Hoy enfrentamos una encrucijada a pocos días del ballotage que define el rumbo que va tomar el país, nadie puede ser indiferente, hacerse el oso y ponerse a invernar. Personalmente soy crítico de la democracia delegativa, que votemos presidente cada cuatro años no es sinónimo de democracia ni tampoco que haya alternancia de partidos por […]
Hoy enfrentamos una encrucijada a pocos días del ballotage que define el rumbo que va tomar el país, nadie puede ser indiferente, hacerse el oso y ponerse a invernar.
Personalmente soy crítico de la democracia delegativa, que votemos presidente cada cuatro años no es sinónimo de democracia ni tampoco que haya alternancia de partidos por el mero hecho de alternar. La democracia es esto y mucho más, es profundizar la igualdad respetando los derechos establecidos en nuestra Constitución, y fundamentalmente fortalecer las instancias participativas para que los funcionarios electos no olviden que son servidores del pueblo y no al revés.
Los candidatos presentaron sus programas y propuestas sobre el país, pero guardaron silencio sobre problemas centrales. Tuvieron «olvidos intencionados» sobre problemas candentes que requieren definiciones.
¿Cómo van a desconcentrar y desextranjerizar nuestra economía? ¿cuando van gravar las multimillonarias rentas financieras? ¿cuándo van a recuperar nuestra industria y nuestros ferrocarriles? ¿cómo van a recuperar los bosques y la tierra ante la expansión de los monocultivos? ¿que modelo energético sustentable proponen para respetar a la Madre Tierra y no contaminar a los pueblos? ¿qué garantías tenemos de que las empresas multinacionales que dañan a nuestro pueblo, como Barrick Gold, no tengan impunidad?
Más allá de muchos parecidos, en este ballotage se confrontan dos modelos de gestión diferentes: uno con un Estado que busca estar cada vez más presente en la economía y haciendo prioridad en las políticas sociales, y otro que quiere dejar todo librado al mercado y el destino de millones de argentinos atado al mandato de los consultores externos.
Un gobierno que no controla los bienes y recursos del pueblo y los entrega a la voracidad de empresas extranjeras, es un país que pierde su soberanía, y los gobernantes se vuelven simples gerentes de las empresas trasnacionales.
Este 2015 se cumplen 10 años del rechazo al ALCA en Mar del Plata. Un paso muy importante para no quedar subordinado a los EE.UU. y ser re-colonizados. En esta elección también están en discusión las definiciones sobre las alianzas continentales e internacionales.
La UNASUR debe ser fortalecida para proteger y rechazar los intentos de golpes de Estado en el continente (Bolivia, Ecuador, Paraguay, Honduras, etc.) y sentar bases para la defensa de las democracias.
Sin embargo, sólo uno de los candidatos habla de integración regional latinoamericana. Sólo uno dice que hay que fortalecer el MERCOSUR, La UNASUR y la CELAC y los futuros proyectos como el Banco del Sur.
Frente a esta situación que vive el país soy un «pesimista-esperanzado» y creo que no estoy solo, que hay muchos compatriotas en la misma situación, que están dispuestos a buscar y votar lo mejor posible, en esta elección o en la que viene. Por eso voy a votar a Daniel Scioli con los compromisos que ha tomado.
El Kirchnerismo tuvo cosas buenas y malas. Lo bueno lo hemos apoyado y lo malo lo hemos criticado, quedando muchas asignaturas pendientes. Pero el PRO apoyó todo lo malo y se opuso a todo lo bueno en todos estos años. Un gobierno nacional no puede golpear y expulsar a los indigentes como hizo la UCEP en la ciudad, reprimir dentro de hospitales como lo que ocurrió en el Borda, aumentar la mortalidad infantil siendo un distrito rico, convertirse en agente de empresas trasnacionales inmobiliarias, decir que los derechos humanos son «un curro», cuadruplicar la deuda externa como hizo en la CABA, ni aislarnos de nuestros hermanos latinoamericanos, perjudicando el imprescindible proceso de unidad regional de cara al mundo.
Los gobiernos pasan y los pueblos quedan, por eso en esta nueva etapa, suceda lo que suceda, seguiremos luchando para que el pueblo argentino sea cada día más protagonista y constructor de su propia vida y de su propia historia.
Adolfo Pérez Esquivel. Premio Nobel de la Paz