Las primeras brisas de verano sobre la Argentina se acompañan de una paulatina apertura –en el marco del Covid 19– que permitirá una libre movilidad de los factores productivos al interior del territorio dando una relativa fluidez al proceso económico que fuera rezagado casi durante la totalidad del año en curso.
Las sucesivas fluctuaciones en el tipo de cambio dieron –y dan– lugar a una serie de hipótesis que rondan entre la acentuación de un proceso hiperinflacionario, su moderación o amesetamiento tal cual durante tan solo este ultimo mes se ha producido.
No cantemos victoria aun –es un país imprevisto– pero de poder sostener un valor que no sobre pase los 200 pesos al año venidero es de honor dar venia. En particular –más allá de designios de pacto social de difícil concreción– acentuar la política económica sobre esos clivajes inflacionarios que afectan de sobre manera al conjunto mas vulnerable de la población. Esto es alimentos y bebidas en conjunto con medicamentos y servicios públicos es allí donde el Gobierno con toda su batería política y técnica debe incidir de sobre manera aun mas estableciendo un férreo dispositivo de regulación sobre los precios que se “estimulan “al interior del Mercado Central donde realmente se cuece las habas.
El foco de nuestros días esta puesto sobre las negociaciones con el FMI – que hace ya mas de 70 años – aboga por las mismas políticas pero en este caso sobre un país financieramente quebrado. Presionar sobre Ajustes y Reformas es algo harto conocido y sus resultados fueron duramente afectos los argentinos durante décadas.
Queda en la pulseada del Gobierno y su Ministro de Economía disipar todo intento de cobro en mano o estrangulamiento económico que no permita una continua recuperación que puede preverse vía la re constitución de nuestro mercado interno o de la obtención de divisas frescas externas por precio competitivo o por aumento de los niveles exportables. Ambos aspectos darán un efecto látigo sobre el mercado de trabajo y por ende en la política fiscal lo que podrá reducir los niveles de emisión que sea dicho de paso han permitido sopesar los efectos pandémicos.
La necesidad de pensar un Proyecto Nacional de largo alcance es unos de los principales desafíos gubernamentales a mediano plazo para dar forma a esta tenue recuperación que sin dudas se debe al esfuerzo del conjunto del pueblo argentino que soporto –y soporta– una de las mayores crisis de los últimos 100 años sin obrar sobre la anarquía y el conflicto permanente.
Renglón aparte merece el accionar opositor que sin mediar ningún tipo de cuestionamiento sobre su accionar pasado redunda en la mediatización obscena de sus epítetos sin atisbo de realidad concreta bajo una clara división de sus filas pero quizás lo más paradójico –a diferencia de la tan cuestionada generación del 80– es que tampoco tiene algo para ofrecer a la sociedad sino argüir sobre lugares comunes ya pasados políticamente.
Pero en definitiva cual es –según su criterio– el modelo a seguir en el marco del neoliberalismo donde los principales alfiles se caen por su propio peso específico. Reposar en factores externos nuestra inserción mundial tampoco es el lugar donde el país pueda desplegar ampliamente su capacidad operativa sino que es tiempo de reflexionar nuestro designio en el largo plazo. El Gobierno tiene un as –temporario– es su deber convertirlo en una baraja ganadora.
Ezequiel Beer. Geógrafo UBA y analista político.