Decir simplemente «no hay que pagar la deuda externa» sin tener en cuenta que lo fundamental es el crecimiento, es una visión absolutamente sesgada, esquemática, irreal. Se pagaron 190.000 millones de deuda desde el 2005, pero se produjo mucho más de lo que se pagó, el crecimiento económico fue muy grande. La pregunta es si se podría haber crecido lo mismo sin pagar. Es difícil responder. Pero queda claro que la estrategia del gobierno no es contraer deuda para pagar deuda, tipo megacanje. Desconocer esta lógica de la política del gobierno es desconocer la realidad.
Hasta el fallo de Griesa el gobierno estaba logrando su objetivo. Tenía toda la deuda reestructurada, incluso con el Club de París, pagado en el Ciadi, y pagado a Repsol. Esta reestructuración implicaba un pago anual que no era la parte más importante en la disminución del superávit externo. Estaba así aliviada la situación para seguir con el crecimiento con inclusión social. Pero el capital concentrado no podía tolerar que el gobierno lograra condiciones que le permitieran seguir impulsando el crecimiento. El capital concentrado no tuvo el suficiente éxito al fabricar la brecha cambiaria a fines del 2013. Detrás de la ofensiva absolutamente ilegal de los fondos buitres está el capital concentrado. El objetivo es provocar una revisión de los canjes 2005 y 2010. El resultado buscado, anular toda posibilidad de continuidad del crecimiento con inclusión social y volver al dominio irrestricto del capital concentrado para potenciar su saqueo del país, en una versión corregida y aumentada de la década del ’90.
Tampoco el fallo del juez Griesa ha dado los resultados esperados. No anula el plan gubernamental de solucionar la escasez de divisas y al mismo tiempo fomentar el desarrollo industrial y de infraestructura con inversión y crédito externo. Sólo lo posterga. Pero la posibilidad sigue abierta.
Ante la incertidumbre del resultado final, el capital concentrado ha vuelto a fabricar el crecimiento de la brecha cambiaria. Esto es una prueba de que el éxito de los fondos buitres es todavía muy incierto. La política del gobierno de pagar en Nueva York la primera cuota a los acreedores reestructurados fue en ese punto, muy eficaz. El juez Griesa está en una encrucijada de la que no sabe cómo salir. Obviamente que el juez Griesa es nada más que un instrumento del capital concentrado. En ese sentido no tiene demasiada relevancia si pierde la memoria o está «gagá». Cumple órdenes.
Pensar que los fondos buitres tienen tanto poder como para cobrar una deuda especulativa al 100%, siendo parte del 7% que no aceptó los canjes del 2005 y 2010 es una ingenuidad. Su poder fundamental deriva de ser la punta de lanza del capital concentrado internacional.
Pero en este punto el capital concentrado internacional está dividido. Por eso hay voces capitalistas que respaldan la política argentina, aunque en muchos casos sea sólo de palabra. Por eso, por ejemplo, las votaciones en las Naciones Unidas, en la OEA, etc. No todo el capital concentrado está a favor de la impunidad legal en todo el planeta, porque pueden verse también perjudicados. Pero por otra parte el capital concentrado necesita saquear el planeta. Un dilema para el propio capital concentrado. Eso surge porque no es homogéneo. Dependiendo de su grado de concentración y centralización, les conviene más o menos el triunfo de los fondos buitres.
Dentro del marco capitalista limitado en que el gobierno ha encuadrado su política, si se mantiene firme, los fondos buitres no tienen herramientas para lograr sus objetivos. Que el gobierno se mantenga firme fundamentalmente significa respetar la cláusula RUFO. La duda radica en cuál será la política del gobierno después del vencimiento de la vigencia de la cláusula RUFO a fin de año. Todo indica que aún así sería crucial que la siga respetando, porque de esa manera no podría haber dobles lecturas. Es decir, lo único que el gobierno podría aceptar, de acuerdo con su política, es lo que ya ha ofrecido: que los fondos buitres cobren lo mismo que los reestructurados del 2005 y 2010, lo que les representaría una ganancia del 300%, a diferencia de la ganancia pretendida por el fondo buitre de Paul Singer, de 1608 %. Si el gobierno se mantiene en esa postura, los fondos buitres habrán fracasado. Habrá que ver si el gobierno la mantiene.
