Recuerdo aquellas noticias de la guerra. Los diarios alemanes titulaban con las hazañas del aviador de caza Werner Moelders. Tenía todos los records de aviones enemigos derribados. Era el mejor aviador del mundo. Hitler creó una condecoración para él, «la cruz de hierro con hojas de roble, espadas y diamantes». Era admirado aun por sus […]
Recuerdo aquellas noticias de la guerra. Los diarios alemanes titulaban con las hazañas del aviador de caza Werner Moelders. Tenía todos los records de aviones enemigos derribados. Era el mejor aviador del mundo. Hitler creó una condecoración para él, «la cruz de hierro con hojas de roble, espadas y diamantes». Era admirado aun por sus enemigos, los aviadores ingleses, norteamericanos y franceses. Hasta que murió en su avión, derribado por el enemigo, en 1942. Cuando se creó el nuevo ejército alemán, hace cincuenta años, se puso a un cuartel el nombre de «Werner Moelders» y a la primera escuadrilla de cazas de la aviación se le puso también su nombre.
Pero últimamente se descubrió que el tal Moelders había formado parte de la Legión Cóndor, que luchó en España al lado del dictador fascista Francisco Franco, fusilador de poetas. Esa Legión Cóndor nazi fue autora de una de las cobardías máximas: bombardear Guernica, la ciudad vasca sin defensas, de la que no quedó piedra sobre piedra, y de la que Picasso nos dio su obra maestra, de puro dolor.
Bien, por este último antecedente el gobierno alemán socialdemócrata-verde acaba de quitar el nombre de Moelders al cuartel y a la escuadrilla de cazas.
El bombardeo de Guernica es una de las máximas vergüenzas para la memoria alemana. Hay que quitarse el sombrero ante el actual ministro de Defensa alemán Peter Struck, quien tomó la iniciativa contra el recuerdo de Moelders. No olvidar. No premiar a los que lanzaron bombas contra el pueblo de la heroica República Española, ni a los que bombardearon a Varsovia, a Coventry, a Dresden con miles de mujeres y niños refugiados. A asesinos de uniforme.
En la Argentina, a los asesinos de la desaparición de personas y del robo de niños se les permite estar «presos» en sus casas de lujo. En España se condena a esa bestia humana llamada Scilingo, que arrojaba al inmenso Río de la Plata a gente indefensa, a miles de años de prisión.
Distintas formas de ética. En nuestro país, si recorrermos las biografás de los actuales defensores del genocida Roca nos encontramos con que todos, sin excepción, fueron colaboradores de la dictadura de la desaparición de personas. Por algo será.
Pero la verdad surge siempre. La televisión alemana acaba de dar a conocer un honesto documental sobre el sitio de la ciudad rusa otrora llamada Leningrado. El sitio del ejército nazi a esa ciudad duró dos años. La ciudad se murió de hambre y de frío. Nada de alimentos con 30 grados bajo cero. Murieron dos millones de personas, sobrevivieron en sus ruinas 800.000. Hambre, frío y bombas y cañonazos durante meses y meses. Las vistas de la gente llevando sus muertos en cajas de cartón por las calles nevadas. Los muertos de frío en las calles. Los rostros de los muertos de hambre. ¿Por qué se recuerda tan poco este crimen increíblemente absurdo del ser humano? No, la humanidad no aprendió nada, luego vendrán Hiroshima y Nagasaki, la muerte total e instantánea. Hoy siguen los bombardeos. Los niños no sólo se roban como en la Argentina de los militares sino que también se matan desde el cielo.
Hace pocos días, en el recuerdo del horror del campo de concentración de Treblinka, un diario alemán escribía: «En el tiempo del recuerdo, el olvido está bajo sospecha. La cultura de la culpa alemana tributa homenaje a la memoria. Quien olvida se hace culpable, señala la preocupada política de la memoria».
