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Inoperancia, oportunismo o ideología

Fuentes: Rebelión

«En un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad». Eduardo Galeano. En el comienzo de un año electoral, el tema de la seguridad y la Responsabilidad Penal Juvenil vuelve a adentrarse en la agenda de debate […]

«En un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad».

Eduardo Galeano.

En el comienzo de un año electoral, el tema de la seguridad y la Responsabilidad Penal Juvenil vuelve a adentrarse en la agenda de debate en la sociedad argentina. El marco contextual en el que se produce esta discusión no es un dato irrelevante: cada candidato prepara su discurso, elige a sus receptores y delimita su cauce para ofrecer la solución más eficaz a tan acuciante problema. Luego que un joven de 15 años fuera detenido por un crimen en Tolosa, el reclamo por la baja de edad de punibilidad de los 16 a los 14 es puesto -otra vez- como eje central de esta polémica.

En (¿) extraña (?) paradoja, el mismo foco de luz que cotidianamente los condena a la marginalidad se posa hoy sobre ellos. Con el conocimiento del rebote mediático que tendrán sus declaraciones en el público preocupado por esta cuestión, diversos funcionarios se hacen eco del dolor y proponen la solución más rápida, sin vislumbrar lo que hay detrás del telón del escenario que ellos mismos cimientan. ¿Inoperancia, oportunismo o ideología? Puede decirse que las tres.

Nadie osa en cuestionar el dolor de una persona que pierde a un ser querido. Nadie. Y la comprensión de terceros jamás se comparará con el sufrimiento de las víctimas. Pero cuando la lectura política sobreviene, muchos escapan a la explicación de las fallas que este sistema corrosivo posee y provoca. Es sencillo endurecer las penas y seguir atestando las cárceles, en lugar de acentuar la inclusión. Es sencillo seguir dándole de comer a un monstruo que gira en círculos y vuelve sobre sí mismo, pero siempre con más hambre que la vez anterior. No obstante esa es la lógica: saciar el apetito del capitalismo con las mismas personas a las que él les quita el pan. El problema estructural y sistémico nunca se ve, sino que permanece oculto detrás del telón como tantas otras cosas. Y los que lo ocultan no incitan a una discusión sobre qué es lo que lleva a un pibe a delinquir, a cómo y de qué manera obtiene un arma; sino que centran el debate en si una persona debe o no ser castigada. ¿Inoperancia, oportunismo o ideología? Puede decirse que las tres.

Los medios tampoco ofrecen una alternativa ante tan sesgada visión, ni interpelan a quienes deben hacerlo. Por intereses políticos y económicos, no buscan una respuesta ni una conclusión sobre cuya base poder construir los cimientos de un nuevo tipo de sociedad, sino que intensifican el miedo del público hacia esos «inadaptados». Varios son los programas de televisión en donde se estigmatizan a los sectores marginados de la sociedad argentina. Varios son los programas en donde las peleas callejeras, las drogas y el alcohol son puestas al aire como si fueran un sketch cómico, del cual habría que reírse y tomarlo como un entretenimiento. Eso sí: los productores tienen la delicadeza de troquelar la cara de esos actores que, ante el machaque continuo, parecen ser siempre los mismos. Es que no interesa el rostro de aquellas personas, sino la imagen de sus actos. Si no, ¿cómo plantearle a cualquier persona el punto de vista de este artículo ante una fotografía de un pibe empuñando un revolver en una mano, mientras maneja una moto? ¿Cómo hacer que prevalezca un argumento cuando en los noticieros un mismo asesinato repetido 20 veces durante el día hace creer que, durante la jornada, ocurrieron efectivamente 20 asesinatos? ¿Cómo no generar prejuicios en el público si, ante ese hecho delictivo, se aprovechan del dolor de la víctima que, en un inobjetable estado de shock, exige mano dura? Los medios de comunicación no son ingenuos: saben la respuesta que van a obtener de parte de las víctimas, y las exponen igual; utilizan el sufrimiento de una reciente pérdida para poder transmitir, de forma indirecta, sus verdaderos intereses. ¿Inoperancia, oportunismo o ideología? Puede decirse que las tres.

Sin embargo, son vitales para el funcionamiento del sistema. Sin trabajo, educación ni salud, un resplandeciente cartel de neón se posa sobre sus cabezas. «Quien no tiene no es; simula existir», reza el principal eslogan del consumo, y los seduce con los esplendores de una riqueza virtual, haciéndoles agua la boca. Pero en esa búsqueda del placer, la cárcel será su último destino, y el resentimiento a la sociedad que los condena se irá incrementando. Si esta estructura básica no cambia, de nada sirve con meter en prisión a un joven de 14 años. Se los condena a ellos, y no al sistema. Se condena a los pibes, y no a la policía que los recluta, les suministra drogas y los secuestra. Sin lugar a dudas, alguien que comete un delito merece recibir la contención necesaria como para poder reestablecer su conducta, y no acrecentar su odio. La Justicia y el Estado tienen en sus manos las herramientas necesarias para proveer tal solución, pero si la base sobre la cual se apoya la derecha no cambia, esos chicos van a ser objeto de repudio tal como lo son hoy.

Así, la inoperancia, el oportunismo político y la ideología seguirán entrelazadas bajo el oscuro telón de fondo.

Así, sobre el escenario cubierto de luces y con un troquelado permanente, los condenados, faloperos y asesinos seguirán siendo los de siempre.

Lucas Pedulla es Estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Matanza

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.