Si el gobierno se mantiene firme en esa posición, tendrá posibilidades de continuar con el crecimiento con inclusión social. Es posible que con los créditos y la inversión externa pueda reducir la escasez de divisas a niveles manejables, con lo cual fracasarían las acciones del capital concentrado para ampliar la brecha cambiaria a niveles insostenibles. Obviamente el capital concentrado no se quedará quieto, seguirá inventando dificultades para el gobierno. En ese sentido nunca estará despejado el camino para la política gubernamental.
Que el gobierno vea despejada su situación para seguir con el crecimiento industrial es lo que el capital concentrado no quiere aceptar, y ahí está la causa central de su intento permanentemente renovado de desestabilizar al gobierno.
Algo que tiene el gobierno a favor, es la política de China y Rusia. Ambos países quieren vía libre para continuar con su crecimiento capitalista. Los negocios con A. Latina son una parte fundamental de esa política. Ya Rusia dijo, en palabras de De Vido, que ningún problema tipo fondos buitres afectará los créditos y las inversiones en Argentina.
Con este respaldo los planes de gobierno tienen posibilidades de continuar, a pesar de la oposición del capital concentrado internacional.
Si Rusia o China son nuevos imperialismos, que van a saquear a la Argentina igual que el norteamericano, europeo, etc., es una pregunta que tiene varias respuestas. Ni Rusia ni China tienen hoy una capacidad de saqueo similar. Ni es su intención actual hacerlo. Es más, les conviene un desarrollo capitalista latinoamericano para que puedan resistir mejor los ataques del capital concentrado norteamericano y europeo. A largo plazo tanto Rusia como China, si continúan su desarrollo capitalista, por la inevitable concentración y centralización del capital, se irán convirtiendo en plenamente imperialistas, e intentarán saquear a Latinoamérica igual que el norteamericano o europeo. Pero no es la situación actual. Y toda política realista y práctica debe basarse en la relación de fuerzas intercapitalista a nivel mundial real. A medida que evolucione la situación, un gobierno como el actual deberá ir adecuando sus políticas y sus alianzas. Pero hoy es hoy y Rusia y China son una extraordinaria ayuda para enfrentar la ofensiva permanente del capital concentrado más desarrollado.
La responsabilidad del gobierno kirchnerista en las dificultades económicas, particularmente en la escasez relativa de divisas, la llamada restricción externa, se debe a varias cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento de la economía en general y el tema externo en particular.
La propia confianza en la posibilidad de crecimiento de una «burguesía nacional» ha influido para que el gobierno aceptara durante mucho tiempo, a concesionarios de las empresas privatizadas con gestiones saqueadoras como en el caso de los ferrocarriles (lo que implica también su responsabilidad en la tragedia de Once), Repsol, y otros. Los subsidios a empresas ha sido y sigue siendo un problema permanente, por más que en algunos casos fuera, según el gobierno, para beneficiar a los trabajadores. Está el problema de la sojización, la devastación social y ecológica de la privilegiada minería, entre muchos otros. El gobierno ha promovido el crecimiento industrial, pero no ha avanzado lo suficiente en la sustitución de importaciones. Ha promovido la sojización, a pesar de sus efectos devastadores y muchas veces criminales sobre poblaciones, a pesar de la contaminación producida por el glifosato, la degradación del suelo y el gran crecimiento de la concentración económica en el campo.
Por otro lado se niega a estatizar el comercio exterior y los bancos, ni siquiera sugiere una Junta Nacional de Granos o algo similar. No implementa mecanismos adecuados para disminuir significativamente la fuga de divisas, ni la sobre o subfacturación de importaciones y exportaciones, el Banco Central no controla las operaciones de los bancos. Los bancos han sido y son la autopista por donde se fugan divisas, pero las inspecciones y el control del Banco Central siguen siendo escasas y superficiales.
