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Entrevista con Benjamín Ávila, realizador

«Infancia clandestina», la otra imagen del pasado argentino

Fuentes: Rebelión

‘Infancia clandestina’, candidata argentina a los Oscar 2013 como mejor producción extranjera llega a mediados de abril a las salas de Suiza luego de su estreno helvético durante el reciente Festival Internacional de Films de Friburgo. Un film cuya fuerza narrativa no deja insensible a los espectadores, según la crítica cinematográfica local. Una nueva forma […]

‘Infancia clandestina’, candidata argentina a los Oscar 2013 como mejor producción extranjera llega a mediados de abril a las salas de Suiza luego de su estreno helvético durante el reciente Festival Internacional de Films de Friburgo. Un film cuya fuerza narrativa no deja insensible a los espectadores, según la crítica cinematográfica local. Una nueva forma de leer la dramática página de la última dictadura argentina a través de los ojos de Benjamín Ávila, realizador y «víctima».

«La película surge de mi biografía. A los 13 años decidí dedicarme al cine y siempre supe que iba a filmar mi infancia», sostiene el joven realizador argentino.

Hijo de madre desaparecida durante la última dictadura militar, Ávila lleva a la pantalla la vida de Juan, de apenas 12 años, que regresa del exilio clandestinamente en 1979 a Argentina con su familia, decidida a continuar el combate contra el poder de facto.

Apenas atravesada la frontera, el niño se trasforma en Ernesto. Consciente que ante sus compañeros de clase, y ante María, la compañerita de colegio de quien se enamora profundamente, no puede develar su real identidad de lo contrario haría correr un grave riesgo a los suyos.

«El film me permite saldar una deuda personal. Con mi familia, con mi madre, con mi historia», enfatiza Ávila al comenzar la entrevista. Luego del enorme suceso en Argentina, Infancia Clandestina vivió un momento de gloria al ser seleccionada el año pasado en la «Quincena de realizadores» del Festival de Cannes.

P: ¿Fue muy complejo integrar su vivencia infantil en una producción cinematográfica…Me refiero a la tensión posible entre lo íntimo y lo público?

Benjamín Ávila: Lo autobiográfico jugó el rol de disparador. Fue lo que motivó la película, el deber, la obligación de hacerla. Pero estaba muy claro que no quería que el film fuera un calco de mi propia vida y no quería ser yo mismo el protagonista. Se trata de una ficción que si bien integra mucho de lo que viví, no se corresponde literalmente. Por ejemplo, cuando regresé a Argentina tenía 7 años y no doce. Pienso que logré que no se mezclaran los roles y los mundos.

Memoria autobiográfica

P: ¿Cómo logró reconstruir con tanto realismo el marco histórico y la vida de la familia clandestina? ¿Entrevistas, archivos, lecturas?

Benjamín Ávila: Fundamentalmente sobre la base de mis propios recuerdos

P : A pesar de sus escasos siete años de vida…

Benjamín Ávila: Sí, tengo enorme cantidad de vivencias muy frescas de esa etapa. Y pienso que en mi país hay mucha gente que también tiene recuerdos de ese momento pero que no se anima a contarlos. O aún más, hacen un cálculo político y afirman: no hay que decir que Montoneros, – la organización revolucionaria a la que pertenecía mi madre-, sostenía que se vivía una guerra, porque puede reabrir la teoría de los dos demonios (ndr: que asigna igual responsabilidad a la dictadura que a las organizaciones armadas de oposición). Quise ser consecuente con la historia y decir lo que ellos pensaban en ese momento. Nada puede justificar lo que hicieron los militares…

P : ¿Habla de un miedo todavía instalado en la sociedad argentina?

Benjamín Ávila: Cuando se ha vivido miedo éste queda para siempre presente. Pero por suerte, en estos últimos años, ese miedo se ha ido disipando, disolviendo. Y se va dando una nueva presentación de la historia. El relato oficial que se impuso durante la dictadura y a posteriori se modificó profundamente y esto le hace muy bien a las nuevas generaciones. Ese relato ponía a los «clandestinos», a «los opositores»; a las «Viejas Locas» -por las Madres de Plaza Mayo- fuera de la historia. Ahora es todo lo contrario: reconocimos lo que fuimos y lo que somos; estamos bien dentro de la historia; y esto le hace muy bien a la sociedad.

Los juicios, ejercicio sanador

P: ¿Esta nueva forma de comprender la realidad social está relacionada con los procesos jurídicos actuales contra los responsables de la represión en los setenta y ochenta?

Benjamín Ávila: Absolutamente. Pienso que si no se dieran estos juicios esa nueva construcción de la historia no tendría validez…o tendría una pata floja. Son procesos muy importantes en la sociedad argentina. La construcción de la memoria, los juicios, los cambios en la comunicación con la idea de fortalecer una televisión estatal de calidad. Ligado a lo que promueve el Gobierno. Lo que permite encontrar nuevamente una juventud activa, participativa, políticamente militante. A mi generación -la anterior a la actual- le habían recetado el «no te metas», «no te involucres», «no participes»… Ahora es distinto.

La complicidad de la jerarquía

P: La polémica más reciente sobre la historia de la dictadura de la que usted habla en su film envuelve al nuevo Papa Francisco I… ¿Cuál es su parecer?

Benjamín Ávila: La historia no se puede ocultar. Y es interesante ver que tal polémica, que enmarca la designación del Cardenal Bergoglio como nuevo Papa, no es ajena al trabajo constante de las Madres (de Plaza de Mayo), las Abuelas, los Hijos de desaparecidos, los organismos de derechos humanos. La iglesia jerárquica e institucional de la que hace parte Bergoglio fue cómplice de los horrores cometidos por la dictadura. Lo que se pide en este momento es que esa jerarquía acepte sus equivocaciones y haga su «mea culpa», lo que ayudaría a sanear, creando condiciones para una nueva etapa de diálogo constructivo. Pero no parece tener la disposición de hacerlo. Y vuelvo a mi película: esa generación aniquilada en Argentina y en otros países -que incluía a muchísimos cristianos comprometidos social y políticamente- creyó profundamente en la apuesta de cambiar el mundo. Hoy si hablamos de cambiar el mundo aparecemos como ingenuos. Tal vez allí se sintetiza la gran diferencia de lo que vivieron nuestros padres en su militancia coherente, profunda, de fondo, solidaria…y el «yo» generalizado e individualista que aparece como hegemónico en la actual etapa de la sociedad, particularmente en Europa.

Sergio Ferrari, en colaboración con swissinfo y Le Courrier

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.