Decíamos que la verdad surge siempre, no se la puede ocultar como se ha hecho con los crímenes de Roca a quien se trata de cubrir con monumentos para que la verdad pase inadvertida. Es el caso del indescriptible crimen turco con el pueblo armenio. Tema que en estos días ha saltado a la actualidad y es tema de los distintos parlamentos europeos. Porque se trata de la admisión de Turquía a la Comunidad Europea. Y en eso de los derechos humanos, Turquía cojea de los dos pies y, por supuesto, de la ética. Para colmo se acaba de ver directamente por televisión algo horrible. La represión de la policía turca -hace muy pocos días, en ocasión del Día de la Mujer- contra una manifestación de mujeres que luchan por sus derechos. Es increíble la brutalidad de los uniformados: no ya sólo el arrastrar a las mujeres de sus cabellos, sino los puntapiés en el rostro que recibieron las mujeres caídas, las patadas bestiales en los glúteos, los palazos en los pechos. Toda Europa se indignó. Si el pueblo turco aguanta eso es porque poco sentido de sus derechos tiene. Bien, vamos al tema del genocidio armenio cometido hace justo noventa años. Le toca ahora reconocer al gobierno turco el crimen cometido, como condición sine qua non para entrar en Europa. Y ya comenzaron a retroceder. El primer ministro turco habló indignado por la acusación pero aceptaría un dictamen de historiadores de diversos países que estudiarán a fondo el problema. Sí, por qué no, la propuesta turca es sólo para ganar tiempo. Porque las pruebas son más que contundentes. Permítaseme un pequeño triunfo: el autor de estas líneas reprochó una vez al diputado del Bundestag alemán, zem özdemir, de origen turco, de que siempre hablara de los derechos de los turcos pero jamás había perdido una palabra para avergonzarse de los crímenes turcos contra los armenios. Bien, por fin lo ha hecho, en uno de los principales diarios alemanes, el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Allí escribe Zem özdemir: «Parece ser que al Estado turco y a parte de su sociedad les cae muy pesado revisar su propio pasado. ¿Pero acaso no sería creíble si los más altos representantes de Turquía pidieran mañana disculpas a los armenios? Discutir el pasado no sólo es doloroso sino también indispensable en el camino hacia una sociedad realmente democrática».
Sí, nuevamente, está todo dicho. Los crímenes de lesa humanidad no se podrán esconder jamás, por más poder que se tenga.
En la Argentina ha caído ahora el máximo responsable de la colonia alemana en Chile, «Dignidad». Un nazi con métodos nazis. Y por supuesto colaborador de Pinochet. La Argentina debe entregar a ese asesino a Alemania, donde los criminales nazis han sido condenados a pesar de su avanzada edad. Y van a las cárceles comunes y no a sus domicilios privados, como en la Argentina van los autores uniformados de los bestiales crímenes oficiales.
Pero aquí llevaremos a cabo una variación del tema de la Memoria: vayamos a cómo se falsea la ética en otros aspectos de la vida política. Alemania, sí, hace oficialmente un severo recordativo de su criminal pasado nazi. Por ejemplo, ahora se ha aprobado la prohibición de actos neonazis en lugares históricos que recuerden ese pasado próximo o hechos de la historia alemana que puedan ser utilizados como propaganda por esa extrema derecha.
Sí, muy bien. Pero la otra cara de la moneda es la venta de armas que hace Alemania en la actualidad a países con conflictos. Alemania vende armas a 78 países. El primer ministro Schroeder -de la socialdemocracia, es decir de la Internacional Socialista- expresó todo su contento por la venta de productos alemanes a los países árabes, en especial a Arabia Saudita. Entre esos productos están las armas. Entre los 78 países compradores de armas a Alemania también está Israel. Y aquí cabe la pregunta: ¿el gobierno alemán y la industria alemana no han aprendido nada de la tragedia inmensa que debieron soportar por haber iniciado las dos últimas guerras mundiales? ¿De los millones de vidas que costó esa locura asesina? ¿Cómo es posible que después de haber sufrido millones de muertos y la destrucción de sus ciudades siga en el camino de producir y vender armas a otros países? Cuando acaba de informar la venta de tanques espías a Arabia Saudita, ¿por qué el Partido Verde -que forma parte del gobierno alemán junto a la socialdemocracia- no renunció a seguir gobernando un país que vende armas? ¿Por qué se venden motores para submarinos a China? Lo permite ese Partido Verde que tanto protege a la naturaleza. ¿Pero acaso el ser humano no pertenece también a la naturaleza? ¿O acaso la humanidad no recuerda el drama de Vietnam bajo el fuego y los elementos que destruían las selvas y toda vida que estuviera en ellas?
¿Por qué Naciones Unidas no prohíbe la venta de armas, por lo menos, a países en conflicto? ¿Es que la naturaleza humana no saca conclusiones de los desastres que han iniciado como siempre la agresividad latente y los intereses económicos?
Claro, el argumento es la desocupación. La globalización ha producido estas estadísticas que sólo basta leerlas, no es necesario comentarlas: Desocupación de la juventud en el mundo: Italia, 27 por ciento de sus jóvenes sin trabajo; España, 22,7; Francia, 20,2; Estados Unidos: 12,4; Gran Bretaña 12,3; Japón, 10,1; Alemania, 10,1. Todos llamados países industriales que exportan armas.
Heridas y lacras de la globalización. Que pueden ser y son mortales para los pueblos