Sería largo enumerar todas las responsabilidades del gobierno, pero esto no contradice el hecho de que el gobierno realmente intenta el crecimiento con inclusión social (dentro del capitalismo). Los planes sociales (AUH, Pro.Cre.Ar., etc.), los millones de nuevos empleos y jubilaciones, los mecanismos indirectos de reducción de la pobreza, como las redes de agua potable y cloacas, los créditos para la vivienda, la electrificación de gran parte del país, las obras de infraestructura, las carreteras, últimamente la gradual recuperación de los ferrocarriles, la creación del ministerio de Ciencia y Tecnología, la vuelta de las paritarias que ya son alrededor de 1.200. El estatuto del peón y del trabajo en casas de familia. La promoción de la cultura, cine, teatro, etc. La ley de derechos de autor para los actores. Las leyes de ampliación democrática como la de matrimonio igualitario. Las leyes que destrabaron la investigación y juicios de los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, como la anulación de las leyes de punto final y obediencia debida, los juicios a socios civiles de la dictadura. Incluso las notebooks para los estudiantes implican, necesariamente, una voluntad manifiesta de inclusión social.
La concentración y centralización del capital, con todas sus consecuencias negativas, es inevitable bajo el capitalismo. No se puede criticar a un gobierno burgués por la concentración económica, es inherente al capitalismo. Se lo puede criticar por el hecho de que sea socio, cómplice, de esa concentración, o simplemente sea un espectador de su inevitabilidad. Este gobierno tiene una actitud dual en ese sentido. En muchos aspectos ha apoyado la concentración, en otros ha tratado de contrarrestarla. El interrogante es hasta dónde este o cualquier gobierno podría demorar esta concentración, relativizarla, o desarrollar paliativos. Pero es también cierto que el gobierno hace intentos para paliar esta concentración, que es la causante natural del nacimiento de los oligopolios. Un ejemplo no tan menor, entre muchos, es la iniciativa para crear mercados centrales en todos los barrios de las grandes ciudades del país.
El kirchnerismo es continuador de la ideología de la JP de los ’60/’70 (no necesariamente montonera, porque la JP era mucho más numerosa) de que bajo el capitalismo se podía lograr la «justicia social» plena. Lo novedoso históricamente hablando es que hay un gobierno que intenta llevar a la práctica esa concepción política, ahora aggiornándola y denominándola crecimiento (industrial) con inclusión social. Tener claro esto es decisivo para poder tener una política verdaderamente socialista en la coyuntura actual.
Sobre la base de que el Estado es siempre bajo el capitalismo propiedad del capital, su instrumento político de dominación, ningún gobierno, por más buenas intenciones que tenga, puede evitar, en lo fundamental, gobernar para el capital. Esto también le sucede al kirchnerismo. Pero no es lo mismo gobierno que Estado. Los gobiernos cumplen la función de gerentes del estado capitalista, por más democrático burgués que sea, como es el caso del gobierno kirchnerista. Cuando un gobierno-gerente tiene una política que en algo se independiza del mando del capital, aunque sea en pequeña medida, éste pone todo su poder para disciplinarlo y enseñarle al servicio de quién está realmente. Y cuando le cuesta dominar al ejecutivo, el capital cuenta con el Parlamento y el Poder Judicial. Y cuando tampoco cuenta plenamente con el Parlamento, su utilización del Poder Judicial se exacerba. Todo esto lo hemos estado viendo en el período kirchnerista.
El principal problema del kirchnerismo es creer en que se puede lograr el «crecimiento con inclusión social» pleno bajo el capitalismo. Es una utopía, es imposible, inevitablemente imposible en el largo plazo. Pero como se ha demostrado durante este gobierno, un relativo crecimiento con relativa inclusión es relativamente posible en el corto y mediano plazo.
Pero este relativo crecimiento con inclusión social es intolerable para el capital concentrado. En primer lugar porque significa un recorte en sus ganancias, por mínimo que sea. Esto se refleja en su queja por el «excesivo» gasto social, o sea por las políticas de redistribución del ingreso como la AUH, los planes sociales, etc. Pero, además, en este momento histórico, el capital más concentrado y centralizado internacional necesita saquear directamente a todos los países. Ya ni siquiera promueve cierto pseudodesarrollo dependiente, directamente necesita saquear. Su escala de producción y ventas es mundial, los países son sólo fuentes de materias primas y mercados para vender sus productos. Esto choca directamente contra el crecimiento de los mercados internos de los distintos países «emergentes» o «atrasados» en su desarrollo capitalista.
