Si, los fantasmas existen y hay de varios modelos. En tanto no se difunden en los países sudamericanos mayores datos de conformarse aquí operaciones militares de los Estados Unidos, quizá resulte apresurado comentar algún proyecto de esa naturaleza en el Chaco, una provincia argentina. No se llegó a denunciar la instalación de una […]
En tanto no se difunden en los países sudamericanos mayores datos de conformarse aquí operaciones militares de los Estados Unidos, quizá resulte apresurado comentar algún proyecto de esa naturaleza en el Chaco, una provincia argentina. No se llegó a denunciar la instalación de una ‘base’, – nombre propio a lo meramente militar- sino a instalaciones preventivas de enfrentar epidemias del dengue o a la ‘lucha constante’ contra el narcotráfico. Y sin mezclar el ‘factor iraní’ que algún apresurado comentarista radial le atribuyera a la conversación, pareciera constar que sobre este tema en la provincia de Chaco hubo un formal encuentro de su gobernador Jorge Capitanich con el comandante Edwin Passmore; la misma persona que intercediera cuando un avión del Comando Sur estuviera demorado en el aeropuerto de Ezeiza por transportar material no declarado…
Y asombra que ningún medio de información masiva en Argentina, – el monopolio informático Clarín o el centenario diario La Nación, tan afines en oponerse al gobierno nacional que preside Cristina Kirchner- le dieran importancia a esta especie. Eso quizá por entenderla un rumor de prensa chismosa o según se llame, o sencillamente porque ese rumor se refería a un fehaciente proyecto norteamericano dentro de nuestros límites geográficos. Quizá la omisión de esos medios de prensa en convalidar un trascendido que molestara al Comando Sur estadounidense, para ellos tiene valor en tanto no despierte los fantasmas históricos que por estos pagos acuciaron al gentío más ilustrado al finalizar la guerra mundial en 1945. Por ejemplo, la duda de que jamás se dilucidara con certeza si aquella guerra la ocasionaron dos o tres mesiánicos delirantes tipo Hitler que merecían ser eliminados, o el desenlace de un profundo conflicto intracapitalista que les permitiera aquella masiva producción de armamentos para subsistir. Y finalizada la contienda y Estados Unidos se erigió en dominador del escenario político mundial, – gracias también a su propia exaltación como país democrático- organizó las Naciones Unidas como una oficina dependiente de su servicio exterior, contuvo dentro de su posibilidad a la temida Unión Soviética y dentro del mismo movimiento, actuaría contra todo gobierno inamistoso que cuestionara la presión del ‘poderío norteamericano’. Así resultó que a USA el mundo le era debido y ya en 1948, en América Latina murió el progresista líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán, poco más tarde de suelo norteamericano partió en ataque el general Castillo Armas contra su propio país, Guatemala, para echar al gobierno electo de Jacobo Arbenz, y aunque no previeron la llegada de Fidel Castro en Cuba, que les dura, en 1965 fue instalado un gobierno adicto en República Dominicana. Luego por estas latitudes a USA se la vincula con la muerte del presidente Salvador Allende en Chile para instalar al general Pinochet en su lugar, y el arribo del siniestro gobierno militar en Argentina desde marzo de 1976.
En verdad, fueron muchas y variadas las intervenciones registradas en América Latina. Además de los documentos y la colectiva memoria histórica que seguirá incansable, sin inquietarse demasiado sería oportuno saber qué explicación tiene el gobernador de una provincia argentina -o el gobierno nacional- al convenir con un enviado norteamericano la instalación preventiva de lo que sea en nuestro territorio. Y digamos, más bien para aventar a cualquier fantasma intimidante que crece al retacear la información de un asunto tan serio.
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