Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadunidenses. Por ello, el capítulo clave del Manual de contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las características de la inteligencia en esta guerra asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen […]
Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadunidenses. Por ello, el capítulo clave del Manual de contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las características de la inteligencia en esta guerra asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen lugar en espacios culturalmente extraños, el descubrimiento castrense es la colaboración de científicos sociales en las campañas imperialistas contra los movimientos revolucionarios y de resistencia nacional.
La antropóloga contrainsurgente Montgomery McFate lo explica de esta manera: «En un conflicto entre adversarios simétricos, en el que ambos son equivalentemente iguales y usan tecnología similar, comprender la cultura del adversario es en gran parte irrelevante. La guerra fría, con toda su complejidad, enfrentó entre sí a dos poderes de herencia europea. En una operación de contrainsurgencia contra un adversario no occidental, sin embargo, la cultura es importante» (Military Review, March-April, 2005).
Ya que los comandantes y estrategas militares requieren «profundizar en las culturas, percepciones, valores, creencias y procesos de toma de decisiones de individuos y grupos», el Pentágono integró equipos de expertos en economía, antropología y ciencia política, quienes juegan un papel en lo que técnicamente es llamado «preparación de inteligencia del campo de batalla», que consiste en el proceso continuo y sistemático de análisis de la amenaza posible del enemigo y el ambiente en una región geográfica específica. Los científicos sociales no son más que un instrumento de guerra, ya que las decisiones finales las toma el personal militar. El Manual describe el tipo de información que recaban estos singulares mercenarios académicos: «Por ejemplo, grupos tribales y familiares en Irak y Afganistán cruzan las fronteras nacionales en países vecinos. Las relaciones transfronterizas permiten a los insurgentes contar con refugio seguro fuera de su país y les ayudan al tráfico transfronterizo. El área de intereses puede ser grande en relación al AO (área operativa). Muy frecuentemente ésta puede estar influenciada por varios factores, tales como: redes de familia, tribales, étnicas, religiosas y otras que van más allá del área de operaciones; relaciones de comunicación y económicas hacia otras regiones; influencia de los medios de comunicación en la población local, el público de Estados Unidos y los socios multinacionales; apoyos logísticos, financieros y morales del enemigo.»
Los antropólogos-militares definen -con la ayuda del plagio ya denunciado- conceptos como sociedad, grupo étnico, tribu, redes, instituciones, roles y estatus, estructura y normas sociales, cultura, identidad, sistema de creencias, valores, actitudes y percepciones, lenguaje, poder y autoridad, fuerza coercitiva, capital social, participación política, entre otros. Todo para conocer lo que realmente interesa a los militares: los insurgentes, sus objetivos, motivaciones, apoyo o tolerancia de la población hacia ellos, sus capacidades y vulnerabilidades, formas de organización, lideres y personalidades claves, actividades y relaciones políticas, libertad de movimiento, sustentos logísticos, financieros y de inteligencia, nuevos reclutas, armamento y capacidades militares, entrenamiento, etcétera. Especial atención merece la estructura organizativa de los insurgentes: si es jerárquica o no, si los miembros están especializados, si los líderes ejercen un control centralizado o se permite acción autónoma e iniciativa propia, si el movimiento opera independientemente o tiene relaciones con otras redes y organizaciones, si los insurgentes le dan más peso a la acción política o a la violenta. También, cada dirigente es motivo de escrutinio detallado: su papel en la organización, actividades conocidas y asociadas, historia personal y trayectoria, creencias, motivaciones e ideología, educación y entrenamiento, temperamento («por ejemplo, cuidadoso, impulsivo, pensativo o violento»), importancia en la organización, popularidad fuera de ella. En las sesiones de tortura en Irak, Afganistán, Guantánamo, y otros «oscuros rincones del planeta», éstas son sin duda algunas de las preguntas a los detenidos por las fuerzas de ocupación estadunidenses; también formarán parte de las materias que los mentores yanquis enseñaron a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en los cursos de «combate al terrorismo» denunciados por La Jornada.
Asimismo, estrategias y tácticas de los rebeldes merecen especial cuidado: acciones conspirativas, militarismo, guerrilla urbana, guerra popular, emboscadas, incendios, bombas y explosivos, armas químicas, biológicas, radiológicas, o armas nucleares, manifestaciones, contrainteligencia de los insurgentes, ejecución de soplones, secuestros, toma de rehenes, infiltración y subversión, propaganda, ataques a instalaciones, sabotaje, entre otros. Se analizan todos los tipos de inteligencia: humana, operaciones militares, interrogatorio a detenidos y desertores, informes de asuntos civiles, operaciones sicológicas, de los oficiales del ejército y fuerzas policiacas del gobierno pelele, contratistas, delaciones telefónicas anónimas, periodistas, académicos, etcétera. También se obtiene información de inteligencia de rutinas de reconocimiento y vigilancia, sensores y cámaras, inteligencia espacial, análisis de archivos de propiedad, financieros, del contenido de celulares y computadoras.
Sería un error subestimar las capacidades y los alcances de este trabajo de inteligencia de los imperialistas estadunidenses, como pensar que son invencibles. También es importante que la comunidad de antropólogos en el ámbito latinoamericano se manifieste en contra de la utilización mercenaria de su disciplina.