Estos movimientos populistas como el kirchnerismo han surgido en buena parte de América Latina. No surgieron por iniciativa de los Kirchner, o de Hugo Chavez, o de Evo Morales, o de Rafael Correa. Surgieron por rebeliones populares que cuestionaban los gobiernos directamente a disposición del capital concentrado internacional. El 19 y 20 de diciembre de 2011 en Argentina, el Caracazo en Venezuela, la sublevación contra Sánchez de Lozada en Bolivia, las varias rebeliones campesinas en Ecuador, etc.
Los gobiernos como los de Kirchner, Chavez, Morales o Correa tienen un carácter híbrido. Por un lado garantizan el retorno del control pleno del capital sobre los estados y gobiernos. Pero a su vez promueven muchas de las reformas reclamadas por los movimientos sociales. Pero todo dentro de los límites de la democracia burguesa.
Esta conciliación de clases es, a nivel ideológico, profundamente reaccionaria. Conspira contra la independencia política de la clase obrera, y del conjunto de los trabajadores, condición indispensable para el triunfo de la revolución social. La confusión ideológica que promueve en el pueblo es profundamente perjudicial. Peo por otro lado en su relativo enfrentamiento con el capital concentrado internacional, revela a cada paso muchas de las lacras del capitalismo, promueve la esperanza en el progreso social, y se producen incorporaciones masivas, progresistas, políticas, a la lucha por las reformas sociales.
Comprender científicamente en profundidad, esta lucha interburguesa mundial y su correlato de movimientos sociales progresistas embarcados en la utopía del crecimiento con inclusión social bajo el capitalismo, es una necesidad insoslayable de los verdaderos socialistas que quieran tener una política verdaderamente revolucionaria. Revolucionaria en la teoría y en la lucha política práctica cotidiana de los pueblos.
Sin la claridad más completa sobre la lucha política y económica mundial no se pueden saber los pasos concretos que hay que dar para avanzar hacia la revolución social.
Hay verdades insoslayables. Todos los avances económicos, sociales, democráticos, políticos que se realizan por estos movimientos y gobiernos populistas deben ser defendidos frente a la ofensiva de capital concentrado. Los verdaderos socialistas deben ejercer la unidad de acción -no el apoyo a los gobiernos- con todas las medidas que impliquen mejoras reales, por más imperfectas que sean, salvo que se pueda impulsar con posibilidades prácticas de realización mejoras más completas y radicales.
Y la primera tarea política es oponerse a que el capital concentrado imponga su política plenamente, como sucedió en la Argentina en los ’90.
Por supuesto que esta política socialista debe hacerse sin que implique renunciar al objetivo de revolución social, sino por el contrario, que sirvan para avanzar hacia ese objetivo, empezando por propagandizarlo permanentemente.
De qué manera se puede ejercer unidad de acción con el populismo, sin apoyar a los gobiernos y manteniendo los pasos hacia la revolución social sólo se puede resolver en cada situación concreta que se presente. Se cometerán errores, inevitablemente, pero no hay otro camino.
El gran problema de la izquierda del FIT y en general de la mayoría de la izquierda, es justamente la caracterización de este gobierno y de todos los gobiernos populistas. Por el hecho de que son gobiernos capitalistas, los acusan de ser agentes directos del capital concentrado internacional. No visualizan la guerra económica y política entre las políticas de saqueo del capital concentrado y las políticas de crecimiento del mercado interno de los populismos, por más utópica y limitada que sea.
De esa manera su oposición al gobierno kirchnerista se confunde en cierta medida inevitablemente, con la política de la derecha más extrema es decir, la política del capital concentrado internacional.
La unidad de acción entre los socialistas y los populistas debe ser contra esta ofensiva del capital concentrado internacional, al mismo tiempo que los socialistas luchan encarnizadamente contra la política de conciliación de clases de los populismos.
La unidad de acción con la lucha de las masas es ineludible para los socialistas, cuando estos movimientos tienen un carácter progresivo. Evaluar el carácter y la dinámica de estos movimientos es imprescindible. No se puede pensar en luchar solamente con los que reivindican la revolución social, porque ese es un nivel de conciencia al que sólo pueden arribar las masas después de una sucesión de luchas políticas de masas, complementada por todas las explicaciones de los socialistas sobre el funcionamiento concreto del capitalismo. Luchar junto a las masas, explicar permanentemente la imposibilidad de verdadera inclusión social sin revolución social es la tarea de los socialistas. Por esta razón la izquierda actual se equivoca no sólo en caracterizar al gobierno como agente directo del capital concentrado, al mismo tiempo que contradictoriamente le adjudica todo poder para tomar decisiones a favor del pueblo, sino también en omitir la unidad de acción con todas las masas que se despiertan políticamente simpatizando con las reformas sociales del kirchnerismo.
Al no diferenciar populismo de capital concentrado el FIT se incapacita para criticar eficazmente al gobierno, para revelar sus verdaderas debilidades, le adjudica al gobierno responsabilidades que en primer lugar son del capital concentrado y subsidiariamente del gobierno, invisibiliza de esa manera el rol predador del gran capital, y confunde inevitablemente a todos los trabajadores.
Si se denuncia, identifica y explica claramente el rol del capital concentrado, se adquiere plena libertad para la más radical crítica y oposición al gobierno, en todos los aspectos que el gobierno cede frente al capital concentrado y defiende al capital en general. Si se pone un signo igual entre gobierno y capital concentrado, toda crítica al gobierno en alguna medida invisibiliza al capital concentrado, y coloca a los obreros en una situación de indefensión política frente al gran capital.
En el enfrentamiento relativo del gobierno kirchnerista con el capital concentrado, dentro de los límites de la democracia burguesa, se revelan continuamente todas las mañas, las trampas, las violencias que ejerce el capital para obtener sus objetivos de máxima ganancia a costa del pueblo. Es una oportunidad histórica única que bien aprovechada sirve para elevar la conciencia de las masas en un grado mucho mayor y más rápido que en cualquier otro gobierno anterior. Hay que reconocer los intentos del gobierno por oponerse a tal o cual mandato del capital concentrado, y en base a eso ayudar a visualizar, a comprender, las dificultades que encuentra, las debilidades que demuestra al mantenerse dentro de los mecanismos de la democracia burguesa, al respetar y reivindicar al capital en general, al no atreverse a revelar a fondo todas las formas prácticas que asume la ofensiva del gran capital.
La construcción del socialismo vía revolución social implica necesariamente el crecimiento económico más completo y acelerado. Por más a favor que estén las masas de la revolución social, no van a soportar indefinidamente en el tiempo una situación económica que no sea radicalmente mejor a la que padecían bajo el capitalismo. El desarrollo industrial es crucial para el éxito de la construcción del socialismo. La situación ideal es que la revolución social se realice en el momento que el capitalismo haya adquirido el mayor desarrollo industrial posible dentro del mismo, en ese caso bastará la «simple» tarea de la expropiación del capital para lograr una situación económica mucho mejor. Pero si la revolución social se realiza bajo un desarrollo industrial capitalista muy precario, toda la tarea del crecimiento industrial pleno deberá realizarse bajo la construcción del socialismo, y el capital internacional aprovechará esa situación para dificultar al máximo ese crecimiento. Es lo que sucedió claramente en la revolución rusa.
Esta es una de las razones por las cuales los socialistas deben apoyar el crecimiento industrial bajo el capitalismo, siempre y cuando no renuncien a la tarea de avanzar todos los días hacia la revolución social, y la propagandización permanente de su necesidad.
En este punto el FIT se contradice permanentemente. Por un lado critica al gobierno por anunciar una reindustrialización que según el FIT no es tal. Con lo cual está afirmando implícitamente que es buena la reindustrialización, y más implícitamente que es buena aún bajo el capitalismo. Pero no apoya ninguna medida del gobierno que apunte a esa reindustrialización. En muchos casos acusa a este crecimiento industrial por ser capitalista, como si pudiera no serlo mientras la revolución social esté muy lejos de madurar. Es como si dijera: «es necesario el crecimiento industrial, pero no se puede aceptar que sea capitalista.» ¿Qué otro crecimiento industrial puede haber en la actualidad que no sea capitalista? Se confunde la defensa inclaudicable de todos los derechos de los trabajadores (sueldo, condiciones de trabajo, plena ocupación, etc.) y del pueblo en general con la inevitabilidad de que todo crecimiento industrial sea capitalista mientras no se realice la revolución social.
Más allá de la discusión de si la contaminación de Vaca Muerta es tolerable o repudiable, se critica la inversión extranjera en esa explotación petrolera como «entrega» al capital por el sólo hecho de que sea una inversión extranjera. Se debería aceptar la necesidad de la inversión extranjera hoy si se quiere desarrollar la extracción de petróleo y gas, al mismo tiempo que se fiscaliza, se controla, y se denuncia si esa inversión es leonina o no. Pero no puede criticarse que esa inversión represente ganancias para el capital extranjero, porque sin ganancias no habría inversión. Lo que debe controlarse es que sea una buena negociación del gobierno, que no sea un contrato leonino. Y en todo caso potenciar la movilización, elevar la conciencia del pueblo, para que esos contratos sean lo más favorables al pueblo que se pueda lograr.
Pero no. Afirman que toda inversión de capital es una entrega al capital. ¿Cómo puede haber crecimiento industrial entonces? Pero por otro lado se critica al gobierno de que no promueve un desarrollo industrial, que ha fracasado en ese sentido. Es toda una contradicción que no puede menos que confundir a los trabajadores. ¿Por qué tienen que luchar los trabajadores? ¿Cómo, con qué medidas, con qué reclamos, qué política económica debería tener el gobierno? En este punto, en la política general, el FIT provoca la confusión más absoluta, la parálisis política del proletariado.
Esto se combina con que el FIT considera al gobierno poco menos que todopoderoso. Caracteriza de hecho al gobierno como capacitado para tener una política a favor de los trabajadores con sólo tener la voluntad de hacerlo. Si no lo hace es porque no quiere, es porque acata las órdenes del gran capital. Y agrega que si gobernara el FIT realizaría todas esas medidas que garantizarían el bienestar pleno de los trabajadores. De la necesidad de revolución social no queda ningún vestigio. En cierto sentido son más kirchneristas que el kirchnerismo, creen más en la posibilidad de crecimiento con inclusión social bajo el capitalismo que el propio kirchnerismo. En lugar de impulsar la revolución social como una necesidad insoslayable, plantean que bajo la democracia burguesa y un gobierno burgués es posible la plena satisfacción de las demandas obreras, con la sola condición de que el gobierno de turno tenga la intención de hacerlo. Por eso dicen que un eventual gobierno del FIT bajo la democracia burguesa, al tener esas buenas intenciones, lograría la plena satisfacción de las demandas obreras y del conjunto del pueblo.
De la lucha de clases política (más allá de los límites de la lucha económica en las fábricas), y de la lucha interburguesa no hay noticias por parte del FIT.
No se trata de frenar las luchas para «no desestabilizar» a este gobierno. Si se responsabiliza en primer lugar al capital concentrado y en segundo lugar al gobierno, todas las luchas, las huelgas, las movilizaciones, los cortes de ruta frenarán y desenmascararán en primer lugar al capital concentrado, y subsidiariamente al gobierno.
La lucha es centralmente contra el gran capital, contra el capital concentrado en primer lugar, y contra el capital general en segundo lugar. Ése debe ser el eje de la lucha política proletaria. La política contra éste o cualquier otro gobierno será un derivado de esa lucha central. Y no se puede participar de una campaña destituyente de este gobierno o cualquier otro, como ha dicho Trotsky, si no se tiene previsto reemplazarlo por otro mejor, y mucho menos si el seguro reemplazante será un gobierno radicalmente peor.
Si el eje de la lucha es el capital concentrado se podrá adecuar la táctica en cada momento correctamente. Si el demonio creador de todos los males es este gobierno será inevitable favorecer, en alguna medida, la política del capital concentrado.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.